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PATINETE

En Todo Colección
moría de bella herrumbre
Tiene encanto
este patinete del viento
Tiene huellas en relieve
como bocera de niño
Tiene radios de llanta
segando sol
Y parrilla de los olvidos de madre:
el pan harina aleteos de periódico …
Mi tranvía de las aceras
Mi rucio de la infancia
como una sombra de lagartija
creciendo en las tapias
de Miranda al atardecer…
Le quitaré un poco de muerte
Pararé su gangrena
sin amputarle la edad
"Otro trasto" -me dirá ella
("pero tan hermoso") -no me oirá
En la ya vieja calle de mi sueño
me veré descarrilar
con el recado de madre por los suelos
pero ahora
tendré otra rueda
como una mano más
tendida…
Clavados en su montura
deben brillar mis ojos…
Estoy vivo
©Rubén Lapuente
LA LIBÉLULA

Desde el cielo del sueño
baja hacia el río
Un cuerpo menudo
entra en el agua
Es la luz que juega
sobre esa pequeña
espalda mojada
Son sus visos de satén
Sus tornasoles
de escamas prendiendo
en esas dos paletillas
que le sobresalen
como lomos de peces dorados…
Es la mano
del destello del sueño
desempañando
lentamente
el vaho del cristal
del olvido…
La mareta de su cuerpo
de rama rota atada
al viento del agua
que los remos de sus brazos
van tejiendo en abanico
lleva a la orilla
mucho antes
su pequeño temblor...
En la aguja de un junco
ensarta una infeliz mariposa
De malherirla
se sacude de los dedos
de las manos
los polvillos de oro
de sus alas
de ocelos ciegos
pegados
como si por ese ademán
la maquillase
como si así
la devolviera
rociada
una pizca del decoro perdido…
Y luego con presteza
la remienda
como cuando él
se desempolva la niñez
antes de cruzar
el umbral del fuego
enemigo de su madre
con un sarmiento
de alfanje
atado al cinto…
De rodillas
Sumergido
justo hasta que la línea
del agua le corra por la mitad
de los labios…
Espera a la aguja del diablo
que cosía la boca
a los deslenguados
de cuando era
menos que un rapaz
Sabe que es más rápida
que un relámpago
Que sus diabólicos ojos facetados
le sorprenderían
con tan sólo el simple tris
de un pestañeo…
Y la joya turquesa
colgada de un punto
de la nada del aire
aparece ya arriba
en el culmen del festín
de su señuelo
en su cercano pavor
en su sufrido temple
Hecha de sueño y azar y secreto…
En el puño cerrado
mordiéndose los labios
aprieta y aguanta
la muerte
de la belleza y el miedo juntos…
Por el filo de las alas rotas de la libélula
el niño se va muriendo…
II
Para perder el miedo
grita en silencio:
Tengo miedo
Ahora tiene que adentrarse
como en un túnel:
Ya sabes:
El ruido de sombras
que se entrechocan
La estridencia de unas voces
El espanto de algo extraño
que espera al fondo sin luz…
Él se aferra
a lo que no se le muere:
La de su mano niña
que aún recuerda
el frío de la carne rosa
dormida de muerte en su arrullo
y que aún ahora tan añosa
la lleva a su mejilla…
Se aferra
a sus pequeñas victorias:
Qué triunfo cuando atravesó
por primera vez solo
camino de la escuela fría
el bosque de niebla del largo puente
sobre las aguas del Ebro
¿Cómo pudo arrojarse al río
sin saber si haría pie
si aún no sabía nadar ?
¿Y cómo resistiría la
eternidad del pavor de aquel
caballito del diablo
vibrando preso en su puño?
(¿Todas las conquistas están en la infancia?)
Antes de que se adentre en el túnel
le tomo una mano
La otra la lleva cerrada
©Rubén Lapuente
VECINITA

