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DE VEZ EN SIEMPRE

¿Has visto a los pescadores
de Sri Lanka
subidos a lo alto
de sus jarcias
hundidas en la arena
del fondo del mar?
Allí, en equilibrio,
lanzan sus anzuelos
mientras sueñan
mientras miran la larga ribera
que sólo un niño
pintaría así:
reventada de color:
la llamarada roja de las ramas de las acacias,
las enormes flores naranjas de los hibiscos,
el bosque de mástiles y frutos en la playa
que agita las altas melenas
de un verde tenaz.
Y la selva se hace manglar en el azul
turquesa del agua:
hasta los pájaros se zambullen equivocados
al imán de peces de colores violentos
deslumbrantes.
Y todo mientras el anzuelo
disfraza su mira.
Mientras sueñan.
Pero de vez en siempre
vuelven la cabeza hacia el monstruo
dormido del horizonte:
no olvidan que son sobrevivientes
que eternamente estarán encaramados
al palo mayor del escalofrío
en la plácida cima del horror.
©Rubén Lapuente
Foto de Carlos Barria
“desde el tsunami no como pescado
aún creo que los peces se alimentan de los muertos”
(pescador de Ahangama)
LA SERRANA

Por la carretera
me cruzo
con el autobús
que lleva a la serrana
Huye
del paisaje eterno de montaña
pintado
en su ventanal
como yo de un horizonte de ojillos
en hilera
Huye
de su plazuela de piedra
junto al río
bajo el mirlo acuático en la rama
como yo de una arboleda
de mentira
Y cambia
las calles de piedra
las cancelas
los portones
las boñigas que le cercan
por avenidas de luces
de escaparates
por miradas que la desnudan
Y sus noches
de silencio
de estrellas como ascuas
de grillos que se callan a su paso
por baraúndas
y amores
de madrugada
Y cambiaría
su trabajo
de acarrear leña
de guarda de ganado
en el monte
de hortelana de carámbanos verdes
por ser una tijera
y un peine
por ser un eslabón
más
de una cadena
Por la carretera
los sábados
me cruzo con el autobús
que la lleva
Y hago sonar la bocina:
La serrana sabe
quien soy
Y que intercambiamos
la vida.
©Rubén Lapuente
(Villoslada de Cameros)
VECINOS

Si corro las sillas.
Si rechinan.
(si supiera tocarlas)
El lunático vecino de debajo de mis pies
nombra a toda mi familia.
Pero cuando a una hora del día
se desahoga el clarinete en mi casa
me queda la satisfacción
de que su profundo silencio denota
un buen oído musical.
Le di permiso a mi vecina de al lado
para que su glicinia colonizara
también mi terraza.
Y ahora la tengo volando
sobre mi cabeza
bajándome en oleadas su intenso aroma.
Pero no puedo entregarme del todo a su olor.
Tengo la sensación de que no es mío.
¡Vecina! le digo, ¿me dejas oler
tus colgantes racimos violetas?
Mis vecinos del primero
han adoptado dos párvulos del África negra.
Llegaron con la afectada mueca del desarraigo,
inquietos como corderos.
Y al ver la jarra del agua sobre la mesa,
se la bebieron de un trago los dos :
Temían que mañana ya sólo manara aire del grifo.
Justo frente a mi balcón
al otro lado de la calle
mi vecino de hola y adiós, poco más,
ya no se asoma.
Le hacía últimamente un gesto
con la mano cerrada.
Ahora su mujer
no falta a la cita de adornar
la barandilla de su balconada
con plantas de moradas, blancas y rojas flores.
La percepción mía ahora es distinta.
La suya desde su azotea
debe ser la misma de siempre:
ninguno de los dos ha cruzado el umbral del otro,
nunca hemos quebrado las formas.
¿Y por qué no ahora?
¿Por qué no romper la imagen de siempre?
Que todo de un giro inesperado.
¡Vecina! le digo, entre tanto vergel,
no se te ve lo guapa que eres.
Y se levanta.
Y se acoda frente a mí
en la baranda…
©Rubén Lapuente
ZAPATILLAS EN LOS CABLES ("SCHOEFITI")

