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LOS NIÑOS DE LA BASURA

“Da igual mi nombre
llámame niño buzo o niño gris.
La primera vez que me trajo mi padre
me impresionó muchísimo:
La basura estaba como en cerros,
todo entreverado.
Tenía que hurgar entre los despojos,
sin guantes,
mientras la tierra bajo mis pies se hundía
desprendiendo una pulpa viscosa,
hedionda.
Aquí estamos decenas de infantes
en cada montaña de humo.
Un saco de arpillera a la espalda,
un garfio y mi estomago
son mis útiles ahora.
Ya me codeo con esa marabunta
que se abalanza sobre el alud
de deshechos recién nacidos
que voltean los camiones.
Agachado, rescato latas vacías,
cobre, botellas, un trozo de hierro…
Así hasta que la niebla de metano ciega mis ojos,
hasta que mi cara gris hoza la mugre.
Y luego hago el trasiego allí mismo
por unas pocas monedas.
Ahora soy más serio, más triste.
Mi padre me dice que más hombre
al entregarle los cuatro pesos
que ayudan al sustento de todos.
Y aunque me dice
que la basura es la vida
me gustaría que clausuraran el vertedero
(se piensa que no me entero
de que con argucias me obliga)
así podría ir más a la escuela
y no me envenenaría
tanto la sangre.”
©Rubén Lapuente
Cometas de esperanza y los niños buzo de Rafey
La ONG Cometas de esperanza de León(España) ha creado en el POBLADO DE LA MOSCA de Rafey.Santiago (República Dominicana )así llamado el lugar donde viven las niñas y niños en el basurero, una escuela -comedor y asistencia médica. En total han rescatado 175 niñas/niños que oscilan entre los 4 y 16 años de edad. Cometas de la esperanza necesita colaboración para paliar la esclavitud infantil y el abandono absoluto.
ODA AL JEEP WRANGLER

Como un negro
caballo percherón
relinchaba
en el escaparate.
Su mirada montaraz traspasaba
los cristales:
llegaba hasta el lugar
donde la vida coincide con uno.
Y me subí
a su montura.
Tomé su redondo y montes ronzal.
Así mis nervios
a la tralla
de los suyos.
Ahora me deja
en las cumbres
junto al dios de la niebla
y al pie de la pureza
del agua helada
del arroyo.
Me acerca
al candente bramido
del encelado ciervo.
Me traza estelas de nieve sin miedo
por todos los eneros.
Y en medio de los truenos
bajo la tormenta
amo su silueta
de guerrero altivo
que se calla la muerte.
Algún día
me acercará
al único crepúsculo que me haga
saltar las lágrimas.
Me quedo con este
planeta de hierro
que me deja en la belleza abstraído
sin cabida
al fin sin pensamiento!
© Rubén Lapuente
Foto en Mojón Alto con mi jeep Wrangler
LA VIDA INTERMITENTE

Ese continuo rodar lento
de los días
esta armella de sol de fondo
que nunca duda
este minutero
de la rueda del mundo
equilibrado
por legiones de horas
robadas
sin hondura
sin calado
como si vigiláramos
a una multitud
que somos nosotros mismos
vivimos
impregnando de tiempo
las cosas
al rozarlas
alejándolas
como si algo las fuera retirando
despacio
de nosotros :
la vida en un radio de uno mismo
interrumpida
falsa como una grisalla
útil
en la desventura
para no desaparecer:
y así una mañana
tropezamos
con ese largo olor a pan
con los versos de estravagario
en las traseras
de una repisa olvidada
con aquel brillo en los ojos del otro
que hemos despertado
otra vez
y la vida que no es profunda
sale a la superficie
intermitente
y extrañamente renacemos
©Rubén Lapuente
VECINOS

