Blogia
El cuaderno de poemas de Rubén Lapuente

NIÑEZ ( 21 )

DESTELLOS

DESTELLOS

Hoy me he llevado al hijo al río

Aquí bordea el viejo arrabal

donde casi nadie quiere venir a vivir

¿Y quién se va a acercar a sus aguas

quién va a cruzar este puente de hierro

si al otro lado vigilantes cipreses

custodian la ciudad?

 

Nunca  se hará este río cicatriz

de agua en la memoria

 

Cuando estallaban los fuegos en otoño

yo me acercaba a sus ribazos

y por entre las estampas

de un cielo de noche

de bengalas

en el agua

buscaba  erráticos destellos

otros reflejos

escondidos

Y bajo el bullicio de las barracas

de madrugada

cuando mi brazo rodeaba su cuello

adelgazaba el oído

hasta  llevarla rumores ocultos

de sueños

que aprehendí

de muchacho

en su lecho

 

Hoy me he llevado al hijo al río

Por las calles

de la mano

desde sus tres primaveras

me habla con esa voz de pluma

con esa lengua de revoltijo

de su abecedario

que aprendo rápido

Si se aleja un poco de mí

me doy cuenta

de que es como un estandarte

enarbolado al viento

como si llevara de un hilo

una cometa de luz

siempre

viva

Como buen hozador

a cada paso

encuentra naderías

por las aceras:

un botón dorado ahora

que como un tesoro esconde veloz

 

Como dos náufragos

colgados del cielo

desde la mitad del puente de hierro

la espalda tan ancha del río

me golpea en la frente

y me recorre todo el cuerpo

Yo he venido

a las aguas de mi río

a arrojar

mi deseo

mi destello

que sólo yo lo veré

escarpado

eterno

mientras viva

 

Mi hijo mientras

mira el río como un gigante

Y empieza a darse cuenta

de su propia pequeñez

de su fragilidad

Imitándome

lanza su botón dorado

a las aguas

tan escondido ahora

tan inaccesible

que  ya por siempre

será un tesoro

su destello

solitario

y eterno

mientras viva

                       ©Rubén Lapuente

a mi hijo Rubén que  se acordará de este viaje

 

Foto: Puente de hierro sobre el río Ebro en Logroño

MARIONETAS

MARIONETAS

Sorteando el tinglado

el teatrillo de la plaza

me alcanzó

un relámpago

de algarabía

Eran los inocentes gritos

acallando

añagazas de bruja

Alertando

de emboscadas

de peligros

al despistado héroe

a su novia pura

Demoré el paso

para quedarme

en el rumor de la estaca

resonando

en la malvada cabeza

de trapo

Y me volví

para volverme  a ver

en el recuerdo

sentado en el suelo

ligado

por la maroma de otros brazos niños

entrando  en la fábula

sin miramientos

completo

con las mismas muecas

de tirria

de apego

de desprecio

de alerta

de miedo

de júbilo

que las que veo ahora

Todos los sentimientos

allí juntos

en aquel teatrillo de títeres

en ese tablado de las emociones

que quizás me sirvió

después

para olvidarme

de mi mismo

en la penumbra de un cine

en la soledad de unos versos

en la agreste belleza que me rodea

o frente al deseo de un cuerpo amado

y  para ser

no como un niño

sino aquel mismo

que salía de la tramoya

como un limpio río risueño

colmado

de entregarse

a la hermosa mentira

de la vida

                    ©Rubén Lapuente

                    (Glorieta del Doctor Zubía

                     Logroño. La Rioja)

SIN AIRE

SIN AIRE

¡Cómo sentía

la última luz

de la tarde!

Arrimado

a ese abanico de dulces radios

de sol

lucía toda mi piel

Me oía la respiración

como algo

que se sucede

inevitable

Como algo

que no me pertenecía

Aspiré

un sorbo de ese aire

de esa tarde

y la corté en mi boca

(uno   dos …)

Desde mi pequeño

oscuro mirador

veía

esa pulpa

de vida

desasosegada

su engendro creciendo

su loco braceo

el clamor de pie

su estertor

(sesenta   sesenta  y uno…)

el miedo

lo quebradizo de todo

mi resuello!

