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El cuaderno de poemas de Rubén Lapuente

BREVES MOMENTOS ETERNOS( 23 )

LA CAFETERA

LA CAFETERA

 

                                  Si tocas tu sueño morirá (Pessoa)

Cada mañana

antes de entrar en el agua

le pongo al fuego la vieja cafetera

de aluminio

Y yo no sé

de dónde saca tanto olor

que me coge siempre

al otro lado del espejo

silbando alegre

al son de su bufido…

 

¿Pero de dónde vienes

tan íntimo como un beso aroma?

¿De pisar en el lagar de la noche

 racimos de luna negra?

¿De orear las sábanas mojadas

 de pubis trigueños vienes?

¿Del bronce del otoño

en los hayedos de Cameros?

¿De los ojos azabache de Teresa?

 

Me hueles

a aquella barca en el embalse

con la bancada rota

A madre en el balcón

soplándose los besos

o en la cocina

colando con una media de seda

el café de puchero

Me hueles

a una tarde de lluvia

en un bar

girando lenta del asa de una taza

esperando el desamor…

 

Cualquier día

en cualquier terraza

la vida

se sentará a mi lado

coincidirá conmigo

¿Y quedará algo más en el recuerdo

que un embriagador aroma

de tostada brisa de café?

     

Cuando me siento

a la mesa

disfruto cada mañana

viéndola beberse ese negro cuerpo

que le pongo al fuego

mientras

este lírico tonto de quimeras

como si creyera romperse

ese aroma del sueño de una taza

al bebérsela

como si lo mejor del placer

fuera  sólo su preludio eterno

se desayuna

una dulce y triste manzana

costumbres

Ah pero con aroma de café

                           ©Rubén Lapuente

 

EL HIJO PRÓDIGO

EL HIJO PRÓDIGO

 

Ha sido ese volcán

de racimos de soles negros

temblando en el remolque del tractor

que lentamente sigo

que no adelanto

lo que me ha hecho

alzar la cabeza al cielo

despertar de una ausencia

de demasiados años…

 

Voy detrás     

rodando

como ayer en la vendimia

de mi infancia más luminosa

Y de pronto

en el asiento de atrás

por el espejo retrovisor

se me apareció

aquel  niño mío antiguo 

el de las chiribitas de un fuego

del alma en los ojos

pidiéndome que volvamos

que reanudemos aquella tarde

que dejamos a medias

esa de vencejos 

con campanas lentas…

Que recuperemos

aquel paraíso

que abandonamos

al irnos a ese oficio de vivir

a ese mal invento

en el que con prisas

de un lado para otro

con la cabeza agachada

pensando en quiénes somos  

se nos pasa la vida…

Y tan decidido en recuperarla

que me tira de la manga

del volante del coche

hacia  la casa

la de la ventana que daba

a un ejército de viñedos

y aunque ya sólo está

bajo mis párpados

me la dibuja

en el revuelo de hojas

de un solo soplo  

con pájaros que vuelven

y quieren que les siga por las calles

de sus primeros pasos

que piso con tiento

como si aún estuvieran

tiernas esas huellas

y medio sonrío por pensarlo

por verme   tan inocente

tener sólo ojos para el suelo…

 

Cierro los ojos  y

sobre los hombros de mi padre  

a horcajadas    ya soy un gigante

Voy sobre la mejor montura de la memoria

de tantos seres

alumbrados por otros

que salieron de otros

en otros

de un primero

que aún punza su recuerdo en su espalda

que yo jinete niño espoleo

y por primera vez 

a mí también me alcanza

esa  flecha del clamor

de la memoria en su boca :

 

“Ésa es la torre  hijo

como la de tu castillo

como la de tu fuerte de madera

Ahí  dentro

un puñado de milicianos

de tu misma sangre

dejaron los aperos

resistieron envueltos en llamas

vencieron a un ejército

con la dignidad

con el orgullo  con el valor…

Nos devolvieron la libertad

Eran como ese puño cerrado tuyo

en el que atesoras

una piña del suelo

y tanto la aprietas

que ni el sueño de la muerte

te la arrebataría

No lo olvides   hijo

cuando te avasallen

cuando intenten pisarte en la vida…

Recuerda que abrieron sus casas

las sábanas de sus camas

usaron su ajuar de venda

de cauce de un río de otras heridas

No lo olvides

cuando descarriles

tu tren de hoja de lata  

cuando a tu lado veas sufrir

deja lo que estés haciendo

 y ve   ve

recuerda   recuerda….”

