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Se muestran los artículos pertenecientes al tema INTIMISMO ( 22 ).

SOPA DE LETRAS

20130415212236-letras-de-madera-buhardilla-ruben-lapuente.jpg

 

Hoy he comprado

unos abecedarios de madera

Se me ha ocurrido

constelar de letras

el techo inclinado

del desván

justo sobre mi cama de latón

Y a voleo las iré

pegando al techo

cruzándolas luego

engarzando algunas palabras

que esconderé

entre esa maraña

de cartilla de escuela

para quizás buscarlas

en la madrugada

cuando con su tiza de luz

de madera

venga el maestro

a despabilarme el alfabeto

o cuando se cuele

un rayito de luna por la lucera

y medio dormido

en la débil penumbra

las oiga pestañear

y así lo haré con halda

que en ese valle

de entre dulces rodillas

dejaba yo enterrado

el miedo chico

 o amarillo

que es ese color de sol de la niñez

que el olvido no sabe

cómo palidecer

Y vientre Y preñez

Y ombligo

donde sólo me cabía un beso

o un diamante de saliva

Palabras como vida

que yo he tenido

dos saquitos

de carne y de hueso

de harina

de viento

en mi regazo

Buscaré milagro

que con tantos amaneceres

en tantísimo tiempo

con tantos mundos

con tanto espacio infinito

y mira por donde

coincidido

contigo

aquí

y ahora

En esa sopa de letras

tengo sitio

para lágrima

que  por detrás viene

su tina de sollozo

que deberías

de vez en cuando

sumergirte

en ella

como yo

y solo

Y poesía

que como la música

no se puede palpar

porque es libre

lo único libre

y mágico

como una muleta invisible

como el hombro

del viento

Y pondré belleza y esposa y…

...y muerte

ésa casi a ras del suelo

cuando al final la parábola

de mi cabeza recorriendo

el inclinado cielo de yeso

entre en el temblor del día

o del sueño

Cuando acabe de poner

este enjambre de letras

lo  primero que haré

echado en la cama

será deletrearlas

buscarlas ávido

como estrellas!

                 ©Rubén Lapuente

LA CAMA DE LATÓN

20130401213943-cama-de-laton-ruben-lapuente.jpg

 

Oh desván de chamarilero

Oh sucia y oscura cama de latón

Oh las cosas

Que te llaman

Que se acercan a uno

Que al final son parte de ti

 Me la llevé con toda su mugre

a El Rasillo

y con alambrilla de acero

y sin prisa

le hacía amanecer

el viejo sol

de su cobre

y de su estaño

Y a cada adorno

a cada cristal

a cada barrote acanalado

le iba arrancando

La bocera del aire

El cansancio del metal

Los sueños de otros

El olor del viejo amor

El vaho de la muerte

de su cabezal

Y apareció

así como la ves

radiante

como si naciera allí mismo

como si mis manos

la hubieran forjado

 

Aun no he dormido en ella

Pero seguro

que será su lecho

como echarse

a la sombra

de un sol de mimbre

en el estío

Sonora cama

para acompasar

su gemido

al vaivén del amor

La vestiré

con una colcha

de hilos

de violeta de dehesa

tras la lluvia

o de sueños

de oro cansado

de las hojas

de un hayedo de Cameros

 en otoño

 

Cuando yo ya no esté

sé que alguien

la encontrará en el desván

de un chamarilero

Y volverá a limpiarla

ahora

de

©Rubén Lapuente

(El Rasillo de Cameros)

              a Juan Galbete

PIEDRA

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Como al paisaje desde mi ventana

me asomo a la piedra

Me gusta seguir la corriente de sus vetas

Cómo se va quedando encinta del tiempo

Por dónde le ha sajado los lomos

el  silbido del diamante

o el disco del albañil

Tan arrebujada la piedra

Con esa cerrazón

de entrecejo fruncido

Con ese pavor de soledad infinita

que pienso que cómo  sería sin

ese espanto hacinado de eternidad

Con un adarme de vida

qué flor de piedra tallaría ahora

qué tupido olor

qué blondas le hubiera tejido

la primavera

En mi mano

su canto rodado me recuerda

aquella parábola de odio en el aire

de cuando niño

o cómo cosía el agua del río

desde su orilla

y siempre

espalda de vigía

cerrándose

sobre esos huesos amados

Asomándome a  la piedra

habladora piel

de cuarcita gallega de mi casa

Sin vida

Me viene grande

    ©Rubén Lapuente

    (El Rasillo de Cameros)

