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BESOS EN BICICLETA

Eres joven
mientras vuelas
mientras pedaleas
Sentado en el sillín
de la alada bicicleta
suena por detrás
el timbre del manillar
de su corazón
y lírico
vuelves la cabeza
a los besos que te siguen
al parpadeo del sol
en el mareo de oro de sus piernas
desnudas
Dos tumbadas
bicicletas
en la orilla de la alberca
junto
al rebujo de la ropa
caída
acuciada
de empellones de vida
Vuelves la cabeza
a los besos que te siguen
entre radios
de ruedas de luz
de tardes de besos en bicicleta
sobre la vida
que sonríe
joven
mientras pedaleas
mientras vuelas
©Rubén Lapuente
BLANCA MEMORIA

Si pierdo la memoria qué pureza (Gimferrer)
Qué aguja invisible blande el frío
Qué cálida fogata helada trae
Qué bello martirio de aterido cristal
Oh esta nieve que te esconde la memoria
Que disfraza de blanco el olvido
Todo este resplandor
floreciendo
en la luz nevada
cómo me salva un momento de la vida
¡Ven! ¡Corre! ¡Corre! ¡Ven!
¡Todo es blancura!
me dices
Y dulcemente asediados
salimos a ese maretazo
de frío en las mejillas
como si a nuestra edad
otra vez naciéramos
como si nuestras huellas
de dioses en la nieve
fueran las primeras de la vida
en la tierra
Y caminando
tú misma te invitas
a buscarme en el bolsillo
de entre nuestras manos
entrelazadas
el nido de la caricia
de la ternura
del alivio en el dolor…
Mañana ese joven sol de marzo
se llevará esta pureza
de sueño ciego sin memoria:
el espejo de la nieve en nosotros:
su lisa belleza sin nombres
que nos resucita
©Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)
Foto :El Rasillo
PARADA Y FONDA

La que te mira
desde donde siempre
dispuesta
en cualquier lecho
alegre
La que
alguna vez
algún golpe
del decoro
o alguna voz
o algún silencio
de la envidia
le entra
por las paredes
Y ni se tapa la boca
ni rasguña tu hombro
ni muerde la almohada…
La que no se azora
La que sabe
que si grita
si gime
sin pudor
regala una montaña
de hombría
La que por el blanco cielo
de los ojos
le ves dos lunas
húmedas
ebrias
perdiéndose
imborrables
por entre
los juncos
entre bambalinas
La del badajo
del corazón
que te golpea
en el miedo
de lo que sabes:
nunca será
para siempre
La que le pasa
tan dulce
la mano del sueño
de la noche…
Ésa
La de parada y fonda!
©Rubén Lapuente
PIEL DE RONDALLA

Oh secreta voz
Vergonzosa
Explícita
De aprendíz de rufián
o de dulce diablilla
Bajera
Presta
al tempo ardiente
del cuerpo
Cosida
En una noche
se entrega toda
Sale con su jácara
Con su jerga
de lupanar
de mirlo
de inocencia
Susurra al oído
rubores
Su arrobo
rasga
el sonrojo
más vivo
y sus tropelías
de mentira
abren los pliegues
del goce
a esa íntima
llaga secreta
o mudan en ariete
de piedra
lo que parecía
un tallo
de primavera
¡Oh rondalla bajo la piel!
¡Oh procaz voz secreta!
¡Oh noche de amor
entregada toda!
©Rubén Lapuente
BESOS EN BICICLETA

Eres joven mientras vuelas
mientras pedaleas
Sentado en el sillín
de la alada bicicleta
suena por detrás
el timbre del manillar
de su corazón
y lírico
vuelves la cabeza
a los besos que te siguen
al parpadeo del sol
en el mareo de oro de sus piernas
desnudas
Dos tumbadas
bicicletas
en la orilla de la alberca
junto
al rebujo de la ropa
caída
acuciada
de empellones de vida
Vuelves la cabeza
a su lámina
en el frio de la ciudad
bajo los primeros copos de nieve
entre radios
de ruedas de luz
de tardes de besos en bicicleta
sobre la vida
que sonríe
joven
mientras pedaleas
mientras vuelas
©Rubén Lapuente
DULZURA

