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El cuaderno de poemas de Rubén Lapuente

HUMO DE MALABARES O COMO DEJÉ DE FUMAR

HUMO DE MALABARES O COMO DEJÉ DE FUMAR

Me invitó mi padre, ofreciéndome un  cigarrillo,  a  empezar a ser un hombre. Si, el primer cigarrillo: ese gusano disfrazado de camarada que enseguida se calzó mis pantuflas y que se me subió, como un niño travieso, a caballito, pero que con el tiempo se me fue haciendo  tan pegajoso como una taza de infusión diaria de super glue .

 “Con otra y rubia americana” me decía mi eterna novia. Un día, a las puertas de mi boca,  senté a mi rubia Penélope, sobre su maleta de otoñales hebras. Fue en aquel mes de vacaciones de verano en la sierra de Cameros. Yo venía de embelecos con sobadas cartas, en timbas de noches de estudio, y para dejarlo, hasta ahora hoy me sonrío, los tirabuzones de humo del cigarrillo, los cambié, para tener las manos ocupadas, por un sucedáneo continuo de humo de  malabares con mis viejos naipes: barajaba, cortaba, hacía el acordeón, movía a la vez las cartas por distintos rumbos… Y  las lanzaba, una y otra vez, sobrevolando el fogón de leña de la cocina, y con una hélice distinta en cada vuelo, hasta que aprendieron como oscuras golondrinas, a volver de rehenes, de mí mismo, a los aleros de mi regazo .

Y me hice sin querer perito en malabares.

 Corta carrera la mía, que ejercí,  tan sólo, en una velada de gloria entre mozalbetes. Que fue después de tapar la boca al que soplaba antes que mi hijo, las diez velas de su cumpleaños, que me acordé de la baraja.

El ojo es torpe para la premura de unos dedos, y más, frente a  la inocencia, que ya es un buen trozo de alarde añadido. Arrojaba las cartas, una a una, y como un bumerán, volvían a mi regazo.

Y como deslumbre, como remache, tan sólo una,  la que escogieron y volvieron a meter ( la hice una muesca con la uña)  la posé, después de un largo viaje, en la mesa de la cocina, ¡ y vuelta de cara!.

 Desde entonces, soy para ellos el prestidigitador, el gran mago (mejor no lean esto). Y aún hoy, ya hombrecitos, si me tropiezo con algunos de aquella tarde,  siempre me dicen lo mismo: que cómo hice aquello, que cuál fue el truco…echándome, a la cara, sus primeras bocanadas de humo rubio americano.

                              ©Rubén Lapuente Berriatúa   

mi nuevo blog http://rubenlapuente.blogspot.com/


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