REGAZO

20111230212151-lagrimas-amargas-no-derramadas.jpg

 

Tengo miedo siempre a ese cuenco a solas del regazo

Y me cargo con un hatillo vivo de silencios

Pero cómo fondeo en la caleta de su pecho

Cómo le enseño lo débil si he sido adusto

A la sombra de su corazón de mujer

cómo me abandono y me pierdo y me olvido

del batallar inútil conmigo solo

Miedo a que la ternura me haga vulnerable

Vergüenza a que me encuentre frágil

Cómo me siento sobre el halda de sus claras rodillas

De sediciosa la piel a dulce gemido en sus brazos cómo

Cómo decirle que las lágrimas más amargas

son las que aún no he derramado

                            ©Rubén Lapuente

EL COMETA HALLEY

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Era de noche

En mi pequeño balcón

colgado de esa dulce ladera

de trinos

en Villoslada

en aquel abril tan limpio

de oscuridad

magullado de números

de papeles

de oficina

con mi luna redonda de cristal

de vecino

iba de rama en rama

de cada estrella

 

De pronto

Sobre el alto

granero del agua

como una alada herida luminosa

como una cana melena

rota de viento

apareció el cometa

 

Lo veía por primera vez

y por última también

cuando regresara

ya sobre un río

de cenizas

a mojar su larga cola

de lumbre

 

Ese trazo de tiza

atada a su radio

a su vida

Viajero de plata solo

Me recordaba lo que yo era

lo que no sería

Carne celada

 

Desde el zaguán

como si nacieras

me llamaste

al verlo

con ese alboroto de chiquilla

que te salía solo

Jóvenes

y enamorados

nos recorrió por el cuerpo

el indeleble fulgor de un cometa

viejo amigo

              ©Rubén Lapuente

Foto: cometa Halley en 1986 como lo vi

En el 2062 regresará

FLOR DE HOSPITAL

20110109174013-hospital-san-pedro-logrono.jpg

Estas camas sonoras

de sábanas vírgenes de amantes

cargadas de dolor  rudas de miedo

que por duros pasillos de blancura

batiendo ojos

te llevan medio dormido

al ribazo del sueño

en armas de tu sangre

en las que despiertas

tras una puerta

sin cerrojo  ni aldaba

que te trae primero borrosa

sombras de colores sobre la pared

voces a hombros de voces

la sorpresa luego del aroma blanco

almidonado de la enfermera

de la gris bandeja sin humo de fogón

de la eternidad de un periódico en las manos

de no ver nunca a nadie asomado a la ventana

de empezar a oler como a esa flor de hospital

que ya desde el zaguán de visita embebía

del recuerdo del olvido de aquella insoportable

agonía rítmica

de saber que al irte no volverás la cabeza

a donde obligan a morir

                                                ©Rubén Lapuente

Foto: Hospital de San Pedro de Logroño

ROPA TENDIDA

20101016182703-ropa-tendida.jpg

Mira que tarda uno en encontrarse

en las pequeñas cosas

(¿sin importancia?)

Veces y veces

tendida mi ropa al poquito de sol

que cruza el patio

¡Y cómo no verme nunca

partido en los alambres!

¡Si parecen banderas de mi cuerpo!

 

Zarandeada

Despojada ropa de lo que rezuma mío

¡Y cómo no pararse a mirarla

en su recreo sin mí!:

En esa silueta fugaz…

¿No he sido yo?

En ese jirón del viento…

¿Así caería herido?

¡Qué señorial en la quietud de ese perfil!

 

Cómo apura en secreto

la última gota

de lo que dulcemente

me ha robado sin querer

(¿Se puede hacer belleza

de lo cotidiano?)

 

Y abro la ventana

y tiendo mis brazos

hacía lo más corriente

a lo inagotable

de la eterna pequeña

rueda de la vida

junto a otros brazos del piso de abajo

junto a otra cabeza

en el chirrido del tendedero

que nos descubre…

 

Y tiento

y recojo la ropa

como si de una sola pinza

pendiera el azar de mi vida

(¿Se puede sentir placer

de lo cotidiano?)

