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CENTRO DE DÍA

Creías que tu vida ya sólo sería
una cabeza somnolienta
sujeta a una butaca
a su trocito de cielo
al ruido de fondo de un televisor
No notabas que la soledad
iba haciendo bien su trabajo
desordenando los recuerdos
criando sombras
replegándote
Ya son muchos años -dices-
para encararte con los tuyos
con lo nuevo desconocido
Y mañana ya viene el autobús
“Al otro rincón del olvido”
dices que te lleva
Y entras medrosa
Aturdida
Con ganas de desparecer
Pero poco a poco
comienzas a revivir
miradas
de tu mismo tiempo
Palabras que te suenan
como si te las oyeras tu
“¿Cuál es tu nombre?
Mira ven
Tenemos un patio con sol
del recreo de la escuela
Una fuente como la de los leones de la Alhambra
Un huerto en altares de madera
para que no se venza tu espalda
Un campanario con badajo
de jilgueros que no calla
Y mecedoras con fieles pulgares
que no se cansan nunca de acariciarte
¿Sabes jugar a los naipes?
¿Y a la petanca?
¿Has jugado al bingo?
Sólo dan caramelos si ganas
pero de los buenos
de licores
¿Sabes que hay baile?
Y siempre están ellas
las de uniforme
que no te dejan
dormir en los recuerdos
Que como vengas malherido
te alientan
hasta que alcances
con la punta de los dedos
el abismo de un tenedor
o hasta que cruces el desierto de una baldosa
Ven mira…”
Y al caer la tarde
el autobús
te devuelve a la puerta de tu casa
Y sobre la cama dejas caer tu ancianidad
con su nuevo sueño viajando solo
hacia mañana :
El empeño por destacar
La revancha de la derrota en el juego
La dulce mirada mate que has de devolver…
Y a primera hora
esperas con alegría al pequeño autobús
Y al verlo llegar por la calle
disimuladamente
(¿Verdad Manoli?)
te perfilas los labios
como si la vida empezara otra vez
©Rubén Lapuente
Foto Viviana y Manoli
PIRÓMANO

¿Qué alienta en el pecho de una hoguera
que fascina y a veces enloquece?
¿Todo surge del fósforo que avienta un niño?
¿De la mágica llama que no se deshoja?
¿O ya viene en el maldito azar
del abrasado ramaje de la sangre?
Aquí no hablo de un incendiario
de ese asesino de la tea
que compra y vende fuego
que sale canalla al monte
cuando el viento cálido arrecia
cuando amarillea el estío
y bajo los pies
le restalla la rama
Esa rapiña que vuelve
ya a un paisaje de pavesas
y miserable orina
Aquí hablo de un magnetismo
de una cabeza en llamas
de un ludópata del fuego
de un canalla enfermo
que ha mirado siempre
con luz de barrena la lumbre
que no conjura
que sale al monte
iluminado por una voz de fuego
que se sube al mirador del alto cerro
a contemplar
cómo salta su fogata
de copa en copa
Y espera allí
el ulular de las sirenas
las espadas de agua
los calderos alados:
Su velada con música
del crepitar de las llamas!
©Rubén Lapuente
NIÑO RAPAZ

En la trastienda
hay una ventana ciega
que te ve
niño rapaz.
Con la mano pura
enseñas
el regaliz de oro de Haribo
o la maroma de Fiesta
Con la sucia
llenas todos
tus recovecos
de golosinas
Y te vas con tu botín
por toda la avenida
con el palote
de pirata en la boca
niño rapaz
Y de zapateta en zapateta
A la platea
de la trastienda
han venido quienes
te dieron los genes
azucarados
Quienes te visten
te cobijan
te miman
para conocerte
en tus artes flamencas
del abanico
sobre las gominolas
Para asomarse
al túnel del granero
de la bocamanga
de tu camiseta
A la red mafiosa
de tus clandestinos
bolsillos de pega
Y para que al salir
a la avenida
con el palote
de pirata en la boca
niño rapaz
te lleven
de las orejas
en volandas
Y de pataleta en pataleta
©Rubén Lapuente
A los ojos guardianes de las dependientas de El Ángel de Logroño
LA DANZA DE LOS ZANCOS DE ANGUIANO

