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El cuaderno de poemas de Rubén Lapuente

POEMAS ESCÉNICOS( 20 )

MALA COMPAÑÍA

MALA COMPAÑÍA

Todo empezó cuando comencé a quedarme sola, a sentirme sola, a notar que la soledad no se llevaba muy bien conmigo: como si yo estuviera en mala compañía. Y siempre era a esa hora de la tarde que declina cuando me alcanzaba el vértigo de su desolada tempestad: “Si ya nadie me recuerda, ¿no es como estar muerta?

Y me hacía caer en el pozo sin fondo de su sueño tembloroso… Y, o daba un volantazo a mi vida o esa terrible desazón diaria se me iría adueñando del timón de mi vieja barca.

¿Y qué podía hacer si a cierta edad una ya es invisible para los demás? ¿Cómo se fuga una de esa cárcel sin cerrojos? ¿Cómo se vuelve a las amigas si ya se habían quedado todas por el camino, o vivían sin ilusiones, sin fuerzas para enrolarse conmigo en el rodar de los días azules que aún nos quedaran? ¿Adoptar un animal? Lo pensé, pero eso sería como poner una venda a mi soledad. Que yo no quería acabar siendo un monólogo entre paredes, ni un reproche cariñoso en la calle. Que no conozco a ningún animal que te diga “te quiero”. Y además, no sabes si en realidad te miran desde el fondo de la nada…

Y yo que me conformaba con tan poco… Si lo que realmente necesitaba sólo era una mano con su palma y su dorso. Esa que me diera las caricias, los abrazos. ¿Eso era mucho pedir? Bueno, sí, demasiado, creo. ¿Quién iba a querer a este saco de sonoros huesos? ¿Quién a esta anciana de pelo violeta más arrugada que un rebujo de periódico?

 Y eso que sólo me bastaba con una sola mano. Pero bien sabía que no había nadie que te las prestara un ratito. Y entonces, me miré las mías, que parecen en sus pliegues, por el dorso, nudos de árboles, viejas rodillas, y con esos ramajes de tallados arroyos de nervios y venas a punto de estallar. Ya sé que en las manos parece que empieza mucho antes a medrar la muerte, que duele un poco posar los ojos en ellas, pero, aún, yo las tenía afiladas, sensibles, aún no me temblaban…

Y como esa bandada de dedos no vendría ni por asomo a hacer nido en mi cuenco vacío, pues, como hizo el mismísimo profeta Mahoma, me fui yo misma a abrazar la montaña, perdí la vergüenza. En realidad, perdón por decirlo, le eché muchos, muchos ovarios. Y me fui una mañana, al mediodía, al mercado de San Blas con un taburete, un cartel con un dibujo de dos manos entrelazadas y un megáfono, y como una vendedora, mejor diría yo como una charlatana o mercachifle de esas de antaño, me subí a la cima del escabel, tambaleándome, y empecé a pregonar mi mercancía:

 “Eh. Amigos. Acercaros. Venga. Venid. Que tengo para todos. Venga. Que no vengo mañana. Más barato que los frutos caídos de los árboles. Que los periódicos de ayer. Venga. Que regalo mis mágicas manos con su palma y su dorso. Las de las caricias que no tienes. Las que mañana serán el sostén de tu torpeza o la gasa limpia de tu llaga. Son manos de esas de andén o de puerto de las que se quedan siempre a lo lejos como una bandera al viento, esperándote… Sí, manos que se apresuran a cubrirte los hombros como una toquilla o a posarse en tu espalda sobre tu vieja tristeza. Manos que no te abandonan y que una noche correrán dulcemente la sábana blanca de tu último sueño… Venga. Que tengo para todos. Que no vengo mañana. Para el primero, y también para el último, que diga para mí”.

Y mientras hablaba, como si vendiera un crece pelo o una cartera o un bálsamo cura todo, se fue formando un corro a mi alrededor que luego, cuando acabé la perorata, en tropel se me acercaron todos…Y algunos me cogían de las manos, otros me abrazaban o me pedían un beso, “dame tu teléfono, que te llamaré, pelo violeta”- me dijo uno que parecía, como yo, de los últimos de Filipinas… Y en medio de todos, me pudo la emoción, me cubrí el rostro con las manos…

 Ahora, aún no tengo una mano para mí sola, pero todo se andará. En el mercado, o por la calle, me conocen, me paran, y ya no soy tan invisible. Y lo bueno es que me regalan, me ofrecen sus manos, o buscan las mías. Y aunque sólo sea por un leve roce, en casa, en mi nueva soledad, a esa hora de la tarde que declina cuando se desata  la desolada tormenta, su calor, su rescoldo, me protege, me dura toda la noche.

