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GOLONDRINAS, ORONETAS

Si envejecer es ver cómo se van alejando las cosas de uno, estoy de enhorabuena, porque a mí todavía me llaman, tiran melosas de mi manga, hacen que siempre vuelva la cabeza. Puede ser un centro de flores secas, una acuarela, un biscuit, un baúl de mundo…, o las pequeñas cosas que heredé de mis padres. Y que todas con el tiempo peinen pátina, maduren su historia, y lleguen a ser como trocitos de uno.
Y siempre falta algo que poner, o que cambiar. Ahí, hay un hueco. Ahí, cabe un detalle. Eso de toparse cada día con la faz de la nada en una pared, o en un rincón de la casa, esa trillada frase de la modernidad en el diseño, lo de que menos es más, lo de quitar en vez de añadir, a mí me llevaría al bostezo. ¿Pero no somos sólo memoria, recuerdos?
Ayer, mirando la fachada de mi casa de El Rasillo, tan enredada entre pinos, la vi pueril, sin una anécdota, sin merecerse una larga mirada. ¿Y qué pondría? ¿Cosas para alimentar el espíritu? ¿Poesía? Oh, sí, eso, le falta poesía, le falta gratitud, hospitalidad. ¿Y por qué no esas tijeras del cielo, esas golondrinas que les basta una esquina, un ángulo, un rinconcito para saludar a la nueva mañana?
Si fuera marinero, de los puros, de los que se casan con el mar, seguiría esa ceremonia suya de tatuarse una golondrina cada cinco mil millas marinas, o mejor, tantas como veces regresara al puerto del noray donde tuviera amarrados los besos.
Pero sólo soy un grumete subido a la cesta de la gavia del pino mayor, de este océano verde de Cameros, y ya no avisto tantas anunciando la primavera, que no todas vuelven a colgar sus nidos en los balcones. Andan tan desaparecidos sus gorjeos, sus vuelos circenses, su carrusel de campanadas perdidas, y todo por esa manera nuestra de enredar, cambiando el paisaje, abandonando la agricultura, o nuestros pueblos, que las tienen medio exiliadas, confundidas.
Y mientras regresan las mortales, en la fachada de mi casa, como un señuelo, como un trampantojo, he colocado una bandada de ellas, pero de cerámica, “oronetas” se llaman en el musical idioma valenciano. Un siglo llevan volando quietas por las casas levantinas. Faltaba poesía en la faz de mi casa. Ahí las tengo, dispersas, elegantes, simpáticas, humildes, intentando alcanzar los inalcanzables aleros del cielo. La verdad es que a lo mejor se animan en marzo las de verdad, y se emplazan bajo la larga cornisa de mi tejado, junto a ese anzuelo de la colonia de las que hermosean mi casa, y trisan silenciosos brillos al sol…
Dicen que traen felicidad, fidelidad, buena suerte. Yo las veo desde la calle y algo pasa, algo como un revuelo se me mueve dentro, como si estuvieran dando cuerda al tiovivo de aquel campanario de la infancia, y eso que son de cerámica. No te digo nada cuando vuelvan las de Bécquer, las que traen siempre en un temblor del ala, la primavera de un cerezo.
©Rubén Lapuente Berriatúa
Publicado en el diario La Rioja 22/01/2022
UN OKUPA EN MI CASA

Vino bohemio de noche. Vino con su hermoso abrigo de plumas leonadas. Y con toda la miel del otoño en los ojos. Desde mi tejado, por la chimenea, se lanzó tan osado, tan ave magna. Nunca lo entenderé ¿Creería ver desde la altura, entre las aún cálidas cenizas de mi hogar, los tizones ojos de un mirlo? ¿O fue que esa noche, huyendo de la cellisca, creyó que esa marea de ascua tibia subiendo hasta envolverle, era por fin su edén perdido? ¿O quizá me vio el otro día deshollinando, metiendo la escoba y la cabeza por esa boca negra, dicharachero, al compás del Chim, Chim, Cheree de Mary Poppins? Nadie podrá saberlo ¿Y por qué tan audaz? Pero si debió bajar abismándose. Si ni nosotros mismos nos atreveríamos en la vida a atravesar un túnel oscuro.
Y aterrizó en el planeta cerrado de mi casa de El Rasillo. Y lo siento por su angustia. Claro que el grifo no goteaba. Ni sabía que la ganzúa de su pico abría la alacena. Allí tenía un tabal de sardinas en arenque, una perdiz escabechada de calendario, y una tableta de chocolate negro para calmarse y resistir y darme tiempo a volver…
Cuando abrí la puerta de mi casa, pensé en los ladrones, al ver en el suelo el jarrón chino hecho añicos, destripados los pájaros bordados de la colcha, y la lámpara del techo indecorosamente condecorada.
Y cómo siento no haberle dejado sólo la profunda noche dentro. Y cómo me duele su angustia de que no pudiera traspasar como la luz el cristal, sin herirse, sin caerse, una y otra y otra vez, contumaz.
Y al pie del ventanal, cayó, ahí cayó, boca abajo, ahí muerto. Y mientras me acercaba, ese atado de plumas me iba recordando el ulular de su agonía…
Y sin cayado miedoso. Sin puntera de zapato. Con mi misma mano desnuda, como si fuera el cadáver de un hombre, le di la vuelta, y entonces, el cuello se le desenroscó, como un tiovivo giró la cabeza ¡Oh, era un hermoso búho real!
Y no lo arrojé a la basura, lo envolví en un retal de arpillera y lo enterré en el jardín…
(¿Sabes? Yo tenía diez años y pájaros volando por la cocina. Tenía mis hombros para darles besos de miga de pan y piquitos de lechuga. Tenía a Pinito del Oro en el trapecio de mis dedos. Y al anochecer, me regalaban un bis de trinos, creyendo que la luz de la bombilla era otra vez el sol de la mañana. Y tenía a mi madre, que iba por detrás con un trapo, recogiendo las plumas, restregando las heces…
Y cuando caía alguno a plomo del nido de la pared, caía a ese agujero mío sin fondo del sueño… Una tarde se fueron todos volando por la ventana (la abriste aposta, verdad mamá), a esa escuela del sol, de la lluvia, del viento, a graduarse en indigencia. Y con ellos, yo también abandoné el paraíso, para irme a ese oficio de vivir, a ese mal invento, a esa batalla inútil con uno mismo)
...Encima de la fosa puse unas piedras, para esas alimañas que huelen y desentierran la muerte.
©Rubén Lapuente Berriatúa
Publicado en el diario La Rioja 29/12/21
OTOÑO EN CAMEROS