Venga vecina
Préstamelo
Que sólo es para una mañana
de domingo
Que no sabes las ganas
que tengo de mandar
a este amuermado
adulto mío
a la esquina
a ver si llueve
Que llevo una eternidad
sin una mano de blancura
Sin un incordio inocente
Sin esa pequeña patria del candor
Oh venga vecina
Que ya ni me acuerdo
de aquel sollozo de hijo dulce
Ni de aquella voz
de corteza de pan
saliendo del hatillo
de sus huesos abrazados …
Que quiero sufrir un bombardeo
de su lengua de trapo
Ver la huella de su manecita
en el vidrio empañado del balcón
o su estampa de pájaro ciego
contra la pared
de mi cuarto en penumbra
buscándome a tientas…
Subirme a la espiral
de su sueño despierto
Verme esa mañana
como viviendo en una acuarela…
dibujado
Oh venga ¡Déjamelo!
Que le voy a devolver
de regalo
el asombro
de la magia de este patán
faquir hambriento
de cuchillos de cocina
del bosque de mi boca en llamas
Y con polvo de estrellas
le encontraré
un doblón de dulce oro negro
en el cofre de su pelo
En sus bolsillos
esas piedras de colores
del río en el que se sumerge
cada noche
Ah Y si también
vienes tú vecinita
para cerrarte esa herida
de amor roto
tengo un ¡ale hop!
guardado para ti…
Ahora que aún es olor y luz
de pan de madrugada…
Oh venga vecinita
¡Déjamelo!
©Rubén Lapuente
a Elena García foto: Guillermo
TIRANOSAURIOS

Andaba siempre
por la casa
con sus bichos
Entrabas en su habitación
como a un parque
de atracciones
del jurásico
Una patrulla de reptiles
velaba
su primera peonza
su bólido de cuerda
sus canicas
que ahora
reconvertidas
en huevos
incubaba una fiel maternal
tiranosauria
Hasta
en una cubitera
tenía a un triceratops
haciéndole pasar
la edad del hielo
Y nada de saurios
con un hoyuelo en la barbilla
Los quería
bañados en azogue terrorífico
con gordos golondrinos
de acné cavernario
Bien curtidos
en zurrar la badana
Ah Y a punto
de descuajaringarse
las mandíbulas
Era su otra familia paralela
la de su planeta
bajito
al que llegaba
en un pestañeo
llevándose también
esa mueca de dolor
que yo veía que le
venía a veces
Esa espiga muerta
que brezaba
el viento de su sangre
pero que nadie
por esos andurriales suyos
tan angostos
la alcanzaba
Y ahora que hago limpieza
de media vida
parecería que tanto bicharraco
fueran sólo gramos
de escamas de goma
pero cruzando
esa batiente puerta
de claraboya
tendido sobre
una sonora camilla camino
del pavor
viéndole apretarse
a uno de estos tiranosaurios
que vuelan a la basura
sé ahora que hay cosas
que sólo pasan al principio de la vida
esas de un hilo de humo
de pureza sin memoria mañana
pero que yo
ahí estaba para atraparlas
Que pueda verle ahora
que viene a nuestro estío
oh afortunado de mi
verlo también
también desde su olvido
©Rubén Lapuente
PIRATAS DEL BALCÓN

Del mar
sólo recuerdan bien
su saliva de plata en la arena
que fueron los reyes
de la orilla
Ahora les basta
con llenar de agua
el barreño
del balcón
para imaginarse
en un
plis plas
todo el piélago
del mundo
Yo
de mi pobre astillero
he botado un par de barcos piratas
de cartón
para sus niñas
manos
timoneras
para la marea de la tarde
Y cada uno
va
y juega
a su modo
El uno
a lo del abordaje
a arramblar con el oro de las Indias
de una galeón
español
El otro
dibuja
de mascarón de proa
una sirena
que ha leído
en una fábula de marineros
que su belleza
desbrava la tempestad
y arrodilla la galerna
Y si uno atisba
una isla desde la cofa
donde enterrar
un tesoro
El otro
también gaviero
del palo mayor
pero aprendiz de poeta
hace como que
varea el haya de otoño del cielo
siguiendo luego
en el agua
el reguero
de la lluvia
de las hojas amarillas
que caen
de las estrellas
Los dos
sobre la pasarela
son piratas de guiños
de alfanje al sol
bajo la que
una banda de tiburones
chasquean
sus afilados dientes
reclamando
la dulce merienda…
Luego a la noche
de tan cansados
dejan que el corazón
sea quien les lea
el libro de cuentos
que se vuelve sobre el pecho…
Y que yo ya dormidos les cierro
©Rubén Lapuente
DARÍO Y LAS TORMENTAS