Si buscas una razón la hay
Es una metáfora de la vida
¿No es hermoso?
¿Que te parece necio?
Espera escucha:
Todavía hay gente
que bajo ese cielo
de suelas y cordones
rastrea miradas perdidas
o al nuevo trencilla del barrio
o sangre púrpura en la brea
¡Como si los bandidos
facilitaran las pesquisas
a la policía!
Los cables de la luz
del teléfono
que muerde el viento
sostendrán la noche
las palabras
el desahogo
pero si fueron cicatrices del aire
tendederos sin vida
trenzados horizontes sin paraje
fue sólo hasta que una madrugada
alguien los lazó
con sus viejas zapatillas
¿Cabe mejor ocaso
a quien abrió contigo veredas?
Luego una pareja
enganchó a los hilos
el esplendor de la primera entrega
Otra prendió su suerte
al tumbo del antojo del viento
Una pandilla llevó a la cimera
la última noche de un mancebo
Otro dejó meciéndose
el sueño de un amigo
que aún no ha abierto los ojos
Y sólo verás zapatillas
colgadas de las venas del progreso
Las quitarán
Me las quitará
un edil sin un adarme de lirismo
Pero volarán otras y otras
y otras…
Si buscas una razón la hay
Es una metáfora de la vida
¿No es hermoso?
©Rubén Lapuente
CANCIONES AL VOLANTE

¿Desahogo?
llámalo como quieras
pero aquí no se baja la ventanilla
ni se asoma desafiante el codo
y esa vitrina del estrépito
quizá de lo chabacano
se desnuda sólo por detrás del biombo
debe conducir el que no sueña
esa silueta de cartón absorta
siguiendo la carretera
como sobre el raíl un tranvía
el otro
el que se desvía del asfalto
el que reproduce el disco
y convoca las nubes
debe poner la misma pasión
que cuando fue un rebelde
puede que sea un hijo del rock
del bolero del flamenco
del tango de la copla
del hip hop
eso da lo mismo
lo obligado es que cante
siempre como un lunático
desafinando
como un viejo pernio de pueblo
y si se le cruza un coche
una fugaz mirada conocida
que tenga ensayado
lo bien que solapa
el aullar
un torpe bostezo
así hasta que se despierte
el títere del volante
dentro del tenor desgañitado
así hasta que se quede yerma la entraña
y por el espejo retrovisor
vea que son otros ojos
los que miran y sonríen
antes de hacerlos suyos
©Rubén Lapuente
me gusta desafinar con ésta canción en el coche :
FARE WELL

Ha empezado resuelto.
Me dice que lo tiene decidido.
Que se cansa de mirar bajo el puente
un río que no le lleva.
Que sólo tiene una cita diaria
con la incertidumbre.
Que se acuerda de mis palabras:
sólo quien madura adolescente
saborea cada gota de juventud.
Que no hay veredas en estas calles.
Ni alcohol en los bares que no emborrache.
Que se estraga en esta noria sin belleza.
Que él no trata de huir.
Que se persigue por cada vericueto que destapa.
Que le han oído tocar en el Conservatorio.
Que si querría unirse a un grupo, de gira,
cruzar el charco, un largo viaje, ser el río.
Y ha acabado más resuelto.
Que no se me ocurra decirle nada a mamá
hasta que sólo sea un punto de luz
en el horizonte del océano.
Que esa me lanza la soga al corazón.
Y que nos llamará más a menudo
en cuanto menos nos necesite.
Luego me ha enseñado en sus zapatillas,
vertida, la tapia pintada de la calle:
adioses de sus amigos:
Dream, wild, zen. no faces,
help, dog, music, wind…
Le he pedido el rotulador
y en las dos suelas de goma
como alas de graffiti en cada huella
le he escrito en inglés
una frase que le faltaba:
” fare well”
(“Que te vaya bien”)
©Rubén Lapuente
Orquesta Sinfónica de La Rioja
Réquien de Mozart
Clarinete Abel Lapuente
PIERCING

a Sonya Sedano un ángel con piercing
“Tengo miedo ¿y qué?
¡Como si me inmolara
todos los días!
Y ni soy violenta,
ni amiga de Lucifer,
ni mis sones son metálicos.
Es tan trivial el cuerpo,
sin una leyenda,
sin un aderezo en su entraña,
sin prolongárselo.
Un simple zarcillo
y el miedo se amansa.
Y será el destello
en el cielo de mi boca.
El náufrago sol plateado
en las olas de mi lengua.
Y de esa cuenta de acero
haré mi juguete,
la pradera de mis nervios,
el talismán que alzará
del todo mi cabeza.
Y se la enseñaré a él,
a hurtadillas,
entre los dientes,
como si descubriera
con asombro
la perla del deseo
amarrada conmigo
a su desnudo hechizo.
He sacado la lengua alguna vez
y sólo para burlarme,
menos ahora,
que la aguja, en dos segundos…
¡ay!
Asoma ya
del otro lado”
©Rubén Lapuente
TATUAJE