“¿El otoño? Es algo más arriba. Sí. Sí. Por este mismo camino. Pare el coche antes de llegar a la ermita de Lomos de Orio. Por ahí, cerca de un acebo, tiene él su aldaba dorada. Ah, pero hoy no se moleste en llamar, que ha dejado la puerta entreabierta. Anda estos días tan atareado rociando todo de ámbar, subiendo tanta savia de topacio a las hojas, que de tanta ida y venida seguro que sólo sale a recibirle el vaivén de su mecedora.
Pero no tenga vergüenza, entre y vístase con su ropa. Tome de su taquilla su buzo de tímido camaleón. Su pala y su escoba de abanico écheselas al hombro, que disfrazado así de jardinero del otoño, le será más fácil desaparecer en esta lenta y dulce y bella agonía amarilla ¿No ha venido a eso?
Ahí dentro todo está muriéndose. Todo cae tan milagrosamente en su lugar exacto que ni necesita mover un dedo, tan sólo, por si acaso se cruza con él, disimule haciendo como que arrastra unas hojas que se han salido del camino, o haga como que llora por un ojo, que este cascarrabias de otoño vea que también arrima el hombro, que se implica en adecentar el ocaso de tanta belleza…
Y no se pierda el lento viaje de ninguna hoja. Todas, hágalas suyas. Caen sobredoradas sobre sus deseos o sobre sus sueños rotos. Decore el cielo de los párpados de su alma con esa dorada estampa, más hermosa si mañana la rescata su soledad o su melancolía o en esa tarde en una terraza donde la vida, extrañamente, coincide por fin con uno…
Ah, pero no se demore mucho en salir. No quiera anclar del todo el corazón a ese noray del muelle del otoño,que aquí, en la sierra de Cameros, la belleza en carne viva acelera ese pequeño temblor de estar vivo, enfermo de vida, en este rodar silencioso de los días con dioses que aún no han vuelto de comprar tabaco… ¿me entiende?
Cuando salga del bosque, que sea al atardecer, bajando hacia Villoslada, bajo ese vals de las hojas cayendo como pájaros amarillos, hile de soslayo los mil guiños de sol entre las hayas, por el estrecho camino, su berlina irá dejando, -usted no lo verá- , una larga estela fatigada de oro”
Rubén Lapuente Berriatúa
Publicado en el diario La Rioja 23/10/2019 y en el digital nuevecuatrouno el 9/11/2019 mi nuevo blog http://rubenlapuente.blogspot.com/
EL AZOR O EL PIRATA DEL BOSQUE

En su pinaza de plumas
navega este pirata
del bosque
sin amo
sin ley
Sobre la rama del haya
o la del roble
apostado junto al tronco
su discreta librea
le embosca
oculta
su sañuda mira
Artesano depredador
aguza la gumía de la boca
Se aprieta a sus dos zarpas
de náufrago
Engrana el raudo timón de la cola
Tiene la escuela de esgrima del viento
El requiebro de un viso
El volteo
de un acróbata
Sólo quien perfila las alas
lleva dentro la muerte
Y a ras del suelo
como una saeta por la espesura
aborda el recreo
de un feliz balandro :
le desgarra el velamen
y le arranca
el cálido tesoro
de la entraña
A la mañana siguiente
el azor
-como nosotros-
eternamente esclavo
del estómago
izará su bandera
negra
©Rubén Lapuente
mi nuevo blog http://rubenlapuente.blogspot.com/
EL RASILLO DE CAMEROS