           ©Rubén Lapuente

 

foto  M. Gallego

contener la respiración era más

que un juego de niños

PRIMEROS PASOS

PRIMEROS PASOS

Llegaba a casa

herido de oficina

Tarde

al último compás

de su breve pie

No sé en qué hora

se atrevió  

con la sima de una llanura

No sé cómo apareció

plantado frente a la puerta

tirando de la cartera

de mis papeles

como de una carreta

rota

Su manecita

me llevaba

me traía

por los rincones

de sus madrigueras

despertando

la jerga de las cosas

Me enseñó

el lenguaje de los pájaros

Cómo se avienta a los bichos

Cómo de una pelusa

sacaba el oro

de su pelo

Y se enroscaba

en las ramas de mi cuerpo

como la más bella

y larga cola de ardilla

Y mientras

el haz de su risa

se perdía en mi mismo

Mientras me miraba

como si me mirara el mar

cansado

dejaba caer sobre mi pecho

su fardel de vida y sueño

 

Y toda mi niñez  

retornaba

                     ©Rubén Lapuente

 

       Con el hijo se revive la niñez que no se recuerda

       Que no se te pase dos veces

LA MANO DE NIEVE

LA MANO DE NIEVE

Nevaba

por una ventana

de la escuela

sin memoria

 

En el patio

corría perseguido

por dos breves huellas

que la nieve

me destapaba

 

Mirado y cegado

por aquel resplandor

metí la mano

en la blancura

y escarbé la veta

de luz

 

En la bicicleta

llevaba la dulce pala de la orilla

y hacía sonar

la bocina

sin cesar

para que todo saliera

a recibirme

 

Y junto al río fui

el hondero de la nieve

la gruta fugaz de un cuento

el feliz náufrago oculto

el parlanchín con lo dormido

 

Y extenuado

me tendí

sobre la gélida fragua de luz.

Sin fuerzas

me eché

sobre el tesoro puro de lo eterno

sin una pizca más de niñez

que arrancarme

   

Tuve que empezar a oír

lejanas y largas voces

para que todo mi cuerpo

tiritara.

                       ©Rubén Lapuente

 

al amanecer los niños montaron en sus triciclos

y nunca regresaron (L.M.Panero)

INFLUJOS DE UN BALÓN

INFLUJOS DE UN BALÓN

Bajo el brazo llevaba

un tesoro de amigo.

Antes fue

un rebujo de periódico,

un atado de hilas,

un limón verde y seco.

 

Dormía bajo la cama,

bajo mi sueño.

Yo hacía la tijereta,

la vaselina,

el remate de cuchara,

la rabona.

Y daba en la diana,

con los ojos cerrados.

 

A falta de campo

tomaba las aceras.

Bajo los motores aparcados

se quedaba preso.

Sólo me paraba el juego

el claxon de un vehículo,

el sobresalto en el corazón

de un estallido.

Subía al cielo

a mirarse en los cristales,

y acababa de rehén

en el balcón del primero.

Era la plaga

de las huertas en verano.

Del colegio sólo recuerdo nítido

las patadas a ese cuero.

Y el primer día de la camiseta

a rayas rojas y blancas

iluminada por mi dios falso de niño.

Y cuando me miraba ella,

regateaba hasta los guijarros.

 

Sobre el horizonte de mi ventana

ocultaba el cielo de estrellas.

Y lo iba a buscar hasta

en el fondo de un barranco.

 

Antes de ser

el héroe de mi sueño,

me rompió la rodilla

un defensa leñero.

Se desinfló mi balón de futbol,

aunque ahora mi infancia

sea mi propio hijo

y su sueño sea el mismo.

                           ©Rubén Lapuente

        para mi hijo Abel imán de todas las patadas

       sin más rodillas ya que romperse

PEQUEÑO PESCADOR FURTIVO

PEQUEÑO PESCADOR FURTIVO

Para el niño

los playmobil

son casi sordos.

Y sobre ellos 

balbucea

su arenga

mojada en saliva.

 

Luego

les acerca al oído.

Escucha sus señas.

Y asiente

sereno

con la cabeza.

 

Sólo para quien

le espía

todo es una fábula.

 

Le faltaba capitanear

al que dispara

en el agua

balas de burbujas.

 

Y ha dejado

un vaivén

en la pecera.

Y le ha llevado

al universo

de su alfombra.

 

Del pobre pez cree

que su barboteo

y sus coletazos

son como los de

un perro amigo.

Y le registra

bajo las escamas

el botón que lanza

chorros

de granadas.

 

Pero el pez

se desmaya

como una princesa.

Y el niño,

lo agita, lo agita…

 

Algo ha hecho de malo

cuando vuelve

a dejar  un vaivén

en calma

en la pecera.

 

©Rubén Lapuente

BURBUJAS

BURBUJAS

Tu soplo enjabonado

crea un universo

de lunas.

 

Tú te ves curvada

en el reflejo

de cada una.

Dueña

de cada planeta

de agua.

 

Si de pie

abres los brazos

caen pompas

de cristal

de tus ramas.

Y revienta

de la pulpa

tu zumo

de aire de niña.

 

Si corres,

la estela de burbujas

te muda en pez

con las aletas

de tus trenzas.

 

Yo

fanfarroneo con ella:

que si soy el mejor

cazador al vuelo

de burbujas.

Y le lanzo

una serpentina

de lunas de jabón

sobre la cabeza.

 

El momento mágico

de esa edad

no me toca.

Ella se queda rígida.

Sin duelo.

 

No es ésa su lluvia

de burbujas.

 

                                            ©Rubén Lapuente