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El cuaderno de poemas de Rubén Lapuente

INTIMISMO ( 22 )

ROPA TENDIDA

ROPA TENDIDA

Mira que tarda uno en encontrarse

en las pequeñas cosas

(¿sin importancia?)

Veces y veces

tendida mi ropa al poquito de sol

que cruza el patio

¡Y cómo no verme nunca

partido en los alambres!

¡Si parecen banderas de mi cuerpo!

 

Zarandeada

Despojada ropa de lo que rezuma mío

¡Y cómo no pararse a mirarla

en su recreo sin mí!:

En esa silueta fugaz…

¿No he sido yo?

En ese jirón del viento…

¿Así caería herido?

¡Qué señorial en la quietud de ese perfil!

 

Cómo apura en secreto

la última gota

de lo que dulcemente

me ha robado sin querer

(¿Se puede hacer belleza

de lo cotidiano?)

 

Y abro la ventana

y tiendo mis brazos

hacía lo más corriente

a lo inagotable

de la eterna pequeña

rueda de la vida

junto a otros brazos del piso de abajo

junto a otra cabeza

en el chirrido del tendedero

que nos descubre…

 

Y tiento

y recojo la ropa

como si de una sola pinza

pendiera el azar de mi vida

(¿Se puede sentir placer

de lo cotidiano?)

 

Y me visto

con la renacida pureza

de la ropa

con ese poco mágico

que también le lleva al corazón

una camisa limpia

                         ©Rubén Lapuente

SOLO Y CONMIGO

SOLO Y CONMIGO

El  frío transparenta los sentidos

Camino hacia la montaña

a la cabecera del río

que hoy alumbra lomos de hielo

Todo lo nuevo que nace

viene del final de otro comienzo

hacia otro inquieto tenaz retorno

Florescencias dormidas del bosque

que se ovilla de temblor

 

¡Ay de quien mienta aquí!

¡Ay de quien sobre el dulce dorso

helado del río

no grabe en el hielo

lo que duele   lo que ha perdido

lo que se acaba!

Solo y contigo

Renglones de una vida

que la sonrisa leve de un sol de invierno

volverá sollozos claros

Aquí puedes hacerlo

Aquí no eres lo que atesoran tuyo

Ni  lo que te dejas que te roben

Te servirá para que un día

en la blanca pared

la sombra vencida de tu cabeza

la hagas el más bello ocaso

Solo y contigo

Nada más

 

Corriente helada abajo

vuelvo sobre mis pasos hacia el valle

Anochece

Salen los sueños

Oigo lento el claro tintineo del agua

Cruzo la linde mágica del río

Y para que me vean

para que me reconozcan

me vuelvo a esconder

                                 ©Rubén Lapuente

                                (El Rasillo de Cameros)

  Foto cabecera del río Iregua. Sierra de Cameros. Navidades 2007

ETERNIDADES

ETERNIDADES

Una tarde leí unos versos

de Eternidades

que me acompañan siempre:

“¡No corras, ve despacio,

que adonde tienes  que ir es a ti solo!”

 

¡Y qué fácil lo encuentro todo

si lo busco dentro de mí!:

¡Viajero solo por la travesía de lo que soy!

 

Y este corazón mío

antesala de sentimientos

ya no es una cita de venas

Si soy el primero en oírle

seré el primero en atrapar

su campanada de alborozo

o de cruel herida de vida

¡Y estoy alerta!

Que no se me escape la belleza

que comienzan mis dedos

recogiéndole el cabello

por detrás

de la oreja

muy despacio

mientras la hablo

mientras

me mira

porque

de pronto

como un milagro

le brota una lumbre de luz de diamante

en los ojos

Ni la de las cabriolas

de una sucia hoja de papel

a merced del viento

que si dobla una esquina

temo

un instante

por ella.

 

Como un cazador

de lo pasajero

eterno

soy

¡Sublime siempre conmigo!

¡Viajero solo

por la travesía de lo que soy!

    

                             ©Rubén Lapuente

                 Foto : Leyre o la luz del diamante

ALTAMIRA

ALTAMIRA

Le despertó la caricia del sol.

Y una mano de hembra

le movió levemente.

(“La misma mañana de siempre.

El mismo tronar del bosque.

El mismo rumor del río bajo mis piernas…”)

 

Mientras el fuego doraba

los arponeados peces,

el azar le llevó

a un saliente del techo

rocoso de la cueva:

(“La misma forma.

La misma giba en la piedra

que la de un bisonte…”)

Y en su imaginación,

lo fue dibujando,

luminoso,

preciso.

 

Perfiló la silueta

con un trozo de carbón.

Mezcló raspadas margas,

limados ocres,

bermellón,

con grasa,

con sangre caliente:

Ya tenía la paleta de colores

que rezuma la piedra.

Ya tenía el pincel

en cada yema de los dedos.

 

Embadurnado

por una lluvia de tintura

se tendió boca arriba

sobre el suelo de la cueva:

Apareció tanta belleza desconocida

y suya (la que veo yo ahora)

que tuvo que empezar a ser otro ahí.

