QUÉ PODEMOS HACER
A la memoria de Toño Lapuente
Ya, ya, ya lo sé. Solo nos queda recordarle. Y qué poco nos cuesta si tenía algo solo suyo que no se muere con los años: ese gesto que se adelanta siempre como un perfume: esa sonrisa a medias, risueña sonrisa, algo pícara, que no le abandonaba ni dormido de muerte.
Ahora no lo encontraremos en las calles, en los bares, en la vida. Sí, ya sé que no responde a la aldaba de su puerta, pero al doblar ayer yo la esquina del Laurel creí verle en otro, o también estos días cuando en el wasap aun dudo y le doy un instante de vida (¡hombre, Toño!), aunque luego se me hiele el cristal, incluso alguna tarde vencida, la mano de su memoria se me posa en la espalda, así, por las buenas (estamos bien, Toño, le digo), o cuando desde el corazón me lanza a menudo su ademán imborrable, como recordándome que está ahí, que no le dejemos solo, entonces, del álbum de mis recuerdos, para que no sea tan pesado, he rescatado una fotografía suya conmigo que milagrosamente cobra vida (tranquilo, Toño, tranquilo, que ya he puesto la foto de Almuñécar en un marco orlado de plata).
Oh, quien entiende que cuando ayer eras un río, de repente hoy dejas de moverte para siempre. Pero si aún tu edad hacía novillos, y te esperaban abriles, tiempo de besos, lágrimas de alegría, y esa copa de vino de terciopelo en la barra de tu bar...
¿Sabéis?, cuando era un niño grande y yo un muchacho, en las vacaciones en el mar, fuimos a ver una película muy mala de terror, y nos echó el acomodador de tanto reírnos. Luego, al salir, me cogía de la mano como a un héroe (menudo héroe).
Ahora estoy llorando.
La vida es una alimaña ciega. Y qué podemos hacer.
Dime, ¡¡qué otra cosa podemos hacer!!
Rubén Lapuente Berriatúa
publicado en el diario la Rioja 06/04 /23
https://rubenlapuente.blogspot.com/ (nuevo articulo en el periodico
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