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SOPA DE LETRAS

Hoy he comprado
unos abecedarios de madera
Se me ha ocurrido
constelar de letras
el techo inclinado
del desván
justo sobre mi cama de latón
Y a voleo las iré
pegando al techo
cruzándolas luego
engarzando algunas palabras
que esconderé
entre esa maraña
de cartilla de escuela
para quizás buscarlas
en la madrugada
cuando con su tiza de luz
de madera
venga el maestro
a despabilarme el alfabeto
o cuando se cuele
un rayito de luna por la lucera
y medio dormido
en la débil penumbra
las oiga pestañear
y así lo haré con halda
que en ese valle
de entre dulces rodillas
dejaba yo enterrado
el miedo chico
o amarillo
que es ese color de sol de la niñez
que el olvido no sabe
cómo palidecer
Y vientre Y preñez
Y ombligo
donde sólo me cabía un beso
o un diamante de saliva
Palabras como vida
que yo he tenido
dos saquitos
de carne y de hueso
de harina
de viento
en mi regazo
Buscaré milagro
que con tantos amaneceres
en tantísimo tiempo
con tantos mundos
con tanto espacio infinito
y mira por donde
coincidido
contigo
aquí
y ahora
En esa sopa de letras
tengo sitio
para lágrima
que por detrás viene
su tina de sollozo
que deberías
de vez en cuando
sumergirte
en ella
como yo
y solo
Y poesía
que como la música
no se puede palpar
porque es libre
lo único libre
y mágico
como una muleta invisible
como el hombro
del viento
Y pondré belleza y esposa y…
...y muerte
ésa casi a ras del suelo
cuando al final la parábola
de mi cabeza recorriendo
el inclinado cielo de yeso
entre en el temblor del día
o del sueño
Cuando acabe de poner
este enjambre de letras
lo primero que haré
echado en la cama
será deletrearlas
buscarlas ávido
como estrellas!
©Rubén Lapuente
LA CAMA DE LATÓN

Oh desván de chamarilero
Oh sucia y oscura cama de latón
Oh las cosas
Que te llaman
Que se acercan a uno
Que al final son parte de ti
Me la llevé con toda su mugre
a El Rasillo
y con alambrilla de acero
y sin prisa
le hacía amanecer
el viejo sol
de su cobre
y de su estaño
Y a cada adorno
a cada cristal
a cada barrote acanalado
le iba arrancando
La bocera del aire
El cansancio del metal
Los sueños de otros
El olor del viejo amor
El vaho de la muerte
de su cabezal
Y apareció
así como la ves
radiante
como si naciera allí mismo
como si mis manos
la hubieran forjado
Aun no he dormido en ella
Pero seguro
que será su lecho
como echarse
a la sombra
de un sol de mimbre
en el estío
Sonora cama
para acompasar
su gemido
al vaivén del amor
La vestiré
con una colcha
de hilos
de violeta de dehesa
tras la lluvia
o de sueños
de oro cansado
de las hojas
de un hayedo de Cameros
en otoño
Cuando yo ya no esté
sé que alguien
la encontrará en el desván
de un chamarilero
Y volverá a limpiarla
ahora
de
mí
©Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)
a Juan Galbete
PIEDRA

Como al paisaje desde mi ventana
me asomo a la piedra
Me gusta seguir la corriente de sus vetas
Cómo se va quedando encinta del tiempo
Por dónde le ha sajado los lomos
el silbido del diamante
o el disco del albañil
Tan arrebujada la piedra
Con esa cerrazón
de entrecejo fruncido
Con ese pavor de soledad infinita
que pienso que cómo sería sin
ese espanto hacinado de eternidad
Con un adarme de vida
qué flor de piedra tallaría ahora
qué tupido olor
qué blondas le hubiera tejido
la primavera
En mi mano
su canto rodado me recuerda
aquella parábola de odio en el aire
de cuando niño
o cómo cosía el agua del río
desde su orilla
y siempre
espalda de vigía
cerrándose
sobre esos huesos amados
Asomándome a la piedra
habladora piel
de cuarcita gallega de mi casa
Sin vida
Me viene grande
©Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)
REGAZO

