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Se muestran los artículos pertenecientes a Julio de 2009.

EL TIEMPO AMARILLO

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algún día se pondrá el tiempo amarillo

sobre mi fotografía (M. Hernández)

 

Cuando se que nadie

va a llamar a mi puerta.

Cuando cada recodo de la casa

me ofrece su intimidad.

Cuando se que ella lejana

se empapa de su niñez

en el cálido vientre  

de la misma eterna dehesa.

Cuando puedo ya abandonarme…

Giro la llave

del cajón de mi armario

y entro a vaciarme

en el tiempo amarillo.

Ahí tengo

momentos que al mirarlos

regresan a su origen

y retoman su andadura

hasta que se vuelven a quedar

en la estampa quietos.

Ahí tengo

la medalla que ella besaba tanto,

sus últimas palabras escritas

sobre la hoja rasgada de un periódico,

la alianza segada por un legado

y los poemas que le escribí

cuando me lo pidió el corazón

y que me atrevo a leer ahora

entornando antes el ventanal

por si me derrumbo

y llego tarde al fondo de la almohada.

Luego lo guardo todo,

cierro la gaveta, escondo la llave,

y llamo con la presteza

de un niño perdido:

-¿Cómo está mi princesa?

-Mejor que tú, no creo,

ahí sólo, sin que nadie te moleste.

-(El silencio necesita bullicio

para saborearlo luego;

sin ti la soledad es un desorden,

se ajetrea y se me cobija en lo débil)

-¿Eh…? ¿Te callas?

-No, sabes que te echo mucho de menos.

-¿Quieres que regrese antes?

-No. Disfruta.

Sáciate de todo…

(Es su tiempo amarillo)

 

©Rubén Lapuente

FARE WELL

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Ha empezado resuelto.

Me dice que lo tiene decidido.

Que se cansa de mirar bajo el puente

un río que no le lleva.

Que sólo tiene una cita diaria

con la incertidumbre.

Que se acuerda de mis palabras:

sólo quien madura adolescente

saborea cada gota de juventud.

Que no hay veredas en estas calles.

Ni alcohol en los bares que no emborrache.

Que se estraga en esta noria sin belleza.

Que él no trata de huir.

Que se persigue por cada vericueto que destapa.

Que le han oído tocar en el Conservatorio.

Que si querría unirse a un grupo, de gira,

cruzar el charco, un largo viaje, ser el río.

Y ha acabado más resuelto.

Que no se me ocurra decirle nada a mamá

hasta que sólo sea un punto de luz

en el horizonte del océano.

Que esa me lanza la soga al corazón.

Y que nos llamará más a menudo

en cuanto menos nos necesite.

Luego me ha enseñado en sus zapatillas,

vertida, la tapia pintada de la calle:

adioses de sus amigos:

Dream, wild, zen. no faces,

help, dog, music, wind…

Le he pedido el rotulador

y en las dos suelas de goma

como alas de graffiti  en cada huella

le he escrito en inglés

una frase que le faltaba:

” fare well”

(“Que te vaya bien”)

 

©Rubén Lapuente

                              

    Orquesta Sinfónica de La Rioja               

    Réquien de Mozart

    Clarinete Abel Lapuente

 

CANCIONES AL VOLANTE

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¿Desahogo?

llámalo como quieras

pero aquí no se baja la ventanilla

ni se asoma desafiante el codo

y esa vitrina del estrépito

quizá de lo chabacano

se desnuda sólo por detrás del biombo

 

debe conducir el que no sueña

esa silueta de cartón absorta

siguiendo la carretera

como sobre el raíl un tranvía

 

el otro

el que se desvía del asfalto

el que reproduce el disco

y convoca las nubes

debe poner la misma pasión

que cuando fue un rebelde

 

puede que sea un hijo del rock

del bolero  del flamenco

del tango  de la copla

del hip hop

eso da lo mismo

lo obligado es que cante

siempre como un lunático

desafinando

como un viejo pernio de pueblo

 

y si se le cruza un coche

una fugaz mirada conocida

que tenga ensayado

lo bien que solapa

el aullar

un torpe bostezo

 

así hasta que se despierte

el títere del volante

dentro del tenor desgañitado

así hasta que se quede yerma la entraña

y por el espejo retrovisor

vea que son otros ojos

los que miran y sonríen

antes de hacerlos suyos

 

                     ©Rubén Lapuente

me gusta desafinar con ésta canción en el coche :

                                standby

LA FIEBRE

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Hoy ha caído enferma:

La fiebre

Ese incendio

nuestro en la sangre

que se apaga a ciegas

Le he puesto

el viejo mercurio

en la axila

y al leérselo

mientras lo agitaba

acurrucada

se ha dado

la media vuelta

 

En brazos la he llevado

a la bañera

y por primera vez

me doy cuenta

que no la desnudo

para el amor

por primera vez

aunque

sólo sea

por una mano

posándose

en la hoguera de su frente

soy su muleta

 

Me mira

-oh mujer que aún me idealiza-

creyendo

que no me ofrece nada

y no sabe que también

me gusta verla así

abandonada a mí

débil  y joven

trapo hermoso

 

Y la abrigo

para el temblor del sueño

entre las sábanas

que ahora la fiebre

empapa de tibieza

de pequeños

tesoros de ternura

nueva…

               ©Rubén Lapuente

LA JAURÍA

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Por encima de los sueños

del roce de la vida

a la grupa de este cóndor de acero

todo se vuelve gélido

hermoso

 

Es la altura

que esplende la belleza

que suaviza las siluetas

en ese momento

de embriaguez

en el entresueño

en el que la luna

huye de las ventanas

la madrugada se insinúa

como la de la mujer rendida

que te entreabre

tenue su lecho

y la miríada de luces

se apaga abajo

atrapada en mi puño

trampero de luciérnagas

 

Me perdería ahora

con las alas puras del sueño

Creerme que sólo arriesgo la vida

¡Ser una mariposa en la mar!

 

El preludio

es el eco de un ladrido

que me abrocha el cinturón

Cuelgo los sueños

del perchero de las nubes

me aprieto el nudo de la corbata

y ensayo una sonrisa

antes de que venga a buscarme

la jauría

 

©Rubén Lapuente

 Foto de Sonia Jazmín Sánchez Orozco

  Mil palabras menos

LA SOMBRA DEL HAYA

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mi pino enfermo mi haya ganando cielo

Tiré de la raíz

como de un hilo de agua

como si desvistiera

a mi hijo dormido

El haya

Lo veré desde el albor

Frente a mi casa

Junto a mi pobre pino descarnado

que ya se rinde de la vida

(¿Cómo puede pesarme tanto

 una sombra enferma?)

 

Un haya niña

Y al sur

Hoyuelo de mis diez uñas de tierra

Y frente a mi ventana

Hojitas hambrientas de luz

soñando darme penumbras

Haya que atravesarán

dulces rayos de sol de inviernos

Ruina

y naciente esplendor

mirándose

Relevo cruel en la altura

(¿Cuándo sabré que ha muerto?)

 

Pero el vano de su tiempo

no se cruzará con el mío

Mi hijo riega ahora

la sombra del haya

Moviéndose  

De perfil

Le reconozco memorias

cercanas

otras ya idas

¿Quién duda que mi perfume

no se baña en el estanque

de su sangre?

 

El haya

El tiempo

No llegaré a su cielo

Mi hijo ahora se asoma

tras los cristales…

 

¡mi recuerdo

en dulce sombra

de mañana!

 

©Rubén Lapuente

(El Rasillo de Cameros)

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