Bravucón nos ha salido
este cielo de julio
que todas las tardes
como una celestial fallera mayor
comienza su velada
de fuegos tracas y centellas
En este nidal
entre montañas
su gigantesco
estruendo
me sobrevuela tan cerca
de la cabeza
que el corazón
se me estremece
Darío mi vecino
de casi tres años
ya conoce el miedo
él no tiene el valle de esa falda
de cuando la luz
la cortaba un simple chasquido
y corrías hasta su cálido y dulce
cuenco de aroma oscuro
a enterrarlo:
mi primer recuerdo
Darío que le veo
que le oigo crecer cada día
en el jardín rayano al mío
me trae aquel valle estampado
de flores entre las rodillas de …
“¡Eh Darío
no te escondas
Sal miedica
Mira cómo relampaguea
Mira como truena
Mira que flechas nos lanza la tormenta!”
No sé si Darío recordará algo
si necesitaría de esa…
“¡Rubén Mira Mira
cómo “relampampuncia”!
Me dice a la enésima tormenta
Gracioso y ya valiente hombrecito solo
©Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)
BICHOS

Puro y sin memoria
Hay una fiera
mugrienta en tu cuerpo
Capitán de los arrabales
de la cocina
Rastreador de cubiles
En un adarme
trizas
lo invisible
Tu ojo y tu reojo
sigue a todo
lo que se mueve
por el suelo
Cuanto más veloz sea
más avivas
a gatas
para cazarlo
Tu lenguaje
lo aprenden antes
los bichos
que los sabios mayores
Al ácaro
lo encuentras riéndose
del suspiro
del arma de tu madre
Al escarabajo
errante
le subes a la almena
de tu castillo
para enseñarle
el paisaje
Y a falta
de enemigo
le encierras
en la mazmorra
con miga de pan
de almohada
y puesta la llave
Todo
hasta que el grito
de tu madre
aplasta contra la suela
de su zapatilla
a tu amigo de viajes
Ahí empieza
a enturbiarse la pureza
Ahí nace la memoria
Y hacina
la primera gota
de cobarde
©Rubén Lapuente
PÁRVULAS SÁBANAS

Tendido en la cama
mis rodillas levantan
un cielo de sábanas de luz
por donde va mi hijo
trenzándome
su párvula
niñez
Con un lejano zumbido
de aviones en mi boca
se pone en guardia
con ese braceo
ciego suyo
de loca algarabía
Qué fácil sumergirme
en esa madriguera
convertirme
en la zancada de mis dedos
escoltando
a la suya
tan pequeña
A un grito mío
ya huimos de un gigante
por una empinada
ladera:
la encrestada espalda
de un dragón
que refunfuña
medio dormido
sobre
mi pierna
Al pisarme el ombligo
de pronto
todo tirita
Pero “¡corre -le digo -
que es el cráter de un volcán
corre que estalla
que nos coge la corriente
de su rio de fuego
de viva lava!”
Y cruzamos
sin un rasguño
el bosque
oscuro de mi pecho
con dibujos
de ojos de fieras
que parpadean
con serpientes con unos de tiza
en las pupilas
silbando
en cada
ensortijada
mata
de mis hebras
Antes
de alcanzar
la combada ribera
de luz
de la sábana
en el refugio del bolsillo alto
de mi pijama
me parlotea
tranquilo
en esa lengua virgen
gorjeo de luz del paladar niño
que me deslumbra
Y todo hasta que
una voz cálida y firme
cada noche repetida
echa abajo
nuestra bóveda
hiere a mi hijo de sueño
me despierta
a mí
de la niñez y…
ay
me retorna
a esta otra vida
hasta mañana
©Rubén Lapuente
EL REY DE LA ORILLA DEL MAR