Tengo miedo siempre a ese cuenco a solas del regazo
Y me cargo con un hatillo vivo de silencios
Pero cómo fondeo en la caleta de su pecho
Cómo le enseño lo débil si he sido adusto
A la sombra de su corazón de mujer
cómo me abandono y me pierdo y me olvido
del batallar inútil conmigo solo
Miedo a que la ternura me haga vulnerable
Vergüenza a que me encuentre frágil
Cómo me siento sobre el halda de sus claras rodillas
De sediciosa la piel a dulce gemido en sus brazos cómo
Cómo decirle que las lágrimas más amargas
son las que aún no he derramado
©Rubén Lapuente
EL COMETA HALLEY

Era de noche
En mi pequeño balcón
colgado de esa dulce ladera
de trinos
en Villoslada
en aquel abril tan limpio
de oscuridad
magullado de números
de papeles
de oficina
con mi luna redonda de cristal
de vecino
iba de rama en rama
de cada estrella
De pronto
Sobre el alto
granero del agua
como una alada herida luminosa
como una cana melena
rota de viento
apareció el cometa
Lo veía por primera vez
y por última también
cuando regresara
ya sobre un río
de cenizas
a mojar su larga cola
de lumbre
Ese trazo de tiza
atada a su radio
a su vida
Viajero de plata solo
Me recordaba lo que yo era
lo que no sería
Carne celada
Desde el zaguán
como si nacieras
me llamaste
al verlo
con ese alboroto de chiquilla
que te salía solo
Jóvenes
y enamorados
nos recorrió por el cuerpo
el indeleble fulgor de un cometa
viejo amigo
©Rubén Lapuente
Foto: cometa Halley en 1986 como lo vi
En el 2062 regresará
FLOR DE HOSPITAL

Estas camas sonoras
de sábanas vírgenes de amantes
cargadas de dolor rudas de miedo
que por duros pasillos de blancura
batiendo ojos
te llevan medio dormido
al ribazo del sueño
en armas de tu sangre
en las que despiertas
tras una puerta
sin cerrojo ni aldaba
que te trae primero borrosa
sombras de colores sobre la pared
voces a hombros de voces
la sorpresa luego del aroma blanco
almidonado de la enfermera
de la gris bandeja sin humo de fogón
de la eternidad de un periódico en las manos
de no ver nunca a nadie asomado a la ventana
de empezar a oler como a esa flor de hospital
que ya desde el zaguán de visita embebía
del recuerdo del olvido de aquella insoportable
agonía rítmica
de saber que al irte no volverás la cabeza
a donde obligan a morir
©Rubén Lapuente
Foto: Hospital de San Pedro de Logroño
ROPA TENDIDA

Mira que tarda uno en encontrarse
en las pequeñas cosas
(¿sin importancia?)
Veces y veces
tendida mi ropa al poquito de sol
que cruza el patio
¡Y cómo no verme nunca
partido en los alambres!
¡Si parecen banderas de mi cuerpo!
Zarandeada
Despojada ropa de lo que rezuma mío
¡Y cómo no pararse a mirarla
en su recreo sin mí!:
En esa silueta fugaz…
¿No he sido yo?
En ese jirón del viento…
¿Así caería herido?
¡Qué señorial en la quietud de ese perfil!
Cómo apura en secreto
la última gota
de lo que dulcemente
me ha robado sin querer
(¿Se puede hacer belleza
de lo cotidiano?)
Y abro la ventana
y tiendo mis brazos
hacía lo más corriente
a lo inagotable
de la eterna pequeña
rueda de la vida
junto a otros brazos del piso de abajo
junto a otra cabeza
en el chirrido del tendedero
que nos descubre…
Y tiento
y recojo la ropa
como si de una sola pinza
pendiera el azar de mi vida
(¿Se puede sentir placer
de lo cotidiano?)
Y me visto
con la renacida pureza
de la ropa
con ese poco mágico
que también le lleva al corazón
una camisa limpia
©Rubén Lapuente
SOLO Y CONMIGO

