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SU ESPALDA

Hoy se ha dormido del otro lado.
Madrugada de su espalda desnuda.
De cada noche que tuve su cuerpo,
recuerdo uno distinto,
pero no de su espalda,
que detrás suyo oculta
que no la conozco.
Su relieve me lo daba mis manos,
que la leve luz me desnuda ahora.
El atlas que lo tengo
constelado de lunares
que no había visto.
Y los cuento.
Y los apreso.
Espalda sajada por el cauce
de suaves meandros
rubio trigal de mi infancia
con la sombra de la luz,
arriba ya de todas la dunas
abriéndole el envés de la piel.
Y ahora la tengo de luna llena.
Y mía.
Su pizarra rosada
que me escribe los versos
que olvidaré si se despierta.
(¡Quieta…!)
Si se mueve ahora
se romperá la magia.
(¡Quieta…!)
Y me acerco así casi sobre ella,
cerrándole la espalda…
que no se vuelva…
©Rubén Lapuente
DESPERTAR

el azar quiso que fuera en San Valentín
Hoy me he despertado de la vida.
Sin ninguna llama sobre la cabeza.
Como debería sentirse un árbol
si escuchara su madera.
He sembrado de cereales
la mesa de la cocina.
He dibujado un corazón
como una vez uno en la arena.
Y me lo he desayunado con mimo
que luego vendrá el bostezo
atónito de mi princesa,
que la silueta que le he dejado,
es para ella.
Y al trabajo voy
con unos versos en la cabeza:
“Creo en mí porque algún día seré
todas las cosas que amo”.
Y como hay tan poco lirismo en los libros
de contabilidad que encuaderno,
le he agregado una hoja
con el preámbulo de Cernuda.
Y con mucho engrudo de aroma.
Luego me vuelve a llamar
la operadora de Orange:
Que navegue con ellos,
que me embarque en su veloz crucero.
Yo le digo que sí, que me cambio,
pero sólo,
(la chantajeo un poco),
si me deja diez mensajes
en mi cuaderno de versos.
He entrado en el bar como todos los días.
Pero hoy con parsimonia.
No me interesa cómo está el mundo.
Y eso que el periódico me saluda.
Me he sentado en el taburete de la barra.
Le he dado cien vueltas al café
con la cucharilla.
Y al verme en el espejo, frente a mí,
(creo que era yo),
me he sonreído como nunca.
Y a la tarde,
me ha enviado un mensaje la princesa:
“No he desecho todavía la silueta del corazón,
le faltan dos nombres
atravesados por una flecha.
No tardes.”
Hoy me he despertado de la vida.
©Rubén Lapuente
LÁGRIMAS

Sin la luna
la tierra sería
una peonza vertiginosa,
el viento te arrancaría
de ti mismo.
Si no desviara
el eje de la tierra
no habría estaciones
ni naturaleza, ni vida.
Si el sol estuviera más cerca
serías arena fina.
Si más lejos
helada sangre en el hielo.
La luna y el sol nos mecen
como tu lo harías
columpiando a tu hijo.
Si quieres busca un orfebre.
Un sastre con el metro amarillo.
Puedes pensar que todo es un accidente.
Que no ha nacido el universo
para que nosotros existiéramos
o que no tendría sentido
si no estuviéramos de pasajeros.
Piensa lo que quieras.
Pero es inútil que preguntes el por qué.
No hay respuesta.
Pregúntate en cambio
si sabrías dónde está el camino
de vuelta al viejo valle.
Si serías uno de esos pioneros
de los de polvo y carruaje
a la conquista de un fracaso.
Si vivirías en una cabaña de estrellas.
Si derramarías por fin las lágrimas
que te guardaste para empezar a vivir
más despacio.
Has abierto el balcón
en la tregua de la película.
Te has quedado absorto
mirando la soleada luna llena:
(“Ser el vaivén en mis brazos de la tierra enferma”)
Ahora ya no piensas lo que quieras.
Vuelves, acabada la cinta,
y no preguntas a nadie
su final.
Finges un bostezo,
y les haces creer que te vas
a dormir a la cama…
©Rubén Lapuente
RISAS

Le digo que me enseñe la sonrisa
que quiero verle la alegría.
Y mira que me desarma
si le alcanza a la mirada…
me deja callada la mía.
Lo que daría por subir con ella
o ser ella misma.
Y que no se le acabara nunca
esa veta del alma.
Le hace más bella,
si bucea en aguas profundas,
y la llama,
aún somnolienta.
Risa sin que yo la espere.
Mitad de la risa por entre la rendija
de la puerta de su alcoba
y desnuda.
Risa antes de hundirme en su boca.
Y si me remolonea
voy a provocársela con la mía.
Que corra, que se desboque,
y me salpique
el renuevo del corazón
que me regala.
Risa del náufrago salvado.
Del soldado de vuelta a casa.
Risa bajo los trapecios de la carpa.
Risas de mi hijo
como una boca de naranja abierta.
Luego se pierde.
Nace del brocal, mecánica,
disciplinada,
o es un gesto torcido
tamizada por el miedo
a la muerte o a la vida, no sé…
…Te das cuenta al verte
reflejado en el barniz de las cosas
y ya no es la misma,
no es la misma.
©Rubén Lapuente
DEBILIDAD

