CAREO

Tú la cumbre
Yo el rebeco
Tú el rayar del día
Yo el rocío
Tú la rosa
Yo el rapaz del patio
Tú el botín del corazón
Yo el bandolero
Tú adiós de azahares
Yo trampero del viento
Tú la dehesa sin fin
Yo encina en tus ojos
Tú quien entorna las sábanas
Yo quien se cuela dentro
Tú pequeña lumbre de dolor
Yo ungüento de besos
Yo la ira de algún día
Tú la mano en mis labios
Yo soldado caído
Tú la lluvia en mi rostro
Yo hueco en el lecho
Tú la mano dentro
©Rubén Lapuente Berriatúa
PUREZA

La nieve dibuja
un corazón sobre el agua,
bordea los labios de una hoja
verde y oculta
¿Sabes que la belleza
que nace eterna
sólo perdura un instante?
¿Estabas tú ahí, te diste cuenta?
¿Sobre esa pureza
pusiste toda la tuya,
te enredaste con ella,
o la mirabas sin verla?
¿Y si el brillo de aquellos ojos
era sólo para ti?
¿Y si el jadeo
que oías a oscuras,
era codicia de tu piel?
¿Y si aquel tembloroso
cuerpo entregado,
era el amor que buscabas?
La nieve dibuja un corazón
sobre el agua…
¿Y si lo salvaras?
¿Y si muriera en tu palma?
© Rubén Lapuente Berriatúa
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BAILE DE SOMBRAS

Ha sido una canción.
Su chispazo en mi sangre
me ha soltado los pies,
me los ha calzado de un suave y melodioso
vuelo de hoja muerta.
Siempre hay un recodo
que no le enseñas
que no le entregas
Y el baile te arranca de tu plácido refugio
Y te obliga
Te detalla
Te desenmascara
Y la he cogido tan dulce de la cintura…
La pequeñez del espacio
nos hace girar en el remolino
de dos miradas
de dos sonrisas
Imposible escaparse del acecho
sin tregua
de una boca, de unos ojos.
De pronto,
ahí en la pared,
en nuestras sombras
(¿el envés de la apariencia?)
cómo se siente el peso
de esta larga andadura juntos,
el cansancio también del viejo latido
del eterno amor
Si se diera cuenta ahora ella
podría hasta sumergirse
en este rio mío oculto
reflejado en el espejo
tan claro del suyo
(Oh cómo se entrega esta mujer)
por el que me cuelo
hasta donde ya no puede haber nada más
Alargo la melodía en mi garganta
en la última vuelta
que demoro con ella…
Y al pararnos
me fijo cómo dos sombras en la pared
(¿Por qué aún extrañas?)
se amalgaman.
©Rubén Lapuente Berriatúa
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BELLO DOLOR

Oh, bella joven mujer, que siempre, temprano y a solas, nos damos los buenos días. Que estando hoy yo entrando en la oficina, en la trastienda, nada más verme, ha dejado el obrador y como hecha una bruma, muy despacio, sin bajar la mirada, se me ha acercado con esa fuente de dolor, con esa casida del llanto íntimo…
¡Y oh Dios mío! ¡! ¡Qué alud me vino! ¡Qué marea! ¡Qué abismo de ojeras de mar de amor herido!
Y qué me importaba a mí si de amor huido moría. ¡Oh pulgares míos descorriendo sus lágrimas! ¡Que me había elegido a mí para enjugarlas! ¡A mí! ¡A la oscura orilla del mar de mi pecho! ¡Al pañuelo de espuma blanca de mi regazo!
¡Sí! ¡Qué era a mí a quien clavaba ese bello y dulce dolor mojado!
©Rubén Lapuente Berriatúa
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EL BIOMBO

