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SI LLEGAS A TIEMPO

Si llegas a tiempo
Si a tu alrededor
notas que alguien lleva
su pretil de la muerte encima
no le digas que la vida es bella
Dile primero gracioso
si llegas a tiempo
que qué buenas vistas al vacío tiene
Que así se vuelva
Que así te mire
Quizás alguien suyo muy amado
cerró antes los ojos
y ya no soporte morir todos los días
o sea una joven muchacha enamorada
cuyos primeros labios besados
se fueron a otros
Quizás sea tan vulnerable
como corona de arena del viento
Quizás tenga tanto miedo a su miedo
que no salga de casa
que le venga grande haber nacido
Si llegas a tiempo
no le digas que la vida es bella
dile primero gracioso
que si deja una nota
que sea con una buena caligrafía
Que así se vuelva
Que así te mire
Y luego dile que es algo más
que un pozo de tristeza
algo mejor que un pedazo
de carne con ojos
que si intenta vivir de otra manera
tu mano está ahí
Oh Dios mío si llegas a tiempo!
©Rubén Lapuente
AMARGAS UVAS

Ya está aquí septiembre
El de los racimos
de uva madura
Ya están aquí
los temporeros
inmigrantes
vendimiadores
Ya vuelve
a este pasaje
entre dos calles
de mi ciudad
junto a la estación
de autobuses
la vergüenza
de ir soslayando
esa amargura
del hombre
tirada entre los brazos
de la noche
Creían que el corquete
estaba ya afilado
Que bajo de cada
viña colmada
esperaba una cesta
de castaño
sedienta
Nadie les dijo
que el paisaje del Rioja
va cambiando
en lomas preñadas
de cepas en espaldera
Esas que parecen
un ejército de crucificados
Esa vid sin corazón
que no necesita
reverencia
tan sólo
una tolva
que ya lleva dentro
el trajín de las manos
de toda esa tristeza postrada
en este pasadizo
esperando que al menos
pare una furgoneta
que haga sonar su claxon
que alguien
bajando la ventanilla
les lance al aire
una cifra
que seguro será
hiriente
obscena
pero como no tienen
pateras de regreso
con la nostalgia
de aquel otro
ahora dulce infierno
subirán
©Rubén Lapuente
Foto temporeros en septiembre
en el pasaje de vara de rey de Logroño
VAMOS CAYENDO

Era la niña que se dormía
buscándose el latido
del corazón
La de la aljaba de espigas de trigo
pellizcándote
la espalda de lana
del alma
La que se bañaba
en la misma luz
de aquellos días míos azules
La que crecía
más deprisa
que los cabellos
con ese delicado
y tenaz
guillame
que noche y día
le devastaba
la cintura
le redondeaba las caderas
En un solo verano
bajo la camiseta
el guindero de sus suaves dunas
le dio su dulce fruto
Era la que
para un grumete
de barquito de papel
de estanque
el vértigo de un guiño
desataba el rubor
de un incendio
en las mejillas
La que no sabía
que en mi cuarto
tendido en la cama
me cubría los ojos cerrados
con el antebrazo
y que en esa espesa oscuridad
ella era
levadura de mi tierna carne
La que crecía más deprisa que los cabellos
La niña que se dormía
buscándose el latido del corazón
Oh que ya su mano nunca encontrará
©Rubén Lapuente
KAMIKAZE

