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Se muestran los artículos pertenecientes a Febrero de 2009.

SU ESPALDA

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Hoy se ha dormido del otro lado.

Madrugada de su espalda desnuda.

De cada noche que tuve su cuerpo,

recuerdo uno distinto,

pero no de su espalda,

que detrás suyo oculta

que no la conozco.

 

Su relieve me lo daba mis manos,

que la leve luz me desnuda ahora.

El atlas que lo tengo

constelado de lunares

que no había visto.

Y los cuento.

Y los apreso.

 

Espalda sajada por el cauce

de suaves meandros

rubio trigal de mi infancia 

con la sombra de la luz,

arriba ya de todas la dunas

abriéndole el envés de la piel.

Y ahora la tengo de luna llena.

Y mía.

Su pizarra rosada

que me escribe los versos

que olvidaré si se despierta.

 

(¡Quieta…!)

Si se mueve ahora

se romperá la magia.

(¡Quieta…!)

Y me acerco así casi sobre ella,

cerrándole la espalda…

que no se vuelva…

 

     ©Rubén Lapuente

DESPERTAR

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el azar quiso que fuera en San Valentín

Hoy me he despertado de la vida.

Sin ninguna llama sobre la cabeza.

Como debería sentirse un árbol

si escuchara su madera.

He sembrado de cereales

la mesa de la cocina.

He dibujado un corazón

como una vez uno en la arena.

Y me lo he desayunado con mimo

que luego vendrá el bostezo

atónito de mi princesa,

que la silueta que le he dejado,

es para ella.

 

Y al trabajo voy

con  unos versos en la cabeza:

“Creo en mí porque algún día seré

todas las cosas que amo”.

Y como hay tan poco lirismo en los libros

de contabilidad que encuaderno,

le he agregado una hoja

con el preámbulo de Cernuda.

Y con mucho engrudo de aroma.

 

Luego me vuelve a llamar

la operadora de Orange:

Que navegue con ellos,

que me embarque en su veloz crucero.

Yo le digo que sí, que me cambio,

pero sólo,

(la chantajeo un poco),

si me deja diez mensajes

en mi cuaderno de versos.

 

He entrado en el bar como todos los días.

Pero hoy con parsimonia.

No me interesa cómo está el mundo.

Y eso que el periódico me saluda.

Me he sentado en el taburete de la barra.

Le he dado cien vueltas al café

con la cucharilla.

Y al verme en el espejo, frente a mí,

(creo que era yo),

me he sonreído como nunca.

 

Y a la tarde,

me ha enviado un mensaje la princesa:

“No he desecho todavía la silueta del corazón,                   

le faltan dos nombres

atravesados por una flecha.

No tardes.”

 

Hoy me he despertado de la vida.

 

                                  ©Rubén Lapuente

 

LÁGRIMAS

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Sin la luna

la tierra sería

una peonza vertiginosa,

el viento te arrancaría

de ti mismo.

Si no desviara

el eje de la tierra

no habría estaciones

ni naturaleza, ni vida.

 

Si el sol estuviera más cerca

serías arena fina.

Si más lejos

helada sangre en el hielo.

 

La luna y el sol nos mecen

como tu lo harías

columpiando a tu hijo.

 

Si quieres busca un orfebre.

Un sastre con el metro amarillo.

Puedes pensar que todo es un accidente.

Que no ha nacido el universo

para que nosotros existiéramos

o que no tendría sentido

si no estuviéramos de pasajeros.

Piensa lo que quieras.

Pero es inútil que preguntes el por qué.

No hay respuesta.

Pregúntate en cambio

si sabrías dónde está el camino

de vuelta al viejo valle.

Si serías uno de esos pioneros

de los de polvo y carruaje

a la conquista de un fracaso.

Si vivirías en una cabaña de estrellas.

Si derramarías por fin las lágrimas

que te guardaste para empezar a vivir

más despacio.

 

Has abierto el balcón

en la tregua de la película.

Te has quedado absorto

mirando la soleada luna llena:

(“Ser el vaivén en mis brazos de la tierra enferma”)

Ahora ya no piensas lo que quieras.

Vuelves, acabada la cinta,

y no preguntas a nadie   

su final.

Finges un bostezo,

y les haces creer que te vas

a dormir a la cama…

                                     ©Rubén Lapuente

RISAS

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Le digo que me enseñe la sonrisa

que quiero verle la alegría.

Y mira que me desarma

si le alcanza a la mirada…

me deja callada la mía.

 

Lo que daría por subir con ella

o ser ella misma.

Y que no se le acabara nunca

esa veta del alma.

 

Le hace más bella,

si bucea en aguas profundas,

y la llama,

aún somnolienta.

Risa sin que yo la espere.

Mitad de la risa por entre la rendija

de la puerta de su alcoba

y desnuda.

Risa antes de hundirme en su boca.

Y si me remolonea

voy a provocársela con la mía.

Que corra, que se desboque,

y me salpique

el renuevo del corazón

que me regala.

 

Risa del náufrago salvado.

Del soldado de vuelta a casa.

Risa bajo los trapecios de la carpa.

Risas de mi hijo

como una boca de naranja abierta.

 

Luego se pierde.