Son zarpazos que me vienen
en el sueño:
Zancos agrietados
Vahídos
Trompicones
El verme de bruces
sobre las piedras…
Soy un joven de Anguiano
Y eso te lleva a una cita
“¿Qué?
¿Cuándo te vas a lanzar
por la cuesta?
Ya tienes edad”
¡Ay! Del patio de la escuela
a ser la peonza que bailaba
un dios antiguo
Si lo hago es para ser
Y me he plantado
en lo más alto del vértigo
¡Cómo empuja aquí la memoria de siglos!
¡Cómo leo ahora los labios de mi padre!:
“Cuando te vea bajar
me veré a mí mismo”
Siempre son ocho jóvenes del pueblo
Yo el bisoño este año
Y mientras me dejo atar
minuciosamente los zancos
hago sonar las castañuelas
para ahuyentar la ansiedad
el escalofrío
Aún no me toca
En las orillas y abajo
de la empinada cuesta
agobia tanta mirada
de circo…
¡Allá voy
con las alas de mis sayas!
¡Vertiginoso!
¡Y no veo a nadie!
¡Soy la peonza de un dios!
©Rubén Lapuente
(Anguiano.La Rioja)
El origen es incierto como una prueba de paso
a la madurez como hacían en la antigua Grecia
los niños al cumplir los nueve años ofreciendo
sus peonzas a los dioses porque ya comenzaban
su preparación para ser hombres…
Casi como ir a verlos:
Danza de los zancos de Anguiano
El 22 de julio
Y el último fin de semana de septiembre
¿TE ACUERDAS DE MÍ?

Cómo imaginarme
que el pasado
pudiera regresar
tan veloz
tan inesperado
tan limpio
hasta la pantalla de mi ordenador
frente a mis ojos:
“¿Eres Rubén?
Tecleaba tu nombre
y de no aparecerme nada
a sumergirme ahora
en el torrente
de un río de versos
¿Eres el mismo?
¿El que el azar
puso a mi costado
en aquella hilera
de soldados sin valor
acompasándonos
las zancadas
tañendo
inútiles sones de piedra ?
¿El que
a la vez mía
tachaba los días del calendario
desde la más alta litera
del sueño
tembloroso
del porvenir?
¿El que abría la taquilla
y luminosa
se asomaba
la sonrisa de papel
de una muchacha
como si allí amaneciera?
¿El que como yo
no tenía
nada más que regalar
que la juventud?
¿Eres el mismo?
Ya sé que la edad
camina con paso firme
y devastador
Que nos hace creer
que ya nunca
podremos ser aquellos
¿Pero sabe
de qué lejano y largo sueño
despertamos?
¿Si venimos o no
de un abrazo interrumpido?
Ahora que
le hemos dado la vuelta
a la duna de arena
del tiempo
¿No retornamos al principio?
Soy Javier
de un pueblo de Huesca
Sólo han pasado treinta años
¿Te acuerdas de mí?”
©Rubén Lapuente
Foto: Yo y Javier en Jerez
Para Javier Alquézar que hace unos días me reencontró
EL FUTBOLÍN O EL HIJO DE LA GUERRA

Bajo los tejados
de Madrid
de poco servía
estrujarse los ojos
resguardarse en los mismos brazos
si el azar
era un silbido
de racimos de muerte
Del vientre
de los escombros
salió
aquel muchacho
hacia un hospital
de sangre
donde le hicieron
un sitio
en el corro
de niños y jóvenes
tullidos
La guerra
la hicieron sin juguetes
y en esas navidades
los Reyes Magos
se fueron
camino del frente
cargados
de municiones
y espoletas
Les dejaron algún
recortable:
dioramas de batallas
Muñecos
republicanos
que levantaban
el puño en alto
Juguetes bélicos
para quienes
no hacían fuego
ni en los sueños
Y reconcomidos de no poder
patear ni un rebujo
de periódico
a nuestro
muchacho renco
se le encendió la luz
Cuando en el bar
de mi barrio
empuño las últimas
barras que aún quedan
llenas de juventud
de frustración
de alegría
de mi rabia también
y salgo
con ese olor a césped de madera
a taco de tiza azul de los viejos
billares
como en mi adolescencia
me llevo el roce
de ese hijo de la guerra
del sufrimiento
del primer hijo del olvido
que fue en aquella sala
de mutilados
un futbolín
©Rubén Lapuente
Alejandro Finisterre (La Coruña 1919-2007) inventor del futbolín. Republicano. Poeta. Fundador de la famosa revista Ecuador. Albacea y editor de León Felipe. Foto: pepe alfonso
CÁLIDA VOZ