Me viene
con pasos
de pantera cautiva
Titubeante
Como una bandada de bruma
Me dice que cree que ya no la deseo
Que la miento
Que sospecha de mí
Que me busca
huellas
de otra
hasta en la raíz de la mirada
Que mis palabras
déjame ahora no
le sientan
como pequeñas y breves
punzadas
de aguja
Que ahora se alimenta
de cuando
subía a la azotea
a que yo viera
los ocasos
en los botones
de su blusa
y del eco
del chasquido
de la estrella
fugaz
de mi
cremallera
Que nunca
salvo conmigo
tuvo ella en la mar
sábanas de olas de espuma
bordadas
por un hombre
Que eso no se olvida
Que añora
ese suelo
de jergón
de los caminos
que el placer luego
acolchaba
con lana
de esmeralda
de
las
mismas
piedras
Que grita de ira de abandono
De vacío de espera
Que qué quiero de ella
Si yo sólo quiero
le digo
que me viertas
aquella dulzura
de tu cuerpo
si era de higuera
Que gires despierta
en este carrusel de dos boletos
hasta que
suene
la sirena
Si yo sólo quería
que
vinieras
así
©Rubén Lapuente
PUREZA

La nieve
dibuja un corazón
sobre el agua,
bordea los labios
de una hoja verde
y oculta.
¿No notas
que nace eterno
lo que perdura
un instante?
Estar ahí.
Darse cuenta.
Sobre el aluvión
de la pureza
poner toda la tuya.
¿La esquivas?
¿Te enzarzas?
El brillo
de aquellos ojos
era sólo para ti.
El jadeo que oías
a oscuras,
era codicia
de tu piel.
Aquel tembloroso
cuerpo entregado,
era el amor
que buscabas.
La nieve
dibuja un corazón
sobre tu olvido…
¿Te enzarzas
para siempre?
©Rubén Lapuente
LA ESPALDA DE CINTIA

Me llama chalado
plúmbeo
Y es porque le pido
que me deje un rato
presagiando
leyendo
su espalda
preñadita de lunares
¡Acaba pronto zíngaro!
Es el atlas de su dorso
¡Qué enjambre de ocelos!
¡Qué baldío esfuerzo parece
por llegar a ser ala!
¡Qué igual reflejo
que el de esas noches
de tizones
encendidos!
Si tuviera memoria
de su rastro
le borraría
toda su pizarra rosa
y desde su yerma piel
comenzaría dibujando
su primera sombra
e iría uniéndolas
una tras otra
hasta la última
casi nacida
¿de ayer?
¡Y qué jeroglíficos para hacer cábalas!
¡Qué maraña para solazarse!
¡Qué maleza para sentirse tibio!
¡Qué codicioso mapa con mil cruces!
¡Qué sencillo tropezarse con un tesoro!
¿Acabas ya zíngaro?
Sólo le he pedido la espalda un rato
para hacerle un poema
Cintia amor de otro
que no sé si le pedirá
ver las madrugadas
en su espalda desnuda
©Rubén Lapuente
Foto: la espalda de Cintia
LOS CABELLOS DE MARÍA

