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Se muestran los artículos pertenecientes a Julio de 2008.

NIÑO EN SU CUARTO

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                       Te duermes niño.

                       Te despiertas adolescente.

 

     En su pequeño cuarto

     mide el niño

     su esfuerzo:

     estira los dedos

     de la mano

     sobre el lomo

     de los libros.

     La geografía

     ya tiene su sitio

     en el desván

     del cielo de sus ojos.

     Al álgebra

     como a un dragón

     le blande su lanza

                        e intenta romper

                        su hechizo.

 

                        Vive inmerso

                        en la zozobra

                        de las palabras

                        de un pupitre

                        endemoniado:

 

                       "La vida es un viaje

                        hacia la muerte,

                        una larga enfermedad.

                        Piensa, piensa en ello"

 

                        Garabatea en su cuaderno.

                        Dibuja pensamientos.

                        Traza negras curvas

                        que se vengarán

                        de su tortuoso camino.

 

                        Al llamarle

                        para la cena,

                        de pronto, piensa

                        que su voz

                        será mañana

                        la que oye de su padre,

                        que, en este pequeño

                        cuarto, otro niño,

                        escuchará su voz

                        tras la pared.

                       

                        Ensimismado,

                        una ráfaga de luz,

                        desdobla, traspasa

                        mágicamente

                        su reflejo

                        en el cristal

                        de la ventana.   

                                          

                        -"¡Ya voy, ya voy!"

 

                        Sin oír sus pasos

                        al trasponer la puerta

                        del comedor

                        por primera vez

                        forzará la sonrisa.

                          

                              Rubén Lapuente

HIELO AZUL

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Hay una soledad pura.

Blanca y helada.

Sin gritos que nadie oiría.

Sin rescate.

Hermosa

para quien la muerte

es una conquista.

 

El aliento del mundo

desmorona la pared

de la helada cantera

del Océano.

Y va saliendo la nieve azul.

Sin aire.

Libre del peso del tiempo.

Fósil de la memoria del agua.

 

Y ya eres timonel

de la galera desgajada.

Marinero de sus gélidas jarcias.

E imitas el desnudo

de la nieve:

Tu azul puro, tu grial,

espejea como un fanal

de luz en la noche.

 

Y naufragas  en un mar sin cielo

que se mira a sí mísmo

como tú, ahora, sumergido.

 

Y que nunca  nadie lo sepa:

Que te sueñe el frió azul del olvido

que has conquistado.

 

                               Rubén Lapuente

EL OLMO DE EL RASILLO

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Enferma como tú, como yo .Se le había abierto demasiado la herida. Pero, ¿quién oye socavar un universo de anillos? ¿Quién descubre esa pequeña hoguera de dolor dentro  de la madera? ¿Sabía alguien que los árboles mueren de pie? Su terrible hueco, ya era papelera de la chiquillería; canasta de jóvenes probando su tino; covacha de orines de borrachos de madrugada. Y quién puso su mano en la fiebre  de su  frente sabía que era el último olmo de montaña de España en una plazuela. Sabía que es el  emblema de cuatro siglos de un pueblo. Que ha sido cita, testigo fiel de los juramentos, de la palabra dada, del apretón de manos… ¡Si aún hoy, hay sombra de compromiso bajo sus viejas ramas!

Y qué orgullo que aún beba de nuestra tierra, viéndonos nacer, vivir, morir. ¿Y dónde miraríamos si una noche cierra los ojos, si le derribara el viento o la indiferencia? ¿Cómo nos lo perdonaríamos?

 Ahora el viejo guerrero vuelve al combate: con una cincha de hierro en bandolera, con su tambaleo contenido por arneses… Y en la covacha, ya con cancela,una vara suya enraizada en una verde trastienda,  ya llena de maderaje la oquedad de su perfil de malherido quijote . Un vástago suyo escondido que envejezca deprisa, joven, para que parezca que rejuvenece despacio, viejo. Un hijo que pronto se encarame a su padre moribundo, a la cumbre de su última rama vencida. Y que un día, al soltar las cinchas, los arneses, al dejar caer las muletas, ya desnudo de siglos...el corazón siga esperando, otro milagro de la primavera.

©Rubén Lapuente

 

 

      

                      

¡AMPARO!

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¡Llámala!

¡Desde la calle!

¡Grita su nombre!

Ella está dentro de un vergel.

Siempre te oye.

 

¡Espera!

Que la voz aquí se demora

al paso de un olor.

Se equivoca de oído.

Se hechiza.

 

¡Llámala otra vez!

Estará tirando muy suave

de una raíz.

Cribando la tierra

para ese tallo perezoso.

Dejando un punto de luz

de agua en cada hebra.

 

Ayer me trajo una mano de belleza:

Una altea, unos lilos, salvia…

 

Ella doma lo verde.

Sabe lo que arraiga.

 

¡No! ¡Deja!

¡No la llames más!

Se habrá quedado dormida.

 

Un día la llamó el dolor…

 

Pero ahora, se está haciendo

rubia de luz y pura de agua:

Transparente.

 

La vida es ver crecer lo que  amamos.

 

¡Déjala que siga trepando

por la enredadera de su ensueño!

 

                 Ruben Lapuente

            (El Rasillo de Cameros)

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