Me brindan una muerte hermosa
Vendrá a recibirme la gloria
Aquel filo de acero en las palabras
Aquella arenga que macera la carne
en orgullo en dignidad en pureza
trasciende la vida y la muerte
El emperador os sueña me decían
Cómo negarme si el valor de la vida
ante el deber tiene el peso de una pluma
Cómo no dar un paso al frente
si nos están humillando
A la cabeza me he anudado la cinta
de mi patrio sol rojo violento
Felicítame madre como una tierna
flor de cerezo caeré le he dejado escrito
Sobre el mar de aguas de jade
tembloroso como un Ícaro plateado vuelo
en el último cielo azul puro que veré
Abajo avisto el gigante acorazado
Y en picado mortal desciendo empuñando
esta curvada hoja de acero de viento divino
Mil veces mil trepidante gira la hélice
Todo viene hacía mí como en ancas del vértigo
En la carlinga no cierres los ojos me dijeron
Que viene a recibirte la gloria
Que todas las flores de cerezo del templo
brillarán para tí
©Rubén Lapuente
Foto : Un grupo de pilotos Kamikazes: Jóvenes desbordados por las desgraciadas circunstancias de la guerra(4.615 jóvenes japoneses se inmolaron)
BÍGAROS

Verle así
Manejado
Lapidado
Jirón de otro jirón de su carne
que desde unas cuencas
anochecidas
mira
duele mucho
Si mal rival es la muerte:
Ciega lombriz devorando
la frescura
Perjurio de la vida
Sicario fanal de uno mismo
que vuelve buitre
al ruiseñor
de las venas
mucho peor
es agotarle
de hacerle
vivir
¿Para convertirse
en una iguana
clareando
su perfil
deforme
monstruoso
entre los débiles librillos
de vida
que aún le cuelga
tanta lucha inútil
tanto sufrimiento?
Añorar poder ser
como los bígaros
que se meten dentro
de su concha
dentro de su sombra
©Rubén Lapuente
COSTALERO

A hombros
lleva la carga
de calvario
de Jesús el Nazareno
desclavado
desangrado
con llagas como labios
Yaciente
sobre una sábana
Lleva la pureza
de quien no se engaña
La parábola eterna
de un sublevado
Amor sin nada a cambio
Justicia con fiel
Lleva la otra mejilla
¿Que todo es fingido?
Pon tu oído en el pecho
de un costalero
Entra por las ojivas
de su capirote:
También lleva el fervor
de su pueblo
Su perfil conmovido
La saeta
como una puñalada
en la calle
Y su propia vida
la que sabe
que sin sacrificio
sin renuncia
le hará blasfemar
en la muerte
Al parar el paso
él
que no cree
toca esa carne de madera
y la siente
por toda la sangre
©Rubén Lapuente
VÍCTOR JARA

Cuantas veces de improviso
al pozo de mi memoria
echa Amanda su balde de tristeza
y me sube a los labios su canción
tan dulce y amarga
tan honda en su voz de tierra
que estrecha mi garganta
y muy lentamente
me hace
callar
Si hubiera caído Víctor
de una bala perdida
entrándole mortal con luz
de arenga de barricada
pero le abrieron
y despojaron
como a una res
en el matadero
“A ese cantor de pura mierda
me lo traen para acá”
El espanto la saña
es lo que me dolerá siempre
No bastaban cuarenta y cuatro
heridas de bala a bocajarro
Antes debía probar
el pavor del aciago azar
del revólver en la sien
volada
Y antes le quebrantaron
a culatazos
las manos
¡Oh! Que la guitarra de sus dedos no
disparara más canciones
con metralla
Las que prendían el pequeño cuarto
oscuro del labrador
reclamando surcos de arado
para la sola tierra
alambrada
o del minero
que quería que la flor amarilla
del cobre la cortaran
sólo manos chilenas
o del pueblo que ansiaba asomarse
a la borda de su largo bello navío
sin que a sus espaldas
siguieran saqueándole
Su voz era un arsenal sí
pero de puños que se cierran
Y ahora
después de tantos años
que aparezca
un recluta soldado ya maduro asesino
que confiese
que recibió órdenes de un teniente
que culpa a un comandante
que obedecía a un general
manejado
por ese garante del planeta
que compraba ejércitos
desordenes
voluntades
pueblos donde la pobreza guardaba
un saco de harina
como el rico
su oro y diamantes
no me aliviará nunca
de ese eterno balde de tristeza
que hasta mi garganta
me sube del pozo del recuerdo
Amanda
¿Te acuerdas?
La de la sonrisa ancha
La de la lluvia en el pelo
©Rubén Lapuente
Te recuerdo Amanda Canción de cuna para un niño vago
Foto :Víctor Jara con su mujer Joan Turner y sus hijas poco antes de su muerte
MÁGICO ESPEJO

