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El cuaderno de poemas de Rubén Lapuente

DE LA VIDA ( 22 )

NIÑO RAPAZ

NIÑO RAPAZ

En la trastienda

hay una ventana ciega

que te ve

niño rapaz.

Con la mano pura

enseñas

el regaliz de oro de Haribo

o la maroma de Fiesta

Con la sucia

llenas todos

tus recovecos

de golosinas

 

Y te vas con tu botín

por toda la avenida

con el palote

de pirata en la boca

niño rapaz

 

Y de zapateta en zapateta

 

A la platea

de la trastienda

han venido quienes

te dieron los genes

azucarados

Quienes te visten

te cobijan

te miman

para conocerte

en tus artes flamencas

del abanico

sobre las gominolas

Para asomarse

al túnel del granero

de la bocamanga

de tu camiseta

A la red mafiosa

de tus clandestinos

bolsillos de pega

Y para que al salir

a la avenida

con el palote

de pirata en la boca

niño rapaz

te lleven

de las orejas

en volandas

 

Y de pataleta en pataleta

                                    ©Rubén Lapuente

A los ojos guardianes de las dependientas de El Ángel de Logroño

¿TE ACUERDAS DE MÍ?

¿TE ACUERDAS DE MÍ?

Cómo imaginarme

que el pasado

pudiera regresar

tan veloz

tan inesperado

tan limpio

hasta la pantalla de mi ordenador

frente a mis ojos:

 

“¿Eres Rubén?

Tecleaba tu nombre

y de no aparecerme nada

a sumergirme  ahora

en  el torrente

de un río de versos

 

¿Eres el mismo?

 

¿El que el azar

puso a mi costado

en aquella hilera

de soldados sin valor

acompasándonos

las zancadas

tañendo

inútiles sones de piedra ?

 

¿El que

a la vez mía

tachaba los días del calendario

desde la más alta litera

del sueño

tembloroso

del porvenir?

 

¿El que abría la taquilla

y  luminosa

se asomaba

la sonrisa de papel

de una muchacha

como si allí amaneciera?

 

¿El que como yo

no tenía

nada más que regalar

que la juventud?

 

¿Eres el mismo?

 

Ya sé que la edad

camina con paso firme

y devastador

Que nos hace creer

que ya nunca

podremos ser aquellos

¿Pero sabe

de qué lejano y largo sueño

despertamos?

¿Si venimos o no

de un abrazo interrumpido?

 

Ahora que

le hemos dado la vuelta

a la duna de arena

del tiempo

¿No retornamos al principio?

 

Soy Javier

de un pueblo de Huesca

Sólo han pasado treinta años

 

 ¿Te acuerdas de mí?”

                                ©Rubén Lapuente

 

Foto: Yo y Javier en Jerez

Para Javier Alquézar que hace unos días me reencontró

EL FUTBOLÍN O EL HIJO DE LA GUERRA

EL FUTBOLÍN O EL HIJO DE LA GUERRA

Bajo los tejados

de Madrid

de poco servía

estrujarse los ojos

resguardarse en los mismos brazos

si el azar

era un silbido

de racimos de muerte

 

Del vientre

de los escombros

salió

aquel muchacho

hacia un hospital

de sangre

donde le hicieron

un sitio

en el corro

de niños y jóvenes

tullidos

 

La guerra

la hicieron sin juguetes

y en esas navidades

los Reyes Magos

se fueron

camino del frente

cargados

de municiones

y espoletas

 

Les dejaron algún  

recortable:

dioramas de batallas

Muñecos

republicanos

que levantaban

el puño en alto

Juguetes bélicos

para quienes

no hacían fuego

ni en los sueños

 

Y reconcomidos de no poder

patear ni un rebujo

de periódico

a nuestro

muchacho renco

se le encendió la luz

 

Cuando en el bar

de mi barrio

empuño las últimas

barras que aún quedan

llenas de juventud

de frustración

de alegría

de mi rabia también

y salgo

con ese olor a césped de madera

a taco de tiza azul de los viejos

billares

como en mi adolescencia

me llevo el roce

de ese hijo de la guerra

del sufrimiento

del  primer hijo del olvido

que fue en aquella sala

de mutilados

un futbolín

                   ©Rubén Lapuente

Alejandro Finisterre (La Coruña 1919-2007) inventor del futbolín. Republicano. Poeta. Fundador de la famosa revista Ecuador. Albacea y editor de León Felipe.            Foto: pepe alfonso

CÁLIDA VOZ

CÁLIDA VOZ

Solitario,

arroja un lazo

a una cálida voz

de mujer

que arropa y asoma

por el embozo de la sábana:

Es una lasciva nana en la noche,

un dulce puñal de bajas palabras

punzando carne

sombría.

Si hay una labor de madeja

detenida

o un lápiz

de puente

sobre un crucigrama,

lo oculta todo

la tramoya

de la sensual fantasía:

la verde fábula del sueño inconfesable.

Y se lanza a la corriente

de un lento río de aguas rosas

al ritmo de una voz

que acomoda los tiempos

del placer,

más intenso

que dejar la felicidad en manos

de otro:

de otro defecto.

Mejor que el cansancio

de tener que amar,

de entregarse para ser amado.

¿Cómo ser uno mismo si te poseen?

 

Solo

y jadeando aún

corta el hilo

de la voz.

                     ©Rubén Lapuente

 

VIAJE A ÁFRICA

VIAJE A ÁFRICA

El avión te deja en el corazón

del borde de la vida.

