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El cuaderno de poemas de Rubén Lapuente

DE CORAZONES ( 20 )

PUREZA

PUREZA

La nieve

dibuja un corazón

sobre el agua,

bordea los labios

de una hoja verde

y oculta.

 

 ¿No notas

que nace eterno

lo que perdura

un instante?

 

Estar ahí.

Darse cuenta.

 

Sobre el aluvión

de la pureza

poner toda la tuya.

 

¿La esquivas?

¿Te enzarzas?

 

El brillo

de aquellos ojos

era sólo para ti.

 

El jadeo que oías

a oscuras,

era codicia

de tu piel.

 

Aquel tembloroso

cuerpo entregado,

era el amor

que buscabas.

 

La nieve

dibuja un corazón

sobre tu olvido…

 

¿Te enzarzas

para siempre?

                    ©Rubén Lapuente

LA ESPALDA DE CINTIA

LA ESPALDA DE CINTIA

Me llama chalado

plúmbeo

Y es porque le pido

que me deje un rato

presagiando

leyendo

su  espalda

preñadita de lunares

 

¡Acaba pronto zíngaro!

 

Es el atlas de su dorso

¡Qué enjambre de ocelos!

¡Qué baldío esfuerzo parece

por llegar a ser ala!

¡Qué igual reflejo

que el de esas noches

de tizones

encendidos!

 

Si tuviera memoria

de su rastro

le borraría

toda su pizarra rosa

y desde su yerma piel

comenzaría dibujando

su primera sombra

e iría uniéndolas

una tras otra

hasta la última

casi nacida

¿de ayer?

 

¡Y qué jeroglíficos para hacer cábalas!

¡Qué maraña para solazarse!

¡Qué maleza para sentirse tibio!

¡Qué codicioso mapa con mil cruces!

¡Qué sencillo tropezarse con un tesoro!

 

¿Acabas ya zíngaro?

 

Sólo le he pedido la espalda un rato

para hacerle un poema

Cintia amor de otro

que no sé si le pedirá

ver las madrugadas

en su espalda desnuda

                            ©Rubén Lapuente

Foto: la espalda de Cintia

LOS CABELLOS DE MARÍA

LOS CABELLOS DE MARÍA

                               a María Bernal

¿De quién es esta fotografía?

Me la han tenido que sacar otros

o enviármela por error.

¿De quién son esos cabellos?       

Una melena para adivinar un rostro.

Para empezar a volverse.

¿Y si me la ha enviado ella adrede?

Querrá jugar al requiebro conmigo.

Quizá sepa que en mi sueño

hay una mujer de espaldas

desenredándose el pelo.

Querrá que me embeba

de cada hebra.

Que me haga menudo

para trepar por cada mecha.

Que le tire de cada bucle en llamas

para medirme el deseo.

Yo le llevaría la mano de la brisa,

su taller de orfebre

tejiéndole fugaces arabescos.

Y todo antes de volverse.

 

¿Pero de quién son esos cabellos?

“Son de  María, la que duerme en la dehesa”

        ¿María?  ¡María!

 ¡La que ha tomado el amarillo ardiente de la era!

 ¡La que campea por los pastizales del amor!

 ¡La que se baña desnuda bajo el sonrojo de las charcas!

 ¡La que en sombra de encina agita su melena de oro!

 

 ¡Son los de María!

 

¡Y antes de volverse!

 

                                      ©Rubén Lapuente

                                           (Vitigudino)

 

DESPERTAR

DESPERTAR

el azar quiso que fuera en San Valentín

Hoy me he despertado de la vida.

Sin ninguna llama sobre la cabeza.

Como debería sentirse un árbol

si escuchara su madera.

He sembrado de cereales

la mesa de la cocina.

He dibujado un corazón

como una vez uno en la arena.

Y me lo he desayunado con mimo

que luego vendrá el bostezo

atónito de mi princesa,

que la silueta que le he dejado,

es para ella.

 

Y al trabajo voy

con  unos versos en la cabeza:

“Creo en mí porque algún día seré

todas las cosas que amo”.

Y como hay tan poco lirismo en los libros

de contabilidad que encuaderno,

le he agregado una hoja

con el preámbulo de Cernuda.

Y con mucho engrudo de aroma.

 

Luego me vuelve a llamar

la operadora de Orange:

Que navegue con ellos,

que me embarque en su veloz crucero.

Yo le digo que sí, que me cambio,

pero sólo,

(la chantajeo un poco),

si me deja diez mensajes

en mi cuaderno de versos.

 

He entrado en el bar como todos los días.

Pero hoy con parsimonia.

No me interesa cómo está el mundo.