 

Cierro los ojos

y veo a mi niño salmón

remontando suaves colinas

Veo su silueta recortada en el crepúsculo

empuñando su espada

de sarmiento de capitán

del mar de los viñedos

Y busca un tesoro

en un grano de uva de ámbar

Sabe que la alegría

en las noches de terciopelo

duerme en la copa de vino

que al trasluz de la luna púrpura

alza mi padre al viento de la vida

Y toca su dedo la gota

 de rocío temblando

en el pámpano de una cepa

y entre los labios la deja

un segundo

como un diamante de saliva…

Veo su cuerpo menudo

bailando al son de pasacalles

en torno al templete de la plaza

con luna de septiembre vestida

con arreos de vendimia …

 

Voy detrás rodando

como ayer en los veranos

de mi infancia más luminosa

Remolcando ahora yo también

a todos los que nos han dejado

Que no se me olvide

que soy el mejor rocín de la memoria:

mensajero de la sangre de mañana…

 

Me voy enmarcando

en el espejo retrovisor

-mi niño antiguo se desvanece-

aquella tarde de vencejos

con campanas lentas en el viento

que dejé a medias…

La que hoy he recuperado

Me voy pero me quedo

en mi cuna de oro

de racimos de soles negros:

         Cenicero

                               ©Rubén Lapuente

                 Cenicero    poema publicado en la revista El Regadio

Foto :réplica de la estatua de la libertad en la localidad de Cenicero que se creó en 1897 para rendir memoria a los Héroes de la Torre, valientes que resistieron durante el asedio de la torre ante las tropas carlistas.

LA MUJER DEL LANZADOR DE CUCHILLOS

LA MUJER DEL LANZADOR DE CUCHILLOS

El cuchillo gira una vez

antes de reflejar

en su acero

la sien de la mujer

De quedarse

a un tris de la voz

En la cala de madera

a una grano de arena

de la cintura

Entre los muslos

timbrando

lo más lejano

lo más íntimo

Él arriesga siempre

hasta la cumbre del filo de su piel

Ella es una diana

entregada

esperando en silencio

lo incierto

el azar…

Un leve reguero

de sangre

comienza a bajarle

por la pierna

El lanzador

mientras desclava

dolorosamente

uno

a

uno

sus destellos de plata

la ve sonreír…

El amor es un collar de rubíes

sobre la arena  

que bajo su pie 

ella demora enterrarlo

un instante…

 

Mientras las luces de la noche

golpean las ventanillas

del carromato…

La mujer tomará

entre sus brazos

al hombre

como si fuera un niño

      ©Rubén Lapuente

a los Giribaldi del circo Raluy

KAMIKAZE

KAMIKAZE

 

Me brindan una muerte hermosa 

Vendrá a recibirme la gloria 

Fue aquel filo de acero en las palabras 

Aquella arenga que macera la carne

en orgullo  en dignidad   en pureza

Que trasciende la vida y la muerte

El emperador te sueña me dijeron

Y cómo negarme si el valor

de la vida ante el deber

tiene el peso de una pluma

Cómo no dar un paso al frente

si nos están humillando

A la cabeza me he anudado la cinta

de mi patrio sol rojo violento

Oh felicítame madre

como una tierna flor de cerezo caeré

le he dejado escrito

Sobre el mar de aguas de jade tembloroso

éste será el último cielo azul puro que veré

Abajo ya avisto el gigante acorazado

Y en picado mortal como un Ícaro

de plata desciendo esta curvada hoja

de acero de viento divino…

Mil veces mil  trepidante gira la hélice

Oh todo viene hacía mí

como en ancas del vértigo

En la carlinga no cierres los ojos

me dijeron

Que viene a recibirte la gloria

Que todas las flores de cerezo del templo

brillarán para ti

                      ©Rubén Lapuente

Poema publicado en la revista La Fanzine

Foto : Un grupo de pilotos Kamikazes: Jóvenes desbordados por las desgraciadas circunstancias de la guerra(4.615 jóvenes japoneses se inmolaron)