Solitario,
arroja un lazo
a una cálida voz
de mujer
que arropa y asoma
por el embozo de la sábana:
Es una lasciva nana en la noche,
un dulce puñal de bajas palabras
punzando carne
sombría.
Si hay una labor de madeja
detenida
o un lápiz
de puente
sobre un crucigrama,
lo oculta todo
la tramoya
de la sensual fantasía:
la verde fábula del sueño inconfesable.
Y se lanza a la corriente
de un lento río de aguas rosas
al ritmo de una voz
que acomoda los tiempos
del placer,
más intenso
que dejar la felicidad en manos
de otro:
de otro defecto.
Mejor que el cansancio
de tener que amar,
de entregarse para ser amado.
¿Cómo ser uno mismo si te poseen?
Solo
y jadeando aún
corta el hilo
de la voz.
©Rubén Lapuente
VIAJE A ÁFRICA

El avión te deja en el corazón
del borde de la vida.
Del rechazo
de la inseguridad
casi del miedo
a la llegada
pasas
en un respiro
al hallazgo
de una esbelta silueta
de nueva belleza negra
que al verte mirar la vida
desde la ventana
te invita al festín
de su misérrimo corral
de una sola gallina.
Y notas que su mañana está muy lejano.
Que su ahora siempre es el alborozo.
Y ves que como no tienen nada
no desean nada.
Que nadie va a venir a darles la vida
que no vivan ellos.
Y te duele
que la incertidumbre de la muerte
tan temprana
haga nombrar a sus hijos
con espera:
Que aquí sólo se vence a la muerte
pariendo y pariendo.
Niños que te los encuentras
persiguiendo
a una vieja rueda rota
o haciendo juguetes de barreduras
que desde la otra punta de la calle
corren a tu encuentro
con su eterno raigal
de alegría en el rostro.
Y aquí como sólo se habla de la vida
te la cambian:
Lo notas
en que muda tu piel de serpiente
de viejas servidumbres
en que tu deseo se va acercando
al sueño de una piedra
desnuda
envuelta en esa luz ámbar
que todo lo envenena
de alegría
de pura vida.
©Rubén Lapuente
foto de Victoria niños en una calle de Tombouctou .Malí
DE VEZ EN SIEMPRE

¿Has visto a los pescadores
de Sri Lanka
subidos a lo alto
de sus jarcias
hundidas en la arena
del fondo del mar?
Allí, en equilibrio,
lanzan sus anzuelos
mientras sueñan
mientras miran la larga ribera
que sólo un niño
pintaría así:
reventada de color:
la llamarada roja de las ramas de las acacias,
las enormes flores naranjas de los hibiscos,
el bosque de mástiles y frutos en la playa
que agita las altas melenas
de un verde tenaz.
Y la selva se hace manglar en el azul
turquesa del agua:
hasta los pájaros se zambullen equivocados
al imán de peces de colores violentos
deslumbrantes.
Y todo mientras el anzuelo
disfraza su mira.
Mientras sueñan.
Pero de vez en siempre
vuelven la cabeza hacia el monstruo
dormido del horizonte:
no olvidan que son sobrevivientes
que eternamente estarán encaramados
al palo mayor del escalofrío
en la plácida cima del horror.
©Rubén Lapuente
Foto de Carlos Barria
“desde el tsunami no como pescado
aún creo que los peces se alimentan de los muertos”
(pescador de Ahangama)
LA SERRANA