Si corro las sillas.
Si rechinan.
(si supiera tocarlas)
El lunático vecino de debajo de mis pies
nombra a toda mi familia.
Pero cuando a una hora del día
se desahoga el clarinete en mi casa
me queda la satisfacción
de que su profundo silencio denota
un buen oído musical.
Le di permiso a mi vecina de al lado
para que su glicinia colonizara
también mi terraza.
Y ahora la tengo volando
sobre mi cabeza
bajándome en oleadas su intenso aroma.
Pero no puedo entregarme del todo a su olor.
Tengo la sensación de que no es mío.
¡Vecina! le digo, ¿me dejas oler
tus colgantes racimos violetas?
Mis vecinos del primero
han adoptado dos párvulos del África negra.
Llegaron con la afectada mueca del desarraigo,
inquietos como corderos.
Y al ver la jarra del agua sobre la mesa,
se la bebieron de un trago los dos :
Temían que mañana ya sólo manara aire del grifo.
Justo frente a mi balcón
al otro lado de la calle
mi vecino de hola y adiós, poco más,
ya no se asoma.
Le hacía últimamente un gesto
con la mano cerrada.
Ahora su mujer
no falta a la cita de adornar
la barandilla de su balconada
con plantas de moradas, blancas y rojas flores.
La percepción mía ahora es distinta.
La suya desde su azotea
debe ser la misma de siempre:
ninguno de los dos ha cruzado el umbral del otro,
nunca hemos quebrado las formas.
¿Y por qué no ahora?
¿Por qué no romper la imagen de siempre?
Que todo de un giro inesperado.
¡Vecina! le digo, entre tanto vergel,
no se te ve lo guapa que eres.
Y se levanta.
Y se acoda frente a mí
en la baranda…
©Rubén Lapuente
ROSAS SECAS

Ni recordaba que estuvieran ahí.
¡Cuántas veces las habré mirado sin verlas!
Han tomado un color
de rojo vino viejo,
de rescoldo de un voraz amor en llamas.
¡Cómo aguanta su armazón
la fiebre en su belleza!
¡Cómo se aprieta cada una a su muerte!
Las mantendrá quizá aún ahí
por temer perderlas en el corazón.
(“Las quiero sin aderezos
y a las nueve ” dije)
Yo soy un hombre de pocos regalos.
Ella, ya tenía el mío, un perfume, creo.
Y llamaron a la puerta…
Nunca había visto a nadie estremecerse.
Me miraba
y a un tiempo
al ramo entre sus brazos,
balbuceando con la lengua del corazón
palabras que yo sólo entendía.
Qué belleza al enseñarme
el aluvión de sus ojos.
Qué largo beso
sin sentirle los labios, ni la boca.
Caí en ella, sin vértigo, sin ocaso.
Un simple ramo de rosas…
Y había besado
lo que no se marchita nunca!
Han pasado diez años de aquello.
Y ahí siguen sus rosas rojas secas.
Ahora vivirán algo más apretadas…
¡Queda tan poco para que den la nueve!
©Rubén Lapuente
para mi jardinera de rosas rojas secas
AVARO DE LUMBRE

Tarde, llegué a casa.
Las estrellas
florecían en la noche.
El bosque callaba
de frío.
Al entrar
ardía la leña
como si lo hiciera
dentro de mí.
Sin la premura
del tiempo
me tendí sobre la alfombra
avaro de lumbre
de olor a ramas
rotas.
A traves de las llamas
veia el fuego
turbador
capaz de abatir un bosque
de silenciar un planeta
de poner nombres a las cenizas:
El fuego.
El astro que seré yo un día
por un instante:
enseña roja en la cresta del viento.
Arder
dando mi mejor luz
de tanto azul esperándome ...
Sobresaltado,
desperté
de los renglones de mi lengua de fuego
de la hoguera de mi cuerpo mártir
del breve vuelo final de mi pájaro
de ceniza.
y cuando
con el badil
avivé mis propias ascuas soñadas
nunca me sentí
tan apremiado
por la vida.
© Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)