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Se muestran los artículos pertenecientes a Septiembre de 2009.

EL HUÉSPED

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No me preguntéis

quién es

ni de dónde viene

Algunas veces coincide conmigo

Me aborda

como un corsario

en alta mar

Y me pinta una sonrisa

de rueda de luna

Y me hace tararear

baladas no escritas

 

Si me viene

su ráfaga de la calle

la aguja del reloj

apresura la sirena

Y con un brazo en mi hombro

se toma conmigo

un par de cervezas

 

 cuándo me habita

por la manera

de cómo me mira ella

de insinuárseme en una rendija

flechada

sabiendo que se le cumple

aquel sueño de niña

 

Algunas veces coincide conmigo

en la tristeza

Y me lleva hasta el balcón

que abre la vida

Y me enseña a vivir

allí con la muerte

asomada a los cristales

perezosa

 

Me gustaría

que se quedara

siempre conmigo

pero hay muchos días que no le agrado

Y recela

Y espera a que haga

una seña

cuando esté

de buenas

                  ©Rubén Lapuente

LA FLOR DE LA HIGUERA

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Lo que me duele lo hago rápido

Lo miro todo de soslayo

Y doy la temida última vuelta

de cerradura a la casa de mis padres

Yo quería salir de prisa

de ese silencio insoportable

pero sobre la tapia del patio

al volverme

se asomaba la dulzura de mi infancia

     ¡Ay!  ¡Mi higuera!

Aquella noche de San Juan

subida yo a sus ramas

Quien arrancara su flor

que nacía y moría

eterna en un instante

sería por siempre feliz

Leyenda que me creía

a pies juntillas

¡Ay!  Esa noche

en la espesura

bajo ese olor grave

asfixiante

me moría de inquietud

Y al encenderse las hogueras

se prendió la higuera

de fugaces luciérnagas

Aparecía y desaparecía

en cada brote

la oculta flor efímera

Pero no me dio tiempo

a atraparla en mi puñito de luz

¡Ay!  ¡Mi higuera!

 

Entré otra vez en la casa

Ahora si oía respirar a alguien

Y como aquella noche de San Juan

me subí a su enramada

a su profunda dulzura

Le arranqué una rama

joven y luminosa

de la copa

La vida es un simple esqueje- pensé-

como yo soy el trozo

que tanto buscaba de mis padres

      

Y me fui alejando

empuñando otra vez

los sueños.

                ©Rubén Lapuente

 

a mi mujer y a su dulce higuera centinela de su casa cerrada

en comentarios hay otro final del poema

LA BATIDA

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Soy el ciervo

Errante

Orgulloso

Oigo la corneta

que espolea la rabia

Que me trae el fulgor

de sus dentelladas

Me rezago

Con ceño de soldado

soy mi propia carnada

 

La turba de canes

hambrienta

me acorrala

Con mis astas

volteo ladridos

horado hocicos

Mis pezuñas

cocean tarascadas

En un descuido

me desgarran la piel:

Jarcias de mi carne oscura

se retuercen

en la tierra

vivas

Desde el risco

me lanzo

como un suicida

al  agua

Velero del río

tras mi traza de sangre

saltan peces

que me sueñan

 

Soy el ciervo

desmogado

descarnado

sin belleza ya

Digno

de no ser laurel

de venablo

Esperando en mi yacija

agonizante…

 

¡Que sea sólo el bosque

quien devore mi muerte!

 

                               ©Rubén Lapuente

UNA HISTORIA DE NUBES

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Esta inquietud mía

Esta ráfaga de pureza

que me tiende sobre ella

desde la glorieta de su frente

a los ocho breves valles de sus pies

Debajo de mí

no sabe lo que busco

Somos sólo una historia de nubes

Sólo una memoria de sábanas

Con los brazos en cruz

le arrebato las manos

entrelazándolas con fuerza

a las mías

Y lentamente

ruedo mi rostro

de un lado al otro del suyo

La hablo  se azara:

Cuéntame tu vida como sé la mía

como si fuera la niebla

y yo la orilla del río

 

Se afloja el ramal que le puso el tiempo

Me abre la ventana

que da a la ensenada de su patio oscuro

y me lleva a las lágrimas tras la puerta

al jirón de aquella promesa

al orgullo que le agranda el olvido

al camino en zigzag que era el bueno

Luego bajamos al barranco

donde guarda su tesoro

y me lo señala

Y escarbo allí hasta dónde

no hay nada ni nadie detrás:

su piedra desnuda intacta

de dónde nace la mirada

el deseo   lo insondable

el milagro en flor

la inocencia tierna

 

Y al salir de su cuerpo

colmado

la veo distinta  transparente

desarmada  más dulce

inacabable

 

Ahora somos una historia de nubes

que se reflejan

Una memoria de sábanas eternas

      

       ©Rubén Lapuente

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