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A SUS PIES CANSADOS

Vino de la calle
cansada
muy cansada
renunciando casi a moverse
Despacio
muy despacio
la descalcé
como si le quitara
la venda
de una herida
aún
abierta
Sus pies breves
racimos de uva rubia
eran dos alas
vencidas
Dos panecillos
de sudor
de su frente
Dos peces
aleteando
en un charco
de la acera
Juntos
los tensaba
Me los ofrecía
como la última
manzana
de la rama
Como una quemadura
de la vida
Pies
de mujer Nazareno
que tomé
como si yo fuera
aquella María
la de la libra del perfume
de nardo puro
y toalla
de guedejas
Mientras
su mano
sobre mi cabeza inclinada
me revolvía
el pelo
en las plantas de sus pies
la yema
de mis pulgares
le encontraba
en cada
curvada
friega
la sombra
de la tarde
sobre su higuera
Los acaricié tanto
que temí
se me quebraran
o que no quisieran
o no pudieran
ya dormidos
despertarse
con ella
©Rubén Lapuente
APUNTES DEL UNIVERSO

Andrómeda
La bella Andrómeda me clava en los ojos su arpón de luz. El cabo de su jarcia que me baña ahora, partió de su navío en llamas, antes de que Adán naciera.
Asimetría
Ella recuerda que la amé bajo la infinita noche estrellada. Yo recuerdo que la quise sobre un cuerpo inabarcable.
Farola
¿Quién de vosotros es el hondero? ¿Quién es el infalible con la piedra? ¿Tú? Mira. Me ha plantado el ayuntamiento en mi calleja oscura sin número, un Goliat con chistera negra, me han borrado el cielo de mis noches de verano. Ahora mi pequeño balcón, es la única rutilante estrella del firmamento. Detrás de este velo de luz para otro nuevo ciego, estará mi brillante Vega, Cisne volando por la Vía Láctea, mis lágrimas de agosto, Hércules, El Escorpión, El Sagitario Arquero, los lebreles de Orión cazador… Y cómo voy a ir al relente con mis años. Cómo volverme a tender sobre el embarcadero del embalse, si ya no sería tan hermoso que como cuando era yo un niño ¿Tú eres el hondero? ¿El David de la piedra infalible? Mira. Hazlo durante el estruendo de los fuegos en el puente, o en el revuelo de la verbena. Que tu piedra en el aire, de golpe, encienda todas mis estrellas.
Rueca
Su rueca hilaba el oro viejo de las gavillas de heno, el destello de plata de vellones de nieve, la tierra de siena quemada de rimeros de hojas muertas.
Sol
El sol vive en una noche de San Juan perpetua. Tiene siempre la delicadeza de taparse la boca con la mano si bosteza. ¡Que no titubee que se apagaría!
Tímido
Al mirarle, baja en seguida la cabeza. Sólo en las noches de cielo limpio y sin luna, sale a su balcón con estrellas .Y ya no parpadea.
Universo
Qué locura es esta de universo, de huir de nadie, en andas de la nada, sin saber adónde.
Para qué tanta grandeza, tanta infinitud, tanta negra casa solariega, si una sola tarde sobre mi madre lo eclipsa todo.
El niño levantó un tinglado de balancines de sillas en equilibrio para alcanzar en el altillo de la alacena el confitero de oscura luz de melaza. Lo destapó y en esa pulpa metió el dedito dulcero que luego se llevó a la boca, entrecerrándose a la vez los ojos del placer. En la tapa, aún no sabía leer, venía una leyenda escrita por su padre: Peligro. No abrir. En este Universo se me olvidó incorporar la ley de las travesuras de los dioses niños.
©Rubén Lapuente
CAMELIA SUMERGIDA

No basta que tu mano sea su amarre
Que tus brazos sus remos
Que tu espalda su barca
O que tu cuerpo su dique
No basta con el amor
En el océano de este sueño
hay un turbión que de noche la despierta
Porque cuando todo se rehace
otra vez todo se deshace
Otra vez la dentera del box del miércoles:
El sumidero de la frescura
El pesado cielo gris de la boca
Otra vez la lluvia de metal de saliva
Un cansancio eterno de hombros de ameba
Hasta la bata al pie de la cama
parece tejida con vellones de plomo
No basta el nido de albatros de mi pecho
Otra vez la camelia sumergida
Coser y planchar los mismos pétalos
Otra vez falsos sueños de grajea
Estaciones del cuerpo
como el tornadizo verdor
del pozo de su carne
que hoy se rehace
y tacha y remacha
con una cruz
en el calendario
otra fecha
menos
©Rubén Lapuente
CUCURUCHO DE CASTAÑAS

Nunca había sentido que el tiempo no corriera
Que holgazán hozara lento en el barro de la tristeza
Salgo del tercio de cada día de mi vida en una silla
al mar de las luces de diciembre
al olor que me evoca lo bello mío dormido
el de estas asadas castañas
pequeños cálidos corazones de caoba rotos
que llevo a casa
en un cucurucho de papel
que atravesarían hasta un turbio vidrio
empañado de melancolía :
Son flechas de luz de vivo aroma nuestro
Sobre la mesa de la cocina
esparzo doce fábulas de niñez
o la forja de futuros recuerdos
Y al olor mágico ya no viene primero lo zampón tierno
sino ese devaneo de mano de muchacha
que hurgaba en el hogar del bolsillo de mi abrigo
enamorada
que entorna ahora los ojos con mueca de placer
Y me extraño de no verle ni una estela
de vida herida
©Rubén Lapuente
REGAZO

Tengo miedo siempre a ese cuenco a solas del regazo
Y me cargo con un hatillo vivo de silencios
Pero cómo fondeo en la caleta de su pecho
Cómo le enseño lo débil si he sido adusto
A la sombra de su corazón de mujer
cómo me abandono y me pierdo y me olvido
del batallar inútil conmigo solo
Miedo a que la ternura me haga vulnerable
Vergüenza a que me encuentre frágil
Cómo me siento sobre el halda de sus claras rodillas
De sediciosa la piel a dulce gemido en sus brazos cómo
Cómo decirle que las lágrimas más amargas
son las que aún no he derramado
©Rubén Lapuente