De lejos parece de juguete. De postal de mentira, de tan bello. Como tallado en el claro de una esmeralda: un oasis de encaje de hilos de piedra rosa, si achicas los ojos. Alguien debió despertarse en esa dulce ladera de trinos, y, al alba, apresurarse en colocar la primera piedra, raudo en talar los durmientes de su techumbre, veloz en apilar la sumisa leña al oír la rondalla fría del viento envolviéndole el corazón.
Quería vivir con el ruiseñor en la rama. Con el aire puro del miedo de una corza. Como un marinero subido a la cesta de la gavia del mástil mayor, mirando la caricia de un océano de agujas verdes que le acolchara la dureza de la vida.
Luego el tiempo, puso la guinda: el espejo del cuenco del agua del valle del río Iregua, para que le viésemos el velamen rizado de su torso de piedra, para que asomados en cada ventana, pudiéramos, dormidos, soñar bajo sus niñas aguas, sumergiéndonos en esa melancolía de la belleza, la que nos hace ser más serenos, tan íntimos como en la penumbra bajo un sol de mimbre …Y para hacernos románticos, bajándonos en esa luna de noche sobre el embalse, a esa otra gemela sirena reflejada sobre el agua: navío redondo de plata que nos junta las sienes, que nos flecha de besos, que nos presta la luz de su alcoba …
Hoy he subido, peldaño a peldaño sus calles de piedra, hasta el balcón de mi casa que abre la vida, y allí me tropecé también con la muerte, pero que, perezosa, miraba, hechizada, tras los cristales…
©Rubén Lapuente
El Rasillo de Cameros
UN GATO MEDIO MONTÉS

Últimamente
mi terraza
parece un degolladero
Un gato
medio montés
de esos que
renacen
de una bolsa cerrada de plástico
que tiran al río
aprovechando
que el murete de piedra
es del mismo color gris
que el de la piel
de su tabardo
cada amanecer
se calza ahí
las alforjas de bandolero
desenvaina
el relámpago de su navaja
Este sábado
limpiando
un reguero de sangre
barriendo negras
plumas de pájaros
me decía yo
que como le cogiera
le iba a arrancar sus
veinticuatro
vibrisas
de cuajo
y de una en una
Yo estaba por dejarle
el balcón entreabierto
con una lata
de Whiscas
de señuelo
que se me había pasado
por la cabeza el tener
por entre mis piernas
de mascota
ese largo ocho de su alma salvaje
con esa tersura
de su lomo
tejido
uniendo mechones
de lana de oveja
de los que se enredan
en las púas
de las alambradas de la montaña
Dejarle mi edredón
a cambio
de oír
su ronroneo virgen
Sacarlo a pasear por mi tejado
para verlo entrar luego
por la claraboya del desván
borracho de licor de besos de plata
que destila la luna
Pero ayer
muy temprano
sobre el alféizar del murete
al verlo
por primera vez
al mantenerme
unos largos segundos la mirada:
ese arrogante uno azabache
de sus ojos
Yo tras el cristal
Me reveló cómo debería uno
ganarse la vida:
que no le fuese nada fácil
a nadie
Y pensé en mi hijo
y en tantos otros
que han tenido que irse
obligados
tan demasiado lejos…
Pero mira por donde
ahora están aprendiendo a Ser
Y al final seguro
que orgullosos de conocerse
pero hasta
la punta misma
de la raíz
de sus pestañas
Volverán sin miedo
Como este gato medio montés
que por mí
va a seguir toda la vida
desplumando pájaros
©Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)
INTELIGENCIA VERDE

Desde la calle
quizás te parezca
un telón de fondo
verde
como una pincelada
en la piedra
Quizás un rimero
de huesos de ramas
dormidas
de pie
en invierno
Y nada más
Claro
Tú no la puedes sentir
Tú no la has visto de niña
trepar el muro
llena de muletas de alambre
invitada
al baile anual de Mayo
sin llegarle
su vestido malva
de faralaes
Tú no la has visto sobrevivir
a la soledad de la nieve helada…
Delicada y sensible
sabe medir el tiempo
Sabe elegir con presteza
de su ropero
lo mejor
para cada ambiente
Sabe de ardides
de huir del peligro
sin moverse del sitio
Tiene celos de luz de la otra
y como una loca
enamorada del sol
lucha por su trocito de claridad
Y cocina su propio alimento
Ahora
ya luce galones de capitana
Su riada verde
ya corona el muro
Ya es parte de la casa:
Blusa verde de la piedra
Marco del zaguán
Paisaje desde mi cama…
Un día del tiempo
memorizará un alarde vacío
lanzará una señal
química
volátil
al pasar quien le roza siempre
o a quien con la uña
como yo
le apriete un tallito cada día
como una zalema…
Quizás ya no te parezca
un telón de fondo verde
Quizás sientas tú lo mismo
por algo pequeño
¿sin importancia?
Quizás creas como yo que
vivir es ver crecer lo que amas
©Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)
BOUAZIZI O EL ÁRBOL DE JÚPITER

