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SIRIO O PROBABLEMENTE ALEGRÍA

No me lleva del todo el sueño
Sobre un camastro
de soslayo miro
esa bolsa de mixtura
que gota a gota
se bebe
Hay un redón
bajo la cama
que aún no avena
sangre de seda
Velo las alas
del murmullo
de una mujer
a la que ayer
desnudaba el alba
Al solecillo en la rejilla
de la pared
inclino
“probablemente alegría”
y el azar
me lo abre
en “noche blanca”
que me olvida
un momento
de lo cercano
de que vivo
Y acerco mi sombra
a la ventana
En lo alto brilla Sirio
Y alargo mi cansancio hasta su luz
©Rubén Lapuente
PÁRVULAS SÁBANAS

Tendido en la cama
mis rodillas levantan
un cielo de sábanas de luz
por donde va mi hijo
trenzándome
su párvula
niñez
Con un lejano zumbido
de aviones en mi boca
se pone en guardia
con ese braceo
ciego suyo
de loca algarabía
Qué fácil sumergirme
en esa madriguera
convertirme
en la zancada de mis dedos
escoltando
a la suya
tan pequeña
A un grito mío
ya huimos de un gigante
por una empinada
ladera:
la encrestada espalda
de un dragón
que refunfuña
medio dormido
sobre
mi pierna
Al pisarme el ombligo
de pronto
todo tirita
Pero “¡corre -le digo -
que es el cráter de un volcán
corre que estalla
que nos coge la corriente
de su rio de fuego
de viva lava!”
Y cruzamos
sin un rasguño
el bosque
oscuro de mi pecho
con dibujos
de ojos de fieras
que parpadean
con serpientes con unos de tiza
en las pupilas
silbando
en cada
ensortijada
mata
de mis hebras
Antes
de alcanzar
la combada ribera
de luz
de la sábana
en el refugio del bolsillo alto
de mi pijama
me parlotea
tranquilo
en esa lengua virgen
gorjeo de luz del paladar niño
que me deslumbra
Y todo hasta que
una voz cálida y firme
cada noche repetida
echa abajo
nuestra bóveda
hiere a mi hijo de sueño
me despierta
a mí
de la niñez y…
ay
me retorna
a esta otra vida
hasta mañana
©Rubén Lapuente
DULZURA

Me viene
con pasos
de pantera cautiva
Titubeante
Como una bandada de bruma
Me dice que cree que ya no la deseo
Que la miento
Que sospecha de mí
Que me busca
huellas
de otra
hasta en la raíz de la mirada
Que mis palabras
déjame ahora no
le sientan
como pequeñas y breves
punzadas
de aguja
Que ahora se alimenta
de cuando
subía a la azotea
a que yo viera
los ocasos
en los botones
de su blusa
y del eco
del chasquido
de la estrella
fugaz
de mi
cremallera
Que nunca
salvo conmigo
tuvo ella en la mar
sábanas de olas de espuma
bordadas
por un hombre
Que eso no se olvida
Que añora
ese suelo
de jergón
de los caminos
que el placer luego
acolchaba
con lana
de esmeralda
de
las
mismas
piedras
Que grita de ira de abandono
De vacío de espera
Que qué quiero de ella
Si yo sólo quiero
le digo
que me viertas
aquella dulzura
de tu cuerpo
si era de higuera
Que gires despierta
en este carrusel de dos boletos
hasta que
suene
la sirena
Si yo sólo quería
que
vinieras
así
©Rubén Lapuente
SIN PÁRPADOS

De lejos parecían dos llamas
pintadas en el lecho de hielo picado
de la pescadería
Dos bateles engastados en escamas de rubíes
Dos cabrachos bellísimos al acercarme
Y con los ojos abiertos
Ya no me acordaba que los peces
no tienen párpados
Que no cierran los ojos nunca
Siempre alertas
(no pueden dejar de ver
lo que no les apetece ver)
¿Despiertos duermen?
Ojos siempre circulares aún bellos muertos
Los miro y me traen la ley del mar:
Comer y ser comido
Me traen
el cebo en el sedal
o la celada red
La cita en el cantil de la muerte
Me traen la vida
que nació en el agua
El torpe salto de esbozo de anfibio
al primer embeleso de claro de luna
Me traen…
¿No vienen nuestras lágrimas
de un poquito de su mar?
Mientras la pescadera
me habla de la sopa bullabesa
del pastel de cabracho
mientras les saco una foto
a esos dos viajeros
de la noche oscura del agua
no puedo dejar de ver
lo que ya no me apetece ver
©Rubén Lapuente