Por la carretera
me cruzo
con el autobús
que lleva a la serrana
Huye
del paisaje eterno de montaña
pintado
en su ventanal
como yo de un horizonte de ojillos
en hilera
Huye
de su plazuela de piedra
junto al río
bajo el mirlo acuático en la rama
como yo de una arboleda
de mentira
Y cambia
las calles de piedra
las cancelas
los portones
las boñigas que le cercan
por avenidas de luces
de escaparates
por miradas que la desnudan
Y sus noches
de silencio
de estrellas como ascuas
de grillos que se callan a su paso
por baraúndas
y amores
de madrugada
Y cambiaría
su trabajo
de acarrear leña
de guarda de ganado
en el monte
de hortelana de carámbanos verdes
por ser una tijera
y un peine
por ser un eslabón
más
de una cadena
Por la carretera
los sábados
me cruzo con el autobús
que la lleva
Y hago sonar la bocina:
La serrana sabe
quien soy
Y que intercambiamos
la vida.
©Rubén Lapuente
(Villoslada de Cameros)
VECINOS

Si corro las sillas.
Si rechinan.
(si supiera tocarlas)
El lunático vecino de debajo de mis pies
nombra a toda mi familia.
Pero cuando a una hora del día
se desahoga el clarinete en mi casa
me queda la satisfacción
de que su profundo silencio denota
un buen oído musical.
Le di permiso a mi vecina de al lado
para que su glicinia colonizara
también mi terraza.
Y ahora la tengo volando
sobre mi cabeza
bajándome en oleadas su intenso aroma.
Pero no puedo entregarme del todo a su olor.
Tengo la sensación de que no es mío.
¡Vecina! le digo, ¿me dejas oler
tus colgantes racimos violetas?
Mis vecinos del primero
han adoptado dos párvulos del África negra.
Llegaron con la afectada mueca del desarraigo,
inquietos como corderos.
Y al ver la jarra del agua sobre la mesa,
se la bebieron de un trago los dos :
Temían que mañana ya sólo manara aire del grifo.
Justo frente a mi balcón
al otro lado de la calle
mi vecino de hola y adiós, poco más,
ya no se asoma.
Le hacía últimamente un gesto
con la mano cerrada.
Ahora su mujer
no falta a la cita de adornar
la barandilla de su balconada
con plantas de moradas, blancas y rojas flores.
La percepción mía ahora es distinta.
La suya desde su azotea
debe ser la misma de siempre:
ninguno de los dos ha cruzado el umbral del otro,
nunca hemos quebrado las formas.
¿Y por qué no ahora?
¿Por qué no romper la imagen de siempre?
Que todo de un giro inesperado.
¡Vecina! le digo, entre tanto vergel,
no se te ve lo guapa que eres.
Y se levanta.
Y se acoda frente a mí
en la baranda…
©Rubén Lapuente
ZAPATILLAS EN LOS CABLES ("SCHOEFITI")

Si buscas una razón la hay
Es una metáfora de la vida
¿No es hermoso?
¿Que te parece necio?
Espera escucha:
Todavía hay gente
que bajo ese cielo
de suelas y cordones
rastrea miradas perdidas
o al nuevo trencilla del barrio
o sangre púrpura en la brea
¡Como si los bandidos
facilitaran las pesquisas
a la policía!
Los cables de la luz
del teléfono
que muerde el viento
sostendrán la noche
las palabras
el desahogo
pero si fueron cicatrices del aire
tendederos sin vida
trenzados horizontes sin paraje
fue sólo hasta que una madrugada
alguien los lazó
con sus viejas zapatillas
¿Cabe mejor ocaso
a quien abrió contigo veredas?
Luego una pareja
enganchó a los hilos
el esplendor de la primera entrega
Otra prendió su suerte
al tumbo del antojo del viento
Una pandilla llevó a la cimera
la última noche de un mancebo
Otro dejó meciéndose
el sueño de un amigo
que aún no ha abierto los ojos
Y sólo verás zapatillas
colgadas de las venas del progreso
Las quitarán
Me las quitará
un edil sin un adarme de lirismo
Pero volarán otras y otras
y otras…
Si buscas una razón la hay
Es una metáfora de la vida
¿No es hermoso?
©Rubén Lapuente
CANCIONES AL VOLANTE