El frío transparenta los sentidos
Camino hacia la montaña
a la cabecera del río
que hoy alumbra lomos de hielo
Todo lo nuevo que nace
viene del final de otro comienzo
hacia otro inquieto tenaz retorno
Florescencias dormidas del bosque
que se ovilla de temblor
¡Ay de quien mienta aquí!
¡Ay de quien sobre el dulce dorso
helado del río
no grabe en el hielo
lo que duele lo que ha perdido
lo que se acaba!
Solo y contigo
Renglones de una vida
que la sonrisa leve de un sol de invierno
volverá sollozos claros
Aquí puedes hacerlo
Aquí no eres lo que atesoran tuyo
Ni lo que te dejas que te roben
Te servirá para que un día
en la blanca pared
la sombra vencida de tu cabeza
la hagas el más bello ocaso
Solo y contigo
Nada más
Corriente helada abajo
vuelvo sobre mis pasos hacia el valle
Anochece
Salen los sueños
Oigo lento el claro tintineo del agua
Cruzo la linde mágica del río
Y para que me vean
para que me reconozcan
me vuelvo a esconder
©Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)
Foto cabecera del río Iregua. Sierra de Cameros. Navidades 2007
ETERNIDADES

Una tarde leí unos versos
de Eternidades
que me acompañan siempre:
“¡No corras, ve despacio,
que adonde tienes que ir es a ti solo!”
¡Y qué fácil lo encuentro todo
si lo busco dentro de mí!:
¡Viajero solo por la travesía de lo que soy!
Y este corazón mío
antesala de sentimientos
ya no es una cita de venas
Si soy el primero en oírle
seré el primero en atrapar
su campanada de alborozo
o de cruel herida de vida
¡Y estoy alerta!
Que no se me escape la belleza
que comienzan mis dedos
recogiéndole el cabello
por detrás
de la oreja
muy despacio
mientras la hablo
mientras
me mira
porque
de pronto
como un milagro
le brota una lumbre de luz de diamante
en los ojos
Ni la de las cabriolas
de una sucia hoja de papel
a merced del viento
que si dobla una esquina
temo
un instante
por ella.
Como un cazador
de lo pasajero
eterno
soy
¡Sublime siempre conmigo!
¡Viajero solo
por la travesía de lo que soy!
©Rubén Lapuente
Foto : Leyre o la luz del diamante
ALTAMIRA

Le despertó la caricia del sol.
Y una mano de hembra
le movió levemente.
(“La misma mañana de siempre.
El mismo tronar del bosque.
El mismo rumor del río bajo mis piernas…”)
Mientras el fuego doraba
los arponeados peces,
el azar le llevó
a un saliente del techo
rocoso de la cueva:
(“La misma forma.
La misma giba en la piedra
que la de un bisonte…”)
Y en su imaginación,
lo fue dibujando,
luminoso,
preciso.
Perfiló la silueta
con un trozo de carbón.
Mezcló raspadas margas,
limados ocres,
bermellón,
con grasa,
con sangre caliente:
Ya tenía la paleta de colores
que rezuma la piedra.
Ya tenía el pincel
en cada yema de los dedos.
Embadurnado
por una lluvia de tintura
se tendió boca arriba
sobre el suelo de la cueva:
Apareció tanta belleza desconocida
y suya (la que veo yo ahora)
que tuvo que empezar a ser otro ahí.
Tuvo que romper a llorar.
©Rubén Lapuente
después de Altamira todo parece
decadente (Picasso)
LA VIDA INTERMITENTE