 

Y me visto

con la renacida pureza

de la ropa

con ese poco mágico

que también le lleva al corazón

una camisa limpia

                         ©Rubén Lapuente

SOLO Y CONMIGO

20100629184340-rio-iregua-mi-rincon.jpg

El  frío transparenta los sentidos

Camino hacia la montaña

a la cabecera del río

que hoy alumbra lomos de hielo

Todo lo nuevo que nace

viene del final de otro comienzo

hacia otro inquieto tenaz retorno

Florescencias dormidas del bosque

que se ovilla de temblor

 

¡Ay de quien mienta aquí!

¡Ay de quien sobre el dulce dorso

helado del río

no grabe en el hielo

lo que duele   lo que ha perdido

lo que se acaba!

Solo y contigo

Renglones de una vida

que la sonrisa leve de un sol de invierno

volverá sollozos claros

Aquí puedes hacerlo

Aquí no eres lo que atesoran tuyo

Ni  lo que te dejas que te roben

Te servirá para que un día

en la blanca pared

la sombra vencida de tu cabeza

la hagas el más bello ocaso

Solo y contigo

Nada más

 

Corriente helada abajo

vuelvo sobre mis pasos hacia el valle

Anochece

Salen los sueños

Oigo lento el claro tintineo del agua

Cruzo la linde mágica del río

Y para que me vean

para que me reconozcan

me vuelvo a esconder

                                 ©Rubén Lapuente

                                (El Rasillo de Cameros)

  Foto cabecera del río Iregua. Sierra de Cameros. Navidades 2007

ETERNIDADES

20100404214938-eternidades-leyre-o-la-luz-del-diamante.jpg

Una tarde leí unos versos

de Eternidades

que me acompañan siempre:

“¡No corras, ve despacio,

que adonde tienes  que ir es a ti solo!”

 

¡Y qué fácil lo encuentro todo

si lo busco dentro de mí!:

¡Viajero solo por la travesía de lo que soy!

 

Y este corazón mío

antesala de sentimientos

ya no es una cita de venas

Si soy el primero en oírle

seré el primero en atrapar

su campanada de alborozo

o de cruel herida de vida

¡Y estoy alerta!

Que no se me escape la belleza

que comienzan mis dedos

recogiéndole el cabello

por detrás

de la oreja

muy despacio

mientras la hablo

mientras

me mira

porque

de pronto

como un milagro

le brota una lumbre de luz de diamante

en los ojos

Ni la de las cabriolas

de una sucia hoja de papel

a merced del viento

que si dobla una esquina

temo

un instante

por ella.

 

Como un cazador

de lo pasajero

eterno

soy

¡Sublime siempre conmigo!

¡Viajero solo

por la travesía de lo que soy!

    

                             ©Rubén Lapuente

                 Foto : Leyre o la luz del diamante

ALTAMIRA

20091221193107-bisonte-de-altamira.jpg

Le despertó la caricia del sol.

Y una mano de hembra

le movió levemente.

(“La misma mañana de siempre.

El mismo tronar del bosque.

El mismo rumor del río bajo mis piernas…”)

 

Mientras el fuego doraba

los arponeados peces,

el azar le llevó

a un saliente del techo

rocoso de la cueva:

(“La misma forma.

La misma giba en la piedra

que la de un bisonte…”)

Y en su imaginación,

lo fue dibujando,

luminoso,

preciso.

 

Perfiló la silueta

con un trozo de carbón.

Mezcló raspadas margas,

limados ocres,

bermellón,

con grasa,

con sangre caliente:

Ya tenía la paleta de colores

que rezuma la piedra.

Ya tenía el pincel

en cada yema de los dedos.

 

Embadurnado

por una lluvia de tintura

se tendió boca arriba

sobre el suelo de la cueva:

Apareció tanta belleza desconocida

y suya (la que veo yo ahora)

que tuvo que empezar a ser otro ahí.

 

Tuvo que romper a llorar.

