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El cuaderno de poemas de Rubén Lapuente

HISTORIAS NATURALES( 13 )

EL PERIÓDICO DEL BAR

EL PERIÓDICO DEL BAR

 

Este redomado viejo

Caduco listillo

Secuestra el periódico

del bar

de mi bar

cada día

Y toda la mañana!

Oh  Es que no lo suelta el muy pájaro:

Las esquelas   El crucigrama

Los siete errores…

Lo desmenuza  todo

Hasta debe buscar

esas palabras ocultas

las que se leen  entre líneas

el muy jeta

Estuve por decirle

que el periódico no es suyo

Que debería de tener

un poquito más de educación

Que al bar

se viene también

a leer  la prensa  claro que sí

pero

joder  no a raptarla!

Me contuve por respeto

a sus arrugas

a su pila de años  

a su senectud

Pero ayer     vengativo

me adelanté

a su cita con la tinta impresa

Arrebatándosela

Quise darle un escarmiento

Demorándome  

en cada página

un pequeño siglo…

El viejo me vino

con su paso torpe

con el baluarte

de su adelantado bastón

Lentísimo  

como si cruzara el mismo Amazonas

me reía yo  de él   así   cruel

por lo bajinis…

 “Cuando termine

llévemelo  allí  al fondo  

por favor” -me dijo

No le quitaba ojo

De soslayo

notaba yo sobrevolándome

su impaciente espera …

Un gesto de dolor o de recuerdo

de su mano buscando el lado

izquierdo del pecho

me hizo abandonar

mi pequeña ruindad

Comprender

su lejana mirada

en cada hoja que yo vencía

Su desazón

por ese retraso

en su encuentro diario

con el rocío del papel

con su perfume a aserradero

con las noticias

como nuevos planetas girando

en torno al sol de su cabeza …

Que un periódico

puede ser tu único hombro amigo:

centinela

de esa sicaria soledad

que contrata tu derribo…

Y lo cerré de una tacada

No sé si media vida o la vida entera

-Aquí lo tiene-

le estaba quitando

                              ©Rubén Lapuente

recital  en Madrid 

mi nuevo blog         http://rubenlapuente.blogspot.com/

MARIAMOR O EL SOL DEL MEMBRILLO

MARIAMOR O EL SOL DEL MEMBRILLO

 

Bajo un cielo

de mil frutales ramas 

de la vega del Iregua

va y viene Mariamor

Para ella serán sólo

manzanas  ciruelas

melocotones  nectarinas…

pero para otros

pequeños dulces planetas

coronándola  

rondándola

esperando caer

de la rueda de su mano

al remanso de su falda

al reclamo

de unas cajas

apiladas en la carretera

al tenderete

en el zaguán

de su casa abierta

al árbol de la sangre

de mis venas…

Pero ella está en otra cosa

Está a lo suyo:

a escoger

a pesar

a vender su cosecha

a ganarse la vida

Ella no sabe

que bañada     así

por tanto perfume

de la bodega de la tierra

la ves  más sencilla   

más clara   más bella

más Mariamor…

Al irme

me regala un membrillo

Ese que tiene

las ventanas abiertas

Que lleva dentro

un sol ardiendo

Para perfumar el coche- me dice-

Sé de su leyenda

del mordisco

en su carne amarilla

de las antiguas novias griegas

para entrar

en ese lecho  nupcial

de enredadas sábanas de luna

con la boca llena

de perfumados besos

Levanto el pie del acelerador

para cerrar los ojos

para beberme un instante

la esencia única

de ese dorado incendio…

De Lardero a Cameros

Voy tirando de un hilo

de amarilla luz de aroma

Voy  destejiendo la madeja 

de un corazón

hecho de perfume

de sol de membrillo:

El de Mariamor

La que va y viene

de la vega del Iregua

La que está en otra cosa

                       © Rubén Lapuente

MUERTE DE UN TERNERO

MUERTE DE UN TERNERO

 