Le compré a aquel hombre un pequeño espejo de latón
que su voz me vendía como mágico
como el único que llevaba la pesadumbre de uno
a su limpia faz de plata
Cuando la herida suya en mí
elige para aparecerse y respirar
esas noches de entresueños
lo pongo frente a mi rostro
que se deshace
y al que sucede
ese oscuro lagar del corazón.
Mientras al fondo del azogue
ella riela su zozobra
aplasto mis labios en la piel salada del vidrio…
Ayer ,como me hacía ella cuando niño,
tuve que susurrarle por mucho más tiempo
para ayudarla a subir los últimos escalones de la madrugada
©Rubén Lapuente
a mi madre
REBECOS ACORRALADOS

Qué esfuerzo subiendo desde una silla
los escalones de la tristeza
Cómo timbran su dolor las palabras
Hay un oscuro espejo del ser que copia los versos
a esa hoja sucia de blancura
Llegas al último risco del poema
y con los ojos puros de un rebeco acorralado
miras el mundo
¡Y qué fácil quedarse herido!
Son los poetas
De acre y dulce piel melancólica
Sin un esbozo de sangre en la trastienda
(Pensar en la muerte no es ir a abrazarla)
Pero de súbito
vienen ramalazos
rachas de viento de angustia y…
una ventana que se abre desprevenida
la espita del gas que semeja un gatillo suave
la vía del tren que se torna senda serena
el río que invita a soñar bajo sus aguas
el aspa roja sobre la sombra de una rata que muda su piel en la tuya
el fulgor del filo del cuchillo que saja su crepúsculo
ese corazón dibujado en el pecho que pide el tino de una bala
De acre y dulce piel melancólica
son los poetas
Y qué esfuerzo desde una silla
hasta los ojos de ese rebeco acorralado
desde donde miran
¡Y qué fácil quedarse malherido!
©Rubén Lapuente
a J.A.Goytisolo, W.Rodriguez, V.Ramos, J.Acillona, A.Reyes, J.I.Fuentes, L.Artigas,S.Tormes, E.Freire,L.Hernández, H.Murena,P.Sinos, N.Arnero. Pavese, V.Parra,G.Ferrater, A.Costafreda, S.Plath, J.Arguedas,P.Celan….
SOLDADITOS

mi triste soldadito niño
¿De dónde nace la tristeza, hijo?
Hasta la muerte mira de otra manera.
Fue antes del cuento que teje
su red de sueño inquieto.
Antes de subir al traqueteo
de la camilla del pavor.
Pero si te recuerdo así, hijo,
remueves el fondo de mi vida.
Y estas palabras no son para ti,
tú, que saliste a flote
de aquel pabellón
de malheridos soldaditos :
“Suero de luciérnaga,
avenida de luz en las venas”
te decía , llevando
de liana en liana
aquel leal muñeco
con el que sellamos
una alianza de sangre.
Estas palabras no son para ti,
ni para mí tampoco, hijo,
que me daba vergüenza
que me vieran tan débil.
Son para esas mujeres
de ojos como lobas heridas
que por aquellas habitaciones
entre palanganas de orina
enferma de niño,
y tibias esponjas teñidas
veían caer a sus soldaditos,
que eran como tú.
De la angustia de tocar el desorden
de un cuarto azul,
de atreverse a borrar en la pizarra
un último monigote,
nace la tristeza, hijo.
La vida es una alimaña ciega.
¡Y nunca podremos vengarnos!
©Rubén Lapuente
LOS DIBUJOS DE LOS NIÑOS SOBRE LA GUERRA