¿Desahogo?
llámalo como quieras
pero aquí no se baja la ventanilla
ni se asoma desafiante el codo
y esa vitrina del estrépito
quizá de lo chabacano
se desnuda sólo por detrás del biombo
debe conducir el que no sueña
esa silueta de cartón absorta
siguiendo la carretera
como sobre el raíl un tranvía
el otro
el que se desvía del asfalto
el que reproduce el disco
y convoca las nubes
debe poner la misma pasión
que cuando fue un rebelde
puede que sea un hijo del rock
del bolero del flamenco
del tango de la copla
del hip hop
eso da lo mismo
lo obligado es que cante
siempre como un lunático
desafinando
como un viejo pernio de pueblo
y si se le cruza un coche
una fugaz mirada conocida
que tenga ensayado
lo bien que solapa
el aullar
un torpe bostezo
así hasta que se despierte
el títere del volante
dentro del tenor desgañitado
así hasta que se quede yerma la entraña
y por el espejo retrovisor
vea que son otros ojos
los que miran y sonríen
antes de hacerlos suyos
©Rubén Lapuente
me gusta desafinar con ésta canción en el coche :
FARE WELL

Ha empezado resuelto.
Me dice que lo tiene decidido.
Que se cansa de mirar bajo el puente
un río que no le lleva.
Que sólo tiene una cita diaria
con la incertidumbre.
Que se acuerda de mis palabras:
sólo quien madura adolescente
saborea cada gota de juventud.
Que no hay veredas en estas calles.
Ni alcohol en los bares que no emborrache.
Que se estraga en esta noria sin belleza.
Que él no trata de huir.
Que se persigue por cada vericueto que destapa.
Que le han oído tocar en el Conservatorio.
Que si querría unirse a un grupo, de gira,
cruzar el charco, un largo viaje, ser el río.
Y ha acabado más resuelto.
Que no se me ocurra decirle nada a mamá
hasta que sólo sea un punto de luz
en el horizonte del océano.
Que esa me lanza la soga al corazón.
Y que nos llamará más a menudo
en cuanto menos nos necesite.
Luego me ha enseñado en sus zapatillas,
vertida, la tapia pintada de la calle:
adioses de sus amigos:
Dream, wild, zen. no faces,
help, dog, music, wind…
Le he pedido el rotulador
y en las dos suelas de goma
como alas de graffiti en cada huella
le he escrito en inglés
una frase que le faltaba:
” fare well”
(“Que te vaya bien”)
©Rubén Lapuente
Orquesta Sinfónica de La Rioja
Réquien de Mozart
Clarinete Abel Lapuente
PIERCING

a Sonya Sedano un ángel con piercing
“Tengo miedo ¿y qué?
¡Como si me inmolara
todos los días!
Y ni soy violenta,
ni amiga de Lucifer,
ni mis sones son metálicos.
Es tan trivial el cuerpo,
sin una leyenda,
sin un aderezo en su entraña,
sin prolongárselo.
Un simple zarcillo
y el miedo se amansa.
Y será el destello
en el cielo de mi boca.
El náufrago sol plateado
en las olas de mi lengua.
Y de esa cuenta de acero
haré mi juguete,
la pradera de mis nervios,
el talismán que alzará
del todo mi cabeza.
Y se la enseñaré a él,
a hurtadillas,
entre los dientes,
como si descubriera
con asombro
la perla del deseo
amarrada conmigo
a su desnudo hechizo.
He sacado la lengua alguna vez
y sólo para burlarme,
menos ahora,
que la aguja, en dos segundos…
¡ay!
Asoma ya
del otro lado”
©Rubén Lapuente
TATUAJE

"¿Donde habría de ser?
Donde rezume humedad.
A la verita del musgo.
¿No vive por ahí ese anfibio?
Será la estampa de mi genio.
El antojo de mi calma.
La encrucijada inevitable
ante mi cuerpo desnudo.
Y la veré en el espejo,
de relámpago.
Caminaré sintiéndola
asomarse al pellizco
de la cremallera
de mi pantalón.
Al equilibrio imposible
del horizonte de mi falda.
¿Y su medieval leyenda
de atemperar el fuego?
Póngamela ahí.
A la verita del musgo.
Sinuosa silueta para el cortejo.
Branquia respirando deseos de saliva.
Reojo testigo de empellones en mi carne.
Y verla luego deformada en la preñez,
tomando mis estrías.
Quizá la mire ya cansada de creerme
que es algo más que un tatuaje,
que un torpe dibujo de salamandra,
y se me vaya borrando
de la piel de la vida,
escondiéndola de mí misma,
como una cicatriz más
de otro sueño roto."
©Rubén Lapuente
a Teresa que ya recela de su salamandra
LA MIRADA MATE