Nos hemos comprado
un biombo:
El último cerrojo
de nuestro dormitorio
Y le ha dado
un aire
como de suite de saloon del oeste
desvergonzado
En una de sus hojas
descansan
mis pantalones
Vivaquea
de una esquina
mi camisa
Si fuera un cowboy
colgaría también
el sombrero de ala ancha
las botas con espuela de estrella
con cinco puntas
y la cartuchera
con la culata
de mi revólver
asomándose
como una víbora de plata
Luego entra ella
por un lado y…
¡ale hop!
planta
su sostén en el medio
como si luego fuera a enjabonarse
en una de esas bañeras
de patas con garras
de bronce de leona
Tiene allí en lo alto
algo de triángulo
celestial
Una prenda
que si le oigo su pequeña tralla
me evoca
dos proas por la casa
dos lebreles sin bozal
dos turgencias…
¡Oh! “La gauche divine et á droite aussi…”
Que si duermes
toda la noche
sobre ellas
olvidas los sueños
amaneces sin memoria…
Luego cuelga la falda y…
¡ale hop!
aparece
por el otro lado
la misma
pero oh qué distinta
Viendo todo eso
en tu cumbre
biombo
Sólo nos queda
apagar los móviles…
Y encima
con
tarde
de
lluvia!
©Rubén Lapuente Berriatúa
DULZURA

Me viene con pasos
de pantera cautiva
Titubeante
Como una bandada
de dientes de bruma
Me dice que cree que ya no la deseo
Que la miento
Que sospecha de mí
Que me busca
huellas de otra
hasta en la raíz de la mirada
Que mis palabras
“déjame ahora no”
le sientan
como pequeñas y breves
punzadas
de candente aguja
Que ahora se alimenta
de cuando
subía a la azotea
a que yo le viera los ocasos
en los botones de su blusa
y del eco del chasquido
de la estrella fugaz
de mi vertical cremallera
Que nunca
salvo conmigo
tuvo ella la piel
con escamas de plata de mi saliva…
Que añora ese suelo
de jergón de los caminos
que el placer luego
acolchaba
con lana de esmeraldas
de las mismas
duras
piedras…
Que grita de ira
de abandono
de vacío de espera
Que qué quiero de ella
Si yo sólo quiero
le digo
que me viertas
aquella dulzura de tu cuerpo
si era de tu higuera
Que gires despierta
en este carrusel de la vida
de dos boletos
hasta que nos suene
la última sirena…
Si yo sólo quería
que
vinieras
así
©Rubén Lapuente Berriatúa
LA VOZ DEL SUEÑO

La oigo respirar…
Si no durmiera a mi lado
por esa voz del sueño
que no se parece
a la que yo atesoro
no la reconocería
Por momentos
alienta suspiros de niña
En otros inspira
roces de viento
perdido en la oscuridad
Luego imperceptible
su aliento calla
como si soñara
algún sueño del silencio…
Y al no oírla
tira de mí el vértigo
de cuando
un día
cuál antes
en el lecho
será un hueco
insoportable…
Y la despierto
con la voz
ronca
del sueño fingido
Desvelada
se vuelve hacía mí…
¡Y no me mueve!
Rubén Lapuente Berriatúa
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DETRÁS DE ELLA

Voy detrás de ella
De un vaivén olvidado
La veo como la ven los otros
Como veía adolescente
su cuerpo por los soportales
El mismo gesto de acomodarse el pelo
La misma transparencia que desplaza su silueta…
¿Lo que amo son sus formas?
La sigo para que no se me acabe su cuerpo
Para volver a dibujarla
sobre el esbozo de ayer
Ánfora que se cimbrea
cruzando esquinas gentes luces…
Se para en un escaparate
Vive el hallazgo la sorpresa:
El vestido quizás ya interrogado
Creo que amo su manera
su aire: el de un sueño…
Al girarse ella de pronto
casi no me da tiempo
a darme la media vuelta
Me estará ahora viendo caminar
delante entre la gente
Gritará mi nombre
¿Qué haces aquí? me dirá
Siento sus ojos a mi espalda
El sonido de sus tacones…
Alargo un poco la zancada
Tenso el cuerpo
esperando su voz…
¿Pero porqué no me llama?
©Rubén Lapuente Berriatúa
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UNA PALABRA

