VECINOS
Si corro las sillas, si rechinan (si supiera tocarlas), el lunático vecino de debajo de mis pies, nombra a toda mi familia. Pero, cuando a cualquier hora del día, se desata el clarinete en mi casa, me queda la satisfacción de que, su profundo silencio, denota un buen oído musical.
Le di permiso a mi vecina de al lado, para que su glicinia colonizara también mi terraza. Y ahora la tengo ya volando sobre mi cabeza, bajándome en oleadas malvas su intenso y mareante aroma. Pero, tengo la sensación de que no es del todo mía, como si tuviera que pedirle permiso para hundirme en su perfume, y sonriéndola, le digo… ¡eh vecina! Hoy voy a robarte hasta la última gota de chanel de tu glicinia ?
Mis vecinos del primero, han adoptado dos párvulos de la profunda África negra. Llegaron con la afectada mueca del desarraigo, inquietos como si soltaran dos cervatillos en la Gran Vía. Y me contaron, que nada más llegar, al ver la jarra del agua sobre la mesa de la cocina, se la bebieron los dos, sin miramientos, de un trago: Quizá temían que mañana ya sólo manara aire del grifo.
Justo frente a mi balcón, al otro lado de la calle peatonal, mi vecino de hola y adiós, poco más, ya no se asoma. Últimamente le hacía yo un gesto levantando el brazo con la mano cerrada. Ahora, su mujer, no falta a la cita de adornar la barandilla de su balconada con tiestos de blancas, rosas, amarillas y rojas flores. La percepción mía ahora es distinta. La suya, desde su azotea, debe ser la misma de siempre: ninguno de los dos ha cruzado el umbral del otro, nunca hemos quebrado las formas… ¿Y por qué no ahora? ¿Por qué no romper la imagen de siempre? Que todo dé un giro inesperado… ¡Vecina! le digo, entre tanto vergel, no se te ve bien lo guapa que eres.
Y se levanta. Y se acoda frente a mí en la baranda…
©Rubén Lapuente
Mi nuevo blog http://rubenlapuente.blogspot.com/
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