a María Bernal
¿De quién es esta fotografía?
Me la han tenido que sacar otros
o enviármela por error.
¿De quién son esos cabellos?
Una melena para adivinar un rostro.
Para empezar a volverse.
¿Y si me la ha enviado ella adrede?
Querrá jugar al requiebro conmigo.
Quizá sepa que en mi sueño
hay una mujer de espaldas
desenredándose el pelo.
Querrá que me embeba
de cada hebra.
Que me haga menudo
para trepar por cada mecha.
Que le tire de cada bucle en llamas
para medirme el deseo.
Yo le llevaría la mano de la brisa,
su taller de orfebre
tejiéndole fugaces arabescos.
Y todo antes de volverse.
¿Pero de quién son esos cabellos?
“Son de María, la que duerme en la dehesa”
¿María? ¡María!
¡La que ha tomado el amarillo ardiente de la era!
¡La que campea por los pastizales del amor!
¡La que se baña desnuda bajo el sonrojo de las charcas!
¡La que en sombra de encina agita su melena de oro!
¡Son los de María!
¡Y antes de volverse!
©Rubén Lapuente
(Vitigudino)
DESPERTAR

el azar quiso que fuera en San Valentín
Hoy me he despertado de la vida.
Sin ninguna llama sobre la cabeza.
Como debería sentirse un árbol
si escuchara su madera.
He sembrado de cereales
la mesa de la cocina.
He dibujado un corazón
como una vez uno en la arena.
Y me lo he desayunado con mimo
que luego vendrá el bostezo
atónito de mi princesa,
que la silueta que le he dejado,
es para ella.
Y al trabajo voy
con unos versos en la cabeza:
“Creo en mí porque algún día seré
todas las cosas que amo”.
Y como hay tan poco lirismo en los libros
de contabilidad que encuaderno,
le he agregado una hoja
con el preámbulo de Cernuda.
Y con mucho engrudo de aroma.
Luego me vuelve a llamar
la operadora de Orange:
Que navegue con ellos,
que me embarque en su veloz crucero.
Yo le digo que sí, que me cambio,
pero sólo,
(la chantajeo un poco),
si me deja diez mensajes
en mi cuaderno de versos.
He entrado en el bar como todos los días.
Pero hoy con parsimonia.
No me interesa cómo está el mundo.
Y eso que el periódico me saluda.
Me he sentado en el taburete de la barra.
Le he dado cien vueltas al café
con la cucharilla.
Y al verme en el espejo, frente a mí,
(creo que era yo),
me he sonreído como nunca.
Y a la tarde,
me ha enviado un mensaje la princesa:
“No he desecho todavía la silueta del corazón,
le faltan dos nombres
atravesados por una flecha.
No tardes.”
Hoy me he despertado de la vida.
©Rubén Lapuente
HERIDA DE AMOR

Espera.
No me cierres
del todo el corazón
que no ha salido aquel beso.
Ni aquella mirada de lumbre
que se me hizo dentro
luciérnaga.
Todavía hay un último
te quiero guardado
que se agarra a un sueño.
Espera.
Que con otra puntada
se hará más de noche.
Y el miedo siempre
se ceba con lo frágil,
con lo niño.
Espera …
¡Mira!
Si ese roce de la ropa
que fue una tormenta
en mi cuerpo…
¡Lanza relámpagos!
Si esa mano lenta
de marea
que trepidaba en su piel…
¡Empuña un arma!
Y aquella boca abierta
entregada de túnel
sombrío de placer…
¡Si enseña los dientes!
¡Espera!
¡Están asomándose!
¡Qué miradas de soldados
cercados por el miedo!
Zurce despacio.
Ciega con ellos dentro
la costura.
Que fuera del corazón
no son nada.
¡Que me duela siempre
esta herida de amor
que no se cierra!
©Rubén Lapuente
UNA ROSA, UN POEMA...

