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El cuaderno de poemas de Rubén Lapuente

NIÑEZ ( 21 )

DARÍO Y LAS TORMENTAS

DARÍO Y LAS TORMENTAS

 

Bravucón nos ha salido

este cielo de julio

que todas las tardes

como una celestial fallera mayor

comienza su velada

de fuegos tracas y centellas

 

En este nidal

entre montañas

su gigantesco

estruendo

me sobrevuela tan cerca

de la cabeza

que el corazón

se me estremece

Darío mi vecino

de casi tres años

ya conoce el miedo

él no tiene el valle de esa falda

de cuando la luz

 la cortaba un simple chasquido

y corrías hasta su cálido y dulce

cuenco de aroma oscuro

a enterrarlo:

mi primer recuerdo

Darío que le veo

que le oigo crecer cada día

en el jardín rayano al mío

me trae aquel valle estampado

de flores entre las rodillas de …

“¡Eh Darío

no te escondas

Sal miedica

Mira cómo relampaguea

Mira como truena

Mira que flechas nos lanza la tormenta!”

No sé si Darío recordará algo

si necesitaría de esa…

“¡Rubén  Mira  Mira

cómo “relampampuncia”!

Me dice a la enésima tormenta

Gracioso y ya valiente hombrecito solo

       ©Rubén Lapuente

        (El Rasillo de Cameros)

BICHOS

BICHOS

 

Puro y sin memoria

Hay una fiera

mugrienta en tu cuerpo

 

Capitán de los arrabales

de la cocina

Rastreador de cubiles

En un adarme

trizas

lo invisible

 

Tu ojo y tu reojo

sigue a todo

lo que se mueve

por el suelo

Cuanto más veloz sea

más avivas

a gatas

para cazarlo

 

Tu lenguaje

lo aprenden antes

los bichos

que los sabios mayores

 

Al ácaro

lo encuentras riéndose

del suspiro

del arma de tu madre

Al escarabajo

errante

le subes a la almena

de tu castillo

para enseñarle

el paisaje

Y a falta

de enemigo

le encierras

en la mazmorra

con miga de pan

de almohada

y puesta la llave

 

Todo

hasta que el grito

de tu madre

aplasta contra la suela

de su zapatilla

a tu amigo de viajes

 

Ahí empieza

a enturbiarse la pureza

Ahí nace la memoria

Y hacina

la primera gota

de cobarde

               ©Rubén Lapuente

PÁRVULAS SÁBANAS

PÁRVULAS SÁBANAS

Tendido en la cama

mis rodillas levantan

un cielo de sábanas de luz

por donde va mi hijo

trenzándome

su párvula

niñez

 

Con un lejano zumbido

de aviones en mi boca

se pone en guardia

con ese braceo

ciego suyo

de loca algarabía

Qué fácil sumergirme

en esa madriguera

convertirme

en la zancada de mis dedos

escoltando

a la suya

tan pequeña

 

A un grito mío

ya huimos de un gigante

por una empinada

ladera:

la encrestada espalda

de un dragón

que refunfuña

medio dormido

sobre

mi pierna

Al pisarme el ombligo

de pronto

todo tirita

Pero “¡corre -le digo -

que es el cráter de un volcán

corre que estalla

que nos coge la corriente  

de su rio de fuego

de viva lava!”

Y cruzamos

sin un rasguño

el bosque

oscuro de mi pecho

con dibujos

de ojos de fieras

que parpadean

con serpientes con unos de tiza

en las pupilas

silbando

en cada

ensortijada

mata

de mis hebras

 

Antes

de alcanzar

la combada ribera

de luz

de la sábana

en el refugio del bolsillo alto

de mi pijama

me parlotea

tranquilo

en esa lengua virgen

gorjeo de luz del paladar niño

que me deslumbra

 

Y todo hasta que

una voz cálida y firme

cada noche repetida

echa abajo

nuestra bóveda

hiere a mi hijo de sueño

me despierta

a mí

de la niñez  y…

      ay

me retorna  

a esta otra vida

hasta mañana

                              ©Rubén Lapuente

EL REY DE LA ORILLA DEL MAR

EL REY DE LA ORILLA DEL MAR

Para conocer el mar

miro a mi hijo

El niño rey de la orilla

El único capaz de vaciarlo

en un hoyito

Le veo a la carrera

bordeando

los pétalos de espuma 

de cada ola

huyendo

de esa suave lengua de agua

que siempre 

le zancadillea

 

El niño rey de la nadería

pellizcando

lo que el mar le regala:

esa vega de luz

de escamas de plata

o en la rosaleda

de nácar de la arena

esa concha  

que coge

la mira

la cierra en el puño prieta

y ya no la suelta

hasta que

en el bajío

del sueño

alguien

se la roba

 

Y embelesado él

siento como que el mar

le arrebata su pequeña memoria  

Y me vagabundea

Si se me perdiera ahora

 lo encontraría

en un instante

o borracho de arena en la orilla

o de pie en jarras

desafiando

las tarascadas

de las olas

o ensimismado

lírico entre las dunas

dejando escapársele

por entre los dedos

su puñado

de dorada

arena

 

Cuando ya le da la espalda la tarde

y me lo llevo

enarbolado

envejecido de sol y de playa

me vuelvo a esa luz

de esquirlas de acero

que el mar

me desnuda…

 

Mañana  mi hijo

se despertará

como la mar

¡qué envidia!

 naciendo

todavía                          

                        ©Rubén Lapuente

                           (Peñiscola)