Ese continuo rodar lento
de los días
esta armella de sol de fondo
que nunca duda
este minutero
de la rueda del mundo
equilibrado
por legiones de horas
robadas
sin hondura
sin calado
como si vigiláramos
a una multitud
que somos nosotros mismos
vivimos
impregnando de tiempo
las cosas
al rozarlas
alejándolas
como si algo las fuera retirando
despacio
de nosotros :
la vida en un radio de uno mismo
interrumpida
falsa como una grisalla
útil
en la desventura
para no desaparecer:
y así una mañana
tropezamos
con ese largo olor a pan
con los versos de estravagario
en las traseras
de una repisa olvidada
con aquel brillo en los ojos del otro
que hemos despertado
otra vez
y la vida que no es profunda
sale a la superficie
intermitente
y extrañamente renacemos
©Rubén Lapuente
EL HUÉSPED

No me preguntéis
quién es
ni de dónde viene
Algunas veces coincide conmigo
Me aborda
como un corsario
en alta mar
Y me pinta una sonrisa
de rueda de luna
Y me hace tararear
baladas no escritas
Si me viene
su ráfaga de la calle
la aguja del reloj
apresura la sirena
Y con un brazo en mi hombro
se toma conmigo
un par de cervezas
Sé cuándo me habita
por la manera
de cómo me mira ella
de insinuárseme en una rendija
flechada
sabiendo que se le cumple
aquel sueño de niña
Algunas veces coincide conmigo
en la tristeza
Y me lleva hasta el balcón
que abre la vida
Y me enseña a vivir
allí con la muerte
asomada a los cristales
perezosa
Me gustaría
que se quedara
siempre conmigo
pero hay muchos días que no le agrado
Y recela
Y espera a que haga
una seña
cuando esté
de buenas
©Rubén Lapuente
RECUERDOS DE IDA Y VUELTA

Tengo que estar solo
muy solo
Y cerrar los párpados
con los ojos abiertos
Hay otro yo en mi interior
que sabe
que no existe el olvido
que nada se puede
despegar del álbum
y me lleva de recuerdos
con pasaje
de ida y retorno
Del halda
que mojaba de mi madre
a la rosa
que corona la piedra
que hollaron mis dedos
De mi piel
que hozaba la tierra
rodando canicas
a mi hijo
tirado en la alfombra
mercenario en el universo
de una caja de sueños
De la trinchera
donde un muchacho
que fue mi padre
disparaba sólo al azul del cielo
al instante
en el que secuestrado
por galones y cruces
me daban la voz de fuego
ante una diana
a la que yo ponía rostro
Del miedo
a no saber morirme
a pensar
que un instante antes
le estaría dando vueltas
a esos versos
Tengo que estar solo
muy solo
Y cerrar los párpados
con los ojos abiertos
©Rubén Lapuente
QUE NO SOY YO

Estoy cansado
como después de un largo viaje,
como si se me hubiera hecho muralla
la tapia que de un brinco
saltaba de muchacho.
Necesitaría un gigante
zarandeándome los hombros
para remover este lago interior mío.
La vida es un estado de ánimo.
Y me siento como la otra media piedra
enterrada de estas calles.
Hoy me ha llamado el maestro del pueblo:
Que si puedo llevarles el telescopio.
He preparado una habitación de la escuela
como si fuera la boca de un lobo.
Apuntando al sol de mediodía
por el balcón entreabierto.
Ciegas con cinta todas las rendijas.
Y en ángulo he puesto una cartulina
como de pantalla de cine.
Hablándoles en la oscuridad sólo les he dicho
que el sol es como el quiosco de la música
de la plazuela de abajo,
todos bailamos a su alrededor, a su son,
sin darnos cuenta de que somos
añico suyo.
Yo creía que iba a ver caminar
un sol de bolsillo, turbio, arrugado,
receloso, como el mirado
en el fondo de una sucia charca.
Pero, de repente, apareció la curva
de un sol amarillo de fuego, vivísimo,
avanzando por el espacio negro
como un juego de magia verdadero.
¿Podemos tocarlo?
Estuvimos casi en silencio
hasta que el sol se arrojó
por los acantilados de la hoja.
Aplaudimos todos.
De vuelta, pisando las calles de piedra,
comencé, sin querer, a tararear una canción
que tenía olvidada, de Humet,
de cuando salvaba de un salto
el trecho del río…
…que no soy yo…
que aún no soy yo…
©Rubén Lapuente
ATADURAS

