LA BATALLA DEL VINO
Al amanecer del día de San Pedro,
por los riscos de Bilibio,
camino Haro,
allí donde el río Ebro se revuelve bravío,
hay una batalla
que en lugar de sangre,
se derrama vino.
Para esta liza
todos se alistan de soldado:
Primero los de aquí,
los Jarreros, los riojanos;
luego vienen legiones de milicianos
de todos los pueblos
de esta nuestra piel de toro;
también los hay mercenarios
con mono de metralleta
pero con balas
de salva de vino,
y hasta viene alguno
de la Conchinchina
a calarse
en esta mágica niebla
de morapio.
Y tú mismo si te acercas
con la alegría en tu zurrón,
tienes reservado
el mejor sitio.
De guerrera basta
con una vieja camisa blanca
y pañuelo rojo de tocado al cuello.
De aljaba:
un caldero o una bota
o una botella
o una pistola de plástico.
De munición
reparten el fruto de la vid.
De música de guerra
ya hay una charanga
que ameniza el tiroteo.
Y en son de paz,
camino Haro,
a quemarropa,
o tendiéndose celadas,
pelean todos contra todos,
pero nadie contra nadie,
en un fuego cruzado,
tiñéndose las ropas,
la piel, los cabellos…
de la acuarela morada del vino.
Todo un pueblo volviéndose niño,
frente a este paisaje
de viñedos infinitos de La Rioja
que nos da tanto,
que nos ha forjado.
Empaparse de vino,
como tú de luna llena
o del olor de tu hombre
o el de tu hembra enamorada…
Y sentirlo. Y guardarlo. Y velarlo
como oro puro en paño.
El día de San Pedro,
si pasas por los riscos de Bilibio,
camino Haro,
deja que te hieran alegremente…
¡Y muda en los rubores del vino!
©Rubén Lapuente Berriatúa
publicado en el periódico digital nuevecuatrouno de la Rioja 26/06/2019
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