Se rezagaba el animal

Buscaba un aparte

un recodo

un remanso

a su pudor

de hembra preñada

Y muy débil se tendió en el pasto

Una bandada de buitres

lo adivinó enseguida

y sobre su grávido vientre

empezaron a tejer

en su lenta

y fingida danza   

un rosario de sangrienta corona

El ternero salió

como un niño

por la gatera

culebreando

con la cabeza entre los brazos

y tan mojado

de cálida oscuridad

que así

arrojado sobre el pasto

parecía el rebujo

del papel

de celofán

de envolver a una estrella

Pero la vaca

acostada

no podía lamerlo

No lo alcanzaba

Erguía la cabeza

La volvía

Empujaba con el cuello

Tiraba de sí

Pero su débil ramalazo

no llegaba a la raíz

de sus pezuñas

Y de ver

cómo su morral de calostros 

se quedaba  

tan solo a un palmo

infinito

del hocico de su cría

oh se le curvaba toda el alma

Alrededor

Apiñados

En comuna

El corro de buitres

enfatizaba con las alas:

Que deberían

acortar los tiempos

Que para no pasar

tanta hambre

deberían dejar

de ser carroñeros

Hacerse antes verdugos

Como esos matarifes

que desde las claraboyas

veían buscarles la yugular

con un cuchillo

que así no se angustia la carne

que así se fragua más despacio…

Y valientes

se lanzaron  primero

a por las mullidas

cuencas de los ojos

del ternero

que desde las tinieblas

miraba el horror

de haber nacido…

                               ©Rubén Lapuente

                                 Llanes (Asturias)

LA FLOR DE LA HIGUERA

LA FLOR DE LA HIGUERA

 

Lo que me duele lo hago rápido

Lo miro todo de soslayo

Y doy la temida última vuelta

de cerradura a la casa de mis padres

cerrada por la muerte

Yo quería salir deprisa

de ese silencio insoportable

pero sobre la tapia del patio

de la casa al volverme

se asomaba la dulzura de mi infancia

 ¡Ay! ¡Mi higuera!

Aquella noche de San Juan

subida yo a sus ramas

Quien arrancara su flor

que nacía y moría

eterna en un instante

sería por siempre feliz

Leyenda que me creía

a pies juntillas

¡Ay!  Esa noche

en la espesura

bajo ese olor grave

asfixiante

me moría de inquietud

Y al encenderse las hogueras

se prendió la higuera

(o era en mis ojos)

de fugaces luciérnagas

Aparecía y desaparecía

en cada brote

la oculta flor efímera

Pero no me dio tiempo

a atraparla en mi puñito de luz

¡Ay! ¡Mi higuera!

 

Entré otra vez en la casa

Ahora sí oía respirar a alguien

Y como aquella noche de San Juan

me subí a su enramada

a su profunda dulzura

Y bajo ese olor grave

comencé a aspirarla  

a jadearla

a asfixiarme dentro…

La bocina del coche llamándome

me hizo despertar

dudar  bajar deprisa…

 

De vuelta

al verme llegar Rubén

le evitaba la mirada…

 

ni me venía la voz”

             ©Rubén Lapuente                            

        Foto: Higuera. Vitigudino (Salamanca)

NIÑO PINTOR

NIÑO PINTOR

 

Si le doy a  mi hijo

un pincel,

un lápiz de colores

Le doy la mano del viento

Le doy el vuelo

de un hilo de tiza

del sueño

Y me pinta una casa,

su bólido rojo

un sol amarillo,

y a un tipo con antenas

(o es su remolino en el pelo)

con sonrisa de payaso

 

No titubea, no tacha,

no copia, no sufre.

Aprieta el color

para que salga más intenso,

más llameante.

Y, o rompe la mina del lapicero

o se queda sin fuerzas,

medio dormido,

sobre los colores.

 

Sin una pizca de pintura

en la memoria

lo que le sale es definitivo,

original, puro, sin patraña.

Y lo hace de carrerilla

como si llevara mucho 

tiempo en esto del arte.     

Luego pone su nombre

a la lámina con letras

desmedidas…

Y la olvida para siempre.

 

Y a otra cosa, mariposa.

                        ©Rubén Lapuente

A MI JERSEY

A MI JERSEY

 

