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El cuaderno de poemas de Rubén Lapuente

NIÑEZ ( 21 )

SÁBANAS DE LUZ

SÁBANAS DE LUZ

Cada noche, en la cama, mis rodillas levantan una tienda de campaña de algodón: bóveda de otro planeta. Bajo ese cielo de sábanas de luz, mi hijo va trenzando su estrenada niñez entre mis piernas cansadas de hollar el día…

Le pone en guardia un lejano zumbido de aviones en mi boca, mientras, desde fuera, mi kamikaze mano enemiga vira hacia su soleada madriguera: una loca algarabía de aspavientos artilleros con ametralladora de risas.

 Luego, ya en su reino, en su guarida, cada uno menguado en la estatura de la zancada de su índice y corazón, sin zapatillas, a un terrorífico grito mío, huimos despavoridos por la empinada ladera de mi pierna, que en realidad, se lo digo aterrado, es la encrestada espalda de un terrible dragón que refunfuñando despierta.

 Al hundir sus dedos en la ratonera de mi ombligo, de pronto, todo mi vientre tirita“Pero, ¡corre, que es el cráter de un volcán, corre, que estalla, que nos coge la corriente, que como un huevo nos fríe su río de lava!”

 Y cruzamos, sin un rasguño, el bosque oscuro de mi pecho con dibujos de ojos de fieras que parpadean, con siniestras miradas de serpientes con unos de tiza en las pupilas, silbando, siseantes, ocultas entre la maraña de mi negra jungla rizada…

 Antes de alcanzar la combada ribera de luz de la sábana, paramos en el refugio del bolsillo alto de mi pijama, índice y corazón ya con ojos de gallo en las yemas, y me parlotea tranquilo en esa lengua virgen: gorjeo de luz del paladar niño, que me deslumbra…

 Y todo hasta que una voz cálida y firme de mujer, cada noche repetida, echa abajo nuestra cúpula celeste, hiriendo a mi hijo de sueño, despertándome a mí del reloj parado que es la niñez, y… ¡ay!  retornándome a este monótono planeta de siempre…

pero sólo hasta mañana.

                         Rubén Lapuente Berriatúa

publicado el 01/12/19 en el diario La Rioja. 

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EL BIG BANG

EL BIG BANG

A un simple globo lo hemos llamado Universo. Lo avienta el soplo limpio de mi hijo que le pinta una narizota y dos bizcos ojos de pánico, y que al inflarlo más y más, los ves cómo se van separando, huyendo contrarios por la fina curva de goma como perdidos soles errantes…

Y mientras sopla que te sopla, me descubre que, quizá, este incomprensible viaje espacial nuestro dentro de un globo azul, no sería muy distinto al de esos dos pintados ocelos con rotulador; me da por pensar, lo vislumbro, que se encontrarían a sus espaldas si la piel de este cosmos de goma se estirase inagotable al aliento perpetuo de mi niño dios. El simple hecho de inflar un globo pintado, me da más respuestas que cualquier oscuro tratado de mecánica cuántica o compleja teoría del Universo.

Y lo lanzamos al aire. ¡Cuidado que vamos ahí dentro! -le digo.

Ni el mejor arquero llega como nosotros: con la coronilla, con las yemas de los dedos, con el trasero, con la punta del dedo gordo del pie izquierdo…

Y siempre rompemos algo en el juego, pero qué casualidad, siempre de lo que yo reniego: hoy, de ese odioso cobarde suicida gato de escayola, siempre al borde del anaquel, siempre asomándose obligado al precipicio, y por fin, colateralmente dañado: hecho papilla por nuestro fuego amigo…

 Pero… ¡ay!, en este infantil juego, quien la pifia, quien deja que el globo toque el suelo, lo paga muy malamente: se le explota sin miramientos frente al paredón de sus mismas narices: se le da matarile, rile, rile.

Y el Universo, en un despiste, bota y rebota en el suelo.

