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ODA A LAS BARRACAS

Hoy es la fiesta
amor mío
Venga!
Vamos!
Que han descargado ya los sueños
Que vivir
del ayer
es empezar a verse
morir
despacio
Iremos primero
a los fuegos
en el río
Yo apoyado en el tronco
de un haya
haciéndose de oro
Tú
recostada
sobre mí
aturdida
entre el estampido
de un bello torrente
de fugaces luces
y mi boca
deshojando
tu rendido
lóbulo
Por un aroma
de buñuelos
de nubes de algodón
rosa dulce
de manzanas de piel de caramelo
entraremos luego
a las siempre eternas
barracas
Un carrusel
de caballitos
de madera
despertará a ese niño
que en cada vuelta
regresaba
feliz
al principio
del mismo
cuento
Subiremos
a la noria
temerosos
de la altura
del vértigo
Bajaremos luego
como echados
de nosotros
livianos
como aturdidos pájaros
En los autos de choque
en los que luchan
todos
contra todos
pero nadie
contra nadie
alguien
nos señalará como enamorados
y pondremos
pies en polvorosa
trazando en la pista
fugitivos
e infinitos
y locos
ochos
En las casetas
de tiro
derribaré muñecos
partiré en dos
mil palillos
traspasaré el centro
de todas las dianas
como si flechara tu
desnudo corazón
Y todo
por un oso gigante
de peluche
que alguna vez me robará tu pecho
Venga !
Vamos
amor mío!
Que las barracas son
flor de un día
Que hay un mago
que de la nada
las hace aparecer
¿las oyes?
Y que en un abrir
y cerrar de ojos
se las lleva
©Rubén Lapuente
ODA AL ALBORNOZ

Aquí está la calidez, como un lento abrazo desprevenido como si fuera el pelaje de un shar pei o el dócil león de felpa con el que me peleo sobre la cama por desaparecer un momento, ese viejo roce de algodón pequeño gran deleite que por primera vez siento que puedo retenerlo al enfundarme en su abrigo largo como un hábito arrollándomelo por su rollizo vacío de mangas como dorsos de almohada de elegante cuello de esmoquin que subo y me sella toda su caricia. Ceñido por un cinturón que si desato una larga abertura baila al paso del acertijo de mi cuerpo: cobertizo de los besos cuando el cordón lace aquella escurridiza cintura. Pequeño gran deleite que me hace sentir cada rizo como lenguas de rebaño abrevando en mi piel: esponja diaria a mi escarpado mar dulce, que en las mañanas de invierno asaetado de frío me guarda en el envés su tórrida sangre de estambre. Ahora que lo llevo puesto todos esos pequeños grandes goces los siento a flor de piel de albornoz. ©Rubén Lapuente
ODA AL JEEP WRANGLER

Como un negro
caballo percherón
relinchaba
en el escaparate.
Su mirada montaraz traspasaba
los cristales:
llegaba hasta el lugar
donde la vida coincide con uno.
Y me subí
a su montura.
Tomé su redondo y montes ronzal.
Así mis nervios
a la tralla
de los suyos.
Ahora me deja
en las cumbres
junto al dios de la niebla
y al pie de la pureza
del agua helada
del arroyo.
Me acerca
al candente bramido
del encelado ciervo.
Me traza estelas de nieve sin miedo
por todos los eneros.
Y en medio de los truenos
bajo la tormenta
amo su silueta
de guerrero altivo
que se calla la muerte.
Algún día
me acercará
al único crepúsculo que me haga
saltar las lágrimas.
Me quedo con este
planeta de hierro
que me deja en la belleza abstraído
sin cabida
al fin sin pensamiento!
© Rubén Lapuente
Foto en Mojón Alto con mi jeep Wrangler