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Se muestran los artículos pertenecientes a Junio de 2013.

LA PEONZA

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La peonza

Lo más banal

Casi nada

La encontraste

al vaciar la casa

cerrada

por la muerte

Es la tuya

Tiznada

La tocas

y te quema la savia

de sus días azules

Tiene vida

Ocho años

más joven que tú

Aún con limaduras

de apretado color

de lapicero

de tu mano

infantil

Son tus huellas

Bajo el agua

la limpias

de sombras

primero

Le abres las ventanas

La secas

Es la tuya

Llena de tumbos

de niño

De vitola de tirones de zumbel

En la piel de loza

de tu palma

estirada

bailaba

hasta emborracharse

Es la tuya

Tiene tus huellas

Y te la llevas

a un estante

de tu casa

Y todo lo de a su lado 

se empequeñece

Tiene entraña

Y recuperas algo

que te mira

Ya a alguien

que comparte

contigo

la misma herida

del tiempo

                  ©Rubén Lapuente  

ODA A SU CUELLO

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Como a su boca

como a sus ojos

como a su pecho

Verlo así también

como retazo solo:

Como leño de madera preciosa

o como veleta

de apretado ramo de tallos

de juncos

Verlo largo e inquieto

como el de esa gacela

cuando le trae el viento

olor a pólvora

Y siempre a punto de crecer

Siempre de puntillas

Levando su luz de álamo

o el desaire

de diadema a sus cabellos

Y en esa pasarela

camino del magín

o de vuelta

arrollados

en niebla de sueños

pongo la palma de mi mano

de ajorca

un segundo  ahí la paro

como si mis dedos tocaran

el rumor de un río

Verlo como vira

en el sigilo

o en algún murmullo

o levísimo en el presagio

Verlo con sus ojos en la nuca

dándome  su mejor perfil

o llevándome besos en escorzo

rezagado yo

amante

a su espalda asomado

Y ladeándolo

me lo ofrece

como una copa llena

de noche de estío

que apuro hasta el fondo

de su lecho de estrellas

Y con la tea de mi lengua

ardiendo

le dejo un largo reguero

de saliva de plata:

una herida de placer abierta

en su cuello

            ©Rubén Lapuente

LA ERMITA

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No le bastaba

con cerrar los ojos

Tenía que ir a

ese claro del bosque

Mirarla de frente

Hablarla bajito

Tenía que decirle

lo de la sombra en el pecho

Y subió a la ermita

 

Yo sabía que

en la corriente

de su sangre

de romería

navega la carreta

de sus días

de cielos azules

y el tambaleo

bellísimo

del paso

por los caminos

en andas de todo el valle

 

Y que le pida

lo imposible

que está ahí

para que egoísta

eche mano de su hechizo

para que le abra

su regazo

quedo y silencioso

de cálida carne

de madera

Y que le regale

 tarros de ungüento

de madre

para la congoja

Y ganas de vivir envenenada

Y si vas tú progreso

no hace falta que creas

déjate llevar

y sube a pedirle

a esa hermosa

boticaria

de fábula de letanías

mentiras

verdaderas

Que la sencillez

es el espejo

de la belleza

 

Y no le basta

con cerrar los ojos

ya deshojada

la flor del miedo

la sombra

del pecho quemada

Hoy vuelve a subir

hasta ese claro del bosque

a mirarla de frente

a hablarla bajito

a darle las gracias

             ©Rubén Lapuente

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