OJOS DE DEHESA
a Carmen en su destierro
Le estorban las montañas.
Son murallas
que no le dejan ver
lo que hay después.
Demasiados árboles -dice-
para fijarse en alguno.
Sin ese confín no hay sosiego
en su terco corazón.
¿Quién se cansa de mirar el mar?
¿Quién no se descubre
ante una noche de estrellas?
¿Quién desvía la mirada ante
un valle de cerezos en flor?
Ella desea la lejanía
para no acabar nunca
de abarcarla.
Si se perdiera,
lo haría bajo
esa techumbre.
Si amase,
se volvería al sonrojo
último de aquel horizonte.
Si le hicieran daño,
buscaría el aliento
de ese dibujo en los ojos.
Para entenderlo
tendrías que haberlo visto
desde muy niño
o como yo
volver a nacer
dentro de su mismo sueño.
¿Cómo no va a echar de menos
el mar de su tierra,
si allí se hizo dehesa?
Rubén Lapuente
(Salamanca)
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