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El cuaderno de poemas de Rubén Lapuente

ALGO MÁS QUE NATURALEZA ( 22 )

LA SOMBRA DEL HAYA

LA SOMBRA DEL HAYA

mi pino enfermo mi haya ganando cielo

Tiré de la raíz

como de un hilo de agua

como si desvistiera

a mi hijo dormido

El haya

Lo veré desde el albor

Frente a mi casa

Junto a mi pobre pino descarnado

que ya se rinde de la vida

(¿Cómo puede pesarme tanto

 una sombra enferma?)

 

Un haya niña

Y al sur

Hoyuelo de mis diez uñas de tierra

Y frente a mi ventana

Hojitas hambrientas de luz

soñando darme penumbras

Haya que atravesarán

dulces rayos de sol de inviernos

Ruina

y naciente esplendor

mirándose

Relevo cruel en la altura

(¿Cuándo sabré que ha muerto?)

 

Pero el vano de su tiempo

no se cruzará con el mío

Mi hijo riega ahora

la sombra del haya

Moviéndose  

De perfil

Le reconozco memorias

cercanas

otras ya idas

¿Quién duda que mi perfume

no se baña en el estanque

de su sangre?

 

El haya

El tiempo

No llegaré a su cielo

Mi hijo ahora se asoma

tras los cristales…

 

¡mi recuerdo

en dulce sombra

de mañana!

 

©Rubén Lapuente

(El Rasillo de Cameros)

ODA A LOS PINOS

ODA A LOS PINOS

Si la luz tomara otra altura,

estos avizores de vanos,

de claridades,

escalarían reflejos,

su nuevo espigado cielo.

 

Bajo estos hijos

de aquellos mástiles velados

que surcaron los mares:

camino, grito, me escondo,

me hallo a mí mismo.

Y tomo sus troncos

como brazos en jarras,

y voy de uno a otro,

girando, bailando

en el tronar de la verbena

de esta verde plaza

que huele ya a tristeza.

 

Antes de que el hacha se lleve

los pinos marcados,

como un enajenado capitán

formo a la compañía

y voy repartiendo consuelos:

 

Tú, serás mi libreta rayada,

la del esbozo de mis poemas

que escribiré sobre tu entraña abierta.

 

Tú, la espalda blanca encuadernada

con la caligrafía en tinta de versos

de Neruda, de Juan Ramón, de Benedetti:

el breviario eterno de mis poetas.

 

Tú, serás los largueros de mi tálamo

en el corral erizado de placer.

 

Tú, qué suerte, sin marca,

morirás enhiesto, altivo,

sin que lo sepa nadie.

 

Tú, serás el banco

junto a la puerta de mi casa.

Y pasada la revista,

como un soldado más,

me pongo al lado

del que más conozco.

De pie. Y erguido.

 

Y cierro un momento los ojos.

 

        ©Rubén Lapuente

        (El Rasillo de Cameros)

HORMIGAS

HORMIGAS

Se topan con mi mano.

Las extravío.

(Como si la vida no les fuera dura.

Gigante que me tirara

de los cabellos)

Salen ligeras.

Entran con pinzados fardos.

Génesis gemela   

nuestra:

Cubil sin alba y

batida de migajas.

 

Retiro mi mano

y la fila se restablece.

Una, ¿traviesa?

deserta de la hilera.

Se para.

Todavía no me mira,

como yo

estrellas.

 

          ©Rubén Lapuente

         (El Rasillo de Cameros)

Vuelo en Ala Delta

Vuelo en Ala  Delta

de niño soñaba que tenía unas alas para volar de casa (rubén lapuente)

Erizada la piel, lo espero.

Con mi arnés de pájaro,

mi disfraz de libélula.

Desde aquel niño

que agitaba las manitas

y se arrojaba al vacío en sueños.

Viento que me arranca

del tobogán de la ladera

y a su espalda me abandono,

y me lleva,

                 me eleva, me eleva...

sobre la estela romana que corona el azor,

por encima de las copas de los pinos,

de las torres de asalto a la inocente paloma,

del rebaño de corzos que barruntan

la venida de un nuevo enemigo.

Y al virar las alas, en un  escorzo,

veo al bosque elevarse

mucho más allá de mi cabeza.

Y me ciño a su cintura verde.

Y me aferro a las riendas

de aquel dulce miedo de infancia.

 

Se estira el viento

en los hilos de mi marioneta

y aunque pierdo altura

todavía me lleva, me deja, me lleva…

por encima de los tejados ofrecidos

a un diluvio de agujas y piñas,

sobre la nueva vía verde al embalse,

siguiendo la sombra de mi sueño

de azor en el agua.

 

Y desciendo,

tenso, vaciado.

Con la sensación de que de detrás mío

viajan aún todas las imágenes,

que me alcanzan, me rebasan,

y que es ahora, cuando,

de pie, sin salir de la crisálida,

el viento me arranca

del tobogán de la ladera

y  me lleva,

                        me eleva, me eleva...