La casa está encendida (Luis Rosales)
No me ha visto nadie.
Soy un ladrón de una rosa
de las que nacen de la sombra
de una tierra enamorada.
Que su olor te detiene
y te obliga a cerrar los ojos.
Una rosa, un poema…
Para su cansancio
de tantas idas y venidas.
Para la angustia de contemplar
una lenta y larga agonía
de su misma sangre
que le ha prendido
en la mirada, la tristeza.
Una rosa, un poema…
Que le he dejado sobre la mesa
como un temblor de luz
en su oscuridad:
"Esta rosa ha nacido
de un abismo.
Ha rasgado una sombra
enamorada.
Toda su hermosura
viene, como la tuya,
de muy adentro.
Rodéala, respírala,
abrázala, agótala.
Pero pronto,
amor, pronto.
Que el tiempo no respeta
la belleza.
Que no te descubra
en un recodo
vacía, desolada.
¿Oyes?, amor, pronto.”
No me ha mandado
ningún mensaje.
Al llegar a mi casa,
era de noche,
miré hacia arriba
y vi iluminadas las ventanas.
¡Sí, todas las ventanas!
¡La casa está encendida!
Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)
AMOR EN LA BARCA

La he llevado al embalse,
a esa enorme alberca en el valle.
Desde la bancada me mira
mientras voy remando
hacia el centro del silencio.
Se desnuda.
Se zambulle en el agua.
Adrede demora su aliento
oculto en cada burbuja.
Y emerge abrazada a la proa
como un mascarón vuelto
al embate de mi deseo.
En la barca su espalda mojada
se cierra sobre mi pecho.
Y los remos de mis brazos
bogan por su piel erizada.
Dentro de mí
hay un valle anegado de miedos,
de amores, de dudas,
y ella lo cruza, lo vadea,
lo decanta con su hermoso
cuerpo de pez dorado.
La he llevado al embalse,
a ese aljibe de mi corazón
que ella sólo abraza.
Rubén Lapuente
AMALGAMA

¿Amalgama?
Si te veo de espaldas,
te pienso, te recreo
en un instante
todos los instantes.
Repaso en tu silueta
de lejanías,
lo que has sido,
hasta éste “ahora de hoy”
grano a grano
de amalgama conmigo.
De frente,
te esconde la luz:
Amuralla mi recuerdo.
Me cierra tu interior.
Tu esbozo, de frente,
es un gesto sin tiempo
para guardarlo.
“¡Nena!, aún te faltan de regar
los tiestos del balcón”
¡Amalgama, conmigo!
¡Y de espaldas a mi frente!
Rubén Lapuente
(Peñíscola)
CORRER, CORRER…

Correr, correr…
Cansar el cuerpo.
Domarlo.
Perro que se entregue a mi voz,
a mi pensamiento.
Ir pisando
la cicatriz del bosque
entre los robles, las hayas, los pinos.
Sin tregua.
Correr, correr…
Ser la estremecida hojarasca.
El latido del ciervo.
El músculo tallado del frío.
El chasquido inesperado de la rama.
Ser el árbol del cuerpo.
Correr, correr…
Sentirme criatura del jadeo.
Médula de mi pequeño universo.
Catenaria confinando lo ocioso:
Punto en el centro de la diana
que agujereo.
Y todo para tenderme.
Tan afilado ya para el sueño.
Cansado, muy cansado…
Aún sin fuerzas para llamarte.
Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)
PATIO DE LUCES

a Yara
"Solo me queda su aroma
que aún vive
en esta ropa ajada.
Y la llevo puesta.
Y si la ve arriba,
tendida, lavada,
lo hago sólo
para que se vaya
mi olor de ella”
Debería haber caído iluminada
del cielo de la melancolía
a éste mismo patio de luces
como maná de ropa tendida:
Volatinera y huérfana
camisa en mis manos.
Con las entrañas floreciendo
por la curva del cuello,
respirando por los bordes
de los puños:
Tela ya ni manjar de polilla.
La creía sin dueño,
sin huesos,
como solitarios
e inservibles calcetines
(podrían suicidarse a pares)
que nadie me reclama.
Pero me llegó su voz
desde lo alto:
-¡Es mía! ¡Ahora bajo!
Le di su refregado
y casi secreto remiendo.
Desde entonces,
al cruzarme con ella
¡Chis…!- me dice-
Llevándose el dedo
índice a los labios.
Rubén Lapuente
de Sábanas de luz