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Se muestran los artículos pertenecientes a Junio de 2009.

QUE NO SOY YO

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Estoy cansado

como después de un largo viaje,

como si se me hubiera hecho muralla

la tapia que de un brinco

saltaba de muchacho.

Necesitaría un gigante

zarandeándome los hombros

para remover este lago interior mío.

La vida es un estado de ánimo.

Y me siento como la otra media piedra

enterrada de estas calles.

Hoy me ha llamado el maestro del pueblo:

Que si puedo llevarles el telescopio.

He preparado una habitación de la escuela

como si fuera la boca de un lobo.

Apuntando al sol de mediodía

por el balcón entreabierto.

Ciegas con cinta todas las rendijas.

Y en ángulo he puesto una cartulina

como de pantalla de cine.

Hablándoles en la oscuridad sólo les he dicho

que el sol es como el quiosco de la música

de la plazuela de abajo,

todos bailamos a su alrededor, a su son,

sin darnos cuenta de que somos

añico suyo.

 

Yo creía que iba a ver caminar

un sol de bolsillo, turbio, arrugado,

receloso, como el mirado

en el fondo de una sucia charca.

Pero, de repente, apareció la curva

de un sol amarillo de fuego, vivísimo,

avanzando por el espacio negro

como un juego de magia verdadero.

¿Podemos tocarlo?

Estuvimos casi en silencio

hasta que el sol se arrojó

por los acantilados de la hoja.

Aplaudimos todos.

 

De vuelta, pisando las calles de piedra,

comencé, sin querer, a tararear una canción

que tenía olvidada, de Humet,

de cuando salvaba de un salto

el trecho del río…

       …que no soy yo…

       que aún no soy yo…

                           

         ©Rubén Lapuente

           Que no soy yo de humet

LOS CABELLOS DE MARÍA

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                               a María Bernal

¿De quién es esta fotografía?

Me la han tenido que sacar otros

o enviármela por error.

¿De quién son esos cabellos?       

Una melena para adivinar un rostro.

Para empezar a volverse.

¿Y si me la ha enviado ella adrede?

Querrá jugar al requiebro conmigo.

Quizá sepa que en mi sueño

hay una mujer de espaldas

desenredándose el pelo.

Querrá que me embeba

de cada hebra.

Que me haga menudo

para trepar por cada mecha.

Que le tire de cada bucle en llamas

para medirme el deseo.

Yo le llevaría la mano de la brisa,

su taller de orfebre

tejiéndole fugaces arabescos.

Y todo antes de volverse.

 

¿Pero de quién son esos cabellos?

“Son de  María, la que duerme en la dehesa”

        ¿María?  ¡María!

 ¡La que ha tomado el amarillo ardiente de la era!

 ¡La que campea por los pastizales del amor!

 ¡La que se baña desnuda bajo el sonrojo de las charcas!

 ¡La que en sombra de encina agita su melena de oro!

 

 ¡Son los de María!

 

¡Y antes de volverse!

 

                                      ©Rubén Lapuente

                                           (Vitigudino)

 

PROFUNDA PIEL

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Me gusta acercarme

abrazarte por detrás

que pierda tu cuello

la pureza

ofrecido a mi boca

que arrastra el sutil

tirante de tu vestido

rendida la cremallera

a la luz de tu espalda

y le ayudo a caer

de las caderas

al vértigo del rubor

en tus pies

 

me gusta volverte luego

por los hombros

manejada

colgada de mi cuello

entre mis brazos

como el último

tesoro de la tierra

y tenderte después

sobre lo que no se siente

bajo mi cuerpo

tenue  entregada

casi soñando

para llegar minucioso

a lo más profundo

a tu piel

creyendo

que todo es perpetuo

 

              ©Rubén Lapuente

 

lo más profundo del hombre es la piel (P.Valéry)

poema incluido en el libro De versos encendidos de la Editorial Hipalage

SOLDADOS DE LA EDAD DORADA

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                amarlo todo para comprenderlo todo (Guyau)

Hay una guerra

que la tiene siempre conquistada el tiempo.

Aún así, mi mujer se ha alistado

como soldado de la edad dorada.

Y tan sólo quiere creer ganar una batalla perdida.

 

De madrugada,

está la primera levantando heridos,

y a los muy malheridos,

a esos que miran, a lo lejos, lo recóndito,

sólo les roza, al pasar, la mejilla.

 

Mi mujer es una buena soldado de la muerte.

Sabe que quien se apaga lentamente,

sólo desea que alguien le tome de la  mano,

y se ofrece a darle un último pequeño abrazo

si quien le vela son las cuatro frías paredes.

 

Algún domingo que trabaja

me acerco a pasear por sus galerías.

“¡Qué guapo es el marido de Carmen!”

me dice siempre una anciana.

“Y eso que no se ha operado de cataratas”, le digo.

Y nos reímos juntos.

 

Desde hace un tiempo

de iluminados ventanales

alguien escribe el porvenir con tinta

de un sudor oculto,

alguien, bien sabe,  que aquí no estiban un puerto,

que no son fardos de ninguna grupa,

que unos corazones cogidos con hilvanes

sólo piden ya una brizna de cariño,

y sigue haciendo números.

 

Cuando regrese a la noche

sobre la cama cruzada por el arco

de una espalda que estampa su diaria fatiga

me hablará de hartazgo, de galeras, de sindicatos,

de deserciones…

Y le pondré la mano en la boca…

Pero de  madrugada

estará la primera levantado heridos

y a los muy malheridos,

a esos que miran, a lo lejos, lo recóndito,

sólo les rozará, un momento, al pasar, la mejilla.

 

                                        ©Rubén Lapuente

PIERCING

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                          a  Sonya Sedano un ángel con piercing

“Tengo miedo  ¿y qué?

¡Como si me inmolara

todos los días!

Y ni soy violenta,

ni amiga de Lucifer,

ni mis sones son metálicos.

Es tan trivial el cuerpo,

sin una leyenda,

sin un aderezo en su entraña,

sin prolongárselo.

Un simple zarcillo

y el miedo se amansa.

Y será el destello

en el cielo de mi boca.

El náufrago sol plateado

en las olas de mi lengua.

Y de esa cuenta de acero

haré mi juguete,

la pradera de mis nervios,

el talismán que alzará

del todo mi cabeza.

Y se la enseñaré a él,

a hurtadillas,

entre los dientes,

como si descubriera

con asombro

la perla del deseo

amarrada conmigo

a su desnudo hechizo.

 

He sacado la lengua alguna vez

y sólo para burlarme,

menos ahora,

que la aguja, en dos segundos…

             ¡ay!

Asoma ya

                          del otro lado”

                                               ©Rubén Lapuente

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