Esta cobriza melena
del árbol de Júpiter
es una llamarada
íntima
sólo para mi
Yo quería otoño
Ver otoño
Un poco de carmín
en este perpetuo verde bosque
de pinos que me rodea
Y estos días se acelera
Se enciende
Se prende fuego
Luego serán sus hojas
como goterones
de sangre de vida
cayendo sobre la yerba:
Su esplendor en la muerte
antes de volver
a la soledad del viento
al olvido
Para ti será sólo
en un parque
o en el jardín de mi casa
si te acercas ahora
una pincelada carmesí
Lo compré en aquellos días
en los que
un joven tunecino
tirando de un carro
de fruta y verdura
no quiso nunca más
vivir de rodillas
que no sabrá nunca
que en su llamarada
quemaba también
el miedo de todos
encendiendo la mecha
de una eterna
primavera nueva
Y a este
joven árbol de Júpiter
como los chopos de mi ribera
llevan todos
nombres escritos
dentro de un corazón
en el mármol de su corteza
no hubiera hecho falta
que le grabara
con la punta de mi navaja
las ocho letras de Bouazizi
que cada otoño
de mi vida
él sabe cómo recordármelo
©Rubén Lapuente
CABALLO

Antes de que conquistaran tu grupa
la vida era un papel de seda calcando los días
La tierra tenía el radio de una zancada
La imaginación viajaba a pie
Ahora debajo de una huella de hombre
está la tuya
está nuestra historia
que antes de tiempo nos has traído
al galope caballo al galope
Subo a mi sierra
Al maretazo del mar de pie
de tu talle
Al carámbano de enero en tus crines
Caireles de tu frente imito en la mía
Subo a ver porque así mira sólo el caballo
dulces ojos tristes y salvaje
te querría del viento siempre
Oh hermosura sin altivez
Oh garra sin saña
Toda la pureza del hombre
sin su vileza me mira
Pero aunque ya no eres nadie
Aunque de otra montura ya nos bajemos
Qué suerte
Vives como si todo fuera a ser eterno
Oh joven vela temblando
rumbo matarife!
©Rubén Lapuente
Foto: manada de caballos en Sierra Cebollera. La Rioja
De como el Martín Pescador mejoró el tren bala

Este arpón azul turquesa de los ríos
es el asombroso Martin
el humilde Pescador
¿Qué o quién hizo de su primitivo
temblor una efigie en la rama?
¿De su penacho una escafandra?
¿De su pico un puñal en el agua?
¿Qué escuela es esta
que tiene de maestros
al sol al viento a la lluvia
que te gradúa en indigencia?
¿Qué o quién se obstina en bruñirle
si nada es necesario si esto
sin nadie continuaría igual?
¿Qué fuerza late en el fondo
de todos que te empuja a seguir
a seguir a ningún sitio?
Desde la otra orilla
le veo en la rama escudriñando
en las aguas del Iregua
rizos de plata sucia
Y aunque arrinconado por el progreso
me alegro de que la ciencia
se acerque al manual de su vida
Que hayan copiado
la mudez de su zambullido
La llave del aire de su pico
Que sea mimesis suya la carlinga
del tren que ahora entra
en el viento: meteoro silencioso
como su flecha azul turquesa
en el río
©Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)
Biomimesis o Biomimétrica (Naturaleza+tecnología) : El tren bala Shinkasen de la Compañía de Ferrocarriles de Japón es uno de los más rápidos del mundo, con sus 200 millas por hora. ¿El problema? El ruido. Cada vez que el tren salía de un túnel retumbaba sin piedad por los cambios de presión del aire. ¿La solución? Imitar el pico del Martín Pescador en la parte frontal del tren. Este pájaro captura peces desde el aire buceando con su pico sin apenas salpicaduras. ¿El resultado? Un tren con menos turbulencias, un 10 por ciento más de velocidad y un 15 por ciento menos de consumo eléctrico
LOS PAISAJES DEL RIOJA

¿Te gustó el vino que labré grano a grano de mi viñedo?
¿Lo saboreaste como yo te dije recordando su paisaje?
Pero no sólo de aquel que viste desde el altozano al final del estío
cuando las vides desfilaban colmadas de racimos de uva
en sus pámpanos como pequeños soles de negra lumbre
el que tenía la sangre cansada de belleza
sino también del otro
el del frío invierno
cuando las desnudas cepas se retorcían
centinelas de vacíos odres que la nieve lavaba
con esa soledad y angustia
de la que sólo pueden salir
curvados sueños de náufragas duelas de vino:
granadas añadas de rojo terciopelo
¿Y si lo retuviste un momento en el cuenco de tu boca
le sumergiste este paisaje de viñedos del Rioja
como un coral rojo de vino?
¿Te acordaste?
©Rubén Lapuente
(Logroño. La Rioja)
Foto :Carlos Marín
COLIBRÍ MAYA