“Papito, tienes menos reflejos que el gato de yeso -me dice mi cancerbero enano…

Mientras frente a mí, cara a cara, suspendo el Universo por el rabillo de su ombligo, mi joven verdugo, desternillándose de la risa, se me acerca con el brillo de un alfiler entre los dedos, demorándose encima el muy vacilón en su ya enésimo parricidio…

Yo aprieto los ojos, los dientes, pliego las orejas, encojo los hombros... (¿Mi niñez no es la de mi hijo? ¿La eternidad no es una tarde con él?), mientras otro Universo, ya con eco de fondo cósmico, se eleva feliz entre sus labios.

Rubén Lapuente Berriatúa

publicado en el diario La Rioja 7/9/2019

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BALAS DE CORCHO

BALAS DE CORCHO

De vez en cuando, mi hijo me invita a entrar en la guerra, a que tome las riendas de una venganza o las de una salvación. Y por detrás del arma de este pulcro héroe virtual, que toma mi nombre, a quemarropa, voy disparando. Me dicen que le regalo demasiada violencia. Que aliento su larvada fiereza. Que haga una pira con toda esa ponzoña bélica. Me lo aconseja esa hermandad bienhechora de mi familia, que al venir a casa, de visita, al verlo de pie, excitado justiciero del planeta, me miran luego a mí como culpable, como un mandria  incapaz de saber guiar sus pasos, pero les digo, gracioso y cariñosamente, que el tono de la túnica naranja se dan de bofetadas con su innegociable corte de pelo a tazón. Y les hago ver, que bastaría el simple afilado dedo de una mano desnuda para tirotear a todo lo que se asoma, a todo lo que se mueve. Le compro el guión de lo que lee, de lo que oye, de lo que ve. Y siempre será el héroe a este lado del mundo. Mi hijo juega a restaurar la paz, manipulado, claro que sí, pero como los de la otra bandería, que siempre serán o han sido, por aquí, el mal, el imperio del mal. ¿Que le compro violencia? Si no hubiera habido, ni sarracenos, ni conquistadores sanguinarios, ni piratas, ni nazis,  ni delincuentes, ni kamikazes, ni mafia, ni Bin Laden,  ni garante del planeta, ni dioses que no vuelven de comprar tabaco… mi hijo tendría una paloma blanca de mascota por la casa, o la biografía en fascículos de todos los amaneceres. Reflejo de la vida que nos toca, somos, son los juguetes o deberían de ser. Yo, cuando en aquella película, los pintarrajeados comanches raptaron a la chica, o ,en aquella otra, viendo a todo el séptimo de caballería por los suelos, al pelirrojo Custer  flechado como un San Sebastián, acabé de un plumazo con toda la tribu de la pluma, nunca mejor dicho. A Caballo Loco le colgué del palo mayor del fuerte de madera. Y de nuestra guerra civil que oía en la cocina tocada lenta en la curtida cicatriz de un brazo que me llevaba en volandas, la lidié, de niño, en la calle de arena de los pueblos de La Rioja. Alistado de soldadito en uno de los dos bandos, echado a suerte, jugábamos a dispararnos con balas de corcho… Hasta formábamos un pelotón de fusilamiento. Recuerdo que mi verdugo de pupitre, me ponía su oído frío en mi pecho cerrado al aire, y yo me demoraba eternamente en la muerte…Sólo quería recordármelo. Y aún se me escapa media sonrisa, como si, sin esos juguetes, uno no sería, ahora, la misma buena persona que creo que soy. Recordármelo, mientras en la pantalla, me dejo matar.

©Rubén Lapuente Berriatúa

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PATINETE

PATINETE

 

En Todo Colección

moría de bella herrumbre

Tiene encanto

este patinete del viento

Tiene huellas en relieve

como bocera de niño

Tiene radios de llanta

segando sol

Y parrilla de los olvidos de madre:

el pan  harina  aleteos de periódico …

Mi tranvía de las aceras

Mi rucio de la infancia

como una sombra de lagartija

creciendo en las tapias

de Miranda al atardecer…

Le quitaré un poco de muerte

Pararé su gangrena

sin amputarle la edad

"Otro trasto" -me dirá ella

("pero tan hermoso") -no me oirá

En la ya vieja calle de mi sueño

me veré descarrilar

con el recado de madre por los suelos

pero ahora

tendré otra rueda

como una mano más

tendida…

Clavados en su montura

deben brillar mis ojos…

Estoy vivo

           ©Rubén Lapuente

LA LIBÉLULA

LA LIBÉLULA

 

