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El cuaderno de poemas de Rubén Lapuente

LA CALLE LA VENTANA

LA CALLE  LA VENTANA

 

Vino el progreso

a mi calle

Vino con su burbuja

Con su curare

Con su luz

de baratija

Enjambres

de golondrinas

al fulgor del dorado

adobe de babel

vinieron

Anidaron hacinadas bajo estos

aleros de madera

Vino como una

sombra marcial

su zancada

Tomando las aceras

Desviándonos

las miradas

Deshaciéndonos

los rostros…

Vino y  

la vieja calle

deprisa

bajó del altillo la maleta

 

Yo tenía

una ventana frente

a mi balcón

Por ella se asomaba

la mitad de mi mismo

Yo tenía

el rumor del sueño

combado subiendo de una

niña muy adentro

Del portal

cuarenta y tres

ella bajaba

las escaleras

tentando la baranda

a trompicones

hacía su rayo

de luz

del sol de su infancia

cuando la calle

me decía

era un celaje

de guirnaldas

una larga almazuela

de tiza

¿Irme a otra calle?

Volvería siempre aquí

en la nostalgia

o en la tristeza

o en la espera

y tan sólo

con apagar la luz

cerrando los párpados…

Y yo  

no bajé del altillo la maleta

 

Oh pena

que no llegara a tiempo

de ver que en lo que dura

un milagro  barrieran

los coches

alfombraran la calle

plantaran bancos

de madera

y bajaran espigadas estrellas

negras…

Oh pena

que no la mojara una

lluvia de pétalos

blancos de magnolias…

Y era lo poco

que ponían

tan deslumbrante

para lo que teníamos

que parecía

como si todo

fuera de mentira

dibujado

como si todo saliera del polvo

de estrellas

de una varita mágica

Que frente a mi balcón

tenga

su ventana

ya es tener

el mejor rayar del día

Ahora en su mismo cuarto

más apretado que el suyo se asoma

una niña mulata

que siempre deja caer  la roseta

de su regadera o

una cinta amarilla

de su trenza a la calle:

su diaria coartada por

bajar por esas

escaleras

a trompicones

tentando la baranda

hacia este nuevo

sol de su infancia

Por los mismos peldaños

hacia aquel otro sol

tropezaba ella…

que no es nada

que a uno

le ate una ventana o un

rumor de comba

subiendo…

¿Pero no es esa

infancia de abajo la

de mi madre?

¿Y cómo abandonarla?

Si aquí duele

menos el pavor de esa

silueta de tiza

en el patio

cortada

por los alambres

Si aquí la veo

crecer eternamente

hasta que me nazca

                               ©Rubén Lapuente

1 comentario

Julio G. Alonso -

El tiempo, aun de manera imperceptible, lo cambia todo; a veces, de progreso; a veces, de abandono. Pero decirlo con la palabra justa, el verbo exacto, es cosa de la poesía y de los que entiende de la poesía. Y así, siempre, la calle será nuestra.