                            ©Rubén Lapuente

                                    

    después de Altamira todo parece

     decadente (Picasso)

LA VIDA INTERMITENTE

20091115211651-estravagario-neruda.jpg

Ese continuo rodar lento

de los días

esta armella de sol de fondo

que nunca duda

este minutero

de la rueda del mundo

equilibrado

por legiones de horas

robadas

 

sin hondura

sin calado

como si vigiláramos

a una multitud

que somos nosotros mismos

vivimos

impregnando de tiempo

las cosas

al rozarlas

alejándolas

como si algo las fuera retirando

despacio

de nosotros :

la vida en un radio de uno mismo

interrumpida

falsa como una grisalla

útil

en la desventura

para no desaparecer:

y así una mañana

tropezamos

con ese largo olor a pan

con los versos de estravagario

en las traseras

de una repisa olvidada

con aquel brillo en los ojos del otro

que hemos despertado

otra vez

y la vida que no es profunda

sale a la superficie

intermitente

 

y extrañamente renacemos

 

                                    ©Rubén Lapuente

                     Cuatro poemas de Estravagario de Neruda

EL HUÉSPED

20090907073232-el-huesped.jpg

No me preguntéis

quién es

ni de dónde viene

Algunas veces coincide conmigo

Me aborda

como un corsario

en alta mar

Y me pinta una sonrisa

de rueda de luna

Y me hace tararear

baladas no escritas

 

Si me viene

su ráfaga de la calle

la aguja del reloj

apresura la sirena

Y con un brazo en mi hombro

se toma conmigo

un par de cervezas

 

 cuándo me habita

por la manera

de cómo me mira ella

de insinuárseme en una rendija

flechada

sabiendo que se le cumple

aquel sueño de niña

 

Algunas veces coincide conmigo

en la tristeza

Y me lleva hasta el balcón

que abre la vida

Y me enseña a vivir

allí con la muerte

asomada a los cristales

perezosa

 

Me gustaría

que se quedara

siempre conmigo

pero hay muchos días que no le agrado

Y recela

Y espera a que haga

una seña

cuando esté

de buenas

                  ©Rubén Lapuente

RECUERDOS DE IDA Y VUELTA

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Tengo que estar solo

muy solo

Y cerrar los párpados

con los ojos abiertos

 

Hay otro yo en mi interior

que sabe

que no existe el olvido

que nada se puede

despegar del álbum

y me lleva de recuerdos

con pasaje

de ida y retorno

 

Del halda

que mojaba de mi madre

a la rosa

que corona la piedra

que hollaron mis dedos

 

De mi piel

que hozaba la tierra

rodando canicas

a mi hijo

tirado en la alfombra

mercenario en el universo

de una caja de sueños

 

De la trinchera

donde un muchacho

que fue mi padre

disparaba sólo al azul del cielo

al instante

en el que secuestrado

por galones y cruces

me daban la voz de fuego

ante una diana

a la que yo ponía rostro

 

Del miedo

a no saber morirme

a pensar

que un instante antes

le estaría dando vueltas

a esos versos

 

Tengo que estar solo

muy solo

Y cerrar los párpados

con los ojos abiertos

 

                     ©Rubén Lapuente

QUE NO SOY YO

20090601064148-telescopio-sol.jpg

Estoy cansado

como después de un largo viaje,

como si se me hubiera hecho muralla

la tapia que de un brinco

saltaba de muchacho.

Necesitaría un gigante

zarandeándome los hombros

para remover este lago interior mío.

La vida es un estado de ánimo.

Y me siento como la otra media piedra

enterrada de estas calles.

Hoy me ha llamado el maestro del pueblo:

Que si puedo llevarles el telescopio.

He preparado una habitación de la escuela

como si fuera la boca de un lobo.

Apuntando al sol de mediodía

por el balcón entreabierto.

Ciegas con cinta todas las rendijas.

Y en ángulo he puesto una cartulina

como de pantalla de cine.

Hablándoles en la oscuridad sólo les he dicho

que el sol es como el quiosco de la música

de la plazuela de abajo,

todos bailamos a su alrededor, a su son,

sin darnos cuenta de que somos

añico suyo.

 

Yo creía que iba a ver caminar

un sol de bolsillo, turbio, arrugado,

receloso, como el mirado

en el fondo de una sucia charca.

Pero, de repente, apareció la curva

de un sol amarillo de fuego, vivísimo,

avanzando por el espacio negro

como un juego de magia verdadero.