Una palabra
entre los dos
De mí para ti
A solas
Esa palabra
que atraviesa
la piel como un milagro
Que
al perderse
se esconde
en todos los rincones
de uno
Pero ¿cuál?
¿Vida?
No Ésa no
Mejor otra
Que vida lleva
a su espalda un Judas
Un sicario
Un circo de lágrimas
No
Y tan dulce como “cariño”
Tampoco
Que pronto se repite
como muletilla
Oyéndola todos
Que empalaga
No no
“Cielo” es demasiado bella
Etérea
No se clava como un rejón
Tan remilgada acuarela
tampoco
“Corazón”
a ratos valdría
Pero es demasiado directa
Puede sonar a falsa
A retahíla
Para una llamada
dulce es única
Para abrir la piel como un libro
de versos a la noche
es arrolladora
Pero no no
No es ésa
“Amor” sí
Pero es incompleta
Por lo rotunda
Puede que no diga la verdad
Abarca preludios
Muy suave suena a deseo
Pero al final muletilla también
Y no no No es esa
Una palabra entre los dos
A solas
De mí para ti
Que curve la mirada
Que evoque toda la memoria
Mejor que cariño
que cielo
que amor que vida
que corazón
Una palabra
como una dulce
tormenta
secreta
mojándonos
Desnuda y vestida a la vez
Sin cuentos
Una palabra una palabra…
¿Esposa?
Oh sí
¡Sí!
¡¡Esposa!!
©Rubén Lapuente Berriatúa
LA CABAÑA SOBRE EL CIRUELO

De la cabaña sobre el ciruelo
ya se fueron los niños
Un rincón para no crecer
“¿Subo?”
El pedaleo de sus piernas
tiene aún viveza de chiquilla
y su gesto al volverse entrando
“¿Subes?”
traviesa frescura de mujer
Para tropezarse
siempre esta covacha:
nido del sueño del amor
de este leñador de pesares
con ella ya saliendo
de su barreño
de quimio y rosas…
¿Y por qué ya no
limpia de muerte?
“¡Oh sube ya!”
Para que vea en mis ojos
su estrella
llamo a la celestina luna
doble del embalse
y al encendernos
la luz de la mesilla
la cabaña sobre el ciruelo
parece la alcoba de plata
de la misma luna…
Para no crecer
bajábamos las escaleras
de dos en dos
como chiquillos
© Rubén Lapuente Berriatúa
El Rasillo de Cameros (La Rioja)
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FIDELIDAD

Por la avenida me cruzo con ella
camino del trabajo
Voy con ese cuerpo
que finge despertarse cada mañana
Y no es la mejor manera
de atender la dulzura de unos ojos
Al principio
sólo era un perfume intenso
Luego la brisa que movía
se me fue acercando
como la de aquel mismo lejano
temblor adolescente
Y al vernos
caminábamos más despacio
para que durara algo más
el azar de nuestra diaria coincidencia…
Las miradas se hicieron cada vez
más cercanas más cómplices
más sostenidas
Yo me ladeaba para no rozarla
para ser sutil y amable…
Hasta luego -me dijo ayer-
Adiós -a media voz y a destiempo- le dije
Y nos volvimos a la vez
para darnos nuestra
más radiante sonrisa…
Hoy sabía que era la mañana
del encuentro de la cita en un bar
de las preguntas
de las mentiras quizás
Ahora está ella bajando por el bulevar
Adelantándose al tiempo
Buscando mi silueta en la lejanía
Oyéndose el timbal enajenado del pecho…
Pero hoy he cambiado de trayecto
He tomado una calle paralela a la avenida
Y mientras la veo fugaz
rebasarme por una esquina
me imagino
camino del trabajo
que hay ahora alguien
que descorre unas cortinas
que abre un balcón
de par en par
y que recogiendo mi ropa sobre la cama
tal vez por un momento
aspire su olor
© Rubén Lapuente Berriatúa
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CARMÍN

Date carmín
Raudal de arrebol
¡Date ya!
Y déjamelo
de montura de los vasos
Y en la luna del armario
a la altura de mi boca
o de mi bálano…
¡Quiero verlo!
A la noche
Oh guerra de amor
¡Date luz de cera de rubí!
Y píntame ya
pincel de tus labios
¡Que quiero boca de carmín!
¡Que quiero sangre de besos!
Y al irte
de madrugada
clávamelo tembloroso
en mi espalda
dulce abierto
y oscuro
©Rubén Lapuente Berriatúa
mi otro blog http://rubenlapuente.blogspot.com/
JARDINERO

