AINA
para Rubén y Eli
Nadie entiende la vida.
Quizá sólo desde un milagro.
Mírala,
como todos
Aina empieza de cero.
Ahora ella no sabe
qué es esto que la envuelve,
que la arropa,
que dulce la zarandea :
ella mueve sus bracitos
como aspas de un molinete
aún tarambana
como si espantara
las primeras luces oscuras.
Mírala.
La vida que nunca mira atrás,
es un calco,
un papel de seda,
la misma eterna calcomanía
de una hoja
que nace y se agota
y reverdece y…
Mírala.
Esta infancia primera
que no le dejará memoria
-que nadie recuerda la suya-
vívela con ella,
no te la pierdas,
es única.
Deja tu montón de papeles,
y corre, corre,
entra en esa muñeca
de dulce carne de preciosa lana…
Sí, ahora que mil veces
la vistes y desnudas
y bañas, y duermes
en el suave vaivén de los brazos,
tan frágil,
recuerda que fuimos
este mismo cálido panecillo
de harina de rosa
y agua
de tiemblo de estrella…
Mírala,
el tiempo la hará crecer, trastear,
balbucear, unir silabas…
cuando te pida el álbum de su vida
y quiera saber,
desde su primera luz
cuéntale esta infancia
que desde el asombro
estás reviviendo
que también es la tuya:
la misma
que no recuerdas.
Cuéntasela, entera, minuciosa,
de pe a pa,
mientras en el espejo
la peinas, la vas desenredando,
muy suave,
esa rebelde melena de oro
que ya se le adivina …
Mírala,
ahí la tienes,
es un pedazo tuyo,
tu relevo,
es tu memoria
en el collar del corazón
de sus cuatro letras.
Y es esa dulce manecita
que se agarra a tu dedo
que crecerá y crecerá
hasta que pueda
tomar la tuya,
cuando la vida,
esa que nunca mira atrás,
de un solo golpe,
te apee del camino.
© Rubén Lapuente Berriatúa
http://rubenlapuente.blogspot.com/
1 comentario
Paz -