PÁJAROS EN LA COCINA

PÁJAROS EN LA COCINA

Yo tenía diez años

Y pájaros volando

por la cocina

De sus azulejos

colgaba

una cepa seca

de nido

Yo amanecía antes

en un bosque

de cazuelas

que en mis cerrados párpados

Yo tenía en el hombro

el loro

del hijo de un pirata

Y una boca

en pico

de migas de pan

Y una lengua de trapo de lechuga

Y el columpio de Pinito del oro

en cada dedo

 

Yo tenía a mi madre

que iba tras las plumas

y las heces

 

Por el acantilado

de la mesa

tiraban

el tintín

de mis dos monedas

Y bajo

sus ojos

debajo de las plumas

se me aparecía un tesoro oculto:

sus mejillas

 

Y en la fritura

desde la platea del teatro

de la cocina

oía la coral dorada

de sus eternos trinos

 

Y sabían que era yo

el granjero

del silo

del alpiste

El del cuenco del agua limpia

 

Y creían que la luz de la lámpara

era otra vez

el sol de la mañana

 

Sobre mi cabeza

volaba con sus alas

dentro de mí

 

Una tarde

mientras mi madre

pintaba de azul

el yeso del cielo

se escaparon todos por el balcón

Y me apeé yo también

con ellos del paraíso

al oficio de vivir

                    ©Rubén Lapuente

Criaba canarios y las crías las tenía en la cocina volando libres por gentileza de mi madre, claro. Aunque ahora pienso que ella fue la mano negra(está perdonada)

De niño se vive en el hoy .Un día abandonamos aquella tarde de pájaros, de juegos: el paraíso y nos vamos una temporada al oficio de vivir .Con los años recuperaremos aquella tarde que dejamos a medias y volveremos a vivir en el presente.

Foto de Franco D´Albao

IN CRESCENDO

IN CRESCENDO

Arrastrabas

un cilindro de madera

engastado con cegadoras

llaves de plata.

Y parecía sostenerte

abrazado a tu niñez.

 

Con su tímido sonido

huías al fondo de la casa

y atrancabas la puerta

como la de una ciudadela

para que no nos llegara

el estridente arpegio

de un aprendiz sonrojado.

 

Pero, poco a poco,

fuiste quitando cerrojos,

dilatando el largo listón de luz,

acercándonos lentamente

los colores del sonido.

Y el ámbito de la casa

se fue poblando de escalas,

adagios, sonatas, fantasías…

El aire espeso de olas de notas,

vivía, vive con nosotros.

         

Y ya, qué importa

que el haz del tiempo

te mire y lo sigas,

que nos dejes con su lejana

espalda dibujada.        

Si rezuman las cosas melodías.

Si tenemos grabado en el tuétano

la partitura de tu vida.

                     Si ya somos

náufragos felices en el aire

eterno de tu música.

                               ©Rubén Lapuente

     Foto:  mi hijo Abel

EL IMÁN

EL IMÁN

Las cosas no son lo que parecen

Mira este imán

Sus días

de cuando yo sólo era un bicho

entre las piedras

El pequeño mágico planeta

de silenciosos hilos invisibles

 que por debajo de la mesa

mudaba  las tachuelas

en eléctricos  peces

Surcaba entre los pliegues del mantel

barcazas de latas de la cena

 Y de limaduras

como soldados traidores

formaba

en un tris

un ejército fiel

    

Las cosas no son lo que parecen

Mira este imán

Su entraña

¡Cómo me lleva al gesto de mi madre

de acomodarse la falda!

¡Al valle donde se perdía el miedo!

 

 Y si lo sigo mirando

Me aúpa

hasta la triste orilla de mimbre

¡Ay de mi niña hermana ya olvidada!

¡Ay de la que nació

del azul del zafiro enfermo!

 

 Las cosas no son lo que parecen

 Mira este imán

 Ahí dentro están

 los días

 en los que

 alargaba el brazo

 y sobre la palma de la mano

 me abría su enigma

       ©Rubén Lapuente

GUSANOS DE SEDA

GUSANOS DE SEDA

Me regaló mi padre

una caja de cartón de zapatos

con gusanos de seda

Era como tener

latiendo

en mi cuarto

un juguete con vida

que pedía

siempre

voraz

las solas hojas de un árbol

Y a la fronda

de moreras del cielo

subía yo el otoño

en la salva de mi balón

 

Siempre merodeaba

por mis deberes

la larva que yo quería:

Nómada

por el desierto

coloreado de mis láminas

Monstruo  por detrás del tintero

Si se atrevía

a remontar mi mano

mis dedos se volvían

pasarelas de un barco pirata

y sobre el mar

verde de morera

se arrojaba

solo

 

Crecían tan rápido

como mi señal

en los azulejos de la cocina

Un día

igual que como cuando me llamaba

secamente mi padre

dejaron su voracidad

su quehacer

a un tiempo

y desde el anclaje del aire

empezaron

a trenzar un dulce saco de seda

alrededor de sí mismos

Yo los veía extrañado

de que no dudase ninguno

de que su hilatura

no les encadenara

Los veía

al tiempo que mi madre

creía tejerme una bufanda

mi retorcida clava de lana

que blandiría al frío sol

de la otra pandilla

enemiga

Yo los veía salir mariposa

de donde no la había

¡Y con prisa de preñar paredes!

¡De morir!

Y recuerdo mis dedos

despegándose

de las alas

de aquella dulce carne de morera

que desde la ventana 

como una serpentina

de verbena

caía

 

Y titubear

subiendo la caja

a lo más alto del armario

dándole un empujón

para no verla

desde la puerta

                                   ©Rubén Lapuente

                                 Foto de Quico Ventana