Son como una mujer
que se adorna para su cita:
Inmóviles
en ese escaparate del destino
o el que mis manos
de aprendiz de jardinero
les dieron
acicalaron
buscando la belleza
de mi jardín
dentro de la mía
también
Y así he podado las ramas
de las enredaderas
por el rayar del alba
en sus yemas de flor
Así he vestido a las calas
con su blusa abierta
enseñando por el escote
su vela dorada de amor encendida
Las prímulas las violetas las clavelinas
los racimos de las glicinias
como calcetines malvas
tendidos al sol de mayo…
Todo está preparado:
El olor
que para defenderse
se hizo fragancia
ya ha sacado billete
en el largo tren del viento…
Y el color
que para sobrevivir
se hizo salvaje
ya lanza guiños
al hervidero ansioso de abejas
que caen al fondo
del cáliz de las flores
ebrias de farolas de estambre
trayendo llevándose
el fecundo tesoro del polen de oro íntimo…
¡Oh que todo para perpetuarse
se haya tenido que hacer bello!
Al atardecer
sale ella
rociando garabatos de agua
en cada hoja
Su rojo pantalón ceñido
Su blusa gastada abierta
anudada bajo el pecho…
Los cabellos rubios recogidos
sobre la nuca desnuda…
Me acerco por detrás
enredada ella aún
en caligrafías del agua
y al tomarla por la cintura
al ladearme dulcemente su cabeza
pruebo en la corola del cuello de su piel
como si fuera yo el paladar
de un enjambre de abejas
eso inexplicable
misterioso
esa marea que sube
de la misma raíz de la vida
©Rubén Lapuente Berriatúa
El Rasillo de Cameros (La Rioja)
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MARIAMOR

Quien da amor pierde amor (Pessoa)
Hoy no se detiene
mi corazón en la piel
Va muy por delante de mí
con esta blanca
y rubia luz trasparente
con esta Naturaleza
que necesita
bien poco que la mire
para ser una parte mía
¡Qué poco he tardado en habitarla!
Hoy no se detiene
mi corazón en la piel
Y con ella voy
a mi claro del bosque
a amarla
en ese duro jergón del placer
de la maleza…
Y bajo ese techo
de cielo enramado
con las sombras de las hojas
bailándome en la cara
ya con la cabeza sobre su vientre
por primera vez siento
el vértigo de la urdimbre
de la vida
bajo mi mejilla
Ese maderaje
que cobija el empuje
de memoria tras memoria:
Sazonada vasija
de vida y muerte irrepetible…
Pero… ¿Y cuánto tiempo más
voy a tardar en habitarla?
¿Cuánto
si todavía me paro en su puerta
con los nudillos en el aire?
¿Por qué no recalar en cada
herida que trae a casa?
¿Por qué no asfixiarme con ella
si nos hemos elegido?
¿Cuánto tiempo más
voy a tardar en vivirla?
¿Y si empezara
por cambiar las formas?
Y ahora mismo
Que todo diera un giro inesperado
Empezar añadiendo
como un guiño suave mío
una hermosa palabra a su nombre:
“Eh Mariamor
Aún no sé de qué va del todo
esto de la vida
pero debe ser algo así como
estar sobre este camastro de hojas
tendido junto a un corazón
que confundo con el mío…”
Y al mirarme
Mi cabeza ladeada sobre su vientre
Sonriéndola
En el fulgor de mis ojos
le enseño
lo más oculto que guardo…
Lo que no se arropa
Lo que no muda nunca
Y empiezo ya a sentir mi vacío
©Rubén Lapuente Berriatúa
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PIEL DE RONDALLA

Oh secreta voz
Vergonzosa
Explícita
De aprendiz de rufián
o de dulce diablillo
Bajera
Presta
al tempo ardiente
del cuerpo
cosida
En una noche entregada toda
Sale con su jácara
Con su jerga
de lupanar de mirlo
de inocencia
Susurra al oído
rubores
Su arrobo
rasga el sonrojo más vivo
y sus tropelías
de mentira
abren los pliegues
del goce
a esa íntima llaga secreta
o mudan en ariete
de piedra
o de cabeza de carnero
lo que parecía
un tallo de primavera…
¡Oh rondalla bajo la piel!
¡Oh procaz voz secreta!
¡Oh noche entera de amor
entregada toda!
©Rubén Lapuente Berriatúa
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EL VIAJE

