LA OTRA
Uno no sabe bien porqué se enamora.
La piel es joven.
La mirada rebosa de luz.
Andan por ahí los hados…
Y el cuerpo
enseña su pureza:
se estremece.
Le basta un resplandor.
Un chispazo y prende
nuestro cuarto oscuro.
Así fue.
Pero en aquel rostro enamorado
surgía por momentos
otra cara
que se borraba
que reaparecía en un gesto:
En aquella sonrisa era otra.
En ese arrebato era ella.
En la tristeza eran las dos
en una misma cualquiera.
Cada vez me perturbaba más.
Uno no sabe bien de qué se enamora.
Pero aquel rostro
en tantos instantes revelado
¡cómo me fascinaba!
Fue en el fondo de una caja,
reparto de vivencias
que acostumbra la muerte
donde encontré la revelación.
Ahora las distingo más claramente.
¡Me he aprendido tan bien
los rasgos de ese velado rostro!
Sé por la dulzura cual me besa.
Por el deseo
cual turba mi piel bajo la ropa.
Por el amor
cual me llamará antes
al verme hundido.
No se lo diré nunca.
La que me muestra,
la otra.
La que yo vislumbro.
La que me hechiza.
Es la de la imagen hallada
y que oculto.
La niña que no se ha ido.
Que aún vive en ella.
Rubén Lapuente
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