Se acabó el barro
¡Y faltaba tanto por hacer!
como esa forma
que parecería
la que llevara nuestros deseos
o la que se confundiría
con la fugaz llama
que si saliera de la muerte
de a quienes hemos amado
no la entreveríamos nunca
Del tamaño de un pulgar
Que al sol
se le viera como
de retazos de arco iris
Con raíces en el viento
De boca en pico de lezna de zapatero
Que besara los clarines de guerra
de las enredaderas
Que bebiera de las fuentes
de licor dulce de sus cálices
Como una esmeralda viva
sosteniéndose
al redoble
de frenéticos abanicos en cada ala
del trapecio del sol
Y que pareciera de mentira
Puro como un nacimiento
Bello como un mar de luces en ascuas
Que aunque vuele para libar
y libe para poder volver a volar
no sospeche
de su vasallaje a la naturaleza
en su alforja
de migajas de oro:
tejedor de vida
Se acabó el barro de los dioses
Y de piedra de jade perlada
le tallaron
como una flecha menuda
Y al soplar sobre ella
¡Oh! Salió volando
colibrí
©Rubén Lapuente
PARRA VIRGEN

Con las hojas ardiendo
virgen ebria de vino
sube mi enredadera
Por el muro de piedra
teje
una colcha
de soles
cansados
de su melancolía
Y ni se detiene
ni tiembla
en noches
de siluetas de lobos
que atraviesan la luna
Mientras aguardo
que tome mi ventana
sueño
que se me arrolla
que se me planta
en la boca
con el primer mosto
de su racimo de carne
de hembra
Ya lejos del vértigo
De lo eterno que la empuja
¡Ay si me bastaran
las sobras
de tanto abrazo
para quererla!
¡Corre granada colcha de guedejas!
Aunque no tengas más fuego
en las mejillas
¡Corre!
¡Trenza brandales de viento
hasta mi alfeizar!
Antes que el acero del otoño
te enfríe los muslos
Antes que haces de rocío
te rompan las manos
¡Corre!
¡Yo sé cómo desnudarte la belleza!
Aquí entre las sábanas
te espero
Virgen parra
¡Mi amante enredadera!
©Rubén Lapuente
Foto :Parra Virgen
¿Alguien sabe de hechizos para volverla mujer?
EL AZOR O EL PIRATA DEL BOSQUE

En su pinaza de plumas
navega este pirata
del bosque
sin amo
sin ley
Sobre la rama del haya
o la del roble
apostado junto al tronco
su discreta librea
le embosca
oculta
su sañuda mira
Artesano depredador
aguza la gumía de la boca
Se aprieta a sus dos zarpas
de náufrago
Engrana el raudo timón de la cola
Tiene la escuela de esgrima del viento
El requiebro de un viso
El volteo
de un acróbata
Sólo quien perfila las alas
lleva dentro la muerte
Y a ras del suelo
como una saeta por la espesura
aborda el recreo
de un feliz balandro :
le desgarra el velamen
y le arranca
el cálido tesoro
de la entraña
A la mañana siguiente
el azor
-como nosotros-
eternamente esclavo
del estómago
izará su bandera
negra
©Rubén Lapuente
Foto de Juan Sagardía
El azor o pirata del bosque, habita esta sierra de Cameros
Caza en la espesura como un águila a cielo abierto
Tiene la estampa de un ave poeta (carnicero)
JARDINERO

Es como una mujer
que se adorna
para su cita:
Inmóvil
en ese escaparate del destino
o el que mis manos
de aprendiz de jardinero
le dieron
la acicalaron
buscando su belleza
y la mía
Y así he podado los ramos
de las enredaderas
por el rayar del alba
en sus yemas
de flor
Así he vestido a las calas
con su blusa abierta
enseñándome
por el escote
su vela de amor encendida
Las prímulas las violetas las clavelinas…
Todo está preparado
El olor
que para defenderse
se hizo fragancia
ya ha sacado billete
en el largo tren del viento
Y el color
que para sobrevivir
se hizo salvaje
ya lanza guiños
al hervidero ansioso de abejas
que caen al fondo
del cáliz
de las flores
ebrias de farolas de estambre
trayendo
llevándose
el fecundo tesoro del polen de oro
¡Todo para perpetuarse
se ha hecho bello!
Al atardecer
sale ella
rociando
garabatos de agua
en cada hebra
Su rojo pantalón ceñido
Su blusa gastada
abierta
anudada bajo el pecho
Los cabellos rubios recogidos
sobre la nuca desnuda…
Por detrás de ella me acerco
enredada aún
en hilachas
de agua
y al tomarla por la cintura
me ladea su cabeza
y pruebo
en su cuello
lo que no se explica
©Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)
CROTOREO

Por la ruta
tendida
por la memoria
del viento
o por las estrellas
sobre
la copa de los árboles
de los tejados
de la última hermosa noche en la torre:
son las cigüeñas
que vienen del cinturón del hambre:
del largo sahel
africano:
de la escasez
Y como aviones
en escuadrilla
cruzan la embocadura
del mar
hacia otro planeta
Muchas vienen
aquí
a buscarse la vida
Tienen
los sotos del Ebro
El río Alhama
Un vertedero cerca
Y una tierra
a la que siguen
y limpian
tras la labor
de los aperos
Y sobre la techumbre
de la Colegiata
de San Miguel
de Alfaro
han levantado
una enorme colonia
Y la gente
esta orgullosa
de acogerlas
De soportar el ruido
del entrechocar
de sus picos:
el crotoreo
o como dicen
aquí
de oírlas majar los ajos
Y hasta la misma campana de bronce
se ha herido la voz
Desde el mirador de las cigüeñas
las contemplo
sordas a la llamada
de los tambores de África
Ya no migran
Su alado cayuco
vara feliz
entre las olas
de las tejas
©Rubén Lapuente
Foto : colonia de cigüeñas en la Iglesia San Miguel de Alfaro
Más de cien nidos hace que al caer la tarde
aparezcan desde todas las direcciones
y sobre el cúmulo de ramas descienden
con precisión de acróbata: Inolvidable.
LA VENDIMIA