¿Podemos tocarlo?

Estuvimos casi en silencio

hasta que el sol se arrojó

por los acantilados de la hoja.

Aplaudimos todos.

 

De vuelta, pisando las calles de piedra,

comencé, sin querer, a tararear una canción

que tenía olvidada, de Humet,

de cuando salvaba de un salto

el trecho del río…

       …que no soy yo…

       que aún no soy yo…

                           

         ©Rubén Lapuente

           Que no soy yo de humet

ATADURAS

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Si no me llamaran desde la debilidad

Si no supiera ver la belleza dentro del escombro

Si no me rozara esa mano herida el sueño

Si no tuviera que arroparla desde el silencio

Si no hubiese sollozos que rescatar del viento

Si en la larga fila de la calle no buscara algunos ojos

Si no me persiguiese la mirada de la niña en el espanto

Si no levantara la mano para alistarme en el barro

Si al verme no me leyeran en la frente sublevado

Podría morir

                                  ©Rubén Lapuente

EL RÍO

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Me he tendido a la orilla del  río

con mi brazo abrevando en el agua.

Agua mecedora de alguna derrota

que me desvanece

que sabe atemperar el corazón

y me lo rinde.

Su murmullo

me hace desaparecer

en rocío de sentidos

sobre una piel

con venas de su agua

con cauce de mi sangre.

Y siento que ya soy el río.

 

Por el camino oigo el ritmo de un cayado,

el roce de ropa gruesa a cada instante,

el compás de zancadas acercándoseme.

Los tres sonidos atados en un mismo susurro.

El saber que se acerca alguien

hace que mi brazo sienta el frío de la corriente

que mi corazón despierte

que el río se me aparezca por entre los dedos.

¡Buenos días!

Y hermosos, le digo.

 

Mientras voy oyendo cómo se aleja su cayado,

el roce de su ropa gruesa,

la zancada firme siempre medida,

cómo los tres sonidos atados en un acorde

bajan hacia el valle...

saco mi brazo del rumor del agua,

ya de otro río.

                     ©Rubén Lapuente

                    Villoslada de Cameros

                    Sierra Cebollera . Cascadas de Puente Ra.

                           Río Iregua.La Rioja

DEBILIDAD

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        Tú serás amado el día que puedas mostrar tu debilidad

         sin que el otro se sirva para afirmar su fuerza (Pavese)

 

Cuando estoy solo,

cuando me ha vencido,

bajo a la tierra de mi cuerpo.

Por ahí anda

el rebelde capitán

de mi hueste,

de eterna algarada.

Ha conseguido

ahogarme la voz  

si intento mostrar

mi ternura.

Me vierte

el cuenco de las lágrimas

por la orilla equivocada.

Esa rata que deja un rastro

de costra por mis galerías,

se ha hecho muy valiente.

Se cree un partisano.

Ahora dice,

lo pinta en los ademes,

que yo soy el otro,

que huye de mi tiranía.

Que él es quien quiere

enseñar su corazón

y yo le cerceno la boca.

Que necesita librar el dolor

y que le apuro las lágrimas.

Pero esta traza mía de escara

que dejo tras de mí,

se parece tanto a la suya,

que yo ya no las distingo.

No puedo seguir su rastro.

Se zafa tan bien de mí

en estos parajes sombríos.

Estará subido a la atalaya de mi cielo,

ocupándome, claro.

Pero no me tomará los sentimientos.

Ahora soy yo el partisano

de los suyos.

Su tumor  

que le hará bajar a buscarme

en esta tanda

incesante y absurda

en la que ninguno de los dos

enseñará su debilidad.

                                ©Rubén Lapuente

RISAS

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Le digo que me enseñe la sonrisa

que quiero verle la alegría.

Y mira que me desarma

si le alcanza a la mirada…

me deja callada la mía.

 

Lo que daría por subir con ella

o ser ella misma.

Y que no se le acabara nunca

esa veta del alma.

 

Le hace más bella,

si bucea en aguas profundas,

y la llama,

aún somnolienta.

Risa sin que yo la espere.

Mitad de la risa por entre la rendija

de la puerta de su alcoba

y desnuda.

Risa antes de hundirme en su boca.

