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SUEÑO DE ESTRELLAS

Temprano
nos van a explicar.
Tú perderás la belleza
oscura
que es tu misterio
tu hechizo.
Yo mi porvenir
que es mi enigma
mi jeroglífico.
(¿Te acuerdas de aquel
cielo de niño?)
Colocarán la pieza última
de mi rompecabezas.
Me señalarán en un mapa
una cruz de algún error
atávico.
Me harán creer que la vida
es una guerra con el tiempo.
Hasta lo que había
antes de aquel fragor
ya no será una fábula.
Sabré de qué miedo huyes.
De qué cobardías
de qué amasijo de claridades
estoy hecho.
Me verás como ropa
tendida
sin viento.
Te veré como un manto
hermoso
gastado.
(¿Me revives aquel
sueño de estrellas?)
Temprano
me veo a mi mismo
pasajero adivinado en la ventana
mirando lo que he sido.
©Rubén Lapuente
DE VEZ EN SIEMPRE

¿Has visto a los pescadores
de Sri Lanka
subidos a lo alto
de sus jarcias
hundidas en la arena
del fondo del mar?
Allí, en equilibrio,
lanzan sus anzuelos
mientras sueñan
mientras miran la larga ribera
que sólo un niño
pintaría así:
reventada de color:
la llamarada roja de las ramas de las acacias,
las enormes flores naranjas de los hibiscos,
el bosque de mástiles y frutos en la playa
que agita las altas melenas
de un verde tenaz.
Y la selva se hace manglar en el azul
turquesa del agua:
hasta los pájaros se zambullen equivocados
al imán de peces de colores violentos
deslumbrantes.
Y todo mientras el anzuelo
disfraza su mira.
Mientras sueñan.
Pero de vez en siempre
vuelven la cabeza hacia el monstruo
dormido del horizonte:
no olvidan que son sobrevivientes
que eternamente estarán encaramados
al palo mayor del escalofrío
en la plácida cima del horror.
©Rubén Lapuente
Foto de Carlos Barria
“desde el tsunami no como pescado
aún creo que los peces se alimentan de los muertos”
(pescador de Ahangama)
A LA LUZ DEL MEDIODÍA

¿Te sientes como
un océano varado
en un estanque?
¿No has volcado aún
esa nube cautiva de sollozos?
¿No clarea rebelde
por ese raído abrigo
toda la debilidad
que ocultas?
¿Oyes dentro de ti
el motín de un suspiro?
Compañero
dolor
tráeme otra vez
lo irremediable:
A mi madre
la que se quemaba
ella misma
para que yo no sintiera frío
Ponme a la altura de un palmo
de puntillas
asustado de que la vida
no se moviera
en aquel moisés
navío de bandera rosa
y negra
Tráeme respirando la herida
la que se quedó adentro
de la entraña
la que se hizo carne en el tiempo
pero de otro cuerpo
y tullida
Búscame el rellano de un hombro
que no me pregunte:
¿Por quién lloras?
¿Por quién mueres?
Déjame rezagado
Dame tu memoria de dolor
en cada ola de mi océano de sollozos:
débil barca sola soy
pero ahora
a la luz
del
mediodía
©Rubén Lapuente
VIAJE A ÁFRICA

El avión te deja en el corazón
del borde de la vida.
Del rechazo
de la inseguridad
casi del miedo
a la llegada
pasas
en un respiro
al hallazgo
de una esbelta silueta
de nueva belleza negra
que al verte mirar la vida
desde la ventana
te invita al festín
de su misérrimo corral
de una sola gallina.
Y notas que su mañana está muy lejano.
Que su ahora siempre es el alborozo.
Y ves que como no tienen nada
no desean nada.
Que nadie va a venir a darles la vida
que no vivan ellos.
Y te duele
que la incertidumbre de la muerte
tan temprana
haga nombrar a sus hijos
con espera:
Que aquí sólo se vence a la muerte
pariendo y pariendo.
Niños que te los encuentras
persiguiendo
a una vieja rueda rota
o haciendo juguetes de barreduras
que desde la otra punta de la calle
corren a tu encuentro
con su eterno raigal
de alegría en el rostro.
Y aquí como sólo se habla de la vida
te la cambian:
Lo notas
en que muda tu piel de serpiente
de viejas servidumbres
en que tu deseo se va acercando
al sueño de una piedra
desnuda
envuelta en esa luz ámbar
que todo lo envenena
de alegría
de pura vida.
©Rubén Lapuente
foto de Victoria niños en una calle de Tombouctou .Malí
CÁLIDA VOZ

Solitario,
arroja un lazo
a una cálida voz
de mujer
que arropa y asoma
por el embozo de la sábana:
Es una lasciva nana en la noche,
un dulce puñal de bajas palabras
punzando carne
sombría.
Si hay una labor de madeja
detenida
o un lápiz
de puente
sobre un crucigrama,
lo oculta todo
la tramoya
de la sensual fantasía:
la verde fábula del sueño inconfesable.
Y se lanza a la corriente
de un lento río de aguas rosas
al ritmo de una voz
que acomoda los tiempos
del placer,
más intenso
que dejar la felicidad en manos
de otro:
de otro defecto.
Mejor que el cansancio
de tener que amar,
de entregarse para ser amado.
¿Cómo ser uno mismo si te poseen?
Solo
y jadeando aún
corta el hilo
de la voz.
©Rubén Lapuente