 

Tuvo que romper a llorar.

                            ©Rubén Lapuente

                                    

    después de Altamira todo parece

     decadente (Picasso)

LA VIDA INTERMITENTE

LA VIDA INTERMITENTE

Ese continuo rodar lento

de los días

esta armella de sol de fondo

que nunca duda

este minutero

de la rueda del mundo

equilibrado

por legiones de horas

robadas

 

sin hondura

sin calado

como si vigiláramos

a una multitud

que somos nosotros mismos

vivimos

impregnando de tiempo

las cosas

al rozarlas

alejándolas

como si algo las fuera retirando

despacio

de nosotros :

la vida en un radio de uno mismo

interrumpida

falsa como una grisalla

útil

en la desventura

para no desaparecer:

y así una mañana

tropezamos

con ese largo olor a pan

con los versos de estravagario

en las traseras

de una repisa olvidada

con aquel brillo en los ojos del otro

que hemos despertado

otra vez

y la vida que no es profunda

sale a la superficie

intermitente

 

y extrañamente renacemos

 

                                    ©Rubén Lapuente

                     Cuatro poemas de Estravagario de Neruda

EL HUÉSPED

EL HUÉSPED

No me preguntéis

quién es

ni de dónde viene

Algunas veces coincide conmigo

Me aborda

como un corsario

en alta mar

Y me pinta una sonrisa

de rueda de luna

Y me hace tararear

baladas no escritas

 

Si me viene

su ráfaga de la calle

la aguja del reloj

apresura la sirena

Y con un brazo en mi hombro

se toma conmigo

un par de cervezas

 

 cuándo me habita

por la manera

de cómo me mira ella

de insinuárseme en una rendija

flechada

sabiendo que se le cumple

aquel sueño de niña

 

Algunas veces coincide conmigo

en la tristeza

Y me lleva hasta el balcón

que abre la vida

Y me enseña a vivir

allí con la muerte

asomada a los cristales

perezosa

 

Me gustaría

que se quedara

siempre conmigo

pero hay muchos días que no le agrado

Y recela

Y espera a que haga

una seña

cuando esté

de buenas

                  ©Rubén Lapuente

RECUERDOS DE IDA Y VUELTA

RECUERDOS DE IDA Y VUELTA

Tengo que estar solo

muy solo

Y cerrar los párpados

con los ojos abiertos

 

Hay otro yo en mi interior

que sabe

que no existe el olvido

que nada se puede

despegar del álbum

y me lleva de recuerdos

con pasaje

de ida y retorno

 

Del halda

que mojaba de mi madre

a la rosa

que corona la piedra

que hollaron mis dedos

 

De mi piel

que hozaba la tierra

rodando canicas

a mi hijo

tirado en la alfombra

mercenario en el universo

de una caja de sueños

 

De la trinchera

donde un muchacho

que fue mi padre

disparaba sólo al azul del cielo

al instante

en el que secuestrado

por galones y cruces

me daban la voz de fuego

ante una diana

a la que yo ponía rostro

 

Del miedo

a no saber morirme

a pensar

que un instante antes

le estaría dando vueltas

a esos versos

 

Tengo que estar solo

muy solo

Y cerrar los párpados

con los ojos abiertos

 

                     ©Rubén Lapuente

QUE NO SOY YO

QUE NO SOY YO

Estoy cansado

como después de un largo viaje,

como si se me hubiera hecho muralla

la tapia que de un brinco

saltaba de muchacho.

Necesitaría un gigante

zarandeándome los hombros

para remover este lago interior mío.

La vida es un estado de ánimo.

Y me siento como la otra media piedra

enterrada de estas calles.

Hoy me ha llamado el maestro del pueblo:

Que si puedo llevarles el telescopio.

He preparado una habitación de la escuela

como si fuera la boca de un lobo.

Apuntando al sol de mediodía

por el balcón entreabierto.

Ciegas con cinta todas las rendijas.

Y en ángulo he puesto una cartulina

como de pantalla de cine.

Hablándoles en la oscuridad sólo les he dicho

que el sol es como el quiosco de la música

de la plazuela de abajo,

todos bailamos a su alrededor, a su son,

sin darnos cuenta de que somos

añico suyo.

 

Yo creía que iba a ver caminar

un sol de bolsillo, turbio, arrugado,

receloso, como el mirado

en el fondo de una sucia charca.

Pero, de repente, apareció la curva

de un sol amarillo de fuego, vivísimo,

avanzando por el espacio negro

como un juego de magia verdadero.

¿Podemos tocarlo?

Estuvimos casi en silencio

hasta que el sol se arrojó

por los acantilados de la hoja.

Aplaudimos todos.

 

De vuelta, pisando las calles de piedra,

comencé, sin querer, a tararear una canción

que tenía olvidada, de Humet,

de cuando salvaba de un salto

el trecho del río…

       …que no soy yo…

       que aún no soy yo…

                           

         ©Rubén Lapuente

           Que no soy yo de humet