Eh amor Tú
déjate llevar
Tú
mientras viajan mis versos
por tu cuerpo desnudo...
Quieta
Tú quieta
Sólo es un poema
Tal vez para cuando no me encuentres
o para cuando no te encuentre yo
Empieza en tu boca
De ella bebería
como los labios del caballo
entran ávidos
en los abrevaderos
a espuertas a saciarse
Luego
por el barranco de tu cuello
Por esa rama de alerce
pondría mis manos
grandes
curtidas de bosque
ahí quietas
hasta que oyeran el murmullo
del único sueño
que vuelve a tu corazón
En tu pecho
me quedaría un largo rato
uniendo colinas
Desentrañando el enigma
de esas dos aréolas
como rosetas de niña
como turmalinas
de ajuar del tiempo
que se me agigantan
si cierro los ojos…
En esos timbres
gemelos del amor
llamaría sin descanso
con mis labios
con el rodar de mis mejillas
con los besos
me abrirías…
Así
Déjate llevar
Tú quieta
Que en tu cintura…
¡Que copie aquí el alfarero
la suavidad del tiempo!
resbalaría mi mano
por esa curva imposible
de dulce tobogán…
hacia la encrucijada de tus muslos:
mi ensenada
tu herida de placer
mi olla del amor
tu espejuelo hambriento de alondra…
De dónde huye la muerte
Y después te miraría a los ojos
para entrar en tu cuerpo
como lo hace la voz
el olor el aire el miedo
como lo hace el amor!
Rubén Lapuente Berriatúa
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ODA A SU CUELLO

Como a su boca
como a sus ojos
como a su pecho
Verlo así también
como retazo solo:
Como leño de madera preciosa
o como veleta
de apretado ramo
de juncos de río
Verlo largo e inquieto
como el de esa gacela
cuando le trae el viento
olor a pólvora
Y siempre
a punto de crecer
Siempre de puntillas
Levando su luz de álamo
o el desaire
de diadema a sus cabellos…
Y en esa pasarela
camino del magín
o de vuelta
arrollados
en niebla de sueños
pongo la palma de mi mano
de ajorca
un segundo
ahí la paro
como si mis dedos
tocaran el rumor virgen de un río
Verlo como vira
en el sigilo
o en algún murmullo
o levísimo en el presagio
Verlo con sus ojos en la nuca
dándome su mejor perfil
o llevándome besos en escorzo
rezagado yo
amante
a su espalda asomado…
Y al ladeármelo
se lo ofrece
al rayo de luna
de mi boca:
Ese relámpago
que chapotea en el fondo
del pozo de su piel…
Que le deja un reguero
de saliva de plata:
una herida de placer
abierta en su cuello
Rubén lapuente Berriatúa
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LA ERMITA

No le bastaba a mi mujer con cerrar los ojos. Tenía que ir a ese claro del bosque donde se levanta la ermita de Lomos de Orio. Sentarse en uno de sus fríos bancos de madera. Mirar de frente a su inquilina. Hablarla bajito. Tenía que decirle en persona lo de la sombra en el pecho. Y subió rauda a la ermita.
Yo sabía que en la corriente de su sangre, navega la carreta de sus días de cielos azules y el tambaleo bellísimo del paso en andas de todo un pueblo.
Y cómo no nombrarla, cómo no recurrir a ella, cómo, si aquí te empuja, si aquí punza en tu espalda el respeto a la memoria de tantos siglos: si es la fe de nuestros mayores.
Y le pidió lo imposible, que está ahí, para que, egoísta, eches mano de su hechizo. Para que te abra su regazo, quedo y silencioso, de cálida carne de preciosa madera.
Y le regaló tarros de ungüento de madre para la congoja, brazos en jarras para los embates de esa alimaña ciega que es el cáncer y ganas de vivir envenenada.
Y si vas tú, incrédulo progreso, déjate llevar, que la sencillez es el espejo de la belleza. Y por qué no subes a pedirle a esa hermosa boticaria de fábula de letanías, o a ese algo eterno que nos empuja-no hace falta arrodillarse-que no te oigas nunca decirte: “Oh no puedo más y aquí me quedo”. Dile, o a ti mismo, dite: “Que aún estás en el camino…”
Y no le basta ahora con cerrar los ojos, ya deshojada la flor del miedo, la sombra del pecho quemada, la fuente de su sangre otra vez transparente. Hoy vuelve a subir hasta ese claro del bosque donde se levanta la ermita, a mirar de frente a su inquilina, a hablarla bajito, a darle las gracias.
Rubén Lapuente Berriatúa
publicado el 9/02/2020 en el digital nueve cuatro uno de La Rioja
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GUIOMAR, LA BARRENDERA