FLOR SOLITARIA

FLOR SOLITARIA

Mira esa flor solitaria

La que nace

del sufrimiento

Parece una mano insurrecta

La ves como la flor

del fusil

de un partisano

Como triunfal bandera

entre las piedras

Valiente

Acosada  Sola

Mártir

de un sueño cumplido

Y sabes

que te dice

que la vida no es fácil

Oh dilo siempre

Y más a quien nazca

en cuna de oro

Dilo siempre:

La vida no es fácil

Y quizás fascinado

la cortes

delicadamente

o puede que la envidies

por florecer

en el miedo

y bajo la suela

del zapato

le apagues la luz

para pisarte

a ti mismo

          ©Rubén Lapuente

ESPEJISMO

ESPEJISMO

 

El cristal

de mi ventana

La pureza de una abeja

extraviada

De pasatiempo

abro los labios

los aplasto ahí

Asomo

la cala rosa de mi boca

El falaz polen de mi saliva

Repiqueteo en el vidrio

Del néctar del cristal

del espejismo

veo a la obrera

libando

Al echar el vuelo

me parece como si

se hubiese llevado

algo mío  

Algo de valor

Perdido

 

El trozo de espejo

La pureza de mi hijo

El pequeño sol

que lo embosca ahí

Lo azoga

A la sombra

de la pared

lo lleva  lo gira

lo enloquece

Su trazo de oro puro

lo para

en lo sombrío

del zaguán

en mis ojos

somnolientos

que al abrirlos

prende

que adentro

al estallar

me encuentra

algo mío

Algo de valor

Perdido

                 ©Rubén Lapuente

LA PEONZA

LA PEONZA

 

La peonza

Lo más banal

Casi nada

La encontraste

al vaciar la casa

cerrada

por la muerte

Es la tuya

Tiznada

La tocas

y te quema la savia

de sus días azules

Tiene vida

Ocho años

más joven que tú

Aún con limaduras

de apretado color

de lapicero

de tu mano

infantil

Son tus huellas

Bajo el agua

la limpias

de sombras

primero

Le abres las ventanas

La secas

Es la tuya

Llena de tumbos

de niño

De vitola de tirones de zumbel

En la piel de loza

de tu palma

estirada

bailaba

hasta emborracharse

Es la tuya

Tiene tus huellas

Y te la llevas

a un estante

de tu casa

Y todo lo de a su lado 

se empequeñece

Tiene entraña

Y recuperas algo

que te mira

Ya a alguien

que comparte

contigo

la misma herida

del tiempo

                  ©Rubén Lapuente  

MORTAL Y JOVEN

MORTAL Y JOVEN

 

Sólo fue  un momento.

En un escorzo casual mío

En uno de los dos espejos

que forman ángulo en el baño.

Y de mi lado izquierdo.

Sobre alguna cómoda

sé que habrá algún instante de ella.

El tiempo va poniendo retratos

delante y delante…

En el fondo de un cajón

a la luz de una rendija olvidada

seguro que duermen sus cosas.

Cómo se parece a ti, oía desde niño.

Yo siempre  creía

que me parecía más a mi padre.

Menos esta mañana.

Y de mi lado izquierdo.

Ahí estaba.

Casi miro el espejo  con recelo.

Su rostro sobre el mío.

El mío  sobre ella.

Su cara con la misma edad

que la que tengo yo ahora.

Paralizado miraba en el espejo

sus ojos ,sus pómulos ,

sus labios, su mentón…

Moví un poco la cabeza

para desorientarla,

para desenmascararla.

Me seguía.

Era la misma. Y era yo.

 

Abrí la sonrisa al mismo tiempo que ella…

 

Y desaparecimos.

 

                     ©Rubén Lapuente

                     13 de marzo de 2009

 A mi madre