EL GUIÑO
De abrazarnos
tanto mar
salimos del agua
como curados
en salmuera
De tumbados
en su lecho de duna
tatuados
de su calcomanía
de arena dorada
Y tan empapados de sol
que mirábamos
como desde dentro
de la hoguera de miel
de un topacio
Nos acercamos
al corro del paseo
A la que leía la buenaventura
A la mantera del destino
La empujé
bromeando
hacia la pitonisa
la que tomó rauda sus manos
la que echó una mirada
profunda
al vuelo sesgado
de una gaviota
Al adivinarle
el nombre de aquel rucio
que tiraba del carro
de sus días azules
de sus noches de pavesas
se le pusieron los ojos
redondos
como peces
como platos
sin parpados…
Le adivinó la esquirla
de cristal de una ola
rasgando su vela
Y que si ahora era
juguete del dolor
la línea de la vida
de su mano era larga
como el tren de luz
de un cometa errante
“Oh espera”
Miró a la gaviota sobre las jarcias
Echó una carta sobre su esperanza
“Te vendrá de tapadillo
una brisa a envolverte
Muy pronto
Te cogerá
desprevenida
en una argucia de la luz
en un escorzo tuyo bellísimo
No No No hay milagros
Es cansancio del dolor
de pinchar en hueso
Es tu mascaron de proa en el mar
de las tormentas
de la vida que tiene
los brazos en jarras
que es una escollera
Si mujer de trenzar tú el dolor…”
Al irnos
De espaldas volví la cabeza
de perfil
Que me viera…
©Rubén Lapuente
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