©Rubén Lapuente Berriatúa

publicado en el digital nuevecuatrouno de la Rioja 09/11/2019

mi nuevo blog http://rubenlapuente.blogspot.com/

DESHAUCIO

DESHAUCIO

¿Garantía?

Hijo, sólo tenemos esta casa

Aunque con tal de verte salir adelante.

Es un buen producto.

Con maquinaria moderna,

fieles trabajadores,

una buena imagen…

el éxito lo tienes asegurado.

Hasta yo podría ser el Presidente de Honor.

A mis años, sólo a figurar, ¿eh?, no te creas…

Y le daría el aire a ese viejo traje del armario.

Claro que te avalaríamos, hijo.

Con tal de verte salir adelante.

 

¿El producto? ¿De dónde?

¿Más barato? ¿La mitad de la mitad?

Oh estas espigas de Oriente.

Siempre tan tozudas

Hasta dando cabezadas

las muy puñeteras

siguen bregando y bregando.

Pero entonces,

si el dinero está en algo

que no se mueve…

no habrá liquidez, no, hijo?

¿Y los plazos? ¿Los intereses?

Habla con el banco, un aplazamiento…

¿Qué no te lo dieron?

Oh, Dios mío ¿Entonces…?

¿Desahucio? ¿La casa?

¡Ah ¡  Firmé una carta, sí.

Pero a mis años,

no quise acabar de entenderla del todo.

Es que no sospechaba nada

No nos dijiste nunca nada

¿Entonces? 

¿Pero, y a tu madre,

cómo se lo dices?

Oh, no, no, no te preocupes,

ya lo hago yo.

Siempre hay una manera

de suavizar las cosas,

aunque son demasiados recuerdos

para ella

y abandonarlos

 así, de golpe…

¿Y ahora?

¿Qué vamos a hacer?

Podríamos irnos

los tres,

a un apartamento pequeño,

sin gastos.

Apoyarnos.

Mi pensión, ya sabes, es tan…

Ah, que te vas de la ciudad.

Claro, lo entiendo, hijo.

Empezar de cero:

Otro lugar, otra gente, sin ataduras.

Aún eres joven.

Seguro que encuentras algo.

Ya nos llamarás.

Lo malo es tu madre.

No, no te preocupes,

ya se lo digo todo yo.

Siempre hay una manera

de suavizar las cosas.

Aunque para ella

son demasiados recuerdos

para abandonarlos así

tan de repente

y tú, aunque la conoces bien,

tú no sabes lo que puede ser el espanto

en ella

Pero haz tu vida, hijo, haz tu vida.

Ya nos apañaremos como sea.

 

 ¡Con tal de verte salir adelante!

                           ©Rubén Lapuente   

                               dos voces tras la pared 

                                Logroño 3 de abril de 2008

       mi nuevo blog https://rubenlapuente.blogspot.com

EL GUIÑO

EL GUIÑO

 

De abrazarnos

tanto mar

salimos del agua

como curados

en salmuera

De tumbados

en su lecho de duna

tatuados

de su  calcomanía

de arena dorada

Y tan empapados de sol

que mirábamos

como desde dentro

de la hoguera de miel

de un topacio

Nos acercamos

al corro del paseo

A la que leía la buenaventura

A la mantera del destino

La empujé       

bromeando  

hacia la pitonisa

la que tomó rauda sus manos

la que echó una mirada

profunda

al vuelo sesgado

de una gaviota

Al adivinarle

el nombre de aquel rucio

que tiraba del  carro

de sus días azules

de sus noches de pavesas

se le pusieron los ojos

redondos

como peces

como platos

sin parpados…

Le adivinó la esquirla

de cristal de una ola

rasgando su vela

Y que si ahora era

juguete del dolor

la línea de la vida

de su mano era larga

como el tren de luz

de un cometa errante

“Oh  espera”