¿De dónde mana esta dulzura?
Y esta acuarela
de otoño en las vides
que me arrodilla
cómo se apresa?
¿De qué puerto zarpa
este galeón de mosto
varado bajo las cepas?
¿Qué artesano en sombra talla
estos racimos de uva?
Envidio a esta naturaleza
que se asoma tan bella
tan minuciosa
sin error
¿Por qué nadie de nosotros
es dueño de la suya?
Si tiro del hilo
de mis sentimientos
de mi belleza
¿Por qué se me revela distinta
cada día?
¿Por qué me enseña
inevitable
ese fondo de mi ser
que yo no quiero?
Hoy es la vendimia
Llevo el milagro de mi viñedo
al pequeño lagar
Piso la uva
Hundo mis pies en cada perla negra
que estalla
Y gasto toda su belleza
como la mía
que sube ahora a mis ojos
ebria de vino de vida
©Rubén Lapuente
Alberite(La Rioja)
a Marian Olarte bella como un racimo de uva
LA FLOR DE LA HIGUERA

Lo que me duele lo hago rápido
Lo miro todo de soslayo
Y doy la temida última vuelta
de cerradura a la casa de mis padres
Yo quería salir de prisa
de ese silencio insoportable
pero sobre la tapia del patio
al volverme
se asomaba la dulzura de mi infancia
¡Ay! ¡Mi higuera!
Aquella noche de San Juan
subida yo a sus ramas
Quien arrancara su flor
que nacía y moría
eterna en un instante
sería por siempre feliz
Leyenda que me creía
a pies juntillas
¡Ay! Esa noche
en la espesura
bajo ese olor grave
asfixiante
me moría de inquietud
Y al encenderse las hogueras
se prendió la higuera
de fugaces luciérnagas
Aparecía y desaparecía
en cada brote
la oculta flor efímera
Pero no me dio tiempo
a atraparla en mi puñito de luz
¡Ay! ¡Mi higuera!
Entré otra vez en la casa
Ahora si oía respirar a alguien
Y como aquella noche de San Juan
me subí a su enramada
a su profunda dulzura
Le arranqué una rama
joven y luminosa
de la copa
La vida es un simple esqueje- pensé-
como yo soy el trozo
que tanto buscaba de mis padres
Y me fui alejando
empuñando otra vez
los sueños.
©Rubén Lapuente
a mi mujer y a su dulce higuera centinela de su casa cerrada
en comentarios hay otro final del poema
LA SOMBRA DEL HAYA

mi pino enfermo mi haya ganando cielo
Tiré de la raíz
como de un hilo de agua
como si desvistiera
a mi hijo dormido
El haya
Lo veré desde el albor
Frente a mi casa
Junto a mi pobre pino descarnado
que ya se rinde de la vida
(¿Cómo puede pesarme tanto
una sombra enferma?)
Un haya niña
Y al sur
Hoyuelo de mis diez uñas de tierra
Y frente a mi ventana
Hojitas hambrientas de luz
soñando darme penumbras
Haya que atravesarán
dulces rayos de sol de inviernos
Ruina
y naciente esplendor
mirándose
Relevo cruel en la altura
(¿Cuándo sabré que ha muerto?)
Pero el vano de su tiempo
no se cruzará con el mío
Mi hijo riega ahora
la sombra del haya
Moviéndose
De perfil
Le reconozco memorias
cercanas
otras ya idas
¿Quién duda que mi perfume
no se baña en el estanque
de su sangre?
El haya
El tiempo
No llegaré a su cielo
Mi hijo ahora se asoma
tras los cristales…
¡mi recuerdo
en dulce sombra
de mañana!
©Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)
ODA A LOS PINOS

Si la luz tomara otra altura,
estos avizores de vanos,
de claridades,
escalarían reflejos,
su nuevo espigado cielo.
Bajo estos hijos
de aquellos mástiles velados
que surcaron los mares:
camino, grito, me escondo,
me hallo a mí mismo.
Y tomo sus troncos
como brazos en jarras,
y voy de uno a otro,
girando, bailando
en el tronar de la verbena
de esta verde plaza
que huele ya a tristeza.
Antes de que el hacha se lleve
los pinos marcados,
como un enajenado capitán
formo a la compañía
y voy repartiendo consuelos:
Tú, serás mi libreta rayada,
la del esbozo de mis poemas
que escribiré sobre tu entraña abierta.
Tú, la espalda blanca encuadernada
con la caligrafía en tinta de versos
de Neruda, de Juan Ramón, de Benedetti:
el breviario eterno de mis poetas.
Tú, serás los largueros de mi tálamo
en el corral erizado de placer.
Tú, qué suerte, sin marca,
morirás enhiesto, altivo,
sin que lo sepa nadie.
Tú, serás el banco
junto a la puerta de mi casa.
…
Y pasada la revista,
como un soldado más,
me pongo al lado
del que más conozco.
De pie. Y erguido.
Y cierro un momento los ojos.
©Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)
HORMIGAS

