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El cuaderno de poemas de Rubén Lapuente

EL HIJO PRÓDIGO

EL HIJO PRÓDIGO

 

Ha sido ese volcán

de racimos de soles negros

temblando en el remolque del tractor

que lentamente sigo

que no adelanto

lo que me ha hecho

alzar la cabeza al cielo

despertar de una ausencia

de demasiados años…

 

Voy detrás     

rodando

como ayer en la vendimia

de mi infancia más luminosa

Y de pronto

en el asiento de atrás

por el espejo retrovisor

se me apareció

aquel  niño mío antiguo 

el de las chiribitas de un fuego

del alma en los ojos

pidiéndome que volvamos

que reanudemos aquella tarde

que dejamos a medias

esa de vencejos 

con campanas lentas…

Que recuperemos

aquel paraíso

que abandonamos

al irnos a ese oficio de vivir

a ese mal invento

en el que con prisas

de un lado para otro

con la cabeza agachada

pensando en quiénes somos  

se nos pasa la vida…

Y tan decidido en recuperarla

que me tira de la manga

del volante del coche

hacia  la casa

la de la ventana que daba

a un ejército de viñedos

y aunque ya sólo está

bajo mis párpados

me la dibuja

en el revuelo de hojas

de un solo soplo  

con pájaros que vuelven

y quieren que les siga por las calles

de sus primeros pasos

que piso con tiento

como si aún estuvieran

tiernas esas huellas

y medio sonrío por pensarlo

por verme   tan inocente

tener sólo ojos para el suelo…

 

Cierro los ojos  y

sobre los hombros de mi padre  

a horcajadas    ya soy un gigante

Voy sobre la mejor montura de la memoria

de tantos seres

alumbrados por otros

que salieron de otros

en otros

de un primero

que aún punza su recuerdo en su espalda

que yo jinete niño espoleo

y por primera vez 

a mí también me alcanza

esa  flecha del clamor

de la memoria en su boca :

 

“Ésa es la torre  hijo

como la de tu castillo

como la de tu fuerte de madera

Ahí  dentro

un puñado de milicianos

de tu misma sangre

dejaron los aperos

resistieron envueltos en llamas

vencieron a un ejército

con la dignidad

con el orgullo  con el valor…

Nos devolvieron la libertad

Eran como ese puño cerrado tuyo

en el que atesoras

una piña del suelo

y tanto la aprietas

que ni el sueño de la muerte

te la arrebataría

No lo olvides   hijo

cuando te avasallen

cuando intenten pisarte en la vida…

Recuerda que abrieron sus casas

las sábanas de sus camas

usaron su ajuar de venda

de cauce de un río de otras heridas

No lo olvides

cuando descarriles

tu tren de hoja de lata  

cuando a tu lado veas sufrir

deja lo que estés haciendo

 y ve   ve

recuerda   recuerda….”

 

Cierro los ojos

y veo a mi niño salmón

remontando suaves colinas

Veo su silueta recortada en el crepúsculo

empuñando su espada

de sarmiento de capitán

del mar de los viñedos

Y busca un tesoro

en un grano de uva de ámbar

Sabe que la alegría

en las noches de terciopelo

duerme en la copa de vino

que al trasluz de la luna púrpura

alza mi padre al viento de la vida

Y toca su dedo la gota

 de rocío temblando

en el pámpano de una cepa

y entre los labios la deja

un segundo

como un diamante de saliva…

Veo su cuerpo menudo

bailando al son de pasacalles

en torno al templete de la plaza

con luna de septiembre vestida

con arreos de vendimia …

 

Voy detrás rodando

como ayer en los veranos

de mi infancia más luminosa

Remolcando ahora yo también

a todos los que nos han dejado

Que no se me olvide

que soy el mejor rocín de la memoria:

mensajero de la sangre de mañana…

 

Me voy enmarcando

en el espejo retrovisor

-mi niño antiguo se desvanece-

aquella tarde de vencejos

con campanas lentas en el viento

que dejé a medias…

La que hoy he recuperado

Me voy pero me quedo

en mi cuna de oro

de racimos de soles negros:

         Cenicero

                               ©Rubén Lapuente

                 Cenicero    poema publicado en la revista El Regadio

Foto :réplica de la estatua de la libertad en la localidad de Cenicero que se creó en 1897 para rendir memoria a los Héroes de la Torre, valientes que resistieron durante el asedio de la torre ante las tropas carlistas.

2 comentarios

paz -

se produce el clic que nos lleva a la infancia, ese refugio.

"Remolcando ahora yo también

a todos los que nos han dejado"

y ser el eslabón que transmite.

Me gustó transitar por tu memoria, salpicarme de la nostalgia.

(Y al pasar por Cenicero hay que quitarse el sombrero)

Julio G. Alonso -

"No lo olvides hijo

cuando te avasallen

cuando intenten pisarte en la vida… "(Rubén Lapuente)

¡Ah, qué buen poema! La memoria que nos enseña el futuro y descubre el presente, lo que somos, delicada y firmemente sustentada en unos versos que se dejan leer solos para convencernos de la necesidad de ser fieles a lo que somos. Un abrazo.
Salud.