Desde el cielo del sueño

baja hacia el río

Un cuerpo menudo

entra en el agua

Es la luz que juega

sobre esa pequeña

espalda mojada

Son sus visos de satén

Sus tornasoles

de escamas prendiendo

en esas dos paletillas

que le sobresalen

como lomos de peces dorados…

Es la mano

del destello del sueño

desempañando   

lentamente

el vaho del cristal

del olvido…

 

La mareta de su cuerpo

de rama rota atada

al viento del agua

que los remos de sus brazos

van tejiendo  en abanico

lleva a la orilla    

mucho antes  

su pequeño temblor...

 

En la aguja de un junco

ensarta una infeliz mariposa

De malherirla

se sacude de los dedos

de las manos

los polvillos de oro

de sus alas

de ocelos ciegos

pegados

como si por ese ademán

la maquillase

como si así

la devolviera  

rociada

una pizca del decoro perdido…

Y luego con presteza

la remienda

como cuando él

se desempolva la niñez

antes de cruzar

el umbral del fuego

enemigo de su madre 

con un sarmiento

de alfanje

atado al cinto… 

 

De rodillas

Sumergido

justo hasta que la línea

del agua le corra por la mitad

de los labios…

Espera a la aguja del diablo

que cosía la boca

a los deslenguados

de cuando era

menos que un rapaz

Sabe que es más rápida

que un relámpago

Que sus diabólicos ojos facetados

le sorprenderían

con tan sólo el simple tris

de un pestañeo…

 

Y la joya turquesa

colgada de un punto  

de la nada del aire

aparece   ya arriba

en el culmen del festín

de su señuelo

en su cercano pavor

en su sufrido temple

Hecha de sueño y azar y secreto…

 

En el puño cerrado

mordiéndose los labios

aprieta y aguanta

la muerte

de la belleza y el miedo juntos…

 

Por el filo de las alas rotas de la libélula

el niño se va muriendo

 

             II

 

Para perder el miedo

grita en silencio:

Tengo miedo

Ahora tiene que adentrarse

como en un túnel:

Ya sabes:

El ruido de sombras

que se entrechocan

La estridencia de unas voces

El espanto de algo extraño 

que espera al fondo sin luz…

Él se aferra

a lo que no se le muere:

La de su mano niña

que aún recuerda

el frío de la carne rosa

dormida de muerte en su arrullo

y que aún ahora  tan añosa

la lleva a su mejilla…

Se aferra

a sus pequeñas victorias:

Qué triunfo cuando atravesó

por primera vez    solo

camino de la escuela fría

el bosque de niebla del largo puente

sobre las aguas del Ebro

¿Cómo pudo arrojarse al río

sin saber si haría pie

si aún no sabía nadar ?

¿Y cómo resistiría la

eternidad del pavor de aquel

caballito del diablo

vibrando preso en su puño?

 (¿Todas las conquistas están en la infancia?)

 

Antes de que se adentre en el túnel

le tomo una mano

La otra la lleva cerrada

                                   ©Rubén Lapuente

 

VECINITA

VECINITA

Venga vecina

Préstamelo

Que sólo es para una mañana

de domingo

Que no sabes las ganas

que tengo de mandar

a este amuermado

adulto mío

a la esquina

a ver si llueve

Que llevo una eternidad

sin una mano de blancura

Sin un incordio inocente

Sin esa pequeña patria del candor

Oh venga vecina

Que ya ni me acuerdo

de aquel sollozo de hijo dulce

Ni de aquella voz

de corteza de pan

saliendo del  hatillo

de sus  huesos abrazados …

Que quiero sufrir un bombardeo

de su lengua de trapo

Ver la huella de su manecita

en el vidrio empañado del balcón

o su estampa de pájaro ciego

contra la pared

de mi cuarto en penumbra

buscándome a tientas…

Subirme a la espiral

de su sueño despierto

Verme  esa mañana

como viviendo en una  acuarela…

dibujado

Oh venga   ¡Déjamelo!

