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AQUEL CUERPO MÍO

Voy a recobrar aquel cuerpo.
Y ahí me voy a quedar.
Se movía como cuando
dejan de mirar el tuyo:
Sereno, sin sentirlo.
No envidiaba al viento.
No se envenenaba de azar.
Se ponía de pie
de una sola pirueta
desde lo más alto
de la litera del sueño.
No tenía rumor.
Desnudo,
bajo su diario diluvio,
salía puro,
igual que como empezó
a la luz del mundo.
Voy a recobrar aquel cuerpo.
Y por detrás de esa mirada
de flecha herida de luz verde
que azora y arrebata,
ya he dejado tendidos mis ojos.
Y bajo ese cielo de la boca,
la mía aguarda
por el señuelo de sus labios,
el sabor eterno de aquellos besos.
No voy a hacer caso del espejo.
Ese cuerpo lo he recobrado
porque lo he vivido.
Lo siento mío.
¿Qué más da que pueda ser
sólo un ensueño,
si tú, amor, y yo nos lo creemos?
Rubén Lapuente
AMOR EN LA BARCA

La he llevado al embalse,
a esa enorme alberca en el valle.
Desde la bancada me mira
mientras voy remando
hacia el centro del silencio.
Se desnuda.
Se zambulle en el agua.
Adrede demora su aliento
oculto en cada burbuja.
Y emerge abrazada a la proa
como un mascarón vuelto
al embate de mi deseo.
En la barca su espalda mojada
se cierra sobre mi pecho.
Y los remos de mis brazos
bogan por su piel erizada.
Dentro de mí
hay un valle anegado de miedos,
de amores, de dudas,
y ella lo cruza, lo vadea,
lo decanta con su hermoso
cuerpo de pez dorado.
La he llevado al embalse,
a ese aljibe de mi corazón
que ella sólo abraza.
Rubén Lapuente
LA OTRA

Uno no sabe bien porqué se enamora.
La piel es joven.
La mirada rebosa de luz.
Andan por ahí los hados…
Y el cuerpo
enseña su pureza:
se estremece.
Le basta un resplandor.
Un chispazo y prende
nuestro cuarto oscuro.
Así fue.
Pero en aquel rostro enamorado
surgía por momentos
otra cara
que se borraba
que reaparecía en un gesto:
En aquella sonrisa era otra.
En ese arrebato era ella.
En la tristeza eran las dos
en una misma cualquiera.
Cada vez me perturbaba más.
Uno no sabe bien de qué se enamora.
Pero aquel rostro
en tantos instantes revelado
¡cómo me fascinaba!
Fue en el fondo de una caja,
reparto de vivencias
que acostumbra la muerte
donde encontré la revelación.
Ahora las distingo más claramente.
¡Me he aprendido tan bien
los rasgos de ese velado rostro!
Sé por la dulzura cual me besa.
Por el deseo
cual turba mi piel bajo la ropa.
Por el amor
cual me llamará antes
al verme hundido.
No se lo diré nunca.
La que me muestra,
la otra.
La que yo vislumbro.
La que me hechiza.
Es la de la imagen hallada
y que oculto.
La niña que no se ha ido.
Que aún vive en ella.
Rubén Lapuente
UNA ROSA, UN POEMA...

La casa está encendida (Luis Rosales)
No me ha visto nadie.
Soy un ladrón de una rosa
de las que nacen de la sombra
de una tierra enamorada.
Que su olor te detiene
y te obliga a cerrar los ojos.
Una rosa, un poema…
Para su cansancio
de tantas idas y venidas.
Para la angustia de contemplar
una lenta y larga agonía
de su misma sangre
que le ha prendido
en la mirada, la tristeza.
Una rosa, un poema…
Que le he dejado sobre la mesa
como un temblor de luz
en su oscuridad:
"Esta rosa ha nacido
de un abismo.
Ha rasgado una sombra
enamorada.
Toda su hermosura
viene, como la tuya,
de muy adentro.
Rodéala, respírala,
abrázala, agótala.
Pero pronto,
amor, pronto.
Que el tiempo no respeta
la belleza.
Que no te descubra
en un recodo
vacía, desolada.
¿Oyes?, amor, pronto.”
No me ha mandado
ningún mensaje.
Al llegar a mi casa,
era de noche,
miré hacia arriba
y vi iluminadas las ventanas.
¡Sí, todas las ventanas!
¡La casa está encendida!
Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)