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CLARO DEL BOSQUE

Dime que te gusta
que me levante
temprano
con el primer rayar
de los versos
florecidos en el sueño
No me digas
que te despiertas
sola y helada
si de un sólo soplo
bajo las sábanas
prenderías
el ascua
de mi carne viva
Dime que te gusta
que te traiga
el pan heñido
El que nace a la vez
que la luz
Y magullado
por mi boca
Dime que te gusta
verme con el torso
desnudo
a mediodía
sudado
de broza de azada de jardín
de sal de la tierra
en los labios
que me restallan
ante tu piel
de hembra
Dime que te gusta
ir conmigo
al atardecer
a ese claro del bosque
donde ante tu cuerpo
casi desnudo
se arrodilla
soberbia
la naturaleza
©Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)
ARRUGAS

Voy a romper los espejos
Los que te enmiendan
Los que perturban esa piel
que se cansa de tanta tersura
de ser de luz
No me digas que quieres
limpiarte de penumbras
¿Cómo vas a deshebrar
lo que ha tejido la entraña?
Si son sus banderas
¿Y si te cambia ese gesto
ese esplendor único
que permanece en uno
que se nos adelanta siempre
como un perfume?
¿A quién mirarían?
Si al final sólo te amarán
por una manera de ser
¡Oh!
¿Quieres amargo consuelo?
¡Si esa piel de naranja
se me hace tan tersa
como la de una dulce manzana!
¡Si a ese leve velamen del cuello
le basta con un pañuelo
de seda encendido!
¿Que ahora se desmaya tu pecho?
¿No lo toman mis manos
orgulloso?
¿Cuántas arrugas tuyas
las he labrado yo?
Voy a romper los espejos
Los que te enmiendan
Los que te perturban
Los que te hacen soñar
con turgencias de oropel
con frías lancetas sin memoria
Ven asómate
Mira el sol en su declive
En su viejo ocaso tan limpio
¿Por qué no puede ser el nuestro
igual de bello?
©Rubén Lapuente
IN CRESCENDO

Arrastrabas
un cilindro de madera
engastado con cegadoras
llaves de plata.
Y parecía sostenerte
abrazado a tu niñez.
Con su tímido sonido
huías al fondo de la casa
y atrancabas la puerta
como la de una ciudadela
para que no nos llegara
el estridente arpegio
de un aprendiz sonrojado.
Pero, poco a poco,
fuiste quitando cerrojos,
dilatando el largo listón de luz,
acercándonos lentamente
los colores del sonido.
Y el ámbito de la casa
se fue poblando de escalas,
adagios, sonatas, fantasías…
El aire espeso de olas de notas,
vivía, vive con nosotros.
Y ya, qué importa
que el haz del tiempo
te mire y lo sigas,
que nos dejes con su lejana
espalda dibujada.
Si rezuman las cosas melodías.
Si tenemos grabado en el tuétano
la partitura de tu vida.
Si ya somos
náufragos felices en el aire
eterno de tu música.
©Rubén Lapuente
Foto: mi hijo Abel
SÍNDROME DEL TÚNEL CARPIANO

De los malabares
con una tijera
y un peine
en el espejo
vive
Yo me recreo viéndola:
Me levanta olas de cada greña
Les corta su pizca rebelde
Sabe por dónde se traza mi crencha
A qué altura se suicida el flequillo
Cuándo mi melena ya vagabundea
Y todo mientras
a mi espalda
una cálida brisa femenina
del fondo de su ser
no sé cómo
me envuelve
no sé cómo se me clava
tan hondo
Luego busca
en los ojos míos del espejo
su oficio
mi asenso fiel
y furtiva
oh
deja caer
como muerta
la mano de la tijera
agitándola
como si viviera
otra vida
“Me cruje como hojarasca”
me dice en voz baja
Ahora está herida
Tiene la muñeca abierta
La dueña me dice
que “padece
síndrome del túnel carpiano
una secuela natural
de los gajes de este oficio”
¡Qué farisea!
Si sabrá
que todo viene
de horas de más sin trueque
sin tregua
De la ansiedad
de que
tras la puerta
se le oyera
el quebrar de sus ramas
Ahora al pasar
miro por la luna del escaparate
si ha vuelto
Y si la busco
no es como mujer
como deseo
sino sólo
por esa única cálida brisa
femenina
de oro
una vez al mes
©Rubén Lapuente
Foto : La mujer que me corta el pelo