Nace del brocal, mecánica,

disciplinada,

o es un gesto torcido

tamizada por el miedo

a la muerte o a la vida, no sé…

 

…Te das cuenta al verte

reflejado en el barniz de las cosas

y ya no es la misma,

no es la misma.

 

                              ©Rubén Lapuente

DEBILIDAD

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        Tú serás amado el día que puedas mostrar tu debilidad

         sin que el otro se sirva para afirmar su fuerza (Pavese)

 

Cuando estoy solo,

cuando me ha vencido,

bajo a la tierra de mi cuerpo.

Por ahí anda

el rebelde capitán

de mi hueste,

de eterna algarada.

Ha conseguido

ahogarme la voz  

si intento mostrar

mi ternura.

Me vierte

el cuenco de las lágrimas

por la orilla equivocada.

Esa rata que deja un rastro

de costra por mis galerías,

se ha hecho muy valiente.

Se cree un partisano.

Ahora dice,

lo pinta en los ademes,

que yo soy el otro,

que huye de mi tiranía.

Que él es quien quiere

enseñar su corazón

y yo le cerceno la boca.

Que necesita librar el dolor

y que le apuro las lágrimas.

Pero esta traza mía de escara

que dejo tras de mí,

se parece tanto a la suya,

que yo ya no las distingo.

No puedo seguir su rastro.

Se zafa tan bien de mí

en estos parajes sombríos.

Estará subido a la atalaya de mi cielo,

ocupándome, claro.

Pero no me tomará los sentimientos.

Ahora soy yo el partisano

de los suyos.

Su tumor  

que le hará bajar a buscarme

en esta tanda

incesante y absurda

en la que ninguno de los dos

enseñará su debilidad.

                                ©Rubén Lapuente

VEGETARIANO

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                          Mercado de San Blas de Logroño

 

Voy al rumor fresco del mercado.

A este templo de vergel en los altares.

Vitral de frutas y hortalizas.

¡Cómo huele aquí a incienso

de huerta, a parto de tierra!  

Me rodea la acuarela

del fondo del mundo.

El taller de lo adrede.

La hechura mágica

que será naufragio dentro de uno.

¡Qué belleza de colores

de esta vega talada!

¡Cómo remueve la pureza

de un nuevo deseo!:

La cintura de mujer en la fruta.

Émbolos de asombro en el racimo de plátanos.

Los senos tempranos en las cerezas.

El bróculi como bosque

visto a ojos de pájaro.

Las rosas verdes de las alcachofas.

Los pétalos de endivias como góndolas varadas.

Las vainas preñadas de perlas en sus gibas.

Minuciosas nalgas de carne de pulpa

de melocotón de terciopelo.

 

Y yo voy hoy y lleno mi capazo:

Kiwi para el valle verde de mis pulmones.

Fresones para la doble mejilla de mi corazón.

Guisantes para mi iris apagado.

Témpanos de sandía a la deriva

para el talud de mi garganta.

Dulces manzanas para el perfume

de mis calles.

Naranjas para el atardecer último de mis venas.

      

Necesitan de mí para continuarse,

de mi papel secante de cosechas.

Y aprendo más de esta bodega de jugos,

de siglos de estío, de olores, de pulpa de milagro,

que se amalgama conmigo

que de esa hilera de párvulos colgados de garfios

que me recuerdan la historia que tenemos.

 

Y salgo dándome un tirón en el renuevo

de mi capazo.

                                    ©Rubén Lapuente

LOS NIÑOS DE LAS CHABOLAS

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En esta barriada adornada de escombros,

la infancia es un olor oscuro del cuerpo.

 

Por las ingles pasa la pobreza:

el escozor de la mugre

en las ratoneras de la piel.

El día separa la basura de la basura.

Vaga para traer alguna rupia a casa.

Vuelve por el camino largo sin escuela

tirando de un bidón de dudosa agua.

 

Mientras un cohete indio

corteja a la luna,

unas letrinas en bolsas de plástico vuelan,

un albañal a las afueras de las casas de chapa,

gotea y gotea.

 

¿Cómo se consigue vivir

en un acomodo imposible?

 

Menos la sonrisa,

vinieron a la luz dentro de una jaula,

de una casta cuya mera sombra

es a los ojos de los otros,

la más sucia.

 

"Ganaremos el agua,

el agua,

que nos pertenece.

Que se arranca de un reflejo húmedo.

El agua que aquí te moja por dentro.

Que es un río de pureza.

Que te lleva lo amargo.

Que baja sagrada de las manos de los dioses.

Zambullirse,

como llenos de una fe ciega

en un templo verdadero.

 

Ganaremos el agua,

el agua,

que nos pertenece.

Bañarse en la alberca redonda para recordarlo siempre.

Trocito de río Yamura que te abre la camisa de la carne.

Ganaremos el agua

aunque se doble.

Monzón de la fuente que te descubre la vida.

Asaltaremos su hermoso fortín

hacia la estela de los dioses.

Somos los niños de las chabolas.

El agua, ahí está el agua.

No podrán quitárnosla.

Baja sagrada

también para los parias.

 

¡Al abordaje!"

 

       ©Rubén Lapuente

       (Raj-Path,  Nueva Delhi)

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