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                           NIÑA SOLDADO                                                                                       
                         Me llamo Jasmine y soy de Kivu.
 Y sólo quiero un trozo de tela
 para acarrear a mi bebé.
 Me sacaron de la cama con doce años
 los mayi-mayi. Me reclutaron.
 ¿Para quién lucháis? ¿Para qué causa?
 Sólo tenía dos dunas en el pecho.
 Y en la vagina, si se cerraba,
 palos y trozos de botella.
 Era un golpe de autoridad
 hacernos andar como patos por la aldea
 así seríamos más dóciles y sumisas
 en la próxima redada
 Soldadito niña tienes un marido 
 Y una racha de viento
 negro encima te vuelve
 como un árbol con piernas
 esperando bajo un cielo
 roto de lona
 cese el vaivén 
 de tu cabeza …
 Todas las mañanas
 en el andarivel del aire
 cruzaba el río
 Iba conmigo el agua
 para cocinar y cocer la tapioca.
 Y me dieron un machete.
 Y un gatillo ardiendo.
 Y la regla no me venía.
 Soldadito niña tienes un marido.
 Parí en el monte, a destiempo,
 sola, como una gacela.
 Y conseguí llegar a mi aldea, a mi casa:
 -Tienes un hijo del enemigo.
 Tu niño es un estigma.
 Has perdido la virtud.
 Aquí no te puedes quedar
 Vendrían a buscarte.
 Ahora estoy en el centro de orientación
 Me llamo Jasmine y tengo dieciséis años
 Aprenderé a leer, a escribir
 para poder trabajar y salir adelante.
 Ahora lo único que quiero
 es un trozo de tela
 para poder cargar a mi bebé,
 como hacen las otras mujeres.            
                        ©Rubén Lapuente
 (Luvungi  octubre  2006)
  
 EL OTOÑO
  
 ¿El otoño?
 Es algo más arriba
 Sí  Sí  Por este mismo camino
 Pare el coche antes
 de llegar a la ermita
 Por ahí cerca de un acebo
 tiene él su aldaba dorada
 Ah pero hoy no llame
 que ha dejado
 la puerta entreabierta
 Anda tan atareado
 rociando todo de ámbar
 subiendo tanta savia
 de topacio a las hojas
 que de tanta ida y venida
 sólo saldrá a recibirle
 en el zaguán
 el vaivén de su mecedora
 Pero no tenga vergüenza
 entre y vístase con su ropa
 Tome de su taquilla
 su buzo de tímido camaleón
 Su pala y su escoba de abanico
 écheselas al hombro
 Que disfrazado así
 de jardinero del otoño
 le será más fácil desaparecer
 en esa lenta y dulce y bella
 agonía amarilla
 ¿No ha venido a éso?
 Ahí todo está muriendo
 Todo cae tan milagrosamente
 en su lugar exacto
 que tan sólo
 por si acaso se cruza con él
 llore por un ojo
 haciendo como que 
 arrastra esas hojas
 que se han salido del camino
 Y no se pierda
 el lento viaje de ninguna
 Todas hágalas suyas
 Caen sobredoradas
 sobre sus deseos
 o sobre sus sueños rotos
 Decore el cielo de sus párpados 
 con esa estampa
 más bella 
 si la rescata mañana
 dibujada
 su soledad
 o su emoción
 o su resol de muerte…
 Ah  pero  no se demore mucho
 No quiera anclar del todo
 el corazón a ese noray
 del muelle del otoño
 que aquí la belleza en carne viva
 acelera ese pequeño temblor
 de estar vivo
 enfermo de vida
 en este rodar silencioso
 de los días sin dioses…
 ¿me entiende?
 Cuando salga del bosque
 que sea al atardecer
 Bajando  
 hile de soslayo
 los guiños del sol entre las hayas…
 Por el camino
 su berlina irá dejando
 -usted no lo verá-
 una estela fatigada de oro”
                           ©Rubén Lapuente
  
 LOS PAISAJES DEL RIOJA
  
 ¿Te gustó el vino que labré
 grano a grano de mi viñedo?
 ¿Lo saboreaste como yo te dije
 recordando su paisaje?
 Pero no sólo de aquel
 que viste desde el altozano
 al final del estío
 cuando las vides
 colmadas de racimos de uva
 desfilaban vanidosas sus collares
 de pequeños soles
 de negra lumbre:
 el que tenía la sangre
 cansada de belleza
 sino también
 del otro
 el del frío invierno
 cuando las desnudas
 cepas se retorcían
 centinelas de vacíos odres
 que la nieve lavaba
 con esa soledad y angustia  
 de la que sólo pueden salir
 curvados sueños
 de náufragas duelas de vino:
 granadas añadas
 de rojo terciopelo
  
 ¿Y si lo retuviste un momento
 en el cuenco de tu boca
 le sumergiste además
 de su almazuela de coral de otoño
 la infinita soledad
 helada de su corazón
 dormido bajo las cepas?
  
 ¿Te acordaste?
              ©Rubén Lapuente
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