Miró a la gaviota sobre las jarcias

Echó una carta sobre su esperanza

“Te vendrá  de tapadillo

una brisa a envolverte

Muy pronto  

Te cogerá

desprevenida 

en una argucia de la luz

en un escorzo tuyo bellísimo

No   No    No hay milagros

Es cansancio del dolor

de pinchar en hueso

Es tu mascaron de proa en el mar

de las tormentas

de la vida que tiene

los brazos en jarras

que es una escollera 

 Si   mujer   de trenzar  tú el dolor…”

 

Al irnos   

De espaldas volví la cabeza 

de perfil

Que me viera…

                                  ©Rubén Lapuente 

 

EL VESTIDO DE NOVIA

EL VESTIDO DE NOVIA

                                        a Carmen Sevillano

“Oh más de treinta años

siendo una bagatela en la memoria

Olvidado

Sólo fue para un día de mayo

Para  una promesa

Para un altar

sobre tulipanes blancos

Para un baile

en la glorieta con luna

de mis sueños

Tiene campanadas

Lluvia de azahar

Mi juventud perdida

Me caí en la cama con él

borracha de luces

de burbujas

de viento enamorado

en unos brazos

con labios de versos…

Y lo guardé en una caja

en el altillo

hasta ahora

que al ver Rubén un maniquí

desnudo en un escaparate

de promesas blancas

me dijo:

¿Y si le damos aire a ese escondido

vestido de novia?

Lo saqué de su encierro

De su cárcel de cartón

Desperté a la bella durmiente de adentro

Ni se me ocurrió enfundármelo

que una cuenta también

con sorna el cumpleaños

de cada nueva talla

Y tenía esa humedad amarilla

de la ropa encerrada

Salpicaba   

encaje y organza

y enaguas plisadas de seda 

y una lágrima del tiempo

en la pechera

como una gangrena

bajaba…

Lo puse a remojo en un cuenco con agua

con un puñado de sal

jabón suave

y el jugo de unos limones

Y lo tendí al patio con sol

de este nuevo enero azul tan limpio…

Ahora está donde merece

donde me deslumbra

Y a mi sola

Y al verlo

no siento ninguna herida del tiempo  no

Que basta con un poeta en casa

Que yo con mis cicatrices

cuando le rozo

aún me invita 

muy adentro

a bailar

mi alegría de vivir”

          ©Rubén Lapuente

DOCE CUERDAS

DOCE CUERDAS

 

Ahora ya no lo veo sórdido

Barriobajero:

De camorra a la puerta

de una discoteca

Los vi al atardecer  

En los arrabales

Dos jóvenes

en un improvisado ring

Sin cuatro esquinas

Ni doce cuerdas

Sólo con la ley

del ala del cuchillo en las manos

de unos brazos

entremetiéndose

que los separaba…

Y me parecieron

como dos juncos de río

cabeceándose

Como el baile de las sombras

en la pared de dos llamas

de una hoguera

Como si pugnaran dos vientos

por aventar una goleta…

Y los dos con las manos vendadas

Tallados con buril de renuncias

Sin nombres conocidos

Y no     No era una pelea

No había odio

Ni cuentas pendientes

Ni corona de laurel

Ni cinturón dorado

No había rubia platino en la silla de la arena

Nadie jaleaba

Y me arranqué de los ojos los prejuicios

Dirimían arte en el baile

Eran príncipes de la finta

Uno con la plasticidad de una mariposa

A veces danzaba en círculos

como un ave de rapiña  altanero

bajadas del todo las defensas…

Fajador el otro encerrado en su guardia

Y como con metro amarillo

median distancias

Maestros en la estrategia

de esquivar el dolor

de cazar el flanco desnudo

de esperar el momento

de un gancho  de un crochet de un directo…

Volteada quijada besando  la lona de tierra…

Para levantarse

Para ponerse otra vez en guardia

Otra oportunidad

Como en la vida

 Vetas de belleza inexplicable

 se teñían de atardecer

               ©Rubén Lapuente

BOLERO

BOLERO

 

