PIRÓMANO
¿Qué alienta en el pecho de una hoguera
que fascina y a veces enloquece?
¿Todo surge del fósforo que avienta un niño?
¿De la mágica llama que no se deshoja?
¿O ya viene en el maldito azar
del abrasado ramaje de la sangre?
Aquí no hablo de un incendiario
de ese asesino de la tea
que compra y vende fuego
que sale canalla al monte
cuando el viento cálido arrecia
cuando amarillea el estío
y bajo los pies
le restalla la rama
Esa rapiña que vuelve
ya a un paisaje de pavesas
y miserable orina
Aquí hablo de un magnetismo
de una cabeza en llamas
de un ludópata del fuego
de un canalla enfermo
que ha mirado siempre
con luz de barrena la lumbre
que no conjura
que sale al monte
iluminado por una voz de fuego
que se sube al mirador del alto cerro
a contemplar
cómo salta su fogata
de copa en copa
Y espera allí
el ulular de las sirenas
las espadas de agua
los calderos alados:
Su velada con música
del crepitar de las llamas!
©Rubén Lapuente
7 comentarios
Teresa -
Cuando el monte se quema algo mio se quema¡¡¡que verdad!!!
Un beso Ruben
irene -
Precioso tu poema.
Muy bonita la foto, aunque terrible.
Un beso, Rubén.
Zeltia -
árboles centenarios agonizantes.
Llegan los gritos de los bosques a las ciudades.
Y, casi siempre, es un fuego buscado, premeditado.
Enfermedad o intereses, o ambas.
Hoy tu poema, sangra.
v -
Pero de ahí a prender fuego al monte, hay un largo recorrido de obsesiones, maldades, desequilibrios...
Me entristece ver como un árbol se lo comen las llamas. Sereno, sin gritos, sabe de su muerte.
María Socorro Luis -
Un poema magnífico.
Muxus
ricardo -
Me hace entender la infamia.
Saludos
barrychello -