Se topan con mi mano.
Las extravío.
(Como si la vida no les fuera dura.
Gigante que me tirara
de los cabellos)
Salen ligeras.
Entran con pinzados fardos.
Génesis gemela
nuestra:
Cubil sin alba y
batida de migajas.
Retiro mi mano
y la fila se restablece.
Una, ¿traviesa?
deserta de la hilera.
Se para.
Todavía no me mira,
como yo
estrellas.
©Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)
Vuelo en Ala Delta

de niño soñaba que tenía unas alas para volar de casa (rubén lapuente)
Erizada la piel, lo espero.
Con mi arnés de pájaro,
mi disfraz de libélula.
Desde aquel niño
que agitaba las manitas
y se arrojaba al vacío en sueños.
Viento que me arranca
del tobogán de la ladera
y a su espalda me abandono,
y me lleva,
me eleva, me eleva...
sobre la estela romana que corona el azor,
por encima de las copas de los pinos,
de las torres de asalto a la inocente paloma,
del rebaño de corzos que barruntan
la venida de un nuevo enemigo.
Y al virar las alas, en un escorzo,
veo al bosque elevarse
mucho más allá de mi cabeza.
Y me ciño a su cintura verde.
Y me aferro a las riendas
de aquel dulce miedo de infancia.
Se estira el viento
en los hilos de mi marioneta
y aunque pierdo altura
todavía me lleva, me deja, me lleva…
por encima de los tejados ofrecidos
a un diluvio de agujas y piñas,
sobre la nueva vía verde al embalse,
siguiendo la sombra de mi sueño
de azor en el agua.
Y desciendo,
tenso, vaciado.
Con la sensación de que de detrás mío
viajan aún todas las imágenes,
que me alcanzan, me rebasan,
y que es ahora, cuando,
de pie, sin salir de la crisálida,
el viento me arranca
del tobogán de la ladera
y me lleva,
me eleva, me eleva...
©Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)
LA LLUVIA

Siempre vuelve la misma lluvia.
¿La reconoces?
Cada migaja que te toca
que te despierta
que te cala
punza su memoria en tu piel.
¡Sal!
¡Sal a la lluvia!
Como a una derrota,
como a una alegría.
Que el hueco del corazón
lo llene el prodigio del agua.
Que te moje la gota
que rozó aquel beso,
que limpió la herida del ciervo,
que en el terraplén
alivió la muerte del soldado.
¡A la lluvia!
¡Sal a la lluvia!
Que se embeba de ti,
que se amalgame
con tus lágrimas.
Regresará un día,
y otro, y mil,
hasta que la ventura la deje
en la comisura de unos labios
e inunde una boca
de lluvia de memoria tuya.
¡Sal!
¡Sal a la lluvia!
©Rubén Lapuente
CIERVO

la vida es ciervo herido que las flechas le dan alas(Góngora)
I
(Berrea)
Brama su sexo candente.
Lo oigo desde casa,
lo oímos.
Si el otoño soñara,
sería con este hermoso ciervo,
altivo mascaron
voceando en los calveros
su profundo y enorme
deseo insatisfecho.
Lo oigo desde casa,
lo oímos.
Y mi mujer bromea conmigo:
¿Eres tú cariño?
II
(Sexo)
Tras los pinos,
le veo cercar su ardiente
establo.
Le basta un hilo de olor
de su tierra orinada.
Dentro,
un harén de hembras
mira el calendario
en el cambiante color
de las agujas.
No sienten
si ganará o no
enredado en otras cuernas
(no he visto grabado
ningún corazón atravesado
por una flecha)
Sólo desean,
que apremia el tiempo,
que las cubra
deprisa,
un pálpito de carne
en el crepúsculo.
III
(Premonición)
Desmogado, agazapado
en su yacija de sueño tembloroso,
al mirar a su alrededor,
le empezará a nacer
una terrible memoria
de ausentes.
Bastará el eco
de un lejano estampido,
para, asustado,
equivocarse de dibujo
en la pared de detrás
que mimetiza
y le esconde.
IV
(Muerte)
Con hambre de hambre,
bajó a ramonear
contenedores.
Sin la espesura.
Como un manojo de nervios.
Con todo el frío del miedo
en las venas.
Acorralado por sí mismo
en el puente,
mis aspavientos
le hicieron creer
que era yo su verdugo.
Por un momento pensé
que iba a desplegar las alas.
©Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)
LA LAGUNA NEGRA