No sé por qué le quiero -decía

si me cita en el fondo del sueño

Volaban las luces de la mesilla

sobre sus párpados cerrados

Y ya él jugaba con sus cabellos

de rienda para atraerse sus labios

de carmín pintados antes del sueño

La llamaba escondido lucero

Pequeña llama de amor puro

Luciérnaga de su destino…

En el amor la desnudaba

como a un niño dormido

La amaba como en la guerra

el último panecillo blanco

Y calada de amor abría los ojos…

Cada gota de agua que le rodaba

sobre la piel apagaba un incendio

En el remolino de la taza

del café del desayuno

abstraída  buscaba algún gesto

igual en su recuerdo

Tal vez ese mismo brillo antaño

de algunos ojos olvidados

fuera el mismo ahora

para ella sólo…

Un par de grageas

le descolgaba del campanario

el repiqueteo de su badajo

En la ventana de la alcoba

de su corazón había pintado

una pálida luna de sueño

Somnolienta de amor de bruma

preludio de esos largos bostezos

en el espejo retrovisor

apresuraba su aderezo

de raudal de arrebol en los labios…

De la berlina la sacaron

entre un amasijo de hierros

Una sonrisa detenida de deseo

Un hilillo de sangre de carmín rojo

Los ojos dulcemente cerrados…

No sé por qué le quiero -decía

si me cita en el fondo del sueño

                                  ©Rubén Lapuente

LA CIERNA

LA CIERNA

“Nunca me había pasado

Y mira que llevo años viajando por esta tierra

Yo parado aquí  y de tan de cerca

¡Y sorprendido!

Yo que voy todos los días

de bodega en bodega

casi de viña en viña

con este morral lleno de etiquetas

esperando que esa luz de papel

traspase el vidrio de alguna botella

de vino de Rioja

Que sea su semblante o su señuelo

o tal vez  el recuerdo ebrio

de algún olvido

¡Yo aquí  fascinado!

Será que siempre he mirado

esta infinita almazuela de viñedos

como si mirara el mar

cuando  a veces  la belleza

no es sólo distancia sino

como ahora en junio  

aquí y de tan de cerca

pura emoción

Y ha sido desde la ventanilla del coche  

al ver  de pasada

ese bosquejo de racimos

lo que me ha hecho parar

y entrar en la viña

a quedarme aquí

al pie de las cepas

sorprendido  fascinado

Es que casi ni recordaba haberlo visto antes

Es que dura tan poco la cierna

Esa gestación

La delicadeza de esa gestación

Su complejidad

Con esa extraña y delicada y efímera

flor blanca de la uva

Su perfume único que me envuelve ahora

Oh es la preñez del vino

Oh es la niñez de la uva

El asombro del arranque de todo esto

que acaba con mi etiqueta

pegada en la botella:

ese señuelo que abre la cava del paladar

Y aquí yo  parado

embriagado de entrar en el  fondo

de este enjambre

de olorosos verdes racimos niños de uva en flor

amando  lo que hago

ahora de otra manera

viendo de tan de cerca

como nace el pequeño dios del vino”

                   ©Rubén Lapuente

foto Humberto Lapuente  Fuenmayor(La Rioja)

 

LA FAROLA

LA FAROLA

 

¡Eh chavales!

¿Quién de vosotros

es el más bandarra?

¿Quién el que donde pone

el ojo pone la piedra?

¿Tú chaval?

 

(Mira que plantarme el Ayuntamiento

en mi calleja oscura un Goliat

con fanal de mollera

Si de un plumazo

me han borrado el cielo

de todas mis noches

Si ahora mi pequeño balcón

es la única rutilante

estrella del firmamento

Detrás de este velo de luz

estará mi brillante Vega

Cisne volando por la Vía Láctea

Mis lágrimas de agosto

Hércules

El Escorpión

El Sagitario Arquero

Los lebreles de Orión cazador…

Y cómo se vuelve

otra vez al relente

si por este costal

de mis viejos huesos  

ahora mataría el rocío

Y cómo se desentierran

los ojos que nadaban

por el cielo estrellado del agua

Quién se atreve a volver

a ese estanque dorado                                                                             

si uno ya no es el mismo

Si uno iría con su vieja

pieza del puzle probando

a encajarla ridículo

torpe …

Oh mejor verlo todo

preso de su claro diamante

bajo los párpados cerrados…)

 

¿Qué?

¿Te basta con esto?

 

Hazlo durante el estruendo

de los fuegos en el puente

o cuando veas patas arriba

a ese ciempiés de la verbena…

 

Que tu piedra en el aire

de golpe

encienda todas mis estrellas!

                           ©Rubén Lapuente