Si no eres niño,
cuesta asomarse al tiempo arrugado,
y casi vencido.
Ellos se inclinan hasta el roce,
se restriegan en el asperón de esa piel,
sin esfuerzo.
Podrían hasta jugar a perderse
en el laberinto de surcos del rostro.
Si no eres niño,
cuesta asomarse.
Y eso, que sólo le bastaría
conque al pasar movieras el aire,
que oliera quién eres.
Cuando respira hace ruido.
Cuando come salpica un poco.
Cuando habla,
suelta a veces alguna tontería
pero de las que no hieren.
¡Y cómo te carcajea!
Ponle siempre a la tarde en la tele
el diario de un encuentro.
Mejor si hay lágrimas,
las de cocodrilo le sirven lo mismo.
Bájale de la pantalla sus recuerdos:
Un poco de aquella música de juglaría.
Y te hará cien veces la zapateta.
Vístete de Rey como para el niño.
A esa edad se lo cree todo.
Y después a tus asuntos.
Si tienes que dejarle en una casa grande.
Acércate a verle un rato todos los días.
Mejor a la misma hora
para que no se duerma al mirar tanto la puerta.
Si se le cansa la cabeza y busca el hombro,
inclina la tuya para que te vea bien,
como aquel día, que perdido tú,
te descubrió sin demora sus ojos.
Un ratito largo con su mano en la tuya.
Que la caricia de la palma le dura toda la noche.
Un ratito largo…
Y después a tus asuntos.
©Rubén Lapuente
EL TREN DE LOS CIELOS

La noche acaba
cuando deja de sonar
el ascensor:
ese tren que te lleva
a los cielos dormidos
o desvelados.
Sin el ruido de fondo
el limpio zumbido
sube en la noche
sus cinco estaciones
y entra en mi sueño,
a intervalos,
como una pequeña
corriente eléctrica.
En la cabina
el sexo encuentra
su alivio rápido
y los traqueteos
vuelan por la caja
hasta perturbar
a mi inocente
y vasalla almohada.
Y suena breve la alarma
en la memoria de mi boca.
Luego,
salpica el silencio
su caricia, y casi al alba
rechina la puerta de mi casa...
Con la primera persiana
que enseña la alcoba…
con el primer apresurado claxon…
con la primera sirena de ambulancia…
el tren de los cielos dormidos
o desvelados,
milagrosamente,
deja de roncar.
Rubén Lapuente
EL ENCANTADOR

a Cesar Millán
Lo dulce, lo salado,
lo amarillo,
saliva su boca
de un agua lenta,
espesa,
que hace pompas en los labios
y cae en hilachas,
sin premura.
En la bolsa transparente,
encerrados,
el deseo se le atenúa.
Y sobre la balanza,
la delicia encuentra
su armónico,
y su desencanto:
si no hubiese un guarismo,
un metal, la manigua de caprichos
ocultaría su anhelo enfermo.
Como si fuese su propia bestia,
cuando baje la marea de su boca,
sosegados los sentidos,
desanudará la bolsa amarilla.
Caudillo de sí mismo,
fortalecido,
rozará su mano
la tapa del último best-seller
sobre la mesa:
“El encantador de hombres”
Rubén Lapuente
VORÁGINE

En la luna del escaparate
deja el cerco de sus labios.
El se tiende
en el lecho de la pared,
la provoca:
-No, amor no.
Sólo deseo.
Tu deseo.
Como el primer viento de otoño
la pureza del desnudo
desarma su coraza:
la envuelve entera.
Las dos tersas
dunas del pecho
humedecen su boca
en la oficina.
En un nudo de la puerta
ve un valle cortado
por donde le mira
la alhaja que cerraba
aquel ombligo.
Antes de dormirse
fabula con ese ariete
adormecido en la broza
que aviva con las yemas
de los dedos.
Y sopesa,
como una travesura,
los dos sombríos planetas
antes de hundirse
en un voraz
y azorado deseo.
La vorágine se enajena
en el cuarto cerrado
de su cabeza.
(No, amor no.
Sólo deseo.
Tu deseo)
En la luna del escaparate
le tiembla la mano
al darse carmín
en los labios.
Rubén Lapuente