Para conocer el mar
miro a mi hijo
El niño rey de la orilla
El único capaz de vaciarlo
en un hoyito
Le veo a la carrera
bordeando
los pétalos de espuma
de cada ola
huyendo
de esa suave lengua de agua
que siempre
le zancadillea
El niño rey de la nadería
pellizcando
lo que el mar le regala:
esa vega de luz
de escamas de plata
o en la rosaleda
de nácar de la arena
esa concha
que coge
la mira
la cierra en el puño prieta
y ya no la suelta
hasta que
en el bajío
del sueño
alguien
se la roba
Y embelesado él
siento como que el mar
le arrebata su pequeña memoria
Y me vagabundea
Si se me perdiera ahora
lo encontraría
en un instante
o borracho de arena en la orilla
o de pie en jarras
desafiando
las tarascadas
de las olas
o ensimismado
lírico entre las dunas
dejando escapársele
por entre los dedos
su puñado
de dorada
arena
Cuando ya le da la espalda la tarde
y me lo llevo
enarbolado
envejecido de sol y de playa
me vuelvo a esa luz
de esquirlas de acero
que el mar
me desnuda…
Mañana mi hijo
se despertará
como la mar
¡qué envidia!
naciendo
todavía
©Rubén Lapuente
(Peñiscola)
PÁJAROS EN LA COCINA

Yo tenía diez años
Y pájaros volando
por la cocina
De sus azulejos
colgaba
una cepa seca
de nido
Yo amanecía antes
en un bosque
de cazuelas
que en mis cerrados párpados
Yo tenía en el hombro
el loro
del hijo de un pirata
Y una boca
en pico
de migas de pan
Y una lengua de trapo de lechuga
Y el columpio de Pinito del oro
en cada dedo
Yo tenía a mi madre
que iba tras las plumas
y las heces
Por el acantilado
de la mesa
tiraban
el tintín
de mis dos monedas
Y bajo
sus ojos
debajo de las plumas
se me aparecía un tesoro oculto:
sus mejillas
Y en la fritura
desde la platea del teatro
de la cocina
oía la coral dorada
de sus eternos trinos
Y sabían que era yo
el granjero
del silo
del alpiste
El del cuenco del agua limpia
Y creían que la luz de la lámpara
era otra vez
el sol de la mañana
Sobre mi cabeza
volaba con sus alas
dentro de mí
Una tarde
mientras mi madre
pintaba de azul
el yeso del cielo
se escaparon todos por el balcón
Y me apeé yo también
con ellos del paraíso
al oficio de vivir
©Rubén Lapuente
Criaba canarios y las crías las tenía en la cocina volando libres por gentileza de mi madre, claro. Aunque ahora pienso que ella fue la mano negra(está perdonada)
De niño se vive en el hoy .Un día abandonamos aquella tarde de pájaros, de juegos: el paraíso y nos vamos una temporada al oficio de vivir .Con los años recuperaremos aquella tarde que dejamos a medias y volveremos a vivir en el presente.
Foto de Franco D´Albao
IN CRESCENDO