Del rechazo

de la inseguridad

casi del miedo

a la llegada

pasas

en un respiro

al hallazgo

de una esbelta silueta

de nueva belleza negra

que al verte mirar la vida

desde la ventana

te invita al festín  

de su misérrimo corral

de una sola gallina.

Y notas que su mañana está muy lejano.

Que su ahora siempre es el alborozo.

Y ves que como no tienen nada

no desean nada.

Que nadie va a venir a darles la vida

que no vivan ellos.

Y te duele

que la incertidumbre de la muerte

tan temprana

haga nombrar a sus hijos

con espera:

Que aquí sólo se vence a la muerte

pariendo y pariendo.

Niños que te los encuentras 

persiguiendo  

a una vieja rueda rota

o haciendo juguetes de barreduras

que desde la otra punta de la calle

corren a tu encuentro

con su eterno raigal

de alegría en el rostro.

Y aquí como sólo se habla de la vida

te la cambian:

Lo notas

en que muda tu piel de serpiente

de viejas servidumbres

en que tu deseo se va acercando

al sueño de una piedra

desnuda

envuelta en esa luz ámbar

que todo lo envenena

de alegría

de pura vida.

                ©Rubén Lapuente

foto de Victoria niños en una calle de Tombouctou .Malí

DE VEZ EN SIEMPRE

DE VEZ EN SIEMPRE

¿Has visto a los pescadores

de Sri Lanka

subidos a lo alto

de sus jarcias

hundidas en la arena

del fondo del mar?

 

Allí, en equilibrio,

lanzan sus anzuelos

mientras sueñan

mientras miran la larga ribera

que sólo un niño

pintaría así:

reventada de color:

la llamarada roja de las ramas de las acacias,

las enormes  flores naranjas de los hibiscos,

el bosque de mástiles y frutos en la playa

que agita las altas melenas

de un verde tenaz.

Y la selva se hace manglar en el azul

turquesa del agua:

hasta los pájaros se zambullen equivocados

al imán de peces de colores violentos

deslumbrantes.

Y todo mientras el anzuelo

disfraza su mira.

Mientras sueñan.

 

Pero de vez en siempre

vuelven la cabeza hacia el monstruo

dormido del horizonte:

no olvidan que son sobrevivientes

que eternamente estarán encaramados

al palo mayor del escalofrío

en la plácida cima del horror.

 

                                  ©Rubén Lapuente

                                  Foto de Carlos Barria

 

 

desde el tsunami no como pescado

aún creo que los peces se alimentan de los muertos”

     (pescador de Ahangama)

LA SERRANA

LA SERRANA

Por la carretera 

me cruzo

con el autobús

que lleva a la serrana

Huye

del paisaje eterno de montaña

pintado

en su  ventanal

como yo de un horizonte de ojillos

en hilera

Huye

de su plazuela de piedra

junto al río

bajo el mirlo acuático en la rama

como yo de una arboleda

de mentira

 

 Y cambia

las calles de piedra 

las cancelas

los portones

las boñigas que le cercan

por avenidas de luces

de escaparates

por miradas que la desnudan

Y sus noches

de silencio

de estrellas como ascuas

de grillos que se callan a su paso

por baraúndas

y amores

de madrugada

 

Y cambiaría

su trabajo

de acarrear leña

de guarda de ganado

en el monte

de hortelana de carámbanos verdes

por ser una tijera

y un peine

por ser un eslabón

más  

de una cadena

 

Por la carretera

los sábados

me cruzo con el autobús

que la lleva 

Y hago sonar la bocina:

La serrana sabe

quien soy

Y que intercambiamos

 la vida.

            ©Rubén Lapuente

          (Villoslada de Cameros)

VECINOS

VECINOS

Si corro las sillas.

Si rechinan.

(si supiera  tocarlas)

El lunático vecino de debajo de mis pies

nombra a toda mi familia.

Pero cuando a una hora del día

se desahoga el clarinete en mi casa

me queda la satisfacción

de que su profundo silencio denota

un buen oído musical.

 

Le di permiso a mi vecina de al lado

para que su glicinia colonizara

también mi terraza.

Y ahora la tengo volando

sobre mi cabeza

bajándome en oleadas su intenso aroma.

Pero no puedo entregarme del todo a su olor.

Tengo la sensación de que no es mío.

¡Vecina!  le digo, ¿me dejas oler

tus colgantes racimos violetas?

 

Mis vecinos del primero

han adoptado dos párvulos del África negra.

Llegaron con la afectada mueca del desarraigo,

inquietos como corderos.

Y al ver la jarra del agua sobre la mesa,

se la bebieron de un trago los dos :

Temían que mañana ya sólo manara aire del grifo.

 

Justo frente a mi balcón

al otro lado de la calle

mi vecino de hola y adiós, poco más,

ya no se asoma.

Le hacía últimamente un gesto

con la mano cerrada.

Ahora su mujer

no falta a la cita de adornar

la barandilla de su balconada

con plantas de moradas, blancas y rojas flores.

La percepción mía ahora es distinta.

La suya desde su azotea

debe ser la misma de siempre:

ninguno de los dos ha cruzado el umbral del otro,

nunca hemos quebrado las formas.

¿Y por qué no ahora?

¿Por qué no romper la imagen de siempre?

Que todo de un giro inesperado.

¡Vecina!  le digo, entre tanto vergel,

no se te ve lo guapa que eres.

 

Y se levanta.

Y se acoda frente a mí

en la baranda…

                   ©Rubén Lapuente