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SÍNDROME DEL TÚNEL CARPIANO

De los malabares
con una tijera
y un peine
en el espejo
vive
Yo me recreo viéndola:
Me levanta olas de cada greña
Les corta su pizca rebelde
Sabe por dónde se traza mi crencha
A qué altura se suicida el flequillo
Cuándo mi melena ya vagabundea
Y todo mientras
a mi espalda
una cálida brisa femenina
del fondo de su ser
no sé cómo
me envuelve
no sé cómo se me clava
tan hondo
Luego busca
en los ojos míos del espejo
su oficio
mi asenso fiel
y furtiva
oh
deja caer
como muerta
la mano de la tijera
agitándola
como si viviera
otra vida
“Me cruje como hojarasca”
me dice en voz baja
Ahora está herida
Tiene la muñeca abierta
La dueña me dice
que “padece
síndrome del túnel carpiano
una secuela natural
de los gajes de este oficio”
¡Qué farisea!
Si sabrá
que todo viene
de horas de más sin trueque
sin tregua
De la ansiedad
de que
tras la puerta
se le oyera
el quebrar de sus ramas
Ahora al pasar
miro por la luna del escaparate
si ha vuelto
Y si la busco
no es como mujer
como deseo
sino sólo
por esa única cálida brisa
femenina
de oro
una vez al mes
©Rubén Lapuente
Foto : La mujer que me corta el pelo
LA BARRENDERA

Es la barrendera de mi barrio
Arrastra sus aperos
en un carrito
¡Sólo tiene ojos para el suelo!
Maldice las colillas
los chicles pegados
la piel de los plátanos
Le revienen los gargajos
Prohibiría las pipas con cáscara
los palillos de los helados
los alcorques de los árboles
Le gusta recoger las hojas de otoño
las flores de mayo
el polen de los chopos del río
los aviones de papel de periódico
¡Y fundaría una inclusa
de bolsas huérfanas
de manos!
Le gustaría pasar por las calles
como las dejó ayer
refregadas
relucientes
Y hacer como que barre
el polvo de oro
del primer rayito de sol entrando
o recoger
de mentira
bajo los bancos de madera
los besos caídos
o raspar y raspar
las aceras
con un cepillo
hasta encontrarse
la pátina del tiempo
Pero la ciudad es tan fértil
que da una cosecha diaria
de inmundicia
de barreduras
de hartazgo
Y a primera hora
siempre piensa en dejar
el escobillón
la pala
el basurero con ruedas
Y colgar su uniforme
de luciérnaga
Pero basta que
se levante un viento en la calle
que su rimero
de hojas amarillas
revolotee
que corra detrás
de todas y ninguna
que casi las tiente en el aire
para que
al pararse
y darse cuenta
de que no son ni mariposas
se pregunte
si no será que
a lo mejor
ha nacido sólo
para barrendera
©Rubén Lapuente
a Luz la hermosa barrendera de Logroño
ODA AL PARTO NATURAL

La mujer entró en la blanca
habitación
Anochecía
Por las ingles
le resbalaba
un agua rosa rota
Le seguía el hombre
con el corazón
orgulloso
agitado
delicado con ella
Una mujer de uniforme
la sonreía
la animaba
y al cerrar la puerta
se quedó por detrás
esperando
entre bambalinas
una voz
desde la entraña
Todo estaba en penumbra
en silencio
Todo era íntimo
como una suave
caricia
Para empujar
y abrir una luz
la vida
tironeaba a ratos
de la mujer
que entremedias
jadeaba
lo aprendido
como el fuelle de una fragua
El hombre mientras
la acariciaba
con las manos
por todo el cuerpo
la dilataba
e iba haciendo
de su carne
masa de pan
de harina de trigo
Y en el rostro de ella
saboreaba
la solitaria belleza
del dolor
sin sufrimiento
Y la cama se iba haciendo pequeña…
Un grito abrió la puerta
Y sin tocarla
ni un temblor del vientre
viajaron juntos
en el mismo tiempo
del hijo
que empujaba
que retrocedía
que coronaba la cabeza
en el espejo
que guiaba
el hombre
hacia los ojos de ella
Sobre el vientre de la mujer
piel con piel
latiendo aún del cordón
sin pinzar
flujos de sangre de vida
pegajoso y sucio
de sudor de amor
le dejaron
respirando claridades
Y al olor
del calostro del pecho
comenzó a reptar
hasta la ubre
de nieve
Y sin separarlos
se quedaron
los dos
al mismo tiempo
dormidos
©Rubén Lapuente
Para Ana Larroya y sus compañeras del hospital de Barbastro
“Para cambiar el mundo cambiemos la manera de nacer”
ODA A MIS VIEJAS BOTAS

Para patear el monte
me regaló Carmiña
un par de botas de piel de serraje
Quiso el azar
que el de la vieja lezna
soñara el troquel
de su zapato
en el espejo de cada grada de mis dedos
de los altibajos de mi empeine
de mi mismo frágil calcañar
Y por partida doble
Y mis pies
encontraron
su horma de gala:
un par de pezuñas de corzo
Y cada sábado
un nudo
de pajarita
en los cordones
corona
y da
la palmada de salida a mis botas
Supe enseguida
que sabrían tañer
baladas de otoño
sobre la hojarasca
Que si entraban
en el abra del río
o en la dulce tormenta
lucirían su capucha de limo
y de lluvia
A la culebra
como un desafiante alfanje alzado
le enseña
el filo curvado
de la punta
o la suela cruel
de asfixiante almohada
de homicida
si se pone avizora
Y me contiene
las zarzas
mientras mi mano aparta
la suave enramada
de las hayas
Y dentro
de su cerrado
cielo negro
mis pies son tan libres
como la misma
veloz sombra del azor
sobre el agua
silenciosa
del embalse
Podría tirarlas
ahora ya viejas
olvidarme de ellas mañana
pero no se merecen
un contenedor
Las meteré
en una caja de cartón
como algunos recuerdos
como los zapatos
de quién me lo dio todo
y que si entreveo
ahora
sus pasos
me siguen
por toda
la casa
Y para que
las respeten
dejaré un renglón escrito
sobre la caja cerrada:
Que se ajaron antes que yo
Que abrimos veredas
juntos
©Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)
La chica de la tienda de golosinas