La guerra se queda grabada
en el estómago:
Cuando suena la sirena,
cuando bajas a trompicones
las escaleras del refugio,
cuando caen las bombas,
cuando te miente tu madre;
cuando la maleta enseña la prisa
y en el autobús, en el tren, en el barco,
vuelves la mirada hacía ningún lugar.
Cuando eres un niño.
Si de cuajo te arrancan
de la infancia
amarrada a su sol,
del estómago irradia otra guerra.
Rayadas que vuelven
como zumbidos de aviones en el cielo.
En las colonias
cada día es un impasse.
Maduran en vilo
desorientados en la severa
infancia nueva.
Pero hay que sacar algo de adentro:
La terapia del lápiz de grafito y de colores,
del dibujo en la lámina amarillenta:
Yo he pintado un bombardeo en la cola de la leche.
Yo un edificio en llamas de mi calle.
Yo el día de mi evacuación corriendo al refugio.
Yo los camilleros con su ambulancia de cruz roja.
Yo un campamento de milicianos.
Yo a la gente levantando el puño a los aviones.
Yo a mi padre cuando volvía a casa
y corría a abrazarle y a registrarle los bolsillos
…
Pintan lo que han visto.
Sin dobleces.
Garabatos
que de los ojos
vuelan al papel:
Dibujos sobre la guerra.
Rayadas que se dormirán
bajo los colores.
©Rubén Lapuente
los dibujos de los niños evacuados en la guerra civil
http://www.columbia.edu/cu/lweb/eresources/exhibitions/children/index_spanish.html
ANOREXIA

Mi cuerpo
como debería ser el mundo.
Como la huella en el agua.
Que no tenga nada dentro.
Que sólo suene de alarma
el gemido de mis vísceras.
Siempre voy gélida.
Y mastico nerviosa
cubitos de hielo
para atemperar al corazón.
Lúcida en este frío insomnio.
Ya soy la esbelta silueta
que dibujaba en un papel
el que vestía a las princesas.
Y la comida
esa intrusa que peso en la balanza
me entumece los sentidos.
Pero no es bastante exigua
mi sombra en la pared.
Y el espejo todavía
refleja mi carnosidad
como si la báscula mintiera.
¡Vamos!
Menos calorías.
Más levedad.
Más mentiras.
Más trampas.
¡Vamos!
Más jugos en el remolino del agua…
¡Dios mío!
Mi cuerpo como debería ser el mundo.
Tan curvado ya en el tallo.
Con tanta arena en la sed.
Con ese voladizo
que me oculta de la luz.
Con esa hondura
que me da vértigo.
Y mi boca,
mi boca,
cómo regurgita
los latidos que me sobran.
Cómo deviene mi garganta
en ese ojo irritado
como el de una aguja
por el que sólo pasa el asco.
Y este vello fino y largo
que me mece el miedo.
¡Dios mío!
Mi cansancio,
mi enorme cansancio…
¡¿Es que no hay nadie ahí?!
Rubén Lapuente
MEMORIAS DE ÁFRICA

(del diario de un soldado de la edad dorada)
Sedado pero lúcido
puedo imaginarme estar
bajo su piel macilenta
oyéndole el trote lejano
que se acerca sin ritmo.
Me lo balbucea
a la cabecera de la cama
adonde acudo al oír
el grito de soledad
que me lanza su campanilla:
No he sido nunca una persona llana.
No he sabido fingir.
He menospreciado a quien
no compartía mis emociones:
El álgebra, la música.
Nunca he hablado por hablar.
Y ahora que llega
ese afilado runrún sin melodía
voy a ser el mismo
que ha vivido siempre solo
pero fiel conmigo.
No me arrepiento de nada.
Santiago…
¿Y si le ponemos música
a ese zumbido?
¿Y si viniera mi pequeño Mozart
con su clarinete y tu adagio
el de memorias de África?
Medio vestido para el concierto
puedo imaginarme estar
bajo ese traje con babuchas
sedado pero lúcido
mientras la caña busca
su frescura y el aire
su vericueto en el ébano.
Y Mozart suena
como ojos de cielo sobre
la sabana de su memoria
como presagio
volando sobre el estampido
de un enjambre voraz que
de pronto…
(lo noto en su rostro)
enmudece e interrumpe
por un momento su viaje.
Rubén Lapuente
a la memoria de Santiago
UN RASGUÑO EN EL MAR