Y si me remolonea

voy a provocársela con la mía.

Que corra, que se desboque,

y me salpique

el renuevo del corazón

que me regala.

 

Risa del náufrago salvado.

Del soldado de vuelta a casa.

Risa bajo los trapecios de la carpa.

Risas de mi hijo

como una boca de naranja abierta.

 

Luego se pierde.

Nace del brocal, mecánica,

disciplinada,

o es un gesto torcido

tamizada por el miedo

a la muerte o a la vida, no sé…

 

…Te das cuenta al verte

reflejado en el barniz de las cosas

y ya no es la misma,

no es la misma.

 

                              ©Rubén Lapuente

UN DIOS DESCONOCIDO

20090109174309-jesusdesconocido.jpg

Que sea un dios desconocido.

Que haya nacido

de un vientre cualquiera.

Un dios que no multiplique.

Que no adivine la mano

que le ha rozado la túnica.

Que los únicos ojos que abra

sean los del alma.

Que sea timonel de corazones.

Y nade contigo hasta la orilla.

 

Un dios que no le escriban  

la historia a su espalda.

Que sea una parábola en la  vida

y en la muerte

te sostenga en la encrucijada

de sus dos maderas.

Que no sepa ir al paraíso.

Que tenga siempre  

una rosa roja sobre una losa.

Que se te aparezca

en los versos de un poema.

Un dios desconocido para verle

un día eterno en un segundo.

 

Que sea en la pobreza

más digno que cualquiera

en la cimera del mundo.

 

Que puedas oírle

al otro lado de la pared

y que a este otro lado tuyo 

pueda él oírte como

a su dios desconocido.                     

                                     ©Rubén Lapuente

                                 

MARIPOSA

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La luz de mis ojos

es la de mi corazón

mariposa

huyes del amor

que es tu muerte

que te mira la muerte

el amor

mariposa

no vivas con el espanto

de adentrarte

en el mar

de perderte en el desierto

del sueño

revolotea

pósate en el rayo 

de luz de esta mirada

en la flor del remolino

de mi aliento

"no puedo esperar tanto

es ese veneno

del deseo que libo y libo..."

mariposa

que te mira

la muerte el amor

que huyes del amor

que es tu muerte

 

                                              ©Rubén Lapuente

BRIZNA DE LUZ

20081028222058-brizna-luz.jpg

¿Qué sabe mi cuerpo

de lo que lleva en volandas?

 

Como el sol

me arrastra en su redondel

de luces y sombras.

 

Yo le doy sustento,

abrigo, placer,

mi equilibrio.

El no sabe que me lleva.

Cuando le golpea el viento

me pego al cristal de su piel.

Y mis manos…

¿cómo desprenderse de las suyas?

¿cómo mi otra mirada de sus ojos?

mi ámbito…

¿cómo de ese latido de cobre

incesante?

 

Cuando está adormecido

me hago de cinta de humo.

Y me evado de su cárcel.

Y escalo la tapia de niebla.

Y navego con su brida los cielos.

 

Para mi rescate es un intruso.

Y bajo su techumbre

mientras le oigo crecer

en su declive en el tiempo…

espero.

 

Si pudiera sostener mi final 

hasta un instante después del suyo.

Ganar esa única brizna de luz…

Y libre…

abandonarme

a esa ráfaga de viento…

                                Rubén Lapuente

 

HIELO AZUL

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Hay una soledad pura.

Blanca y helada.

Sin gritos que nadie oiría.

Sin rescate.

Hermosa

para quien la muerte

es una conquista.

 

El aliento del mundo

desmorona la pared

de la helada cantera

del Océano.

Y va saliendo la nieve azul.

Sin aire.

Libre del peso del tiempo.

Fósil de la memoria del agua.

 

Y ya eres timonel

de la galera desgajada.

Marinero de sus gélidas jarcias.

E imitas el desnudo

de la nieve:

Tu azul puro, tu grial,

espejea como un fanal

de luz en la noche.

 

Y naufragas  en un mar sin cielo

que se mira a sí mísmo

como tú, ahora, sumergido.

 

Y que nunca  nadie lo sepa:

Que te sueñe el frió azul del olvido

que has conquistado.

 

                               Rubén Lapuente

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