Como una boca
que enseñara
su dulce paladar
sube la verja
de la tienda
a toda la barriada
Antes
ha espantado el vaho
del frío
en la harina
Ha rebosado
de mil y una
delicia
cada cubeta
Ha dejado escapar
el perfume
del caliente hechizo
de lo recién
horneado
Y espera
de pie
la marea
de una avenida
Aquí compro yo el pan
los caprichos
y avanzando en la fila
miro a la joven
y bella
dependienta
que pesa en una oculta
balanza
los dulces sueños
de la niñez
de muchos
Que en aljabas de papel
embolsa
barras de pan
como flechas de amor
Que registra los bolsillos
a niños rateros
a rectos y maduros forajidos
como la adalid
del barrio
de un cuento
de policías y ladrones
Y la veo salir
radiante
sirena a la proa de un almacén
de golosinas
ebria de embates de olas
de mar de azúcar
Avanzando en la fila
al anochecer
ha sostenido ya tantas miradas
que cuando
me toca a mi
todos los caminos
los atajos
a sus ojos
están hollados
De pronto
de la calle
oigo un viril silbido
como un trueno en el sueño
que la enciende
Entonces
llevándose a la boca
la última golosina
baja de un tirón
la verja de la tienda
y en ese dulce instante
comienza
a
vivir.
©Rubén Lapuente
Foto : Leyre :la chica de la tienda de golosinas de el ángel de Gran Vía
ODA A LAS BARRACAS

Hoy es la fiesta
amor mío
Venga!
Vamos!
Que han descargado ya los sueños
Que vivir
del ayer
es empezar a verse
morir
despacio
Iremos primero
a los fuegos
en el río
Yo apoyado en el tronco
de un haya
haciéndose de oro
Tú
recostada
sobre mí
aturdida
entre el estampido
de un bello torrente
de fugaces luces
y mi boca
deshojando
tu rendido
lóbulo
Por un aroma
de buñuelos
de nubes de algodón
rosa dulce
de manzanas de piel de caramelo
entraremos luego
a las siempre eternas
barracas
Un carrusel
de caballitos
de madera
despertará a ese niño
que en cada vuelta
regresaba
feliz
al principio
del mismo
cuento
Subiremos
a la noria
temerosos
de la altura
del vértigo
Bajaremos luego
como echados
de nosotros
livianos
como aturdidos pájaros
En los autos de choque
en los que luchan
todos
contra todos
pero nadie
contra nadie
alguien
nos señalará como enamorados
y pondremos
pies en polvorosa
trazando en la pista
fugitivos
e infinitos
y locos
ochos
En las casetas
de tiro
derribaré muñecos
partiré en dos
mil palillos
traspasaré el centro
de todas las dianas
como si flechara
tu corazón
Y todo
por un oso gigante
de peluche
que alguna vez me robará tu pecho
Venga !
Vamos
amor mío!
Que las barracas son
flor de un día
Que hay un mago
que de la nada
las hace aparecer
¿las oyes?
Y que en un abrir
y cerrar de ojos
se las lleva
©Rubén Lapuente
ODA AL ALBORNOZ

Aquí está la calidez, como un lento abrazo desprevenido como si fuera el pelaje de un shar pei o el dócil león de felpa con el que me peleo sobre la cama por desaparecer un momento, ese viejo roce de algodón pequeño gran deleite que por primera vez siento que puedo retenerlo al enfundarme en su abrigo largo como un hábito arrollándomelo por su rollizo vacío de mangas como dorsos de almohada de elegante cuello de esmoquin que subo y me sella toda su caricia. Ceñido por un cinturón que si desato una larga abertura baila al paso del acertijo de mi cuerpo: cobertizo de los besos cuando el cordón lace aquella escurridiza cintura. Pequeño gran deleite que me hace sentir cada rizo como lenguas de rebaño abrevando en mi piel: esponja diaria a mi escarpado mar dulce, que en las mañanas de invierno asaetado de frío me guarda en el envés su tórrida sangre de estambre. Ahora que lo llevo puesto todos esos pequeños grandes goces los siento a flor de piel de albornoz. ©Rubén Lapuente
ODA AL JEEP WRANGLER

Como un negro
caballo percherón
relinchaba
en el escaparate.
Su mirada montaraz traspasaba
los cristales:
llegaba hasta el lugar
donde la vida coincide con uno.
Y me subí
a su montura.
Tomé su redondo y montes ronzal.
Así mis nervios
a la tralla
de los suyos.
Ahora me deja
en las cumbres
junto al dios de la niebla
y al pie de la pureza
del agua helada
del arroyo.
Me acerca
al candente bramido
del encelado ciervo.
Me traza estelas de nieve sin miedo
por todos los eneros.
Y en medio de los truenos
bajo la tormenta
amo su silueta
de guerrero altivo
que se calla la muerte.
Algún día
me acercará
al único crepúsculo que me haga
saltar las lágrimas.
Me quedo con este
planeta de hierro
que me deja en la belleza abstraído
sin cabida
al fin sin pensamiento!
© Rubén Lapuente
Foto en Mojón Alto con mi jeep Wrangler