Y eso que el periódico me saluda.

Me he sentado en el taburete de la barra.

Le he dado cien vueltas al café

con la cucharilla.

Y al verme en el espejo, frente a mí,

(creo que era yo),

me he sonreído como nunca.

 

Y a la tarde,

me ha enviado un mensaje la princesa:

“No he desecho todavía la silueta del corazón,                   

le faltan dos nombres

atravesados por una flecha.

No tardes.”

 

Hoy me he despertado de la vida.

 

                                  ©Rubén Lapuente

 

HERIDA DE AMOR

HERIDA DE AMOR

Espera.

No me cierres

del todo el corazón

que no ha salido aquel  beso.

Ni aquella mirada de lumbre

que se me hizo dentro

luciérnaga.

Todavía hay un último

te quiero guardado

que se agarra a un sueño.

 

Espera.

Que con otra puntada

se hará más de noche.

Y el miedo siempre

se ceba con lo frágil,

con lo niño.

Espera …

¡Mira!

Si ese roce de la ropa

que fue una tormenta

en mi cuerpo…

¡Lanza relámpagos!

Si esa mano lenta

de marea

que trepidaba en su piel…

¡Empuña un arma!

Y aquella boca abierta

entregada de túnel

sombrío de placer…

¡Si enseña los dientes!

 

¡Espera!

¡Están asomándose!

¡Qué miradas de soldados

cercados por el miedo!

 

Zurce despacio.

Ciega con ellos dentro

la costura.

Que fuera del corazón

no son nada.

 

¡Que me duela siempre

esta herida de amor 

que no se cierra!

 

                             ©Rubén Lapuente

UNA ROSA, UN POEMA...

UNA ROSA, UN POEMA...

                                              La casa está encendida (Luis Rosales)

No me ha visto nadie.

Soy un ladrón de una rosa

de las que nacen de la sombra

de una tierra enamorada.

Que su olor te detiene

y te obliga a cerrar los ojos.

 

Una rosa, un poema…

Para su cansancio

de tantas idas y venidas.

Para la angustia  de contemplar

una  lenta y larga agonía

de su misma sangre

que le ha prendido

en la mirada, la tristeza.

 

Una rosa, un poema…

Que le he dejado sobre la mesa

como un temblor de luz

en su oscuridad:

    

    "Esta rosa ha nacido   

     de un abismo.

     Ha rasgado una sombra

     enamorada.

    Toda su hermosura

    viene, como la tuya,

    de muy adentro.

    Rodéala, respírala,

    abrázala, agótala.

    Pero pronto,

    amor, pronto.

    Que el tiempo no respeta

    la  belleza.

    Que no te  descubra

    en un recodo

    vacía, desolada.

 

   ¿Oyes?, amor, pronto.”

 

No me ha mandado

ningún mensaje.

Al llegar a mi casa,

era de noche,

miré hacia arriba

y vi iluminadas las ventanas.

 

¡Sí, todas las ventanas!

 

¡La casa está encendida!

 

                           Rubén Lapuente

                         (El Rasillo de Cameros)     

AMOR EN LA BARCA

AMOR EN LA BARCA

La he llevado al embalse,

a esa enorme alberca en el valle.

Desde la bancada me mira

mientras  voy remando

hacia el centro del silencio.

 

Se desnuda.

Se zambulle en el agua.

Adrede  demora  su aliento

oculto  en cada burbuja.

Y emerge abrazada a la proa

como un mascarón vuelto

al embate de mi deseo.

 

En la barca su espalda mojada

se cierra sobre mi pecho.

Y  los remos de mis  brazos

bogan por su piel erizada.

 

Dentro de mí

hay un valle anegado de miedos,

de amores, de dudas,

y  ella lo cruza, lo vadea,

lo decanta con su hermoso

cuerpo de pez dorado.

 

La he llevado al embalse,

a ese aljibe de mi corazón

que ella  sólo abraza.

                                Rubén Lapuente      

AMALGAMA

AMALGAMA

¿Amalgama?

 

Si te veo de espaldas,  

te pienso, te recreo

en un instante

todos los instantes.

Repaso en tu silueta

de lejanías,

lo que has sido,

hasta éste “ahora de hoy”

grano a grano

de amalgama conmigo.

 

De frente,

te esconde la luz:

Amuralla mi recuerdo.

Me cierra tu interior.

Tu esbozo, de frente,

es un gesto sin tiempo

para guardarlo.

 

“¡Nena!, aún te faltan de regar

los tiestos del balcón”

 

¡Amalgama, conmigo!

¡Y de espaldas a mi frente!

 

            Rubén Lapuente

               (Peñíscola)