DIOS Y AYUDA
Al acabar la presentación de el amante de papel
una mujer se me acercó…
“...Cuesta dios y ayuda
Pero déjate querer mujer
Mira
yo bien sabía que esa niebla mía
la que se adelanta a uno
estaba helada de magia
Que yo no sabía descorrer
el bisel de mis ojos claros
para que alguien
se colase por ellos
Bien sabía que no había nacido
con ese regalo
sin trincheras
Que no era bandolero de almas al mediodía
Que no oía el rumor
de ese íntimo viajero errante
saliéndose de uno
entrando en otro…
A mí me costó dios y ayuda
dejarme querer
Y todo empezó como tú ahora
con esa dices bruma mía mágica
al oírme recitar
que te ha tocado el corazón
La mía fue tan simple:
la de una mujer casual
que al preguntarme algo en la calle
-oh qué bellísimos ojos tenía-
desprevenido
me abrió esa portezula
de su horneado pan de ángel
de arcángel diría yo
Y al sentir esa tibia marea mágica
como si entrara alguien
sin mácula en mi casa
y se sentara
en la butaca de mi sueño
me pregunté
si los demás sentirían algo parecido
pero de mi de mi mismo
Y tuve
primero envidia
luego rabia de saber
que yo no llegaría nunca
a subir a mi azotea
tanta luz de almiar
Pero aún así
iba por ahí animoso
cada vez era yo más
lo que me callaba
segando relámpagos
de mi mies nueva
Iba por ahí sí
como si perdiera la vida si no sonriese
Ensayando en el barniz de las cosas
Que también se aprende
a dejarse querer
Y este placer de que alguien
como tú
igual que como yo
lo he sentido en otros
me diga que se ha bañado
en las aguas de mi estanque
Oh como me alienta
Que me ha costado
dios y ayuda decorarlo
cubrirlo con estas hojas
que no son las del azar del otoño no
Qué más quisiera
Pero están doradas
Una a una
las he dorado yo”
©Rubén Lapuente
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Julio G. Alonso -
Salud.