Tú serás amado el día que puedas mostrar tu debilidad
sin que el otro se sirva para afirmar su fuerza (Pavese)
Cuando estoy solo,
cuando me ha vencido,
bajo a la tierra de mi cuerpo.
Por ahí anda
el rebelde capitán
de mi hueste,
de eterna algarada.
Ha conseguido
ahogarme la voz
si intento mostrar
mi ternura.
Me vierte
el cuenco de las lágrimas
por la orilla equivocada.
Esa rata que deja un rastro
de costra por mis galerías,
se ha hecho muy valiente.
Se cree un partisano.
Ahora dice,
lo pinta en los ademes,
que yo soy el otro,
que huye de mi tiranía.
Que él es quien quiere
enseñar su corazón
y yo le cerceno la boca.
Que necesita librar el dolor
y que le apuro las lágrimas.
Pero esta traza mía de escara
que dejo tras de mí,
se parece tanto a la suya,
que yo ya no las distingo.
No puedo seguir su rastro.
Se zafa tan bien de mí
en estos parajes sombríos.
Estará subido a la atalaya de mi cielo,
ocupándome, claro.
Pero no me tomará los sentimientos.
Ahora soy yo el partisano
de los suyos.
Su tumor
que le hará bajar a buscarme
en esta tanda
incesante y absurda
en la que ninguno de los dos
enseñará su debilidad.
©Rubén Lapuente
VEGETARIANO

Mercado de San Blas de Logroño
Voy al rumor fresco del mercado.
A este templo de vergel en los altares.
Vitral de frutas y hortalizas.
¡Cómo huele aquí a incienso
de huerta, a parto de tierra!
Me rodea la acuarela
del fondo del mundo.
El taller de lo adrede.
La hechura mágica
que será naufragio dentro de uno.
¡Qué belleza de colores
de esta vega talada!
¡Cómo remueve la pureza
de un nuevo deseo!:
La cintura de mujer en la fruta.
Émbolos de asombro en el racimo de plátanos.
Los senos tempranos en las cerezas.
El bróculi como bosque
visto a ojos de pájaro.
Las rosas verdes de las alcachofas.
Los pétalos de endivias como góndolas varadas.
Las vainas preñadas de perlas en sus gibas.
Minuciosas nalgas de carne de pulpa
de melocotón de terciopelo.
Y yo voy hoy y lleno mi capazo:
Kiwi para el valle verde de mis pulmones.
Fresones para la doble mejilla de mi corazón.
Guisantes para mi iris apagado.
Témpanos de sandía a la deriva
para el talud de mi garganta.
Dulces manzanas para el perfume
de mis calles.
Naranjas para el atardecer último de mis venas.
Necesitan de mí para continuarse,
de mi papel secante de cosechas.
Y aprendo más de esta bodega de jugos,
de siglos de estío, de olores, de pulpa de milagro,
que se amalgama conmigo
que de esa hilera de párvulos colgados de garfios
que me recuerdan la historia que tenemos.
Y salgo dándome un tirón en el renuevo
de mi capazo.
©Rubén Lapuente
LOS NIÑOS DE LAS CHABOLAS

En esta barriada adornada de escombros,
la infancia es un olor oscuro del cuerpo.
Por las ingles pasa la pobreza:
el escozor de la mugre
en las ratoneras de la piel.
El día separa la basura de la basura.
Vaga para traer alguna rupia a casa.
Vuelve por el camino largo sin escuela
tirando de un bidón de dudosa agua.
Mientras un cohete indio
corteja a la luna,
unas letrinas en bolsas de plástico vuelan,
un albañal a las afueras de las casas de chapa,
gotea y gotea.
¿Cómo se consigue vivir
en un acomodo imposible?
Menos la sonrisa,
vinieron a la luz dentro de una jaula,
de una casta cuya mera sombra
es a los ojos de los otros,
la más sucia.
"Ganaremos el agua,
el agua,
que nos pertenece.
Que se arranca de un reflejo húmedo.
El agua que aquí te moja por dentro.
Que es un río de pureza.
Que te lleva lo amargo.
Que baja sagrada de las manos de los dioses.
Zambullirse,
como llenos de una fe ciega
en un templo verdadero.
Ganaremos el agua,
el agua,
que nos pertenece.
Bañarse en la alberca redonda para recordarlo siempre.
Trocito de río Yamura que te abre la camisa de la carne.
Ganaremos el agua
aunque se doble.
Monzón de la fuente que te descubre la vida.
Asaltaremos su hermoso fortín
hacia la estela de los dioses.
Somos los niños de las chabolas.
El agua, ahí está el agua.
No podrán quitárnosla.
Baja sagrada
también para los parias.
¡Al abordaje!"
©Rubén Lapuente
(Raj-Path, Nueva Delhi)