agua pura y silenciosa que copia cosas eternas (A.Machado)
¿Lo hiciste?
Caminaste
por las faldas del Urbión
entre altos y enhiestos
pinos?
¿Te subiste
al mástil
del barco que fueron
para divisar
el paraíso?
¿Te volviste
solitario y loco
el capitán
de ese verde océano?
¿Te paraste
a oír bajo los pies
la oculta y niña voz
del Duero?
Y al trepar
por los farallones
a lo más alto
del murallón desnudo...
¿Cosiste allí
con hilos de luz
la bella laguna
negra a los ojos?
¿Lo hiciste?
Y en la travesía
del agua que copia
cosas eternas…
¿Soltaste por un momento
los brazos?
¿Te dejaste ir,
sumergido,
a merced del roce
de leyendas y secretos?
¿Lo hiciste?
©Rubén Lapuente
http://soria-goig.com/Rutas/pag_0420.htm Ruta literaria con A.Machado
OJOS DE DEHESA

a Carmen en su destierro
Le estorban las montañas.
Son murallas
que no le dejan ver
lo que hay después.
Demasiados árboles -dice-
para fijarse en alguno.
Sin ese confín no hay sosiego
en su terco corazón.
¿Quién se cansa de mirar el mar?
¿Quién no se descubre
ante una noche de estrellas?
¿Quién desvía la mirada ante
un valle de cerezos en flor?
Ella desea la lejanía
para no acabar nunca
de abarcarla.
Si se perdiera,
lo haría bajo
esa techumbre.
Si amase,
se volvería al sonrojo
último de aquel horizonte.
Si le hicieran daño,
buscaría el aliento
de ese dibujo en los ojos.
Para entenderlo
tendrías que haberlo visto
desde muy niño
o como yo
volver a nacer
dentro de su mismo sueño.
¿Cómo no va a echar de menos
el mar de su tierra,
si allí se hizo dehesa?
Rubén Lapuente
(Salamanca)
EL OLMO DE EL RASILLO

Enferma como tú, como yo .Se le había abierto demasiado la herida. Pero, ¿quién oye socavar un universo de anillos? ¿Quién descubre esa pequeña hoguera de dolor dentro de la madera? ¿Sabía alguien que los árboles mueren de pie? Su terrible hueco, ya era papelera de la chiquillería; canasta de jóvenes probando su tino; covacha de orines de borrachos de madrugada. Y quién puso su mano en la fiebre de su frente sabía que era el último olmo de montaña de España en una plazuela. Sabía que es el emblema de cuatro siglos de un pueblo. Que ha sido cita, testigo fiel de los juramentos, de la palabra dada, del apretón de manos… ¡Si aún hoy, hay sombra de compromiso bajo sus viejas ramas!
Y qué orgullo que aún beba de nuestra tierra, viéndonos nacer, vivir, morir. ¿Y dónde miraríamos si una noche cierra los ojos, si le derribara el viento o la indiferencia? ¿Cómo nos lo perdonaríamos?
Ahora el viejo guerrero vuelve al combate: con una cincha de hierro en bandolera, con su tambaleo contenido por arneses… Y en la covacha, ya con cancela,una vara suya enraizada en una verde trastienda, ya llena de maderaje la oquedad de su perfil de malherido quijote . Un vástago suyo escondido que envejezca deprisa, joven, para que parezca que rejuvenece despacio, viejo. Un hijo que pronto se encarame a su padre moribundo, a la cumbre de su última rama vencida. Y que un día, al soltar las cinchas, los arneses, al dejar caer las muletas, ya desnudo de siglos...el corazón siga esperando, otro milagro de la primavera.
©Rubén Lapuente
SOL

¿Para qué soñarte
si eres sólo
una hoguera más
de cualquier noche?
Tú,
despiertas un desierto,
atronas un bosque,
azuleas un glacial,
desnudas una espalda.
Pero sólo eres algo
cuando yo te pienso.
Y sé que somos lo mismo,
que vengo de ti,
añico tuyo,
como todo lo que veo:
mi dios, sin saberlo.
Y en tu honda me alojas,
me giras,
como tú te cobijas
en otra mayor
que a su vez voltea
el Universo.
¡Si te pudiera mirar
sin cedazo,
humilde, mojado,
como emerges
del horizonte del mar!
Tu declive tan lento
es peor que el mío:
tú no puedes matarte,
mi dios, sin saberlo.
Rubén Lapuente
DEHESA

Había sentido el aliento caliente
de su coche en la calle.
Me recibió colgando
sus brazos de mi cuello.
Radiante la sonrisa.
Rodeándome, abarcándome
con sus ojos.
Demasiada vehemencia, pensé,
para no sospechar de algo.
Se quedó enseguida
dormida en el sofá.
Su mano
pendía sobre el móvil,
caído en la alfombra.
Ahí estaban en la pantalla:
Las imágenes,
la hora, el minuto,
de esa mañana de huida.
Todo encajaba:
Un largo viaje de ida y vuelta,
para cinco minutos de esplendor.
Ni una foto de su calle de juegos.
Ni de su casa cerrada por la muerte.
Se detuvo sólo cinco minutos
para llenarse de dehesa:
Su bosque claro, sin espesura,
reino de su mirada lenta,
lejana, perdida entre charcas,
encinas ordenadas por la belleza
y animales que pacen tranquilos
como si la vida fuera eterna.
Todas las imágenes eran de su dehesa!
Y ahí, en el sofá,
dormida, fuerte, feliz,
sabe que no necesita de los sueños
si oye
la llamada
de su tierra.
Rubén Lapuente