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MOLINOS DE VIENTO

Por detrás de las hélices bajaba el sol lanzando sus andanadas de luz; a más viento, los élitros giraban más deprisa, cribando los hangares de hebras de lumbre en miríadas de escuadrones que ametrallaban los tejados, las ventanas, las paredes;…de tanta centella de oro viejo que nos cegaba volvíamos las espaldas al crepúsculo;…y en la brisa de la noche como un inútil Quijote de rodela y lanza en ristre, masculla el hacha del leñador de aceñas de viento: “toc, toc, toc , ese traqueteo contra el gigante que se lleva el patio del recreo ,el paisaje de la vida, la futura memoria por gruesos cables como trochas; toc , toc, toc, por la niñez del corazón golpeando en los fríos filamentos que candentes sólo lucen olvido”
©Rubén Lapuente
Si aprendes a volver la cabeza. Si no te sangra la memoria. Si cuando el sol está por detrás de los molinos y todo tu pueblo, todo el valle, parpadea con ruido (efecto discoteca) y lo aguantas Si piensas que los extraterrestres están a punto de invadirnos, entonces, pon un molino de viento en tu vida. ©Rubén Lapuente
De cómo iba tranquila la muerte

E iba tranquila la muerte con su serón
de esparto al hombro; minuciosa
rasguñaba sutil la sombra de los cuerpos
al correr el sudario,
retornándolos a la oscura antesala
del antes del nacer, a las puertas
de aquel dulce vientre de terciopelo;
y no se le tenía temor
porque más allá del miedo no había nada;
dichosos de haber sido elegidos por el azar,
de poder haberle robado a la eternidad
ese transigido pequeño tesoro de la existencia:
se avenían a ser una mirada en el tiempo;
y ni existía la pesadumbre
porque en lo que se subía un peldaño del día
y al tiempo que otro puñado de corazones
surcaba el fugitivo dédalo,
el ayer se borraba tan fácil
como si desempañaran el vidrio;
y nunca, nunca, nadie antes de morir
se sentía muerto:
seguían ocupados mientras se apagaban,
mientras esperaban que llegara tranquila
la muerte con su serón de esparto…
©Rubén Lapuente
EL REY DE LA ORILLA DEL MAR

Para conocer el mar
miro a mi hijo
El niño rey de la orilla
El único capaz de vaciarlo
en un hoyito
Le veo a la carrera
bordeando
los pétalos de espuma
de cada ola
huyendo
de esa suave lengua de agua
que siempre
le zancadillea
El niño rey de la nadería
pellizcando
lo que el mar le regala:
esa vega de luz
de escamas de plata
o en la rosaleda
de nácar de la arena
esa concha
que coge
la mira
la cierra en el puño prieta
y ya no la suelta
hasta que
en el bajío
del sueño
alguien
se la roba
Y embelesado él
siento como que el mar
le arrebata su pequeña memoria
Y me vagabundea
Si se me perdiera ahora
lo encontraría
en un instante
o borracho de arena en la orilla
o de pie en jarras
desafiando
las tarascadas
de las olas
o ensimismado
lírico entre las dunas
dejando escapársele
por entre los dedos
su puñado
de dorada
arena
Cuando ya le da la espalda la tarde
y me lo llevo
enarbolado
envejecido de sol y de playa
me vuelvo a esa luz
de esquirlas de acero
que el mar
me desnuda…
Mañana mi hijo
se despertará
como la mar
¡qué envidia!
naciendo
todavía
©Rubén Lapuente
(Peñiscola)
LA BATALLA DEL VINO

Al amanecer
del día de San Pedro
por los riscos de Bilibio
camino Haro
allí donde el río Ebro
se revuelve bravío
hay una batalla
que en lugar de sangre
se
derrama
vino
Para esta liza
todos se hacen soldados:
Jarreros
De pueblos vecinos
También mercenarios
Y tú mismo si vienes
tienes un sitio
De guerrera
basta con una vieja
camisa blanca
y pañuelo rojo
al cuello
De aljaba
un caldero
o una bota
o una botella
o una pistola de plástico
De munición reparten
el fruto de la vid
De banda de guerra
ya hay una charanga
que ameniza
el tiroteo
Y en son de paz
camino Haro
a quemarropa
o tendiéndose celadas
pelean
todos contra todos
en un fuego cruzado
tiñéndose las ropas
la piel
los cabellos
de acuarelas moradas
de vino
Todo un pueblo
volviéndose niño
frente a este paisaje
de viñedos
infinitos
de La Rioja
que nos da tanto
que nos ha forjado
Empaparse de vino
como tú de luna llena
o del olor de tu hembra
o el de tu hombre
Y sentirlo
Y guardarlo
Y velarlo
como oro puro en paño
El día de San Pedro
si pasas por los riscos
de Bilibio
camino Haro
deja que te hieran
alegremente
¡Y muda en los rubores
del vino!
©Rubén Lapuente
( Haro.La Rioja)