Se llama Guiomar, y es la nueva barrendera de mi barrio. La que ves arrastrar en el parque Gallarza sus aperos en un carrito. La que sólo tiene ojos para el suelo.
Maldice las colillas, los chicles pegados, la piel de los plátanos. Le revienen los gargajos. Prohibiría las pipas con cáscara, los palillos de los helados, los alcorques de los árboles…
¡Y hasta estaría por la labor de fundar una inclusa de descarriadas bolsas huérfanas de manos!
Se agarra tal rebote al tropezarse en la calle con alguna "olvidada y delicada delicia canina", que en mañanas de asueto, temprano, anda por el parque de incógnito, disfrazada de detective, con ganas de pillar a alguno de esos chulos del barrio con perro: insolentes finolis con máster en hacerse el longuis, y con más morro que un pintor de arte abstracto.
Pero lo que le gusta de verdad es recoger las hojas del otoño, los primeros pétalos de abril en alas del viento, los aviones de papel cuadriculado bajando del cielo de los balcones del barrio.
Y en Mayo, juega a cazar al vuelo la bohemia bandada de pelusas de los chopos del Ebro, que tiene en la corteza de uno su nombre escrito dentro de un corazón atravesado por una flecha...
Le agradaría pasar por las calles, pero como las dejó ayer, refregadas, relucientes. Y hacer como que barre el polvo de oro del primer rayito de sol entrando, o recoger, de mentirijillas, bajo los bancos de madera, esos fugaces besos furtivos que el rubor de las miradas cercanas no da tiempo a saborear, y se abandonan recién nacidos, o raspar y raspar las aceras con un cepillo, hasta dar con el dorado escondite de la pátina del tiempo…
Pero la ciudad es tan fértil, que da una cosecha diaria de inmundicia, de barreduras, de hartazgo. Y a primera hora, siempre piensa en dejar el escobillón, la pala, el basurero con ruedas, y colgar su uniforme de luciérnaga. Pero basta que se levante un viento en la calle, que su rimero de hojas amarillas revolotee, que corra detrás de todas, y a la vez de ninguna, que casi las tiente en el aire, para que al pararse y darse cuenta de que no son ni mariposas, se pregunte, si no será que, a lo mejor, sólo ha nacido para barrendera.
Rubén Lapuente Berriatúa
publicado en el digiatl nueve cuatro uno de La Rioja el 24/01/2020
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LA ALMOHADA DEL CORAZÓN

Parece que es una almohada. Tiene la forma de un corazón. Coincidió que la primera que hicieron en la Asociación del Cáncer de la Rioja se la llevaron a mi mujer, al hospital, cuando ese arquero ciego le clavó en el pecho una flecha en curare embebida...
Yo creía que era una de esas cervicales para mitigar ese duro jergón que ponen para el acompañante en el Hospital San Pedro. Pero no, me equivocaba. No era para mí. Es mágica porque sirve para todas las mujeres, de talla única, a la medida de cualquier axila. Y es para cuando abran los ojos postradas en una cama y empiece la herida a respirar la escarcha del miedo...
Es como aquella tirita de madre que de niño se bebía la olita de sangre, el hervor de la rozadura.
Ahora es la almohada suave para la cabeza de niebla del dolor. Y en la calle Lardero, en la Asociación del Cáncer, tienen el taller. Allí, son las mismas malheridas mujeres, ya reverdecidas, las que después de todo el sufrimiento, se citan, se arropan y cosen esa joya, ese corazón de almohada, con hilos de penumbra de aquellas mismas lágrimas rotas.
Allí, hilvanándolas, quizá van olvidando sus días de vida envenenada, y ojalá no se lean en los ojos lo mismo, destierren esa pregunta : ¿Nadie nunca nos dirá que ya estamos limpias?
Yo tengo una que se ha ganado ser la reina, la guinda sobre la colcha de mi cama porque cuando mi sueño rozaba el sueño tembloroso de mi mujer, bajo su brazo, la veía como aquel blando peluche de la niñez que asustaba el miedo de la oscuridad: la muleta de su corazón.
Y ahí la tienen preparada para llevarla rauda, en mano, hasta la misma cama del hospital, cuando ese mismo invisible arquero ciego hiera en el pecho a una nueva muchacha.
Rubén Lapuente Berriatúa
publicado en el digital nueve cuatro uno de la Rioja el 08/01/2020
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