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Se muestran los artículos pertenecientes a Enero de 2010.

SUEÑO DE ESTRELLAS

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Temprano

nos van a explicar.

Tú perderás la belleza

oscura

que es tu misterio

tu hechizo.

Yo mi porvenir 

que es mi enigma

mi jeroglífico.

(¿Te acuerdas de aquel

cielo de niño?)

Colocarán la pieza última

de mi rompecabezas.

Me señalarán en un mapa

una cruz de algún error

atávico.

Me harán creer que la vida

es una guerra con el tiempo.

Hasta lo que había

antes de aquel fragor

ya no será una fábula.

Sabré de qué miedo huyes.

De qué cobardías

de qué amasijo de claridades

estoy hecho.

Me verás como ropa

tendida

sin viento.

Te veré como un manto

hermoso

gastado.

(¿Me revives aquel

sueño de estrellas?)

Temprano

me veo a mi mismo

pasajero adivinado en la ventana

mirando lo que he sido.

                                       ©Rubén Lapuente

DE VEZ EN SIEMPRE

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¿Has visto a los pescadores

de Sri Lanka

subidos a lo alto

de sus jarcias

hundidas en la arena

del fondo del mar?

 

Allí, en equilibrio,

lanzan sus anzuelos

mientras sueñan

mientras miran la larga ribera

que sólo un niño

pintaría así:

reventada de color:

la llamarada roja de las ramas de las acacias,

las enormes  flores naranjas de los hibiscos,

el bosque de mástiles y frutos en la playa

que agita las altas melenas

de un verde tenaz.

Y la selva se hace manglar en el azul

turquesa del agua:

hasta los pájaros se zambullen equivocados

al imán de peces de colores violentos

deslumbrantes.

Y todo mientras el anzuelo

disfraza su mira.

Mientras sueñan.

 

Pero de vez en siempre

vuelven la cabeza hacia el monstruo

dormido del horizonte:

no olvidan que son sobrevivientes

que eternamente estarán encaramados

al palo mayor del escalofrío

en la plácida cima del horror.

 

                                  ©Rubén Lapuente

                                  Foto de Carlos Barria

 

 

desde el tsunami no como pescado

aún creo que los peces se alimentan de los muertos”

     (pescador de Ahangama)

A LA LUZ DEL MEDIODÍA

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¿Te sientes como

un océano varado

en un estanque?

 ¿No has volcado aún

esa nube cautiva de sollozos?

¿No clarea rebelde

por ese raído abrigo

toda la debilidad

que ocultas?

¿Oyes dentro de ti 

el motín de un suspiro?

 

Compañero

dolor

tráeme otra vez

lo irremediable:

A mi madre

la que se quemaba

ella misma

para que yo no sintiera frío

Ponme a la altura de un palmo

de puntillas

asustado de que la vida

no se moviera

en aquel moisés

navío de bandera rosa

y negra

Tráeme respirando la herida

la que se quedó adentro

de la entraña

la que se hizo carne en el tiempo

pero de otro cuerpo

y tullida

Búscame el rellano de un hombro

que no me pregunte:

¿Por quién lloras?

¿Por quién mueres?

Déjame rezagado

Dame tu memoria de dolor

en cada ola de mi océano de sollozos:

débil barca sola soy

pero ahora

a la luz

del

mediodía

                    ©Rubén Lapuente

VIAJE A ÁFRICA

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El avión te deja en el corazón

del borde de la vida.

Del rechazo

de la inseguridad

casi del miedo

a la llegada

pasas

en un respiro

al hallazgo

de una esbelta silueta

de nueva belleza negra

que al verte mirar la vida

desde la ventana

te invita al festín  

de su misérrimo corral

de una sola gallina.

Y notas que su mañana está muy lejano.

Que su ahora siempre es el alborozo.

Y ves que como no tienen nada

no desean nada.

Que nadie va a venir a darles la vida

que no vivan ellos.

Y te duele

que la incertidumbre de la muerte

tan temprana

haga nombrar a sus hijos

con espera:

Que aquí sólo se vence a la muerte

pariendo y pariendo.

Niños que te los encuentras 

persiguiendo  

a una vieja rueda rota

o haciendo juguetes de barreduras

que desde la otra punta de la calle

corren a tu encuentro

con su eterno raigal

de alegría en el rostro.

Y aquí como sólo se habla de la vida

te la cambian:

Lo notas

en que muda tu piel de serpiente

de viejas servidumbres

en que tu deseo se va acercando

al sueño de una piedra

desnuda

envuelta en esa luz ámbar

que todo lo envenena

de alegría

de pura vida.

                ©Rubén Lapuente

foto de Victoria niños en una calle de Tombouctou .Malí

CÁLIDA VOZ

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Solitario,

arroja un lazo

a una cálida voz

de mujer

que arropa y asoma

por el embozo de la sábana:

Es una lasciva nana en la noche,

un dulce puñal de bajas palabras

punzando carne

sombría.

Si hay una labor de madeja

detenida

o un lápiz

de puente

sobre un crucigrama,

lo oculta todo

la tramoya

de la sensual fantasía:

la verde fábula del sueño inconfesable.

Y se lanza a la corriente

de un lento río de aguas rosas

al ritmo de una voz

que acomoda los tiempos

del placer,

más intenso

que dejar la felicidad en manos

de otro:

de otro defecto.

Mejor que el cansancio

de tener que amar,

de entregarse para ser amado.

¿Cómo ser uno mismo si te poseen?

 

Solo

y jadeando aún

corta el hilo

de la voz.

                     ©Rubén Lapuente

 

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