Arrastrabas
un cilindro de madera
engastado con cegadoras
llaves de plata.
Y parecía sostenerte
abrazado a tu niñez.
Con su tímido sonido
huías al fondo de la casa
y atrancabas la puerta
como la de una ciudadela
para que no nos llegara
el estridente arpegio
de un aprendiz sonrojado.
Pero, poco a poco,
fuiste quitando cerrojos,
dilatando el largo listón de luz,
acercándonos lentamente
los colores del sonido.
Y el ámbito de la casa
se fue poblando de escalas,
adagios, sonatas, fantasías…
El aire espeso de olas de notas,
vivía, vive con nosotros.
Y ya, qué importa
que el haz del tiempo
te mire y lo sigas,
que nos dejes con su lejana
espalda dibujada.
Si rezuman las cosas melodías.
Si tenemos grabado en el tuétano
la partitura de tu vida.
Si ya somos
náufragos felices en el aire
eterno de tu música.
©Rubén Lapuente
Foto: mi hijo Abel
EL IMÁN

Las cosas no son lo que parecen
Mira este imán
Sus días
de cuando yo sólo era un bicho
entre las piedras
El pequeño mágico planeta
de silenciosos hilos invisibles
que por debajo de la mesa
mudaba las tachuelas
en eléctricos peces
Surcaba entre los pliegues del mantel
barcazas de latas de la cena
Y de limaduras
como soldados traidores
formaba
en un tris
un ejército fiel
Las cosas no son lo que parecen
Mira este imán
Su entraña
¡Cómo me lleva al gesto de mi madre
de acomodarse la falda!
¡Al valle donde se perdía el miedo!
Y si lo sigo mirando
Me aúpa
hasta la triste orilla de mimbre
¡Ay de mi niña hermana ya olvidada!
¡Ay de la que nació
del azul del zafiro enfermo!
Las cosas no son lo que parecen
Mira este imán
Ahí dentro están
los días
en los que
alargaba el brazo
y sobre la palma de la mano
me abría su enigma
©Rubén Lapuente
GUSANOS DE SEDA

Me regaló mi padre
una caja de cartón de zapatos
con gusanos de seda
Era como tener
latiendo
en mi cuarto
un juguete con vida
que pedía
siempre
voraz
las solas hojas de un árbol
Y a la fronda
de moreras del cielo
subía yo el otoño
en la salva de mi balón
Siempre merodeaba
por mis deberes
la larva que yo quería:
Nómada
por el desierto
coloreado de mis láminas
Monstruo por detrás del tintero
Si se atrevía
a remontar mi mano
mis dedos se volvían
pasarelas de un barco pirata
y sobre el mar
verde de morera
se arrojaba
solo
Crecían tan rápido
como mi señal
en los azulejos de la cocina
Un día
igual que como cuando me llamaba
secamente mi padre
dejaron su voracidad
su quehacer
a un tiempo
y desde el anclaje del aire
empezaron
a trenzar un dulce saco de seda
alrededor de sí mismos
Yo los veía extrañado
de que no dudase ninguno
de que su hilatura
no les encadenara
Los veía
al tiempo que mi madre
creía tejerme una bufanda
mi retorcida clava de lana
que blandiría al frío sol
de la otra pandilla
enemiga
Yo los veía salir mariposa
de donde no la había
¡Y con prisa de preñar paredes!
¡De morir!
Y recuerdo mis dedos
despegándose
de las alas
de aquella dulce carne de morera
que desde la ventana
como una serpentina
de verbena
caía
Y titubear
subiendo la caja
a lo más alto del armario
dándole un empujón
para no verla
desde la puerta
©Rubén Lapuente
DESTELLOS