Si no me llamaran desde la debilidad
Si no supiera ver la belleza dentro del escombro
Si no me rozara esa mano herida el sueño
Si no tuviera que arroparla desde el silencio
Si no hubiese sollozos que rescatar del viento
Si en la larga fila de la calle no buscara algunos ojos
Si no me persiguiese la mirada de la niña en el espanto
Si no levantara la mano para alistarme en el barro
Si al verme no me leyeran en la frente sublevado
Podría morir
©Rubén Lapuente
EL RÍO

Me he tendido a la orilla del río
con mi brazo abrevando en el agua.
Agua mecedora de alguna derrota
que me desvanece
que sabe atemperar el corazón
y me lo rinde.
Su murmullo
me hace desaparecer
en rocío de sentidos
sobre una piel
con venas de su agua
con cauce de mi sangre.
Y siento que ya soy el río.
Por el camino oigo el ritmo de un cayado,
el roce de ropa gruesa a cada instante,
el compás de zancadas acercándoseme.
Los tres sonidos atados en un mismo susurro.
El saber que se acerca alguien
hace que mi brazo sienta el frío de la corriente
que mi corazón despierte
que el río se me aparezca por entre los dedos.
¡Buenos días!
Y hermosos, le digo.
Mientras voy oyendo cómo se aleja su cayado,
el roce de su ropa gruesa,
la zancada firme siempre medida,
cómo los tres sonidos atados en un acorde
bajan hacia el valle...
saco mi brazo del rumor del agua,
ya de otro río.
©Rubén Lapuente
Villoslada de Cameros
Sierra Cebollera . Cascadas de Puente Ra.
Río Iregua.La Rioja
DEBILIDAD

Tú serás amado el día que puedas mostrar tu debilidad
sin que el otro se sirva para afirmar su fuerza (Pavese)
Cuando estoy solo,
cuando me ha vencido,
bajo a la tierra de mi cuerpo.
Por ahí anda
el rebelde capitán
de mi hueste,
de eterna algarada.
Ha conseguido
ahogarme la voz
si intento mostrar
mi ternura.
Me vierte
el cuenco de las lágrimas
por la orilla equivocada.
Esa rata que deja un rastro
de costra por mis galerías,
se ha hecho muy valiente.
Se cree un partisano.
Ahora dice,
lo pinta en los ademes,
que yo soy el otro,
que huye de mi tiranía.
Que él es quien quiere
enseñar su corazón
y yo le cerceno la boca.
Que necesita librar el dolor
y que le apuro las lágrimas.
Pero esta traza mía de escara
que dejo tras de mí,
se parece tanto a la suya,
que yo ya no las distingo.
No puedo seguir su rastro.
Se zafa tan bien de mí
en estos parajes sombríos.
Estará subido a la atalaya de mi cielo,
ocupándome, claro.
Pero no me tomará los sentimientos.
Ahora soy yo el partisano
de los suyos.
Su tumor
que le hará bajar a buscarme
en esta tanda
incesante y absurda
en la que ninguno de los dos
enseñará su debilidad.
©Rubén Lapuente
RISAS