"¿Donde habría de ser?
Donde rezume humedad.
A la verita del musgo.
¿No vive por ahí ese anfibio?
Será la estampa de mi genio.
El antojo de mi calma.
La encrucijada inevitable
ante mi cuerpo desnudo.
Y la veré en el espejo,
de relámpago.
Caminaré sintiéndola
asomarse al pellizco
de la cremallera
de mi pantalón.
Al equilibrio imposible
del horizonte de mi falda.
¿Y su medieval leyenda
de atemperar el fuego?
Póngamela ahí.
A la verita del musgo.
Sinuosa silueta para el cortejo.
Branquia respirando deseos de saliva.
Reojo testigo de empellones en mi carne.
Y verla luego deformada en la preñez,
tomando mis estrías.
Quizá la mire ya cansada de creerme
que es algo más que un tatuaje,
que un torpe dibujo de salamandra,
y se me vaya borrando
de la piel de la vida,
escondiéndola de mí misma,
como una cicatriz más
de otro sueño roto."
©Rubén Lapuente
a Teresa que ya recela de su salamandra
LA MIRADA MATE

Si no eres niño,
cuesta asomarse al tiempo arrugado,
y casi vencido.
Ellos se inclinan hasta el roce,
se restriegan en el asperón de esa piel,
sin esfuerzo.
Podrían hasta jugar a perderse
en el laberinto de surcos del rostro.
Si no eres niño,
cuesta asomarse.
Y eso, que sólo le bastaría
conque al pasar movieras el aire,
que oliera quién eres.
Cuando respira hace ruido.
Cuando come salpica un poco.
Cuando habla,
suelta a veces alguna tontería
pero de las que no hieren.
¡Y cómo te carcajea!
Ponle siempre a la tarde en la tele
el diario de un encuentro.
Mejor si hay lágrimas,
las de cocodrilo le sirven lo mismo.
Bájale de la pantalla sus recuerdos:
Un poco de aquella música de juglaría.
Y te hará cien veces la zapateta.
Vístete de Rey como para el niño.
A esa edad se lo cree todo.
Y después a tus asuntos.
Si tienes que dejarle en una casa grande.
Acércate a verle un rato todos los días.
Mejor a la misma hora
para que no se duerma al mirar tanto la puerta.
Si se le cansa la cabeza y busca el hombro,
inclina la tuya para que te vea bien,
como aquel día, que perdido tú,
te descubrió sin demora sus ojos.
Un ratito largo con su mano en la tuya.
Que la caricia de la palma le dura toda la noche.
Un ratito largo…
Y después a tus asuntos.
©Rubén Lapuente
EL TREN DE LOS CIELOS

La noche acaba
cuando deja de sonar
el ascensor:
ese tren que te lleva
a los cielos dormidos
o desvelados.
Sin el ruido de fondo
el limpio zumbido
sube en la noche
sus cinco estaciones
y entra en mi sueño,
a intervalos,
como una pequeña
corriente eléctrica.
En la cabina
el sexo encuentra
su alivio rápido
y los traqueteos
vuelan por la caja
hasta perturbar
a mi inocente
y vasalla almohada.
Y suena breve la alarma
en la memoria de mi boca.
Luego,
salpica el silencio
su caricia, y casi al alba
rechina la puerta de mi casa...
Con la primera persiana
que enseña la alcoba…
con el primer apresurado claxon…
con la primera sirena de ambulancia…
el tren de los cielos dormidos
o desvelados,
milagrosamente,
deja de roncar.
Rubén Lapuente
EL ENCANTADOR

a Cesar Millán
Lo dulce, lo salado,
lo amarillo,
saliva su boca
de un agua lenta,
espesa,
que hace pompas en los labios
y cae en hilachas,
sin premura.
En la bolsa transparente,
encerrados,
el deseo se le atenúa.
Y sobre la balanza,
la delicia encuentra
su armónico,
y su desencanto:
si no hubiese un guarismo,
un metal, la manigua de caprichos
ocultaría su anhelo enfermo.
Como si fuese su propia bestia,
cuando baje la marea de su boca,
sosegados los sentidos,
desanudará la bolsa amarilla.
Caudillo de sí mismo,
fortalecido,
rozará su mano
la tapa del último best-seller
sobre la mesa:
“El encantador de hombres”
Rubén Lapuente
VORÁGINE

En la luna del escaparate
deja el cerco de sus labios.
El se tiende
en el lecho de la pared,
la provoca:
-No, amor no.
Sólo deseo.
Tu deseo.
Como el primer viento de otoño
la pureza del desnudo
desarma su coraza:
la envuelve entera.
Las dos tersas
dunas del pecho
humedecen su boca
en la oficina.
En un nudo de la puerta
ve un valle cortado
por donde le mira
la alhaja que cerraba
aquel ombligo.
Antes de dormirse
fabula con ese ariete
adormecido en la broza
que aviva con las yemas
de los dedos.
Y sopesa,
como una travesura,
los dos sombríos planetas
antes de hundirse
en un voraz
y azorado deseo.
La vorágine se enajena
en el cuarto cerrado
de su cabeza.
(No, amor no.
Sólo deseo.
Tu deseo)
En la luna del escaparate
le tiembla la mano
al darse carmín
en los labios.
Rubén Lapuente