Hoy me he llevado al hijo al río
Aquí bordea el viejo arrabal
donde casi nadie quiere venir a vivir
¿Y quién se va a acercar a sus aguas
quién va a cruzar este puente de hierro
si al otro lado vigilantes cipreses
custodian la ciudad?
Nunca se hará este río cicatriz
de agua en la memoria
Cuando estallaban los fuegos en otoño
yo me acercaba a sus ribazos
y por entre las estampas
de un cielo de noche
de bengalas
en el agua
buscaba erráticos destellos
otros reflejos
escondidos
Y bajo el bullicio de las barracas
de madrugada
cuando mi brazo rodeaba su cuello
adelgazaba el oído
hasta llevarla rumores ocultos
de sueños
que aprehendí
de muchacho
en su lecho
Hoy me he llevado al hijo al río
Por las calles
de la mano
desde sus tres primaveras
me habla con esa voz de pluma
con esa lengua de revoltijo
de su abecedario
que aprendo rápido
Si se aleja un poco de mí
me doy cuenta
de que es como un estandarte
enarbolado al viento
como si llevara de un hilo
una cometa de luz
siempre
viva
Como buen hozador
a cada paso
encuentra naderías
por las aceras:
un botón dorado ahora
que como un tesoro esconde veloz
Como dos náufragos
colgados del cielo
desde la mitad del puente de hierro
la espalda tan ancha del río
me golpea en la frente
y me recorre todo el cuerpo
Yo he venido
a las aguas de mi río
a arrojar
mi deseo
mi destello
que sólo yo lo veré
escarpado
eterno
mientras viva
Mi hijo mientras
mira el río como un gigante
Y empieza a darse cuenta
de su propia pequeñez
de su fragilidad
Imitándome
lanza su botón dorado
a las aguas
tan escondido ahora
tan inaccesible
que ya por siempre
será un tesoro
su destello
solitario
y eterno
mientras viva
©Rubén Lapuente
a mi hijo Rubén que se acordará de este viaje
Foto: Puente de hierro sobre el río Ebro en Logroño
MARIONETAS

Sorteando el tinglado
el teatrillo de la plaza
me alcanzó
un relámpago
de algarabía
Eran los inocentes gritos
acallando
añagazas de bruja
Alertando
de emboscadas
de peligros
al despistado héroe
a su novia pura
Demoré el paso
para quedarme
en el rumor de la estaca
resonando
en la malvada cabeza
de trapo
Y me volví
para volverme a ver
en el recuerdo
sentado en el suelo
ligado
por la maroma de otros brazos niños
entrando en la fábula
sin miramientos
completo
con las mismas muecas
de tirria
de apego
de desprecio
de alerta
de miedo
de júbilo
que las que veo ahora
Todos los sentimientos
allí juntos
en aquel teatrillo de títeres
en ese tablado de las emociones
que quizás me sirvió
después
para olvidarme
de mi mismo
en la penumbra de un cine
en la soledad de unos versos
en la agreste belleza que me rodea
o frente al deseo de un cuerpo amado
y para ser
no como un niño
sino aquel mismo
que salía de la tramoya
como un limpio río risueño
colmado
de entregarse
a la hermosa mentira
de la vida
©Rubén Lapuente
(Glorieta del Doctor Zubía
Logroño. La Rioja)
SIN AIRE

¡Cómo sentía
la última luz
de la tarde!
Arrimado
a ese abanico de dulces radios
de sol
lucía toda mi piel
Me oía la respiración
como algo
que se sucede
inevitable
Como algo
que no me pertenecía
Aspiré
un sorbo de ese aire
de esa tarde
y la corté en mi boca
(uno dos …)
Desde mi pequeño
oscuro mirador
veía
esa pulpa
de vida
desasosegada
su engendro creciendo
su loco braceo
el clamor de pie
su estertor
(sesenta sesenta y uno…)
el miedo
lo quebradizo de todo
mi resuello!
©Rubén Lapuente
foto M. Gallego
contener la respiración era más
que un juego de niños
PRIMEROS PASOS