Hay cosas que

las sostiene su envés

Esa trastienda

donde siempre una misma

joven brisa

ronda corazones invisibles

Donde una rosa

se turna

tapando

cada lenta agonía

Hay cosas

que no se tambalean

Me pasa con algunas

fotografías:

con retratos que andan solos

Con mi vieja cama de latón

Con cierta pintura…

Pero sobre todo

con este jersey

de lana

que espera alguna tarde

en la palomilla del armario

el recuerdo

del ala de mi mano

Y que esconda

el reclinar de un cuerpo de muchacha

o diamantes de saliva

de besos furtivos

que tenga

pequeñas lágrimas de rozaduras  

de tumbos de bicicleta

en su regazo

o  agujas de rocío

de noches

en el balcón colgado

de mi ladera de trinos y estrellas

que tenga esa última

huella

de su palma en mi dorso

como un puñal infinito hundido…

no me basta

para comprender este

idilio

que dura

más de treinta años

Hay algo más aquí

que una larga hebra de la memoria

De trama

de estambres de jirones

de vicuña herida

en alambradas   

al viento helado de los montes debe

estar hecho este bicho

que parece

ajuar de piedra

Y siempre

con la misma edad

Como si lo estrenara

cada vez

Me gustan

esas hebras de tierra

Esos pequeños vellones azules  

blancos y naranjas

que giran en mi torso

como astros

ya alejándose

pero de su enfermiza

bella palidez…

Y que aún me embriague su cárcel  

Por la casa me

lo pongo alguna tarde

y me sonrío

pensando que algún día

podría cansarse

de mí

como si

fuera indigno

el que yo lo llevara

 

¿Pero por qué no veo un harapo?

¿O es ya un harapo?

 ¿Por qué no se tambalea

como yo?

                      ©Rubén Lapuente

BOLSILLO ROTO

BOLSILLO ROTO

                               a Carmen Sevillano

Es como si me estuviera dictando

o cosiendo los versos

Qué fácil inclinarme para beber

en el cuenco de mi mano

el agua de su fuente de hilachas

con rumor del pedaleo

de su eléctrica rueca  

en el runrún del desfile

de sus puntadas exactas

en este cuarto de hilandera

cuyo ruido de fondo

semeja un café  bar

con modistas musas…

A la huérfana soledad

del silencio

tirado

en su cita conmigo

ondeándome su red

de banco de peces del dolor…

que no me espere!

Me quedo aquí

junto a sus bártulos

frente a sus criaturas

Y me enseña el arrullo

para el hijo de Viviana

para esa triza de trino de colibrí

sin naricilla aún

o el faldón para la hija de Elena

aún esqueleto de plastilina que ya pone

el oído en la pared de su vientre

al que en un santiamén

le borda un tallo de rosas  

de profunda y  oscura belleza

con un tono distinto

en cada una…

Me enseña  cómo va

la alfombra de almazuelas:

ni lavándome con una  libra

de perfume de nardo puro los pies

merecería  pisarla  le digo

 

Y ya casi se me olvidaba

que yo había venido

para no oír más el tintín

de mi manojo de llaves

cayendo por el tobogán de mi pernera

Que tengo el bolsillo roto

Y qué vergüenza no saber casi

ni enhebrar una aguja!

Oh  Mientras le cose la herida al pantalón

No se da cuenta

Pero por dentro mío

no sé dónde meterme

                             ©Rubén Lapuente

A UNA MÁQUINA DE COSER

A UNA MÁQUINA DE COSER

 

                                            a Carmen Sevillano

Tan convencida

Tan deprisa

Eligió

su trocito de enser

de herencia

de su casa cerrada

ya sin vida

 

Ayer

la arrancamos

con toda su larga raíz

de hierro

hundida

en la dehesa

 

De camino

en cada curva de la carretera

la mano de ella

sobre su costado

era como

un brazo

amigo

sobre la espalda

 

“Ponla ahí bajo la luz de la ventana

que se limpie de penumbras”

 

Al abrirle las gavetas

los botones bostezaron

recobraron la memoria:

 

“¡Si todos tienen el rostro de su ropa!

Mira estos dorados

son de la guerrera de mi padre

Estos grabados de anclas

son de trencillas

de bocamangas

de trajes de comuniones

de mis hermanos

¡Cómo me devuelve este de nácar

aquel rosetón de cintas

de mi primera blusa!

¡Mira!

¡Si tiene carcoma!

¡Si parece de tan herida

rueca de luna!

¡Ya me la estás curando!”

 

Oh como la entiendo ahora

Si se ha traído el zumbido

de ese pedaleo de vida

en la casa

El que trenzaba hebras de luz de sol

cada domingo

¡Y todas las tardes de su madre

sobre hilachas!

 

“Ponla ahí bajo la luz de la ventana

que se limpie de penumbras”

 

Su trocito de enser

Su pequeña gran herencia

Que ahora alegre

en silencio

sólo coserá

recuerdos vivos

                         ©Rubén Lapuente

              El Rasillo de Cameros (La Rioja)