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NIÑO EN SU CUARTO

Te duermes niño.
Te despiertas adolescente.
En su pequeño cuarto
mide el niño
su esfuerzo:
estira los dedos
de la mano
sobre el lomo
de los libros.
La geografía
ya tiene su sitio
en el desván
del cielo de sus ojos.
Al álgebra
como a un dragón
le blande su lanza
e intenta romper
su hechizo.
Vive inmerso
en la zozobra
de las palabras
de un pupitre
endemoniado:
"La vida es un viaje
hacia la muerte,
una larga enfermedad.
Piensa, piensa en ello"
Garabatea en su cuaderno.
Dibuja pensamientos.
Traza negras curvas
que se vengarán
de su tortuoso camino.
Al llamarle
para la cena,
de pronto, piensa
que su voz
será mañana
la que oye de su padre,
que, en este pequeño
cuarto, otro niño,
escuchará su voz
tras la pared.
Ensimismado,
una ráfaga de luz,
desdobla, traspasa
mágicamente
su reflejo
en el cristal
de la ventana.
-"¡Ya voy, ya voy!"
Sin oír sus pasos
al trasponer la puerta
del comedor
por primera vez
forzará la sonrisa.
Rubén Lapuente
HIELO AZUL

Hay una soledad pura.
Blanca y helada.
Sin gritos que nadie oiría.
Sin rescate.
Hermosa
para quien la muerte
es una conquista.
El aliento del mundo
desmorona la pared
de la helada cantera
del Océano.
Y va saliendo la nieve azul.
Sin aire.
Libre del peso del tiempo.
Fósil de la memoria del agua.
Y ya eres timonel
de la galera desgajada.
Marinero de sus gélidas jarcias.
E imitas el desnudo
de la nieve:
Tu azul puro, tu grial,
espejea como un fanal
de luz en la noche.
Y naufragas en un mar sin cielo
que se mira a sí mísmo
como tú, ahora, sumergido.
Y que nunca nadie lo sepa:
Que te sueñe el frió azul del olvido
que has conquistado.
Rubén Lapuente
EL OLMO DE EL RASILLO

Enferma como tú, como yo .Se le había abierto demasiado la herida. Pero, ¿quién oye socavar un universo de anillos? ¿Quién descubre esa pequeña hoguera de dolor dentro de la madera? ¿Sabía alguien que los árboles mueren de pie? Su terrible hueco, ya era papelera de la chiquillería; canasta de jóvenes probando su tino; covacha de orines de borrachos de madrugada. Y quién puso su mano en la fiebre de su frente sabía que era el último olmo de montaña de España en una plazuela. Sabía que es el emblema de cuatro siglos de un pueblo. Que ha sido cita, testigo fiel de los juramentos, de la palabra dada, del apretón de manos… ¡Si aún hoy, hay sombra de compromiso bajo sus viejas ramas!
Y qué orgullo que aún beba de nuestra tierra, viéndonos nacer, vivir, morir. ¿Y dónde miraríamos si una noche cierra los ojos, si le derribara el viento o la indiferencia? ¿Cómo nos lo perdonaríamos?
Ahora el viejo guerrero vuelve al combate: con una cincha de hierro en bandolera, con su tambaleo contenido por arneses… Y en la covacha, ya con cancela,una vara suya enraizada en una verde trastienda, ya llena de maderaje la oquedad de su perfil de malherido quijote . Un vástago suyo escondido que envejezca deprisa, joven, para que parezca que rejuvenece despacio, viejo. Un hijo que pronto se encarame a su padre moribundo, a la cumbre de su última rama vencida. Y que un día, al soltar las cinchas, los arneses, al dejar caer las muletas, ya desnudo de siglos...el corazón siga esperando, otro milagro de la primavera.
©Rubén Lapuente
¡AMPARO!

¡Llámala!
¡Desde la calle!
¡Grita su nombre!
Ella está dentro de un vergel.
Siempre te oye.
¡Espera!
Que la voz aquí se demora
al paso de un olor.
Se equivoca de oído.
Se hechiza.
¡Llámala otra vez!
Estará tirando muy suave
de una raíz.
Cribando la tierra
para ese tallo perezoso.
Dejando un punto de luz
de agua en cada hebra.
Ayer me trajo una mano de belleza:
Una altea, unos lilos, salvia…
Ella doma lo verde.
Sabe lo que arraiga.
¡No! ¡Deja!
¡No la llames más!
Se habrá quedado dormida.
Un día la llamó el dolor…
Pero ahora, se está haciendo
rubia de luz y pura de agua:
Transparente.
La vida es ver crecer lo que amamos.
¡Déjala que siga trepando
por la enredadera de su ensueño!
Ruben Lapuente
(El Rasillo de Cameros)