Llegaba a casa
herido de oficina
Tarde
al último compás
de su breve pie
No sé en qué hora
se atrevió
con la sima de una llanura
No sé cómo apareció
plantado frente a la puerta
tirando de la cartera
de mis papeles
como de una carreta
rota
Su manecita
me llevaba
me traía
por los rincones
de sus madrigueras
despertando
la jerga de las cosas
Me enseñó
el lenguaje de los pájaros
Cómo se avienta a los bichos
Cómo de una pelusa
sacaba el oro
de su pelo
Y se enroscaba
en las ramas de mi cuerpo
como la más bella
y larga cola de ardilla
Y mientras
el haz de su risa
se perdía en mi mismo
Mientras me miraba
como si me mirara el mar
cansado
dejaba caer sobre mi pecho
su fardel de vida y sueño
Y toda mi niñez
retornaba
©Rubén Lapuente
Con el hijo se revive la niñez que no se recuerda
Que no se te pase dos veces
LA MANO DE NIEVE

Nevaba
por una ventana
de la escuela
sin memoria
En el patio
corría perseguido
por dos breves huellas
que la nieve
me destapaba
Mirado y cegado
por aquel resplandor
metí la mano
en la blancura
y escarbé la veta
de luz
En la bicicleta
llevaba la dulce pala de la orilla
y hacía sonar
la bocina
sin cesar
para que todo saliera
a recibirme
Y junto al río fui
el hondero de la nieve
la gruta fugaz de un cuento
el feliz náufrago oculto
el parlanchín con lo dormido
Y extenuado
me tendí
sobre la gélida fragua de luz.
Sin fuerzas
me eché
sobre el tesoro puro de lo eterno
sin una pizca más de niñez
que arrancarme
Tuve que empezar a oír
lejanas y largas voces
para que todo mi cuerpo
tiritara.
©Rubén Lapuente
al amanecer los niños montaron en sus triciclos
y nunca regresaron (L.M.Panero)
INFLUJOS DE UN BALÓN

Bajo el brazo llevaba
un tesoro de amigo.
Antes fue
un rebujo de periódico,
un atado de hilas,
un limón verde y seco.
Dormía bajo la cama,
bajo mi sueño.
Yo hacía la tijereta,
la vaselina,
el remate de cuchara,
la rabona.
Y daba en la diana,
con los ojos cerrados.
A falta de campo
tomaba las aceras.
Bajo los motores aparcados
se quedaba preso.
Sólo me paraba el juego
el claxon de un vehículo,
el sobresalto en el corazón
de un estallido.
Subía al cielo
a mirarse en los cristales,
y acababa de rehén
en el balcón del primero.
Era la plaga
de las huertas en verano.
Del colegio sólo recuerdo nítido
las patadas a ese cuero.
Y el primer día de la camiseta
a rayas rojas y blancas
iluminada por mi dios falso de niño.
Y cuando me miraba ella,
regateaba hasta los guijarros.
Sobre el horizonte de mi ventana
ocultaba el cielo de estrellas.
Y lo iba a buscar hasta
en el fondo de un barranco.
Antes de ser
el héroe de mi sueño,
me rompió la rodilla
un defensa leñero.
Se desinfló mi balón de futbol,
aunque ahora mi infancia
sea mi propio hijo
y su sueño sea el mismo.
©Rubén Lapuente
para mi hijo Abel imán de todas las patadas
sin más rodillas ya que romperse
PEQUEÑO PESCADOR FURTIVO

Para el niño
los playmobil
son casi sordos.
Y sobre ellos
balbucea
su arenga
mojada en saliva.
Luego
les acerca al oído.
Escucha sus señas.
Y asiente
sereno
con la cabeza.
Sólo para quien
le espía
todo es una fábula.
Le faltaba capitanear
al que dispara
en el agua
balas de burbujas.
Y ha dejado
un vaivén
en la pecera.
Y le ha llevado
al universo
de su alfombra.
Del pobre pez cree
que su barboteo
y sus coletazos
son como los de
un perro amigo.
Y le registra
bajo las escamas
el botón que lanza
chorros
de granadas.
Pero el pez
se desmaya
como una princesa.
Y el niño,
lo agita, lo agita…
Algo ha hecho de malo
cuando vuelve
a dejar un vaivén
en calma
en la pecera.
©Rubén Lapuente
BURBUJAS