 

                            ©Rubén Lapuente

   (El Rasillo de Cameros)

 

LA LLUVIA

LA LLUVIA

Siempre vuelve la misma lluvia.

 

¿La reconoces?

 

Cada migaja que te toca

que te despierta

que te cala

punza su memoria en tu piel.

 

¡Sal!

¡Sal a la lluvia!

Como a una derrota,

como a una alegría.

Que el hueco del corazón

lo llene el prodigio del agua.

Que te moje la gota

que rozó aquel beso,

que limpió la herida del ciervo,

que en el terraplén

alivió la muerte del soldado.

 

¡A la lluvia!

¡Sal a la lluvia!

Que se embeba de ti,

que se amalgame

con tus lágrimas.

 

Regresará un día,

y otro, y mil,

hasta que la ventura la deje

en la comisura de unos labios

e inunde una boca

de lluvia de memoria tuya.

 

¡Sal!

¡Sal a la lluvia!

 

 ©Rubén Lapuente

CIERVO

CIERVO

    la vida es ciervo herido que las flechas le dan alas(Góngora)

                      I

                          (Berrea)

 

Brama su sexo candente.

Lo oigo desde casa,

lo oímos.

Si el otoño soñara,

sería con este hermoso ciervo,

altivo  mascaron

voceando en los calveros

su profundo y enorme

deseo insatisfecho.

Lo oigo desde casa,

lo oímos.

Y mi mujer bromea conmigo:

¿Eres tú cariño?

 

 

        II

     (Sexo)

 

Tras los pinos,

le veo cercar su ardiente

establo.

Le basta un hilo de olor

de su tierra orinada.

Dentro,

un harén de hembras

mira el calendario

en el cambiante color

de las agujas.

No sienten

si ganará o no

enredado en otras cuernas

(no he visto grabado

ningún corazón atravesado

por una flecha)

Sólo desean,

que apremia el tiempo,

que las cubra

deprisa,

un pálpito de carne

en el crepúsculo.

 

  

 

           III

   (Premonición)

 

Desmogado, agazapado

en su yacija de sueño tembloroso,

al mirar a su alrededor,

le empezará a nacer

una terrible memoria

de ausentes.

Bastará el eco

de un lejano estampido,

para, asustado,

equivocarse de dibujo

en la pared de detrás

que mimetiza

y le esconde.

 

 

          IV

     (Muerte)

 

Con hambre de hambre,

bajó a ramonear

contenedores.

Sin la espesura.

Como un manojo de nervios.

Con todo el frío del miedo

en las venas.

Acorralado por sí mismo

en el puente,

mis aspavientos

le hicieron creer

que era yo su verdugo.

Por un momento pensé

         que iba a desplegar las alas.

 

                       ©Rubén Lapuente

               (El Rasillo de Cameros)

 

LA LAGUNA NEGRA

LA LAGUNA NEGRA

    agua pura y silenciosa que copia cosas eternas (A.Machado)

¿Lo hiciste?

 

Caminaste

por las faldas del Urbión

entre altos y enhiestos

pinos?

 

¿Te subiste

al mástil

del barco que fueron

para divisar

el paraíso?

 

¿Te volviste

solitario y loco

el capitán

de ese verde océano?

 

¿Te paraste

a oír bajo los pies

la oculta y niña voz

del Duero?

 

Y al trepar

por los farallones

a lo más alto

del murallón desnudo...

¿Cosiste allí

con hilos de luz

la bella laguna

negra a los ojos?

 

¿Lo hiciste?

 

Y en la travesía

del agua que copia

cosas eternas

¿Soltaste por un momento

los brazos?

¿Te dejaste ir,

sumergido,

a merced del roce

de leyendas y secretos?

 

¿Lo hiciste?

 

    ©Rubén Lapuente

                                                                                                       

  http://soria-goig.com/Rutas/pag_0420.htm      Ruta literaria con A.Machado

OJOS DE DEHESA

OJOS DE DEHESA

                                                a Carmen en su destierro    

Le estorban las montañas.

Son murallas

que no le dejan ver

lo que hay después.

Demasiados árboles -dice-

para fijarse en alguno.

Sin ese confín no hay sosiego

en su terco corazón.

 

¿Quién se cansa de mirar el mar?

¿Quién no se descubre

ante una noche de estrellas?

¿Quién desvía la mirada ante

un valle de cerezos en flor?

 

Ella desea la lejanía

para no acabar nunca

de abarcarla.

Si se perdiera,

lo haría bajo

esa techumbre.

Si amase, 

se volvería al sonrojo

último de aquel horizonte.

Si le hicieran daño,

buscaría el aliento

de ese dibujo en los ojos.

 

Para entenderlo

tendrías que haberlo visto

desde muy niño

o como yo

volver a nacer

dentro de su mismo sueño.

 

¿Cómo no va a echar de menos

el mar de su tierra,

si allí se hizo dehesa?

                                   

                                                                     Rubén Lapuente

                                                         (Salamanca)