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Se muestran los artículos pertenecientes a Diciembre de 2010.

COLIBRÍ MAYA

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Se acabó el barro

¡Y faltaba tanto por hacer!

como esa forma

que parecería

la que llevara nuestros deseos

o la que se confundiría

con la fugaz llama

que si saliera de la muerte

de a quienes hemos amado

no la entreveríamos nunca

 

Del tamaño de un pulgar

Que al sol

se le viera como

de retazos de arco iris

Con raíces en el viento

De boca en pico de lezna de zapatero

Que besara los clarines de guerra

de las enredaderas

Que bebiera de las fuentes

de licor dulce de sus cálices

 

Como una esmeralda viva

sosteniéndose

al redoble

de frenéticos abanicos en cada ala

del trapecio del sol

 

Y que pareciera  de mentira

 

Puro como un nacimiento

Bello como un mar de luces en ascuas

Que aunque vuele para libar

y libe para poder volver a volar

no sospeche

de su vasallaje a la naturaleza

en su alforja

de migajas de oro:

tejedor de vida

 

Se acabó el barro de los dioses

Y de piedra de jade perlada

le tallaron

como una flecha menuda

 

Y al soplar sobre ella

¡Oh!  Salió volando

colibrí

            ©Rubén Lapuente

 Libando en la mano

Libando en clarines de guerra

PUREZA

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La nieve

dibuja un corazón

sobre el agua,

bordea los labios

de una hoja verde

y oculta.

 

 ¿No notas

que nace eterno

lo que perdura

un instante?

 

Estar ahí.

Darse cuenta.

 

Sobre el aluvión

de la pureza

poner toda la tuya.

 

¿La esquivas?

¿Te enzarzas?

 

El brillo

de aquellos ojos

era sólo para ti.

 

El jadeo que oías

a oscuras,

era codicia

de tu piel.

 

Aquel tembloroso

cuerpo entregado,

era el amor

que buscabas.

 

La nieve

dibuja un corazón

sobre tu olvido…

 

¿Te enzarzas

para siempre?

                    ©Rubén Lapuente

PIENSO EN VERDE

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Ya sabemos los que son

Y cuántos caen por minuto

El progreso era esto:

pura y dura estadística

Ahora la miseria da de comer

a unos cuantos sociólogos

Pone penitencia

a filántropos arrepentidos

del embarazo

de su plata

Da sufragio

a quien se refleja

en la charca del albañal

de los eternos suburbios

Se deja mancillar

por el márquetin

del galán

que reparte sonrisas

ataviado el pobre

de paria

 

Mientras tanto

Ellos siguen

fértiles

en sonrisas

En piojos

Con la misma mugre

para sus adeptas

moscas

Con la loba malaria

abordando su fácil

aprisco

Con alfabetos de tres letras

en la sangre

de bienvenida

Pasando

como el paisaje

de un tren en marcha

Y casi ni joden con la pelota

 

Mientras tanto

por aquí enciendo

las luces de celofán de mi casa

pensando en lo de que

¿pero no es el mundo un pañuelo?

 

Pero  ¡Ya basta!

Es la hora de mi Heineken

Y yo si soy sincero :

ya sólo “pienso en verde”

                   ©Rubén Lapuente

MIRADAS

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¿No sabía mirar

o no me habían mirado?

 

Me cuesta demorar una mirada

como si me fueran a decir

que ese lugar es sagrado.

 

Llévalo  todo a la cimera de los ojos

Al umbral de los párpados

como escotillas de luz

 

A la alcoba luminosa

de los solitarios faros

Llévalo todo.

 

Que no se quede nada

bajo  los ademes del cuerpo:

El  deseo, el paladar,

el perfume, la voz…

Y  todo

a la distancia de la belleza.

Para tu solaz y el mío.

 

Que la caligrafía de tu mirada

no sea un jeroglífico.

Que señale el rictus de tu corazón.

El fracaso que te achica.

 

Que oigas el silbo

desde la azotea

cuando te pese el secreto

que encaramas.

 

¡A l pajar de la luz!

¡A la borda del cielo!

 

Aprehende la esencia

de esos ojos ofrecidos.

Que después

la sonrisa se alarga

como una cinta.

 

Que retorne la boca niña

que nunca recela

Y amanse la monotonía

de tantos silencios ciegos

 

A habitar en tus ojos.

 

¿Nos miramos?

                                                  ©Rubén Lapuente

LA MUJER DEL LANZADOR DE CUCHILLOS

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El cuchillo gira una vez

antes de reflejar

en su acero

la sien de la mujer

de quedarse

a un tris de la voz

en la cala de madera

a una gota

de la cintura

entre los muslos

timbrando

lo más lejano

lo más íntimo

El arriesga siempre

hasta la cumbre del filo de su piel

Ella es una diana

entregada

esperando en silencio

lo incierto

el azar

Un leve reguero

de sangre

comienza a bajarle

por la pierna

El lanzador

mientras desclava dolorosamente

sus destellos de plata

uno

a

uno

la ve sonreír

El amor es un collar de rubíes

sobre la arena  

que bajo su pie

demora

un instante

 

Rompiéndose

la falsa luz

de la noche

en las ventanillas del carromato

la mujer tomará

entre sus brazos

al hombre

como si fuera un niño

                  ©Rubén Lapuente

 a los Giribaldi del circo Raluy

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