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El cuaderno de poemas de Rubén Lapuente

VECINITA

VECINITA

Venga vecina

Préstamelo

Que sólo es para una mañana

de domingo

Que no sabes las ganas

que tengo de mandar

a este amuermado

adulto mío

a la esquina

a ver si llueve

Que llevo una eternidad

sin una mano de blancura

Sin un incordio inocente

Sin esa pequeña patria del candor

Oh venga vecina

Que ya ni me acuerdo

de aquel sollozo de hijo dulce

Ni de aquella voz

de corteza de pan

saliendo del  hatillo

de sus  huesos abrazados …

Que quiero sufrir un bombardeo

de su lengua de trapo

Ver la huella de su manecita

en el vidrio empañado del balcón

o su estampa de pájaro ciego

contra la pared

de mi cuarto en penumbra

buscándome a tientas…

Subirme a la espiral

de su sueño despierto

Verme  esa mañana

como viviendo en una  acuarela…

dibujado

Oh venga   ¡Déjamelo!

Que le voy  a devolver

de regalo

el asombro

de la magia de este patán

faquir hambriento

de cuchillos de cocina

del bosque de mi boca en llamas

Y con polvo de estrellas

le encontraré

un doblón de dulce oro negro

en el cofre de su pelo

En sus bolsillos

esas piedras de colores

del río en el que se sumerge

cada noche

Ah  Y si también

vienes tú  vecinita

para cerrarte esa herida

de amor roto    

tengo un   ¡ale hop!

 guardado para ti…

 

 Ahora que aún es olor y luz

de pan de madrugada…

Oh venga vecinita

¡Déjamelo!

                  ©Rubén Lapuente

a Elena García          foto: Guillermo

7 comentarios

Zeltia -

Oh yo también lo añoro! :) Nunca creí decir esto, pero empiezo a entender a aquellas que le dicen a sus hijos: " A ver cuando me haces abuela! "

Julio G. Alonso -

Volver a ser niño... o no dejar de serlo nunca. No es poca cosa aprender, siendo adultos, a pensar como los niños, de forma creativa. Una larga experiencia como docente me hizo aprender algunas cosas. Ellos nunca crecían mientras yo me hacía cada año y cada vez mayor. Ellos no parecían cumplir años y yo no pude dejar de cumplirlos.
Buen día y salud.

Elena. -

Precioso Rubén, muchas gracias por este poema, en estos entrañables días navideños, compartiré con toda mi familia este bonito regalo y todos juntos sonreiremos seguro con sus estrofas que desprenden dulzura y candor a raudales.
Un bso muy fuerte de los dos.
Con cariño.
La vecinita.

Joselu -

Yo viví hace una sesquidécada aproximadamente la experiencia de ser padre que me abrió al mundo de los niños. Yo no era muy buen observador de su realidad: yo no era muy chiquero. Y lo sigo sin ser. En cuanto mis hijas se han hecho mayores, he dejado de prestar atención al mundo de los más pequeños.

Mis alumnos son adolescentes. Es tal vez la edad que me sirve como referencia.

Veo, no obstante, con preocupación la evolución de tantos y tantos exalumnos de hace veinte años. Una buena parte no han sido padres. Tantos y tantos por diversos motivos que me sirve como motivo de reflexión de imaginar la sociedad del futuro, la de aquí a veinte o treinta años. Sin niños. Serán una joya exótica en una sociedad de ancianos y sin jóvenes si siguen dominando las tendencias que hay ahora. Y, sí, ciertamente, una sociedad sin la alegría de los niños y los jóvenes va a ser un engendro ominoso. Serán todos viejos.

Tu poema tiene versos magníficos, llenos de leveda auténticamente poética. He disfrutado mucho leyéndolo como es habitual. Tienes la cualidad de hacer llegar los temas por medio de imágenes efectivas, plásticas y hermosas. No te cito, lo he querido hacer, algunas, porque son tantas que volvería a repetir el poema.

Un abrazo.

cuspedepita -

Yo tengo la suerte de compartir cada día con 17 pares de ojitos como estos,que me libran de la nostalgia. A veces creo que les debo unos cuantos años de vida.

CARMEN -

con mucha sensibilidad y ternura. Es un poema que nos traslada a la infancia de nuestros hijos, esas vivencias inolvidables y que ahora en Guillermo y su alegría y vitalidad se vuelven a revivir.

Laura Caro -

El contacto con los niños rejuvenece, devuelve la ilusión y da mucha alegría... Debería haber chiquillos en todas las casas... Yo también echo de menos el candor de un pequeñajo en la mía; los tengo adolescentes a todos...y no es igual. Para nada.
Un abrazo, Rubén.
Y feliz 2015.