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Se muestran los artículos pertenecientes a Octubre de 2008.

OJOS DE DEHESA

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                                                a Carmen en su destierro    

Le estorban las montañas.

Son murallas

que no le dejan ver

lo que hay después.

Demasiados árboles -dice-

para fijarse en alguno.

Sin ese confín no hay sosiego

en su terco corazón.

 

¿Quién se cansa de mirar el mar?

¿Quién no se descubre

ante una noche de estrellas?

¿Quién desvía la mirada ante

un valle de cerezos en flor?

 

Ella desea la lejanía

para no acabar nunca

de abarcarla.

Si se perdiera,

lo haría bajo

esa techumbre.

Si amase, 

se volvería al sonrojo

último de aquel horizonte.

Si le hicieran daño,

buscaría el aliento

de ese dibujo en los ojos.

 

Para entenderlo

tendrías que haberlo visto

desde muy niño

o como yo

volver a nacer

dentro de su mismo sueño.

 

¿Cómo no va a echar de menos

el mar de su tierra,

si allí se hizo dehesa?

                                   

                                                                     Rubén Lapuente

                                                         (Salamanca)

MEMORIAS DE ÁFRICA

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      (del diario de un soldado de la edad dorada)

Sedado pero lúcido

puedo imaginarme estar

bajo su piel macilenta

oyéndole el trote lejano

que se acerca sin ritmo.

Me lo balbucea  

a la cabecera de la cama

adonde acudo al oír

el grito de soledad

que me lanza su campanilla:

 

No he sido nunca una persona llana.

No he sabido fingir.                 

He menospreciado a quien

no compartía mis emociones:

El álgebra, la música.

Nunca he hablado por hablar.

Y ahora que llega

ese afilado runrún sin melodía

voy a ser  el mismo

que ha vivido siempre solo

pero fiel  conmigo.

No me arrepiento de nada.

 

Santiago…

¿Y si le ponemos música

a ese zumbido?

¿Y si viniera mi pequeño Mozart

con su clarinete y tu adagio

el de memorias de África?

 

Medio vestido para el concierto

puedo imaginarme estar

bajo ese traje con babuchas

sedado pero lúcido

mientras la caña busca

su frescura y el aire

su vericueto en el ébano.

 

Y Mozart suena

como ojos de cielo sobre

la sabana de su memoria

como presagio

volando sobre el estampido

de un  enjambre voraz que

de pronto…

(lo noto en su rostro)

enmudece e interrumpe

por un momento su viaje.

 

                       Rubén Lapuente

          Memorias de Africa-Mozart

          a la memoria de Santiago

 

12/10/2008 18:42 rubenlapuente #. HERIDAS No hay comentarios. Comentar.

GIGANTE

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A horcajadas,

sobre mis hombros,

soy la mejor montura

para mi hijo.

Desde más allá de arriba,

sin miedo, sin vértigo,

lo mira todo

con ojos de un gigante.

 

No se bajaría nunca.

 

Le veo en los cristales

mirarse con suficiencia,

como que le vengan ahora

a  toserle  los malos.

Como no tiene riendas,

me agarra de los mofletes,

me tapa un ojo, el otro,

los dos, la boca,

y le mordisqueo la mano

para que no me ahogue.

 

Me clava las espuelas

si me paro en los escaparates.

Él está a lo suyo:

a los coches, al bullicio,

a las luces.

En la cabalgata,

le dio la mano,

como un señor,

al Rey Baltasar,

sobre otro corcel igual

de alto que el suyo.

 

Y se lleva a casa

el calidoscopio

de toda la tarde.

 

               Se echa sobre la alfombra…

 

Y  bajo los párpados cerrados

se le iluminan los ojos.

 

                  Rubén Lapuente

31/10/2008 21:48 rubenlapuente #. NIÑEZ ( 21 ) Hay 1 comentario.

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