LOS NIÑOS DE LA GUERRA
Al lado de un perfume
De un emblema
De unas agujas de oro
barriendo la esfera del tiempo.
Ahí,
la valla de la niña en el horror.
La nómada del miedo.
Como la marca
como el reloj
como el aroma
se te irá quedando grabada
pero como algo extraño.
Seguro que el camino
en zigzag de su gesto
poco a poco
te irá encogiendo algo
de muy adentro.
Y al no venderse
Cómo olvidarla.
Se apagará la fragancia.
El lema se te hará tedioso.
El reloj será sólo la rutina
de su tic tac en la muñeca.
Pero allí,
en las vallas,
en las marquesinas de las paradas
de los autobuses
en los diez segundos
del televisor y sin palabras.
Allí,
la mirada que no se esconde.
La que rasga la placidez,
taladrándote
camino o a la vuelta del trabajo.
o en la cómoda butaca
a la noche
Ahí,
la cara de la niña en el horror.
La nómada del miedo.
Hasta que un día
alces la cabeza
del todo
ya sólo para sonreírla.
Para llevarla cerca de los labios
Y tatuarte en la piel esa mirada
Que es sagrada
Que no se vende
Que nunca olvides
©Rubén Lapuente
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