Que le voy  a devolver

de regalo

el asombro

de la magia de este patán

faquir hambriento

de cuchillos de cocina

del bosque de mi boca en llamas

Y con polvo de estrellas

le encontraré

un doblón de dulce oro negro

en el cofre de su pelo

En sus bolsillos

esas piedras de colores

del río en el que se sumerge

cada noche

Ah  Y si también

vienes tú  vecinita

para cerrarte esa herida

de amor roto    

tengo un   ¡ale hop!

 guardado para ti…

 

 Ahora que aún es olor y luz

de pan de madrugada…

Oh venga vecinita

¡Déjamelo!

                  ©Rubén Lapuente

a Elena García          foto: Guillermo

TIRANOSAURIOS

TIRANOSAURIOS

Andaba siempre

por la casa

con sus bichos

Entrabas en su habitación

como a un parque

de atracciones

del jurásico

Una patrulla de reptiles  

velaba

su primera peonza

su bólido de cuerda

sus canicas

que ahora

reconvertidas

en huevos

incubaba una fiel maternal

tiranosauria

Hasta

en una cubitera

tenía a un triceratops  

haciéndole pasar

la edad del hielo

Y nada de saurios

con un hoyuelo en la barbilla

Los quería

bañados en azogue terrorífico

con  gordos golondrinos

de acné cavernario

Bien curtidos

en zurrar la badana

Ah  Y a punto

de descuajaringarse

las mandíbulas

 

Era su otra familia paralela

la de su planeta

bajito

al que llegaba

en un pestañeo

llevándose también

esa mueca de dolor

que yo veía que le

venía a veces

Esa espiga muerta

que brezaba

el viento de su sangre  

pero que nadie

por esos andurriales suyos

tan angostos

la alcanzaba

 

Y ahora que hago limpieza

de media vida

parecería que tanto bicharraco

fueran  sólo gramos

de escamas de goma

pero cruzando

esa batiente puerta

de claraboya

tendido sobre

una sonora camilla camino

del pavor

viéndole apretarse

a uno de estos tiranosaurios

que vuelan a la basura

sé  ahora  que hay cosas

que sólo pasan al principio de la vida

esas de un hilo de humo

de pureza sin memoria mañana

pero  que yo

ahí estaba  para atraparlas 

Que pueda verle ahora

que viene a nuestro estío

oh afortunado de mi

verlo también

también desde su olvido

                ©Rubén Lapuente

PIRATAS DEL BALCÓN

PIRATAS DEL BALCÓN

 

Del mar

sólo recuerdan bien

su saliva de plata en la arena  

que fueron los reyes

de la orilla

Ahora les basta

con llenar de agua

el barreño

del balcón

para imaginarse

en un

plis plas

todo el piélago

del mundo

Yo

de mi pobre astillero

he botado un par de barcos piratas

de cartón

para sus niñas

manos

timoneras

para la marea de la tarde

Y cada uno

va

y  juega

a su modo

El uno  

a lo del abordaje

a arramblar con el oro de las Indias

de una galeón  

español

El otro

dibuja

de mascarón de proa

una sirena

que ha leído

en una fábula  de marineros

que su belleza

desbrava la tempestad

y arrodilla la galerna

 

Y si uno atisba

una isla desde la cofa

donde enterrar

un tesoro

El otro

también gaviero

del palo mayor

pero aprendiz de poeta

hace como que

varea el haya de otoño del cielo

siguiendo  luego

en el agua

el  reguero

de la lluvia

de las hojas amarillas

que caen

de las estrellas

 

Los dos

sobre la pasarela

son piratas de guiños

de alfanje al sol

bajo la que

una banda de tiburones

chasquean

sus afilados dientes

reclamando

la  dulce merienda…

 

Luego a la noche

de tan cansados

dejan que el corazón

sea quien les lea

el libro de cuentos

que se vuelve sobre el pecho…

 

Y que yo  ya dormidos    les cierro

                 ©Rubén Lapuente