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UN DÍA EN LA VIDA

Antes de que suene
el soniquete del despertador
ya te has levantado
vivaz
falto de sueño
Al entrar
le das los buenos días
a la chica de la tienda
la que parece que con sus manos
te ha horneado
hasta el trigo de la luz
del aire
de la oficina
en la trastienda
Y que tan profundo
respiras
Y ya te sumerges
en la rentabilidad
de las obleas de miel
o en el de las tizas de regaliz
Y piensas cambiar de sitio
los besos de azúcar
Y los corazones de princesa
ponerlos en la entrada
Y te llega mezclado
el olor del pan de bogavante
con el de sol de maíz
junto a ese de cristal
tan crujiente
que parece hecho
con harina
de espejo
deshilachado
Y vas recibiendo
a mercaderes
que te vuelcan su alforja
de mil y una gollerías
sobre tu mesa
Tantas
que al final de la mañana
parece
que vas a dar
un festín
en la oficina
De vez en cuando
mientras haces las cuentas
estallas en la boca
una macadamia
o un puñadito de arándanos
o de jengibre
y siempre con un par de avellanas
con las que haces
malabares
al salir del trabajo
Y ahora que subes por las escaleras
los noventa peldaños
llegas a casa
acompañado
de un nuevo
fiel amigo
que no calla
que parece como si ya fuera tuyo
y tiene el mismo ladrido
de lebrel en corazón
que el de aquel niño
que se apretaba la mano
en el pecho
para que no se le saliese
Y comes frugal
que no sea
el estómago quien
de la tarde de un sueño de versos
te la llene
de tamo de paja
o de hojarasca
que la poesía
bebe mejor del hambre
Y escribes esto
Y a media noche
echas la jábega del sueño
sobre el lomo de plata
del mar del día
que te deja
cada vez
un poco más huérfano
al irse para siempre
Y ya de madrugada
te despiertas a deshora
y hasta que suene el soniquete
vas pasando revista
por tus habitaciones
en silencio
donde en una sabes
vive ese pequeño dolor
que espera
que lleva
escondido dentro de ti
más de mil años
©Rubén Lapuente
Foto Leyre en el ángel de Gran Via
ISABEL Y JOSÉ

Fue cuando la habitaba el dolor
que Isa y José venían a casa un rato a verla
Creo que eran los jueves
Él trabajaba la madera
La vestía de bella piel desnuda
La hacía flor
La nacía
Le veías en las manos
el hilo de su casa en Matute
que se la hizo él solo
con piedra y talados pinos
negros de su amada Soria
De muchacho
entró en una carpintería
Y de hombre ya maduro
ha tenido que salir
malherido por ese falso corazón
de avaro ladrillo hueco
y sin ni una viruta de oro
de madera en el pelo
Venían a la tarde
Y sabiendo de su miedo
de su futuro temblando
de su paro que se agotaba
ni les veías un rictus de incertidumbre
Sólo hacían que por entre
los labios de ella
asomara sonriente
los dientes del cansancio
Ahora han cogido en arriendo
una tienda de su barrio
Y ayer
tirando del carro de la compra
nos presentamos allí
Y pusieron el grito en el cielo:
Que cómo veníamos
Que no estábamos obligados
Que no era nuestra barriada
Que veníamos de muy lejos
Que no teníamos que hacerlo
Quizás ya no se acuerden
de cuando la habitaba el dolor
e iban a casa un rato a verla
Este perfume de huerta
no es el mío- nos dice José – al irnos
Nosotros sí que sabemos
que será todas la semanas
creo que los jueves
el nuestro
©Rubén Lapuente
a Isabel y José
DESERTORES

Si digo que
eran imanes de seda
acierto
Hoy regresan
Me han hecho una señal
casi invisible
secreta…
Guardianes
de una madriguera
a cal y canto sellada…
Hoy desertan
Habrán dejado ya
una correa
desatada en el páramo:
Ése de balas de paja rodando
Y en donde silba el viento
de la herida memoria…
Hoy regresan
Si digo que fueron
ascuas de estrella
en el rocío de un trébol
sobre mi pecho
acierto
Son los que
se suben al templete
de la plazuela
con revuelos de falda
bajo lunas de romería
Los que te acorralan
y te maniatan
y te arrojan
a un barranco
de caderas
sobre la colcha aún dormida …
Subirán ahora
por desmontes
salvando viejos caminos de espinos
hacia sus altas cuencas
ciegas
a encenderlas
con teas de jade
traídas de las arenas de un rio
de aguas lavadas
de su memoria…
Hoy regresan…
Desertores
Y esos ya nunca
vuelven la cabeza!
©Rubén Lapuente
ANDREA

Es Andrea
una de las chicas de el ángel
Hasta hace bien poco aparcaba su bicicleta
en la trastienda
que como la había carenado
del color de la novia
del viento
atada a una farola o a un árbol
de la calle
cualquier brisa loca de nada
se la habría robado
Y antes de ponerse
el uniforme amarillo
reparte sin más
los abrazos que quieras
Y te cuenta lo que quizás tú te guardes
por creerlo íntimo:
Que si su chico le dobló sólo para ella
las campanas de la iglesia de Igea
Que la suerte le ha regalado
un huerto urbano
Y que si ha plantado tantas escarolas
es porque de lejos le alegra ver
esa fila de soldaditos
de color verde con el del oro
Que no pega ojo
por un perro del barrio
que no hay manera de acercarle
de tan tundido
ni un mendrugo de pan
Y mientras te lo cuenta
te crees que desayuna
cucharaditas de cielo
por lo transparente
por lo de no correr nunca los visillos
Había ya aparcado
nueve meses la bicicleta
Que tenía un secreto en el vientre
Un atracón de vida
Y la felicidad la medía en centímetros
Que sacaba cada día delante de nosotros
el metro amarillo de modista
para cerciorarse del todo
de que ese milagro
crecía y crecía
El martes
sobre la mesa de la oficina
me dejaron un parte médico de baja
Y al leerlo fue
como si me asomara
a un oscuro pozo
por donde se perdía
para siempre
ese saquito de viento helado …
Me dolerá buscarle los ojos cuando vuelva
Oh Andrea que no estás sola
Que también lo hemos perdido nosotros
©Rubén Lapuente