Le digo que me enseñe la sonrisa
que quiero verle la alegría.
Y mira que me desarma
si le alcanza a la mirada…
me deja callada la mía.
Lo que daría por subir con ella
o ser ella misma.
Y que no se le acabara nunca
esa veta del alma.
Le hace más bella,
si bucea en aguas profundas,
y la llama,
aún somnolienta.
Risa sin que yo la espere.
Mitad de la risa por entre la rendija
de la puerta de su alcoba
y desnuda.
Risa antes de hundirme en su boca.
Y si me remolonea
voy a provocársela con la mía.
Que corra, que se desboque,
y me salpique
el renuevo del corazón
que me regala.
Risa del náufrago salvado.
Del soldado de vuelta a casa.
Risa bajo los trapecios de la carpa.
Risas de mi hijo
como una boca de naranja abierta.
Luego se pierde.
Nace del brocal, mecánica,
disciplinada,
o es un gesto torcido
tamizada por el miedo
a la muerte o a la vida, no sé…
…Te das cuenta al verte
reflejado en el barniz de las cosas
y ya no es la misma,
no es la misma.
©Rubén Lapuente
UN DIOS DESCONOCIDO

Que sea un dios desconocido.
Que haya nacido
de un vientre cualquiera.
Un dios que no multiplique.
Que no adivine la mano
que le ha rozado la túnica.
Que los únicos ojos que abra
sean los del alma.
Que sea timonel de corazones.
Y nade contigo hasta la orilla.
Un dios que no le escriban
la historia a su espalda.
Que sea una parábola en la vida
y en la muerte
te sostenga en la encrucijada
de sus dos maderas.
Que no sepa ir al paraíso.
Que tenga siempre
una rosa roja sobre una losa.
Que se te aparezca
en los versos de un poema.
Un dios desconocido para verle
un día eterno en un segundo.
Que sea en la pobreza
más digno que cualquiera
en la cimera del mundo.
Que puedas oírle
al otro lado de la pared
y que a este otro lado tuyo
pueda él oírte como
a su dios desconocido.
©Rubén Lapuente
MARIPOSA

La luz de mis ojos
es la de mi corazón
mariposa
huyes del amor
que es tu muerte
que te mira la muerte
el amor
mariposa
no vivas con el espanto
de adentrarte
en el mar
de perderte en el desierto
del sueño
revolotea
pósate en el rayo
de luz de esta mirada
en la flor del remolino
de mi aliento
"no puedo esperar tanto
es ese veneno
del deseo que libo y libo..."
mariposa
que te mira
la muerte el amor
que huyes del amor
que es tu muerte
©Rubén Lapuente
BRIZNA DE LUZ

¿Qué sabe mi cuerpo
de lo que lleva en volandas?
Como el sol
me arrastra en su redondel
de luces y sombras.
Yo le doy sustento,
abrigo, placer,
mi equilibrio.
El no sabe que me lleva.
Cuando le golpea el viento
me pego al cristal de su piel.
Y mis manos…
¿cómo desprenderse de las suyas?
¿cómo mi otra mirada de sus ojos?
mi ámbito…
¿cómo de ese latido de cobre
incesante?
Cuando está adormecido
me hago de cinta de humo.
Y me evado de su cárcel.
Y escalo la tapia de niebla.
Y navego con su brida los cielos.
Para mi rescate es un intruso.
Y bajo su techumbre
mientras le oigo crecer
en su declive en el tiempo…
espero.
Si pudiera sostener mi final
hasta un instante después del suyo.
Ganar esa única brizna de luz…
Y libre…
abandonarme
a esa ráfaga de viento…
Rubén Lapuente
HIELO AZUL

Hay una soledad pura.
Blanca y helada.
Sin gritos que nadie oiría.
Sin rescate.
Hermosa
para quien la muerte
es una conquista.
El aliento del mundo
desmorona la pared
de la helada cantera
del Océano.
Y va saliendo la nieve azul.
Sin aire.
Libre del peso del tiempo.
Fósil de la memoria del agua.
Y ya eres timonel
de la galera desgajada.
Marinero de sus gélidas jarcias.
E imitas el desnudo
de la nieve:
Tu azul puro, tu grial,
espejea como un fanal
de luz en la noche.
Y naufragas en un mar sin cielo
que se mira a sí mísmo
como tú, ahora, sumergido.
Y que nunca nadie lo sepa:
Que te sueñe el frió azul del olvido
que has conquistado.
Rubén Lapuente