Tu soplo enjabonado
crea un universo
de lunas.
Tú te ves curvada
en el reflejo
de cada una.
Dueña
de cada planeta
de agua.
Si de pie
abres los brazos
caen pompas
de cristal
de tus ramas.
Y revienta
de la pulpa
tu zumo
de aire de niña.
Si corres,
la estela de burbujas
te muda en pez
con las aletas
de tus trenzas.
Yo
fanfarroneo con ella:
que si soy el mejor
cazador al vuelo
de burbujas.
Y le lanzo
una serpentina
de lunas de jabón
sobre la cabeza.
El momento mágico
de esa edad
no me toca.
Ella se queda rígida.
Sin duelo.
No es ésa su lluvia
de burbujas.
©Rubén Lapuente
GIGANTE

A horcajadas,
sobre mis hombros,
soy la mejor montura
para mi hijo.
Desde más allá de arriba,
sin miedo, sin vértigo,
lo mira todo
con ojos de un gigante.
No se bajaría nunca.
Le veo en los cristales
mirarse con suficiencia,
como que le vengan ahora
a toserle los malos.
Como no tiene riendas,
me agarra de los mofletes,
me tapa un ojo, el otro,
los dos, la boca,
y le mordisqueo la mano
para que no me ahogue.
Me clava las espuelas
si me paro en los escaparates.
Él está a lo suyo:
a los coches, al bullicio,
a las luces.
En la cabalgata,
le dio la mano,
como un señor,
al Rey Baltasar,
sobre otro corcel igual
de alto que el suyo.
Y se lleva a casa
el calidoscopio
de toda la tarde.
Se echa sobre la alfombra…
Y bajo los párpados cerrados
se le iluminan los ojos.
Rubén Lapuente
EL BIG BANG

Lo hemos llamado universo.
Quien lo deja que toque el suelo
lo mancilla.
Y pierde.
Y lo pena.
Lo avienta el soplo de mi hijo.
Yo le pinto dos ojos
cercanos y una narizota
que al inflarlo
se van separando
más y más
huyendo por la gran curva
como un rebaño de soles
y planetas.
Lo lanzamos al aire.
¡Cuidado que vamos ahí dentro!
Ni el mejor portero llega
como nosotros:
con la coronilla
con las yemas de los dedos
con el trasero
con la punta del dedo gordo
del pie izquierdo.
Siempre rompemos
algo en el juego
pero qué casualidad
de lo que los dos negamos:
Hoy,
ese jarrón de flores eternas
triste funámbulo
sobre el anaquel vencido.
Y el universo,
en un despiste,
bota y rebota en el suelo.
!Papá has perdido!
Frente a mí
suspendo el universo
por su rabillo.
Mi verdugo se desternilla
acercándome el brillo
del alfiler a mi rostro.
Yo aprieto los ojos,
los dientes, el cabello...
mientras otro cosmos
se eleva entre los labios
de mi hijo.
Rubén Lapuente
NIÑO PINTOR

El color, ese sufrimiento
de la luz(Goethe)
Si le doy a mi hijo
una tiza, un pincel,
un lápiz de colores.
le doy la mano del viento
Le doy el vuelo
de un hilo de alambre
del sueño.
Y me pinta una casa
su bólido,
un sol amarillo,
y a un tipo con antenas
(¿o es su remolino en el pelo?)
con sonrisa de payaso
No titubea, no tacha,
no copia, no sufre.
Aprieta el color
para que salga más intenso,
más llameante.
Y, o rompe la mina del lapicero
o se queda sin fuerzas,
medio dormido,
sobre los colores.
Sin una pizca de pintura
en la memoria
lo que le sale es definitivo,
original, puro, sin patraña.
Y lo hace de carrerilla
como si llevara mucho
tiempo en el arte.
Luego pone su nombre
a la lámina con letras
desmedidas:
Y la olvida para siempre.
Y a otra cosa, mariposa.
Rubén Lapuente