para Ana
Un día te llaman a la puerta
y no hay nadie detrás.
Pero ese costado
que ingenua descubres
es su conquista.
Y luego su ardid
para acecharte
en silencio
bajo tu sombra.
Y parece que te ovillas en la cama
pero sólo cierras los ojos
para oír mejor sus pasos.
Y te has hecho guerrillera
de la colina segada de tu torso.
Y subes a la barricada de tu calle
la arenga de la vida.
Sólo es un rasguño en el mar, Ana.
Sólo ha tallado la inicial de tu nombre
en el tronco de tu cuerpo.
Sólo es una hebra quebrada
en la suave melena que te mece el aire.
Y esta luz de otoño,
tranquila, madura,
que nos rodea
que matiza las cosas
que las embellece,
te espera.
Hay algo más bello
que la vida:
vivirla tras esa última
lágrima de dolor
que enjugas
limpia en tu boca.
Ana,
¡Sólo es un rasguño en el mar!
Rubén Lapuente
CRONOLOGÍA DEL DOLOR

octubre
esa fogata que nace de repente
ese timbre atascado dentro de la lengua
octubre noviembre
esa diminuta isla de dolor
esa quemazón equivocada de la muerte
esa herida centelleante entre las fauces
octubre noviembre diciembre
ese incesante biplano
surcando el cielo de la boca
de la frente del sueño
de lo cotidiano
octubre noviembre diciembre enero
rápido el escalpelo el escalpelo
que taje un adarme del faro
de luz emponzoñado
que no beba de la raíz todavía
rebana rebaña apura
la niña ciénaga del dolor!
¿oyes? ¿oyes el páramo?
Rubén Lapuente
EL DEDO CORAZÓN

No te engañes.
Esa manecita sin tiempo
ha salido de la nada.
Se aferra al rumor
lento y espeso
de tu sangre.
Necesita ese dedo corazón.
Me da vida, dirás.
Quizá ganes tiempo a la muerte.
Pero a ti no te salva.
Esa mano no es la tuya.
No la tienes.
¿No comprarías una
con palma y dorso
que te diera las caricias?
¿Una mano de andén
o del puerto
que se quedara siempre
y corriera la sábana blanca
de tu último sueño?
Hay un soldado
de la edad dorada
que me cuenta a la noche
batallas perdidas :
“¿Sabes?
Hoy no han llegado a tiempo…
Como un bebé me ha cogido
el dedo corazón…”
Que no te engañen.
Que no te olviden.
Rubèn Lapuente
"Y DESPUÉS ¿AYUDASTE A LA NIÑA?"

El buitre.
La niña.
El fotógrafo.
A los tres les ha citado
en un descampado
la muerte.
La niña,
demora mejor,
en cuclillas,
los embates del hambre.
Para no tenderse,
se acoda,
se da golpecillos
con la testuz en la tierra.
Se mece
todavía demasiado
para el valor del buitre
que no tiene prisa
y espera su despojo
abatido al sol
del páramo.
La estampa
requiere más fotogenia
pero el buitre
no colabora:
no afila el pico en la piedra,
no despunta sus garfios,
no despliega sus alas.
Cansado de esperar,
el fotógrafo
posterga la cita.
El buitre.
La niña.
No hubo nunca
un vuelo más sórdido
sobre África.
Rubén Lapuente
La foto es de Kevin Carter. Esperó 20 minutos, pero el buitre no extendió las alas. Ganó el premio Pulitzer. “Y después ¿ayudaste a la niña?” le preguntaban ,como una pesadilla, en todas las partes del mundo. A los dos meses de ganarlo se suicidó.